República Democrática del Congo. Lo más triste de los trópicos

Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go. Lo más tris­te de los trópicos

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Por Gua­di Cal­vo, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 de enero de 2021.

Mien­tras el mun­do expec­tan­te se apro­xi­ma al cam­bio de man­do en los Esta­dos Uni­dos y se rego­dea en las nue­vas olas del Covid-19, como si solo fue­ra un cas­ti­go celes­tial y no obra de la irres­pon­sa­bi­li­dad per­so­nal de muchos, en lo más pro­fun­do y remo­to de ese mis­mo mun­do, en la sole­dad más abso­lu­ta, un pue­blo o los muchos que con­for­man la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca de Con­go, con casi 85 millo­nes de habi­tan­tes, no deja de abis­mar­se en la violencia.

De mane­ra cons­tan­te masa­cres, cuyos res­pon­sa­bles jamás son alcan­za­dos por la jus­ti­cia, al tiem­po que ni siquie­ra se pue­de des­en­tra­ñar los ver­da­de­ros moti­vos de ellas, ya que los intere­ses avie­sos de los más impor­tan­tes juga­do­res de la comu­ni­dad inter­na­cio­nal, les intere­sa que esos crí­me­nes se pro­lon­guen en el tiem­po. Lo que suce­de prác­ti­ca­men­te sin inte­rrup­ción, des­de el comien­zo del colo­nia­lis­mo. Para muchos exper­tos, la pro­li­fe­ra­ción de gru­pos insur­gen­tes, más que una inten­ción polí­ti­ca, encu­bren intere­ses eco­nó­mi­cos de dife­ren­tes car­te­les cri­mi­na­les, obvia­men­te siem­pre vin­cu­la­dos los pode­res polí­ti­cos, de los paí­ses limí­tro­fes del este con­go­lés y des­de el cora­zón del poder en Kinsha­sa, con los que inten­tan disi­mu­lar la depre­da­ción de las infi­ni­tas rique­zas natu­ra­les del país. Solo en 2013, fue­ron saca­dos de con­tra­ban­do del este del Con­go, unos 400 millo­nes de dóla­res en oro, en una alian­za entre coman­dan­tes, de gru­pos arma­dos, fun­cio­na­rios estatales.

Por lo que pen­sar en la actual Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go, es pen­sar en una gue­rra, como en un jue­go de mamush­kas, que des­de sus entra­ñas siem­pre emer­ge otra, más bru­tal y san­grien­ta. Ese terri­to­rio pare­ce con­de­na­do a vivir en la vio­len­cia y la pobre­za extre­ma, jus­ta­men­te por ser uno de los más pró­di­gos de la tie­rra, en mine­ra­les oro, dia­man­tes, esta­ño y tan­ta­lio; ade­más de la mitad de las reser­vas cono­ci­das en el mun­do de cobal­to y el 70 % de las de col­tán, ade­más de sus con­di­cio­nes para la pro­duc­ción agrí­co­la, tras el Con­gre­so de Ber­lín aquel ubé­rri­mo terri­to­rio cayó en las atro­ces manos de Leo­pol­do II de Bél­gi­ca, res­pon­sa­ble direc­to de la muer­te, en tan solo 23 años (1885−1908), de entre cin­co, diez o vein­ti­dós millo­nes de nati­vos, como si el deta­lle tuvie­ra impor­tan­cia. Las cifras, dado la fal­ta de regis­tros de la épo­ca gene­ran toda­vía discusiones.

Hablar de la his­to­ria de la RDC es hablar de la vio­len­cia como se habla de un dato turís­ti­co, un acci­den­te geo­grá­fi­co o una nota de color… local. Gue­rras que solo han cam­bia­do de nom­bres, para seguir matán­do­se per­si­guen al país afri­cano. Se esti­ma que entre las que se cono­cen como la Pri­me­ra (1996−1997) que dejó 200 mil muer­tos y la Segun­da gue­rra del Con­go (1998−2003) en la que se esti­ma murie­ron unos cin­co millo­nes y medios de per­so­nas, y que ha deja­do nume­ro­sas orga­ni­za­cio­nes arma­das, algu­nos estu­dios hablan de unos 140 gru­pos de mayor y menor por­te, que se deba­ten entre lo ideo­ló­gi­co y lo mera­men­te cri­mi­nal, aun­que algo es segu­ro, siguen pro­du­cien­do san­grías de mane­ra per­ma­nen­te y ponien­do al país entre lo que más des­pla­za­dos tie­ne por cau­sa de la vio­len­cia, con más de 2 millo­nes de personas.

La últi­ma de estas matan­zas se pro­du­jo con­tra una aldea de la tri­bu Mbu­ti, cono­ci­dos vul­gar­men­te como pig­meos, en la que fue­ron ase­si­nos 46 de ellos y casi un cen­te­nar resul­tó heri­do. Los hechos que se pro­du­je­ron el pasa­do jue­ves cator­ce en el terri­to­rio de Iru­mu, jefa­tu­ra de Wale­se Von­ku­tu, en la pro­vin­cia de Itu­ri, jun­to a la fron­te­ra con la pro­vin­cia de Kivu del Nor­te, epi­cen­tro del accio­nar de estas ban­das, ubi­ca­do a 1700 kiló­me­tros al este de Kinsha­sa, la capi­tal del país. La recien­te matan­za fue adju­di­ca­da al gru­po Fuer­zas Demo­crá­ti­cas Alia­das (ADF), musul­ma­nes de ori­gen ugan­de­ses, fun­da­do en 1989, que des­de 1995, se han esta­ble­ci­do en la RCD, tenien­do como san­tua­rio la cade­na mon­ta­ñas de Rowe­zo­ri, jun­to a la fron­te­ra con Ugan­da, don­de se esti­ma tie­nen unos quin­ce cam­pa­men­tos. En esos terri­to­rios tam­bién se encuen­tra, des­de hace vein­te años, la mayo­ría de los 18 mil efec­ti­vos de la MONUSCO (Misión de las Nacio­nes Uni­das en la RDC) que no solo han sido inep­tos para con­tro­lar a la insur­gen­cia, sino tam­bién a las Fuer­zas Arma­das de la RDC (FARDC), res­pon­sa­ble de innu­me­ra­bles ase­si­na­tos con­tra la pobla­ción civil, y de incon­ta­bles vio­la­cio­nes a los dere­chos huma­nos. Las muje­res se han con­ver­ti­do en las víc­ti­mas pro­pi­cia­to­rias, en el actual con­flic­to, ya que como un arma más, se ha esta­ble­ci­do la vio­la­ción masi­va, regis­trán­do­se de mane­ra cons­tan­te este tipo de asal­tos que ya suman cien­to de miles. En Paris aca­ba de ser dete­ni­do para ser enjui­cia­do por crí­me­nes de lesa huma­ni­dad Roger Lum­ba­la, anti­guo líder de la Agru­pa­ción Con­go­le­ña para la Demo­cra­cia Nacio­nal (RCD‑N), un gru­po arma­do fun­da­do en 1998.

El domin­go, ante­rior al ata­que a la aldea Mbu­ti, en una embos­ca­da ten­di­da por ele­men­tos toda­vía no indi­vi­dua­li­za­dos, habían ase­si­na­do a por lo menos seis guar­da­bos­ques del Par­que Nacio­nal Virun­ga, decla­ra­do Patri­mo­nio de la Huma­ni­dad en 1979, que se suman a los ya casi 200, ase­si­na­dos en los últi­mos vein­te años, en ese san­tua­rio para gori­las de mon­ta­ña, que se encuen­tran en gra­ve peli­gro de extin­ción. Aun­que las ADF se atri­bu­ye­ron la res­pon­sa­bi­li­dad de ambos hechos, las auto­ri­da­des no han encon­tra­do el nexo entre ellos.

El cre­ci­mien­to de tak­fi­ris­mo entre la mino­ri­ta­ria comu­ni­dad musul­ma­na de RDC, poco más del dos por cien­to, de la tota­li­dad de la pobla­ción, mayor­men­te cris­tia­na con casi el ochen­ta. se com­prue­ba con el asen­ta­mien­to de nue­vas mez­qui­tas, en Kik­wit, de cer­ca de dos millo­nes de habi­tan­tes, de los que solo cua­tro mil son musul­ma­nes, en la región sur orien­tal de la pro­vin­cia de Ban­dun­du, se mul­ti­pli­có por cin­co, en tres años, sus­ten­ta­das por una orga­ni­za­ción musul­ma­na lla­ma­da Aso­cia­ción Cari­ta­ti­va para la pro­mo­ción y desa­rro­llo de la Comu­ni­dad (ACPDEC).

Vein­ti­cin­co años de soledad

La vio­len­cia casi endé­mi­ca, no solo ocu­pa el este con­go­lés, sino en un área mucho mayor don­de orga­ni­za­cio­nes arma­das ope­ran entre las fron­te­ras del este de la RDC, Ugan­da, Ruan­da y Burun­di. La mayo­ría de estas orga­ni­za­cio­nes en reali­dad no son más que “patru­llas per­di­das” de las gue­rras de las últi­mas dos déca­das, ofi­cial­men­te ter­mi­na­das en 2003. Aun­que las ADF, con­si­de­ra­da como la más letal de ellas y que en la actua­li­dad ope­ra en la región de Kivu y en el sur de Itu­ri, por don­de se fil­tran a Kivu del Nor­te, fue fun­da­da el emir waha­bi­ta, Jamil Muku­lu, naci­do en Ugan­da en 1964, en una fami­lia cris­tia­na con el nom­bre de David Ste­ven: Dete­ni­do en Tan­za­nia en 2015, y en espe­ra del jui­cio de la Cor­te Penal Inter­na­cio­nal jun­to otros 37 muyahi­di­nes por diver­sos crí­me­nes. Su mili­tan­cia se ori­gi­na en per­te­ne­cien­te al gru­po Tablighi Jamaat (Socie­dad de los pre­di­ca­do­res) una orga­ni­za­ción con pre­sen­cia en unos 150 paí­ses con varios millo­nes de segui­do­res, que no que se defi­ne como polí­ti­ca y cuyo lema se resu­men en “orde­nar en bien y com­ba­tir el mal”. Muku­lu en los años noven­ta duran­te una lar­ga esta­día en Jar­tum (Sudán) cono­ce­ría nada menos que al fun­da­dor de al-Qae­da, Osa­ma bin Laden.

La ADF, se unió a la fuer­za resi­dual del disuel­to Ejér­ci­to Nacio­nal de Libe­ra­ción de Ugan­da (ENLU), tras la caí­da de Idi Amin, en pro­cu­ra de derro­car el gobierno de pre­si­den­te ugan­dés Yowe­ri Muse­ve­ni, en el poder des­de 1986, envuel­to en estos días en un nue­vo escán­da­lo, tras las denun­cias de un nue­vo frau­de en las últi­mas elec­cio­nes, para la crea­ción de un esta­do fun­da­men­ta­lis­ta islá­mi­co. Con la ayu­da de “her­ma­nos” de Tan­za­nia y Soma­lia, comen­zó a finan­ciar­se con el pro­duc­to de la mine­ría ile­gal, según fuen­tes de inte­li­gen­cia las ADF cuen­tan la estre­char rela­cio­nes con el gru­po inte­gris­ta soma­lí al-Shab­bab y el Lord´s Resis­tan­ce Army (Ejér­ci­to de la Resis­ten­cia del Señor) o LRA, del alu­ci­na­do Joseph Kony.

La ADF, en 1998, fue res­pon­sa­ble del ata­que a la Kich­wam­ba Tech­ni­cal Colle­ge de Kaba­ro­le, Ugan­da, don­de que­ma­ron vivos a ochen­ta estu­dian­tes, atra­pa­dos en sus habi­ta­cio­nes y secues­tra­ron a otros cien. Para el 2002, las ope­ra­cio­nes con­ti­nuas del ejér­ci­to ugan­dés, for­za­ron a las ADF a refu­giar­se en la veci­na RDC, des­de don­de sus accio­nes se suce­die­ron en peque­ña esca­la has­ta qué en 2013, el gru­po empren­dió una fuer­te cam­pa­ña de reclu­ta­mien­to y una serie de accio­nes mili­ta­res que atra­je­ron la aten­ción de muchos jóve­nes volun­ta­rios, a los que se les pro­me­te una paga de 250 dóla­res por cada muerte.

Las accio­nes de las ADF en estos últi­mos dos años han sido inten­sas y degra­dan­te tan­to para las auto­ri­da­des como para la pobla­ción civil, aun­que el hecho más sig­ni­fi­ca­ti­vo del ver­da­de­ro poder de fue­go de estos supues­tos muyahi­di­nes, fue el asal­to a la pri­sión cen­tral de Kang­ba­yi, en la pro­vin­cia de Kivu Nor­te, de don­de fue­ron res­ca­ta­dos alre­de­dor de 1300 “her­ma­nos” de la ADF el pasa­do 20 de octu­bre. Ope­ra­ción que desa­rro­lló con un plan minu­cio­so, per­fec­ta­men­te eje­cu­ta­do y en la que demos­tra­ron un gran des­plie­gue tác­ti­co y estra­té­gi­co. En abril de 2019 el Daesh se adju­di­có lo que se cuen­ta como el pri­mer ata­que en tie­rras con­go­le­sa, con­tra un cuar­tel del ejér­ci­to con­go­le­ño pró­xi­mo a la remo­ta aldea de Bovo­ta, en el nor­te del país. Lo que le per­mi­tió al actual pre­si­den­te con­go­lés, Félix Tshi­se­ke­di, en su pri­me­ra gira ofi­cial a los Esta­dos Uni­dos a prin­ci­pios de abril de 2019, esgri­mir la pala­bra terro­ris­mo en pro­cu­ra del apo­yo norteamericano.

La vie­ja teo­ría que las ADF eran un fenó­meno mar­gi­nal y des­cri­to como caren­te de una agen­da polí­ti­ca pre­ci­sa. Sin ante­ce­den­tes, ni ideo­lo­gía, de la que se des­co­no­cía su orga­ni­za­ción inter­na, capa­ci­dad mili­tar, líneas de sumi­nis­tro y can­ti­dad de mili­tan­tes ha logra­do impo­ner­se por sobre el res­to de las orga­ni­za­cio­nes terro­ris­tas que ope­ran en el país, lo que pro­me­te con­ti­nuar hacien­do que la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go, se per­pe­túe como lo más tris­te de los trópicos.

Gua­di Cal­vo es escri­tor y perio­dis­ta argen­tino. Ana­lis­ta Inter­na­cio­nal espe­cia­li­za­do en Áfri­ca, Medio Orien­te y Asia Cen­tral. En Face­book: https://​www​.face​book​.com/​l​i​n​e​a​i​n​t​e​r​n​a​c​i​o​n​a​lGC.

Fuen­te: Rebelión.

Itu­rria /​Fuen­te

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