Javier Buenrostro /Resumen Latinoamericano, 10 de enero de 2021
Han pasado más de diez años desde que Julian Assange recibe un acoso sistemático por parte de las autoridades de Estados Unidos por la filtración de más de 250.000 cables diplomáticos relacionados con las guerras en Afganistán e Irak, principalmente.
Para este momento, Assange ya era un periodista condecorado por exponer asesinatos extrajudiciales en Kenia y aunque su organización WikiLeaks ya llevaba algunos años funcionando, es con la información de las operaciones militares estadounidenses a medios internacionales que todo el asunto de los documentos filtrados e informes anónimos toma relevancia mundial.
Desde ese momento WikiLeaks se convirtió en un referente internacional como un difusor de información clasificada que desnudaba prácticas poco éticas de los gobiernos, lo que le atrajo la animadversión de varios de ellos, notoriamente de Estados Unidos y sus fuerzas armadas. Ante la imposibilidad de detener la transmisión de la información, Estados Unidos comenzó una cacería contra Assange, WikiLeaks y sus fuentes. Chelsea Manning, la analista de inteligencia del Ejército de Estados Unidos fue acusada y condenada por filtrar a WikiLeaks miles de documentos clasificados sobre las guerras de Afganistán e Irak, que incluían el video donde soldados estadounidenses disparan al reportero iraquí de Reuters Namir Noor-Eldeen.
Gran parte de la gente y la prensa perciben a Assange como un estandarte de la libertad de expresión y el derecho a la información, toda vez que ha sufrido años una persecución política durante años que lo tuvo asilado en la Embajada de Ecuador en Londres. Desafortunadamente, la llegada al poder en Ecuador de un personaje oscuro y entreguista como Lenín Moreno terminó con el asilo de Assange y permitió que la Policía inglesa entrará a la embajada ecuatoriana y lo arrestara. Hoy en día, con una salud disminuida y casi diez años de confinamiento entre la embajada y una cárcel londinense, Assange vive bajo la sombra de la extradición a Estados Unidos.
Contradictoriamente, la principal fuente de información de Assange y WikiLeaks en esta historia, Chelsea Manning, fue sentenciada a 35 años de prisión en 2013 pero indultada por Barack Obama en 2017. Liberada la persona que entregó la información parece una necedad o muy mala voluntad del Gobierno estadounidense ensañarse con el mensajero.
El caso de Assange ha corrido en paralelo y con similares consecuencias al de Edward Snowden, un experto en tecnologías e informática que había trabajado para la CIA y para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y que en 2013 publicó documentos clasificados para dar a conocer la vigilancia masiva que realizan las agencias estadounidenses. Snowden se encuentra asilado en Rusia desde 2013 debido a que casi ningún otro país en el mundo le quiere ofrecer asilo político para no crear incidentes diplomáticos y no viaja a Latinoamérica, según lo ha declarado el propio Snowden, porque la CIA suele moverse a sus anchas en territorio latinoamericano.
Todos los gobiernos del mundo que hablan de la libertad como un derecho que hay que defender a toda costa le han dado la espalda tanto a Assange como a Snowden. Una total indiferencia e hipocresía que empieza por los Estados Unidos, que hace guerras en todo el mundo para exportar la libertad de la que carecen en su propio país los periodistas como Assange o sus ciudadanos como Snowden.
En el eterno proceso judicial que lleva Estados Unidos contra Assange, el pasado lunes el periodista se anotó una pequeña victoria cuando la Justicia británica negó la extradición que pide Washington en un proceso donde el periodista, de ser hallado culpable, pasaría hasta 175 años en prisión. La buena estrella de Assange continuó horas después, cuando en una declaración sorpresiva el presidente Andrés Manuel López Obrador le ofreció asilo político en México.
Es claro que López Obrador pretende revivir lo que más le dio lustre a la política exterior mexicana en el pasado siglo, que fue ser una tierra de refugio y asilo político. José Martí, Víctor Raúl Haya de la Torre, León Trotsky, los exiliados españoles y de Europa del este en los 30, Jacobo Árbenz, los de las dictaduras militares de los 70 en Argentina, Chile y Uruguay son solo algunos de los casos en que México abrió sus fronteras y sus brazos. Ya durante el gobierno de López Obrador, Evo Morales recibió asilo político en México después del golpe de Estado en su contra.
La oposición mexicana desestimó el valiente ofrecimiento que hizo López Obrador, a contracorriente de la mayoría de las naciones que se han plegado a los deseos de Estados Unidos en este tema. Dicen que es una «locura» y una «ocurrencia». Que estropeará las relaciones con Estados Unidos y que es un tema adicional innecesario en la agenda entre las dos naciones. Curioso, utilizaron los mismos argumentos y el mismo tono cuando se ofreció el asilo a Evo Morales.
¿Y qué ha pasado después? La realidad demostró que la relación con Estados Unidos nunca se complicó y que lo de Bolivia fue un golpe de Estado mientras que el MAS ha regresado al poder en la primera oportunidad electoral. Este caso es bastante similar. México no enfrentará una mayor tensión con Estados Unidos por este tema. La migración, el narcotráfico la economía de Norteamérica en tiempos de coronavirus son temas reales que marcan la agenda. El asilo político no cambia ni complica mayormente las relaciones México-Estados Unidos. No pasó en la Guerra Fría ni lo hizo el asilo a Evo Morales y no lo hará de ninguna manera un eventual asilo a Julian Assange.
De hecho, quizás México le esté ofreciendo involuntariamente una puerta de salida a Estados Unidos en un asunto que ya se ha enredado mucho. Si la salud de Assange empeora y muere encerrado es una mancha que no se podrían quitar nunca Estados Unidos ni Reino Unido. Elevarían a Assange a héroe internacional si muriera en cautiverio por revelar los excesos del Ejército estadounidense en guerras ya estigmatizadas como las de Afganistán e Irak.
El caso Assange está lejos de resolverse, apenas hace unas horas le negaron la libertad bajo fianza. Pero cada día que pase encarcelado empeora la imagen de Estados Unidos en el tema de libertad de expresión. El asilo político en México o en cualquier otro país sería un punto de encuentro intermedio entre lo que quiere Estados Unidos y lo que dicta el derecho internacional.
FUENTE: Rebelion