Argen­ti­na. El lega­do de la pandemia

Por Sil­via Ribei­ro, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 13 de febre­ro de 2021.

Nadie olvi­da­rá el 2020. Nun­ca antes tan­tos salu­dos de cam­bio de año fue­ron a pro­pó­si­to de ter­mi­nar, dejar atrás, salir de ese año como de la pes­te, lite­ral­men­te. Excep­to varias de las más gran­des empre­sas far­ma­céu­ti­cas, los tita­nes tec­no­ló­gi­cos y unas cuan­tas tras­na­cio­na­les más que apro­ve­cha­ron el desas­tre para cose­char ganan­cias en volú­me­nes que la mayo­ría de la gen­te no pode­mos ni ima­gi­nar. Basa­das, ade­más, en enor­mes sub­si­dios públi­cos y en no pagar impues­tos, espe­cial­men­te las pla­ta­for­mas digitales. 


Según el infor­me El virus de la des­igual­dad (Oxfam, 2021), los mil­mi­llo­na­rios que vie­ron afec­ta­das sus for­tu­nas, recu­pe­ra­ron el nivel pre­vio a la pan­de­mia en ape­nas nue­ve meses, mien­tras la pobre­za en el mun­do aumen­tó noto­ria­men­te y se sigue pro­fun­di­zan­do. Para los miles de millo­nes de per­so­nas de la pobla­ción mun­dial en situa­ción de pobre­za, recu­pe­rar el esca­so poder adqui­si­ti­vo que tenían antes de la pan­de­mia toma­rá más de una déca­da. Algo ade­más incierto.

Des­de el ini­cio de la pan­de­mia, los 10 hom­bres más ricos del pla­ne­ta (sie­te de ellos due­ños de pla­ta­for­mas y empre­sas digi­ta­les) agre­ga­ron más de 500 mil millo­nes de dóla­res a sus abul­ta­das arcas. Oxfam pone el ejem­plo de Jeff Bezos, actual­men­te el segun­do indi­vi­duo más rico del mun­do, fun­da­dor de la pla­ta­for­ma digi­tal Ama­zon. Con la for­tu­na per­so­nal que acu­mu­ló entre mar­zo y agos­to 2020, podría haber paga­do a cada uno de sus 876 mil tra­ba­ja­do­res un bono de 105 mil dóla­res y aún segui­ría sien­do tan rico como al ini­cio de la pandemia.

Se hizo paten­te la des­truc­ción o fal­ta de sis­te­mas de aten­ción de la salud acce­si­bles para las mayo­rías en muchos paí­ses. La edu­ca­ción for­mal se reali­zó con gran­des limi­ta­cio­nes y en modo vir­tual en todos los nive­les, aumen­tan­do en estos sec­to­res tam­bién la bre­cha entre pobres y ricos. La car­ga de tra­ba­jo para las muje­res aumen­tó mucho más que para los hom­bres, tam­bién la vio­len­cia de género.

Al aumen­to bru­tal de la des­igual­dad que ya exis­tía, se sumó el hecho de que las medi­das res­tric­ti­vas para con­te­ner los con­ta­gios deja­ron una impor­tan­te hue­lla nega­ti­va en la inter­ac­ción social y una ola de con­ten­ción de las luchas socia­les, al no poder par­ti­ci­par en for­ma pre­sen­cial en pro­tes­tas, reunio­nes, etcé­te­ra. A tono con lo mis­mo, se enlen­te­cie­ron e hicie­ron más injus­tas (por idio­ma, zonas hora­rias, acce­so a inter­net) las dis­cu­sio­nes en Nacio­nes Uni­das sobre ali­men­ta­ción, cam­bio cli­má­ti­co, bio­di­ver­si­dad, y se limi­ta­ron seria­men­te las posi­bi­li­da­des de par­ti­ci­pa­ción de la socie­dad civil en esos ámbi­tos. La ten­den­cia de los gobier­nos del G‑7 hacia el res­to de los paí­ses es con­ver­tir esas dis­cri­mi­na­cio­nes en permanentes.

Para las gran­des pla­ta­for­mas digi­ta­les y empre­sas tec­no­ló­gi­cas, las ganan­cias han sido indes­crip­ti­bles, pero no sólo en dine­ro, tam­bién en poder y con­trol. Ya están pre­sen­tes en todas las indus­trias –inclu­so agri­cul­tu­ra y ali­men­ta­ción– en el tra­ba­jo, edu­ca­ción, salud, comu­ni­ca­ción, sis­te­mas de gobierno, redes “socia­les”, sis­te­mas financieros.

Todas y todos somos sus pre­sas y el comer­cio de nues­tros datos, sus prin­ci­pa­les fuen­tes de ganan­cia. Prác­ti­ca­men­te no están regu­la­das en nin­gu­na par­te y ape­nas se ha comen­za­do tími­da­men­te a inten­tar super­vi­sar­las en algu­nos paí­ses, solo en aspec­tos par­cia­les. No tie­ne pre­ce­den­te el peso y poder eco­nó­mi­co y de cabil­deo de estas empre­sas fren­te a gobier­nos nacio­na­les e inter­na­cio­na­les, suma­do a que tie­nen con­trol de sus datos e instrumentos.

A las medi­das de Twit­ter de cerrar cuen­tas de quien con­si­de­re según su cri­te­rio y con­ve­nien­cia, se suma el recien­te anun­cio de Face­book e Ins­ta­gram de cerrar las cuen­tas que comen­ten que las vacu­nas podrían no ser efec­ti­vas o que el virus podría haber sido pro­duc­to de una mani­pu­la­ción de labo­ra­to­rio. Más allá de que exis­te mucha basu­ra en Inter­net (que las pla­ta­for­mas alien­tan), de que nos ale­gre que can­ce­len los men­sa­jes de Trump o que este­mos o no de acuer­do con posi­cio­nes crí­ti­cas sobre las vacu­nas, el fenó­meno de la cen­su­ra ejer­ci­da por los gigan­tes tec­no­ló­gi­cos abre una bate­ría de preocupaciones.

Mien­tras Face­book – cuyo fun­da­dor Mark Zuc­ker­berg es uno de esos 10 hom­bres más ricos del glo­bo– sos­tie­ne que las vacu­nas son la solu­ción para la pan­de­mia y se arro­ga deter­mi­nar qué y quien pue­de hablar sobre ellas, Oxfam expli­ca en su infor­me que nue­ve de cada 10 per­so­nas en paí­ses pobres no ten­drán acce­so a las vacu­nas en este año, aun­que varios de los paí­ses más ricos han com­pra­do dosis para ino­cu­lar a toda su pobla­ción tres veces. El deba­te de los muchos y dife­ren­tes impac­tos de esta indus­tria es urgen­te e impostergable.

Pese a la deba­cle glo­bal que la pan­de­mia ha cau­sa­do, prác­ti­ca­men­te nada se ha toca­do de sus cau­sas, lo cual afir­ma las bases para que sigan pre­pa­rán­do­se pró­xi­mas pan­de­mias. Por ejem­plo, para parar la des­truc­ción de la bio­di­ver­si­dad que aumen­ta con mega­pro­yec­tos mine­ros, de trans­por­te, ener­gía, expan­sión de la fron­te­ra agrícola.

El pano­ra­ma sin duda es som­brío. Que muchos aspec­tos del capi­ta­lis­mo hayan que­da­do al des­nu­do, tam­bién ayu­da a com­ba­tir­lo. Exis­te un cre­cien­te teji­do de deba­tes y accio­nes entre comu­ni­da­des, orga­ni­za­cio­nes y movi­mien­tos popu­la­res que siguen actuan­do soli­da­ria­men­te, pen­san­do, cues­tio­nan­do, construyendo.

Fuen­te: ANRed

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