Nación Mapu­che. Danie­la Catri­leo: «Me moles­ta la feti­chi­za­ción hacia los pue­blos indí­ge­nas y a los suje­tos popu­la­res, por­que tam­bién per­te­nez­co a ese lugar intermedio»

Sofía Stark Bit­ten­court /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 27 de enero de 2021

«Piñen» (Libros del Pez Espi­ral, 2019) la más recien­te obra de la escri­to­ra mapu­che – chi­le­na, expo­ne en tres rela­tos el cru­ce de la niñez hacia la ado­les­cen­cia y la adul­tez en un con­tex­to don­de los orí­ge­nes étni­cos mar­can y no dejan indi­fe­ren­tes a sus pro­ta­go­nis­tas. Refe­ren­tes abo­rí­ge­nes, la infan­cia toda­vía viva en sus inte­rio­res, las inquie­tu­des y la hon­ra por quie­nes que ya no están, son los ele­men­tos dra­má­ti­cos, entre otros, que arti­cu­lan a los per­so­na­jes de esta fic­ción de la narra­do­ra, en don­de se expo­nen con cru­de­za, hones­ti­dad y belle­za, his­to­rias que suce­den hoy.

Gana­do­ra a Mejor Obra Lite­ra­ria en la cate­go­ría Cuen­to de los Pre­mios Lite­ra­rios 2020 del Minis­te­rio de la Cul­tu­ra y las Artes, Piñen (Libros del Pez Espi­ral, 2019) de la escri­to­ra chi­le­na y pro­fe­so­ra de filo­so­fía, Danie­la Catri­leo (1987), es un libro com­pues­to por tres narra­cio­nes frag­men­ta­das y entre­la­za­das, don­de niños y ado­les­cen­tes atra­vie­san con­flic­tos socia­les y étni­cos en un entorno urbano don­de se mate­ria­li­zan el racis­mo y la desigualdad.

Tan­to en “¿Has vis­to como bro­ta la male­za de la tie­rra seca?”, “Por­no­mi­se­ria” y “Warria­che” —títu­los de los rela­tos que com­po­nen Piñen— Catri­leo narra y des­cri­be con agu­de­za el día a día en una pobla­ción de San­tia­go de Chi­le, refle­xio­nan­do sobre la infan­cia, la edu­ca­ción, los con­flic­tos intra­fa­mi­lia­res, la sexua­li­dad, el tras­pa­so de la infan­cia hacia la ado­les­cen­cia y pos­te­rior­men­te la entra­da (anti­ci­pa­da) al mun­do de los adul­tos, los orí­ge­nes y la per­te­nen­cia al pue­blo mapu­che en un entorno cru­do y hostil.

Refe­ren­tes como Pedro Leme­bel, Ste­lla Díaz Varín, Lilia­na Anca­lao y Gra­cie­la Hui­nao entre otros, la inquie­tud por los espa­cios de par­ti­ci­pa­ción —más la aten­ta obser­va­ción y cone­xión con su niñez — , han for­ja­do una voz úni­ca que expo­ne sin eufe­mis­mos el des­cu­bri­mien­to de la per­te­nen­cia al pue­blo mapu­che y a la dis­cri­mi­na­ción por ser­lo, en medio de un ambien­te urbano.

“Com­pren­der la escri­tu­ra como algo que se pue­da des­ple­gar a otros lugares”

¿De dón­de nace tu pasión por la escri­tu­ra y la lite­ra­tu­ra? ¿Quié­nes han sido tus refe­ren­tes en este camino?

La escri­tu­ra me acom­pa­ña des­de que soy muy niña y creo que es por­que ahí encon­tré algo pare­ci­do a un hogar. Des­de que apren­dí a leer tenía el deseo de leer todo lo que podía, la lite­ra­tu­ra me pro­du­cía un modo de afec­to, un deseo, una for­ma de ima­gi­nar y tam­bién de refle­xio­nar a tra­vés de la palabra.

Des­de peque­ña man­ten­go mis dia­rios de vida y aun­que no esté publi­can­do, estoy leyen­do, escri­bien­do, edi­tan­do o tra­tan­do de ima­gi­nar for­mas dife­ren­tes con la escri­tu­ra, no solo en el for­ma­to de libro, sino que tam­bién com­pren­der la escri­tu­ra como algo que se pue­da des­ple­gar a otros lugares.

Mis refe­ren­tes han sido muchos. Es difí­cil res­pon­der esto por­que siem­pre se me que­dan algu­nos afue­ra. No obs­tan­te, les ten­go cari­ño a aque­llos que me siguen acom­pa­ñan­do des­de ado­les­cen­te como a Leme­bel, Win­nétt y Pablo de Rokha, Este­la Díaz Varín, Manuel Rojas, Gua­da­lu­pe San­ta Cruz, como para nom­brar algu­nos que son de estos terri­to­rios y ya no están.

Otros refe­ren­tes impor­tan­tes son la poe­sía de Sole­dad Fari­ña, Elvi­ra Her­nán­dez, Nadia Pra­do, Lilia­na Anca­lao, Adria­na Pare­des Pin­da, Gra­cie­la Hui­nao, entre otras muje­res, a quie­nes cono­cí por algu­nas anto­lo­gías cuan­do era más chi­ca y he segui­do su tra­ba­jo has­ta el día de hoy.

Hay refe­ren­tes que se van tren­zan­do a lo lar­go de nues­tra his­to­ria, pero le ten­go un espe­cial afec­to a las pri­me­ras lec­tu­ras que me acompañaron.

¿Son ellos tu inspiración?

No sé si lo lla­ma­ría ins­pi­ra­ción, pero for­man un lugar ima­gi­na­rio don­de me sien­to acom­pa­ña­da. Hay un teji­do muy difí­cil de expli­car del todo, hay un encuen­tro, un víncu­lo con la pala­bra de un otro, de una otra, que nos gene­ra afectos.

Un espa­cio que da para la refle­xión tam­bién, para la identificación…

Creo que la escri­tu­ra no es sola­men­te un espa­cio don­de exis­ta el arte por el arte, la crea­ción des­po­ja­da de la polí­ti­ca, de la refle­xión. Creo que en la escri­tu­ra hay un víncu­lo de pen­sa­mien­to e ima­gi­na­ción, no como ope­ra­cio­nes escin­di­das, sino una bús­que­da de la for­ma, de la mate­ria, capaz de ser tam­bién un espa­cio refle­xi­vo, ¿no?

Esta­mos acos­tum­bra­dos a que sean otras las dis­ci­pli­nas que refle­xio­nan en torno a la cul­tu­ra y a la his­to­ria, todas cer­ca­nas a las cien­cias socia­les, pero si ras­trea­mos en otros docu­men­tos, que son los archi­vos lite­ra­rios o los artís­ti­cos, vamos a encon­trar que ahí tam­bién hay una for­ma de pen­sar hon­da­men­te, hay una ins­crip­ción de su tiem­po, del con­tex­to, una for­ma de tan­tear una época.

La escri­to­ra Danie­la Catri­leo (foto­gra­fía de Álva­ro De la Fuente)

El tra­ba­jo polí­ti­co del lec­tor: cono­cer otras literaturas

¿Qué impor­tan­cia tie­ne para ti regis­trar en la lite­ra­tu­ra chi­le­na la per­te­nen­cia al pue­blo mapu­che? Que que­de escri­to y no escondido.

Con­si­de­ro que es impor­tan­te men­cio­nar que hay lite­ra­tu­ras de otros pue­blos y eso sig­ni­fi­ca que no nece­sa­ria­men­te tie­nen que estar en el mis­mo con­jun­to de la lite­ra­tu­ra chi­le­na. Lo digo por­que pro­vie­nen de pue­blos – nacio­nes que han sido des­po­ja­dos de sus dere­chos pero siguen crean­do, y por medio de esa crea­ción hete­ro­gé­nea man­tie­nen una for­ma de pen­sar, de refle­xio­nar sobre las con­di­cio­nes his­tó­ri­cas del mis­mo pue­blo, de tes­ti­mo­niar aque­llo que no sue­le ser evi­den­te para la chi­le­ni­dad, ade­más de con­tri­buir con for­mas esté­ti­cas propias.

Con­vi­vi­mos diver­sos pue­blos y cada uno tie­ne sus for­mas de crea­ción. Por ejem­plo, hace poco tiem­po atrás, estu­ve leyen­do lite­ra­tu­ra del pue­blo que­chua y de algu­nas escri­to­ras afro­des­cen­dien­tes, y creo que aque­llo toda­vía es muy des­co­no­ci­do para la chilenidad.

El pue­blo mapu­che tie­ne una lar­ga tra­yec­to­ria en la lite­ra­tu­ra, que no empie­za en los años 90 como muchos creen. Ese es uno de los ejem­plos de la igno­ran­cia que tene­mos con res­pec­to a la crea­ción de otros pue­blos, es impres­cin­di­ble la difu­sión de las “lite­ra­tu­ras otras”, las que muchas veces que­dan al bor­de del canon chileno.

No se visi­bi­li­zan o muy poco. ¿Que­dan escon­di­das o fal­ta difu­sión? Es par­te de nues­tra iden­ti­dad como país.

Yo no creo que sea par­te de la iden­ti­dad del país, es más com­ple­jo. De cier­ta mane­ra es par­te de la hete­ro­ge­nei­dad cul­tu­ral y polí­ti­ca del terri­to­rio que habi­ta­mos, no una iden­ti­dad nacio­nal. Ade­más, hay un tra­ba­jo polí­ti­co que debe hacer el lec­tor o la lec­to­ra para inda­gar en otras voces, otras lec­tu­ras, no caer en el mar­ke­ting per­ma­nen­te de “lo que se está ven­dien­do”, por­que no siem­pre coin­ci­de el mer­ca­do con las obras disi­den­tes, peri­fé­ri­cas o de pue­blos indígenas.

Hay un tra­ba­jo polí­ti­co que hace fal­ta en quie­nes son espec­ta­do­res o lec­to­res. Por supues­to, hay un tema estruc­tu­ral rela­cio­na­do a las polí­ti­cas públi­cas cul­tu­ra­les y el tra­to con la difu­sión, pero tam­bién exis­te una res­pon­sa­bi­li­dad polí­ti­ca de los suje­tos. Se sigue crean­do des­de los már­ge­nes, des­de los otros pue­blos y comu­ni­da­des, otra cosa es que no lo este­mos leyendo.

La cons­truc­ción de «Piñen»

¿Qué hechos o cir­cuns­tan­cias te movie­ron a escri­bir las his­to­rias pre­sen­tes en Piñen?

Para mí, escri­bir, está cru­za­do por cier­tas deto­na­cio­nes. Hay una insis­ten­cia que de pron­to te empie­za a gene­rar obse­sión, hay temas que intere­san y se empie­zan a con­ver­tir en par­te de nues­tra por­fía. Aque­llo a veces se va trans­for­man­do en una obra. Eso pasa en Piñen.

Había unas imá­ge­nes de las que me que­ría hacer car­go, sobre todo por las for­mas de repre­sen­ta­ción que ha teni­do la peri­fe­ria en el arte y en la lite­ra­tu­ra. Me moles­ta la feti­chi­za­ción hacia los pue­blos indí­ge­nas y a los suje­tos popu­la­res, por­que tam­bién per­te­nez­co a ese lugar intermedio.

Sobre el rela­to en par­ti­cu­lar, nace de una con­ver­sa­ción que tuve con mi mamá. Ella me comen­tó un hecho del barrio don­de me crié, el ase­si­na­to de un chi­co que cono­cí en mi infan­cia. A par­tir de ese acon­te­ci­mien­to fui tejien­do lo demás.

Sen­tía la nece­si­dad de que esa his­to­ria fue­se narra­da, tam­bién como una for­ma de hacer­le jus­ti­cia a los anó­ni­mos y anó­ni­mas de esos terri­to­rios, que no nece­sa­ria­men­te son los suje­tos de acción de la literatura.

Y bueno, a par­tir de eso fui tra­ba­jan­do, pen­san­do cómo iba a crear aque­lla narra­ción, de qué mane­ra iba a empe­zar a tejer imá­ge­nes, ima­gi­nar rela­cio­nes fic­ti­cias con esa his­to­ria real.

Un tema que está muy pre­sen­te es la niñez y la ado­les­cen­cia. ¿Qué qui­sis­te plas­mar con esas eta­pas tan espe­cí­fi­cas? ¿Qué hay en ellas que le dis­te una voz, una his­to­ria, un cuerpo?

Me intere­sa la bús­que­da, la inda­ga­ción en las voces de la infan­cia y de la ado­les­cen­cia. Vivi­mos bajo una socie­dad adul­to­cén­tri­ca que deja estas voces al mar­gen, como que no tuvie­ran un logos, una for­ma de pen­sar. Y creo que es todo lo con­tra­rio. Soy pro­fe­so­ra de filo­so­fía, tra­to de man­te­ner puen­tes con el pen­sa­mien­to de la infan­cia, con la ima­gi­na­ción infantil.

En Piñen me intere­sa­ba la cons­truc­ción del terri­to­rio y de la socie­dad que lo habi­ta­ba a par­tir de estas voces. No sola­men­te en torno a la memo­ria, sino que en diá­lo­go con los niños y con las niñas. ¿Qué es lo que están pen­san­do, qué es lo que están vien­do, de qué mane­ra lo obser­van? Una inda­ga­ción como fuga de lo racio­nal – adul­to­cén­tri­co cuyo dis­cur­so per­ma­nen­te es que les niñes no pue­den refle­xio­nar por sí mismos.

¿Cómo fue el pro­ce­so de aden­trar­se en la men­te de un niño o un ado­les­cen­te para tejer las his­to­rias y refle­xio­nes de los personajes?

El tra­ba­jo de la expe­rien­cia y la escu­cha es impor­tan­te, por­que aun­que no nece­sa­ria­men­te lo que esté escri­to ahí es bio­grá­fi­co o una memo­ria per­so­nal, es un libro que mix­tu­ra mate­ria­les, va tejien­do rela­tos de los que he sido tes­ti­go o han sido cercanos.

No debe­mos olvi­dar que noso­tros tam­bién fui­mos niños y niñas, tam­bién fui­mos ado­les­cen­tes y lo sig­ni­fi­ca­ti­vo es que, a pesar de ser una adul­ta, toda­vía me sien­to muy conec­ta­da con mi infan­cia y mi ado­les­cen­cia, no me es tan difí­cil via­jar a ese lugar por­que toda­vía me sien­to conec­ta­da con la niña que fui.

Las muje­res de «Piñen»

Otro de tus temas pre­sen­tes es el femi­nis­mo, ¿cómo con­ju­ga este con la comu­ni­dad mapuche?

Más que esté pre­sen­te el tema del femi­nis­mo, creo que hay pro­ble­má­ti­cas que están en una pers­pec­ti­va más inter­sec­cio­nal. Las muje­res que están pre­sen­tes no son sola­men­te muje­res cis, ni hay una for­ma úni­ca de “ser mujer”. En gene­ral, están atra­ve­sa­das tam­bién por su cla­se, por el terri­to­rio, por su per­te­nen­cia a un pueblo.

Sobre el pue­blo mapu­che y el femi­nis­mo hay diver­sas opi­nio­nes, es par­te de la hete­ro­ge­nei­dad de un pue­blo des­ple­ga­do terri­to­rial­men­te. El pue­blo mapu­che tie­ne sus pro­pias epis­te­mo­lo­gías y for­mas de vida, eso tam­bién inclu­ye el rol que han teni­do las muje­res a lo lar­go de la his­to­ria, tan­to en las luchas terri­to­ria­les, de sub­sis­ten­cia, con­tra la opre­sión y el extractivismo.

Estas luchas no son nece­sa­ria­men­te femi­nis­tas, ante­ce­den al femi­nis­mo. Y aun­que algu­nas muje­res y par­te de las disi­den­cias sexua­les del pue­blo mapu­che actual­men­te se decla­ren femi­nis­tas, hay una par­te impor­tan­te que no quie­re cata­lo­gar­se bajo la lucha femi­nis­ta, sino que defien­den su auto­no­mía, sus genea­lo­gías o cono­ci­mien­tos colec­ti­vos. El pue­blo mapu­che y otros pue­blos de Abya Yala, tie­nen sus pro­pias his­to­rias de lucha, sus epis­te­mo­lo­gías y otros nom­bres para colectivizarse.

Ade­más, tam­bién hay una hos­ti­li­dad gene­ra­li­za­da ante el femi­nis­mo hege­mó­ni­co que no gene­ra cru­ces con los terri­to­rios y las expe­rien­cias de los pue­blos, sino que man­tie­ne una mira­da ses­ga­da de lo que con­si­de­ra “una mujer uni­ver­sal” fren­te a un “patriar­ca­do uni­ver­sal”, cuan­do des­de los pue­blos indí­ge­nas, la lucha con­tra el colo­nia­lis­mo y el racis­mo ha sido trans­ver­sal para las muje­res y toda la comunidad.

Para inda­gar en epis­te­mo­lo­gías indí­ge­nas o afro­des­cen­dien­tes, reco­mien­do leer a Aura Cumes, Gladys Tzul, Milla­ray Pai­ne­mal, Yás­na­ya Agui­lar, Ochy Curiel y Yuderkys Espi­no­sa, entre otras pen­sa­do­ras mara­vi­llo­sas de Abya Yala.

¿Tie­ne que ver con tipos de pen­sa­mien­tos y de experiencias?

Es que son expe­rien­cias y epis­te­mo­lo­gías dis­tin­tas. Las muje­res indí­ge­nas tie­nen sus pro­pias epis­te­mo­lo­gías, algu­nas veces pue­den gene­rar rela­cio­nes con otras, como por ejem­plo, el femi­nis­mo des­co­lo­nial, anti­co­lo­nial, comu­ni­ta­rio, negro, etcétera.

Pero tam­bién aque­llo depen­de de cómo estos femi­nis­mos han man­te­ni­do un diá­lo­go crí­ti­co con las expe­rien­cias de los pue­blos ava­sa­lla­dos por el colo­nia­lis­mo, se han man­te­ni­do conec­ta­dos a las luchas terri­to­ria­les, anti­ca­pi­ta­lis­tas, anti­ex­trac­ti­vis­tas, antirracistas.

¿Cuán­to sabe el femi­nis­mo hege­mó­ni­co de estas luchas?, ¿de las epis­te­mo­lo­gías indí­ge­nas, de los dere­chos de los pueblos?

¿Cuán­tas muje­res femi­nis­tas cono­cen sin cari­ca­tu­ri­zar ni feti­chi­zar a los pue­blos indí­ge­nas y a las comu­ni­da­des afrodescendientes?

No sola­men­te la vio­len­cia de géne­ro está cru­zan­do los terri­to­rios, obvia­men­te exis­te, pero tam­bién las comu­ni­da­des están mili­ta­ri­za­das, cada día hay más zonas de sacri­fi­cio, pro­yec­tos extrac­ti­vis­tas que devo­ran las for­mas de vida.

Hay una responsabilidad.

¡Por supues­to! Hay una res­pon­sa­bi­li­dad polí­ti­ca. Lo mis­mo que con nues­tras lec­tu­ras, de algu­na mane­ra hay que bus­car, inda­gar y hacer­nos res­pon­sa­bles polí­ti­ca­men­te de lo que esta­mos leyen­do, de lo que esta­mos apren­dien­do y de cómo nos vin­cu­la­mos con las comu­ni­da­des que viven acá.

Pien­so en que el terri­to­rio mapu­che es pre exis­ten­te al Esta­do nación chi­leno, pero, ¿de qué mane­ra la chi­le­ni­dad se encuen­tra con la expe­rien­cia y exis­ten­cia del pue­blo mapu­che y de los otros pue­blos originarios?

No des­de una jerar­qui­za­ción o des­de una fol­clo­ri­za­ción, sino que des­de tra­mas comu­ni­ta­rias, soli­da­rias, vin­cu­la­res y afec­ti­vas. Pode­mos gene­rar lazos comu­ni­ta­rios tam­bién en la ciu­dad. De algu­na mane­ra, la revuel­ta ha sido un lugar hete­ro­gé­neo de luchas que están conec­ta­das, y creo que eso lo pode­mos lle­var a cabo en un plano que tam­bién sea cotidiano.

¿Qué rol cum­ple la figu­ra feme­ni­na en «Piñen»?

Es una figu­ra com­ple­ja, por­que hay dife­ren­tes muje­res. No hay una mujer uni­ver­sal por­que yo tam­po­co creo en una mujer uni­ver­sal, las muje­res están cru­za­das por dis­tin­tas expe­rien­cias, por otras vio­len­cias, inclu­so de no poder lla­mar­se a sí mis­mas como muje­res, a pesar de sen­tir­se y ver­se como tal.

Lo intere­san­te de aque­llo es la posi­bi­li­dad de hete­ro­ge­nei­dad del signo mujer, que está atra­ve­sa­do por esa com­ple­ji­dad, ade­más de las con­di­cio­nes his­tó­ri­cas, socia­les y políticas.

Me intere­sa mos­trar un más allá, que no es nece­sa­ria­men­te bina­rio y eso está cru­za­do por el terri­to­rio en el que viven estas muje­res, que es uno peri­fé­ri­co muchas veces tras­pa­sa­do por otros tipos de vio­len­cia, empo­bre­ci­mien­to y despojo.

«Piñen» (Libros del Pez Espi­ral, 2019)

Sofía Stark Bit­ten­court(San­tia­go, 1992) es perio­dis­ta y se ha desem­pe­ña­do en diver­sas áreas de las comu­ni­ca­cio­nes. Den­tro de sus intere­ses están los depor­tes, la lite­ra­tu­ra, el cine, los docu­men­ta­les y las series. Es la crea­do­ra del blog @tengoalgopacontarte.

FUENTE: Cine y Literatura

Itu­rria /​Fuen­te

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