Por Alfredo Ozaeta. Resumen Latinoamericano, 12 de enero de 2021.
Sin aparentemente saber ni cómo ni porque nos hemos encontrado de sopetón, sin previo aviso ni predicción alguna, con una crisis sin precedentes, inimaginable hace todavía escasos meses y más propia de las tan profusamente emitidas y últimamente de rabiosa actualidad, películas y documentales de ciencia-ficción, y que nos ha resituado a gran parte del planeta en un papel secundario, muy alejado del protagonismo que la vanidad humana consideraba como propia.
Este trágico episodio en nuestra efímera realidad nos recuerda a muchos de los visionarios del fututo que fueron capaces de anticiparse a lo que estaba o está por venir, sin que los demás jamás nos lo hubiéramos planteado o dado crédito a lo que nos decían, contaban o plasmaban en sus estudios. Como no recordar desde Vitruvio hasta Stephen Harwking, pasando por Copérnico, Kepler, Leonardo da Vinci, Galileo, Einstein, Julio Verne, y otros genios que con base matemática, física, plástica y filosófica, disciplinas por cierto relegadas en favor de otras consideradas por nuestros «lucidos» gobernantes de más «beneficio», nos predijeron parte de lo que es e iba a ser nuestro futuro.
En poco tiempo se han dinamitado hábitos, relaciones sociales, vidas, ocio, parámetros económicos, estabilidad emocional, actividad y derechos laborales, etc., patrones de vida que nos vendían como componentes esenciales forjadores del estado de bienestar y que nos aseguraban que su solidez era garantía de nuestro futuro. Lo que se tardó en conseguir y consolidar décadas vemos como en un lapsus de tiempo relativamente corto ha desaparecido. Crisis en primer lugar y sobre todo con tinte trágico humanitario y de salud, donde se vuelve a reeditar que los más afectados y los que más sufren son los más desfavorecidos y los mayores. Y también con un impacto económico sin parangón cuyas consecuencias a futuro están por llegar por mucho que se haya puesto a pleno rendimiento la máquina de impresión de dinero y se haya acordado su reparto en evitación de males mayores.
Los políticos con su visión cortoplacista, legislatura y amarre del sillón, mantienen su tipo sin asunción de responsabilidades ni autocritica en la mayoría de los casos, y muy a pesar de su nefasta y errática gestión. Nos presentan la vacuna, que en beneficio de todas ojala sea un éxito, su fabricación, reparto y su administración, como mérito propio para dar, por milagros de la ciencia, por resuelto el problema, a pesar del desconocimiento de su efectividad real aparte de la experimental, su validez para las distintas mutaciones o derivaciones, y numero de dosis u otros efectos como un ejemplo más de su irresponsabilidad en las confusas e improvisadas decisiones políticas de escaso rigor científico y epidemiológico. Todo ello a pesar de continuar en una situación descontrolada donde el desconocimiento e incapacidad se plasma en hablar de segundas, terceras…, olas sin todavía haber surfeado la primera, y con las prisas del que alberga problemas de conciencia para pasar página como si aquí no hubiera pasado nada.
Y mientras tanto, ¿qué? ¿Hemos extraído alguna conclusión del desastre humanitario derivado de una pandemia? ¿Nos hemos replantado nuestra relación con la naturaleza y el planeta? ¿Somos conscientes de que puede ser un toque de atención a nuestro comportamiento? Cuando vamos a reflexionar acerca del cortísimo tránsito de nuestra irrelevante existencia, de que estamos de paso, de prestado, en relación al medio que nos ha acogido. La naturaleza reproduce el efecto espejo, si le sonreímos nos devolverá otra sonrisa más radiante y si le desdeñamos nos tratara con desdén. Quien no es capaza de entender y que hace falta para comprobar que todo el maltrato e intentos de manipulación en la alteración de los ritmos y cauces naturales siempre se volverá en nuestra contra, de que si la envenenamos nos estamos envenenando nosotros mismos.
Otro tanto ocurre con nuestra relación con los medios de producción y la economía en general donde continuamente vemos que la productividad y rentabilidad o lo que es lo mismo la obtención e incremento de rentas de las grandes corporaciones o trust financieros siempre está por delante de nuestra salud física y derechos laborales, sociales e incluso por encima de los Estados. Las desigualdades se siguen acentuando y las bolsas de pobreza, de hambre física, día a día se multiplican. Cuando vamos a poner los recursos naturales, sistemas productivos, agricultura, ganadería, etc., a favor de los ciudadanos y no al revés.
Cuando pondremos la Ciencia e Investigación al servicio de las personas sin distinción de ningún tipo y no al de los fondos de inversión y especulación financiera, geopolítica o como arma de sometimiento y control de la población.
Hemos comprobado las miserias de un sistema cogido con alfileres que se nos vendía como garantista, perfectamente estructurado y consolidado, y como esa supuesta fortaleza en escasos días se ha hecho añicos poniendo patas arriba todo su andamiaje.
Seguimos sin aprender, tengo mis dudas de que el humano sea un sujeto epistémico, o lo que es lo mismo que tenga capacidad de aprender con conocimiento de su realidad natural, cultural, social con sentido para integrarse en su medio para encontrar sentido y significado al mundo. No deja también de ser un problema de carácter democrático, entendido como la puesta a disposición de la ciudadanía del poder de gestión de los recursos, en definitiva de democracia ecológica, alimentaria, económica y científica.
Cuesta creer que continuemos en modo autocomplaciente, de que no ha pasado nada y de que el tiempo lo resolverá todo, en vez de empezar a estructurar y pensar en los cambios necesarios para tratar de evitar que situaciones de este tipo se reproduzcan y que al menos la salud y las condiciones de vida digna de todas las personas no se vean mermadas.
Foto: Shutterstock //Maridav
Fuente: Naiz