Jaime Araujo Frias /Resumen Latinoamericano, 8 de enero de 2021
La corrupción política no solamente perjudica el presupuesto público, lo cual vendría a ser lo secundario; sino que al desviar el dinero destinado a bienes y servicios públicos que el Estado está obligado a prestar, muchas personas —sobre todo las más pobres— son perjudicadas en sus derechos fundamentales.
Si tomamos un mapa de América Latina y como los médicos marcan los lugares invadidos por una peste señalamos los países infestados por la corrupción política, veremos que es un mal omnipresente. Más letal y raro que la Covid-19.
Más letal porque muchos infectados por la Covid-19 no murieron por causa de esta, sino porque la corrupción política les impidió acceder a los servicios públicos de salud. Y, más rara porque quienes lo sufren no son los infectados, sino los sanos; y, además, porque quienes pretenden erradicarla no son los sanos, sino los enfermos.
Al parecer, la corrupción política, al menos en Perú, siempre ha acompañado a quienes decían combatirla. El gobierno peruano declaró el 2019 como el “Año de la lucha contra la corrupción e impunidad”.
Sin embargo, ese mismo año la Contraloría General de la República determinó un perjuicio económico por la suma de 921 millones de soles por consecuencias de la misma (Shack y Portugal, 2020).
Pero la consecuencia principal de la corrupción política no está relacionada con lo económico, sino con la vida humana: mata.
La corrupción política mata
La corrupción política no solamente perjudica el presupuesto público, lo cual vendría a ser lo secundario; sino que al desviar el dinero destinado a bienes y servicios públicos que el Estado está obligado a prestar, muchas personas —sobre todo las más pobres— son perjudicadas en sus derechos fundamentales.
Entre ellos, el derecho a la salud y a la educación. Los cuales son condición de posibilidad de la vida humana. Se ha dicho que el ser humano es una combinación de biología y cultura (Marina y Rambaud, 2018).
Si es así, la salud es condición de posibilidad de permanencia en la vida biológica. Y la educación es condición de posibilidad de permanencia en la cultura: maravilloso instrumento que sirve para resolver nuestros problemas y desarrollarnos.
En otras palabras, en la biología nacemos y permanecemos, y su cuidado depende de que se garantice el derecho a la salud. En la cultura nos cualificamos y desarrollamos, y su impulso depende de que se garantice el derecho a la educación.
En suma, la salud y la educación son mediaciones principales para la vida humana. Entonces, como decía Shylock, el personaje de El mercader de Venecia: “Si me arrancan los medios con que vivo, me quitan la vida entera” (Shakespeare, 2001, p. 125). La corrupción política en Perú desde hace muchos años viene quitando los medios con que muchas personas viven.
Conclusión
En base a lo expuesto es razonable convenir que la corrupción política impide, entre otros derechos fundamentales, el derecho a la salud y a la educación. Los mismos que, como se ha visto, son mediaciones principales para la vida humana. En consecuencia, la corrupción política debe ser considerada como violación del derecho a la vida.
Referencias bibliográficas:
– Marina, J. A. y Rambaud, J. (2018). Biografía de la humanidad. Historia de la evolución de las culturas. Barcelona: Ariel.
– Shack, N., Pérez, J., y Portugal, L. (2020). Cálculo del tamaño de la corrupción y la inconducta funcional en el Perú: Una aproximación exploratoria. Lima: Documento de Política en Control Gubernamental. Contraloría General de la República.
– Shakespeare, W. (2001). El mercader de Venecia. Bogotá: Carvajal Educación S.A.S.
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* Jaime Araujo Frias es egresado de la maestría en Derecho Constitucional y Derechos Humanos (UNMSM-Perú). Abogado. Bachiller en Filosofía y director del Centro de Estudios Disenso.
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Fuente: Iberoamérica Social: https://iberoamericasocial.com/corrupcion-politica-como-violacion-del-derecho-a-la-vida/
FUENTE: SERVINDI