Por Marcelo Valko*, Resumen Latinoamericano, 25 de febrero de 2021.
I Ocurre a diario. Todos lo sabemos. Sucede en México, Guatemala, Brasil y en tantos sitios de nuestra américa que se desangra a diario debido a guerra de maras, bandas armadas, escuadrones parapoliciales y carteles del narcotráfico en punga por trasladar droga a EEUU. (¿Cómo logra ingresar en USA es un “misterio”? Ya que se trata de un país cuyos enjambres de drones logran leer la hora en el reloj de sus enemigos antes de hacerlos volar pero “curiosamente” no consigue detener semejante tráfico). Los muertos de esas guerras casi siempre son jóvenes, muy jóvenes. También sabemos que angustia y decepciona. Algunos se cansan y bajan los brazos ya que no solo muere gente también los sueños de muchos. La marginación de enormes sectores de la población arrojada fuera del circuito económico debido al continuo desmembramiento del mercado laboral y el aplastamiento de los salarios como consecuencia del achicamiento del PBI a repartir, viven hacinados como pueden librados a su suerte en espacios inhabitables que últimamente los respectivos gobiernos barnizan como “barrios vulnerables” un aséptico eufemismos que en la distendida ficción de los despachos burocráticos parece mejorar la marginalidad en los papers. Algunos expertos sin exprimirse demasiado el cerebro llaman a las variables planteadas más arriba “caldo de cultivo” donde la pobreza actúa como denominador común y único productor de violencia que el Estado celebra y utiliza como un excelente justificativo para aumentar el aparato represivo. La prensa que es el principal factor de disciplinamiento social nos acostumbró a leer sobre crímenes ocurridos en “barrios vulnerables” como la favela La Rocinha de Río, en la temible Nueva Capital de Tegucigalpa, en el Petare de Caracas o en el territorio de Tamaulipas que hace el infierno a los migrantes indocumentados, la escenografía cambia pero el espanto y la receta es la misma.
II Los montos, tasas, plazos e intereses de la deuda externa regional resultan invisibles y lejanos para el pueblo que solo padece sus consecuencias porque tiene que pagarla a como dé lugar, incluso con sangre como muestran las crónicas policiales que exhiben el último eslabón de la cadena del saqueo. Es como un cáncer que genera metástasis permanentes cercenando más y más partidas presupuestarias, avanzando más y más contra la gente. Existen algunas excepciones como vimos hace unas semanas cuando Bolivia le devolvió al FMI un préstamo malsano y usurario que había solicitado la usurpadora Añez. Entre tanto la mayoría de nuestros Estados naufragan entre dos únicas propuestas. La primera es fingir problemas oculares donde el único paliativo es ocultar la cabeza como el avestruz para no mirar la realidad y la segunda es volverse extremadamente devoto y encomendarse “a que sea lo que Dios quiera” una fórmula que muy suelto de cuerpo lanzó en su momento el presidente argentino Eduardo Duhalde ante la crisis extrema del 2001.
III Precisamente y ya haciendo foco en el título y el comienzo de esta nota, es necesario mencionar que tal violencia también ocurre en la Argentina, en particular en Rosario, la segunda ciudad en cantidad de población del país. Veamos la siguiente noticia “Un hombre fue acribillado en el velorio de su hermano que había sido asesinado. Los familiares de las víctimas temen que las matanzas continúen” (Infobae 24/02/2021). Ocurrió en Villa Gobernador Gálvez que forma parte del enorme cordón pauperizado del Gran Rosario donde al derrumbarse en los ´90 la producción industrial sumada a la automatización miles fueron condenados a la indigencia. Por ejemplo Ford Motors en los ´70 tenía 12.000 operarios, hoy con 2.000 fabrica la misma cantidad de vehículos con la mayor utilidad. En ese lapso la población aumentó del país y el mercado laboral se redujo. Para el sistema la gente sobra.
En síntesis el caso de la nota periodística es el siguiente, un hombre fue asesinado por dos sicarios, al día siguiente otros individuos matan a su hermano en el velatorio realizado en el cementerio. Aunque intentó escapar, el hombre fue alcanzado por una decena de disparos. Los agresores huyeron como es habitual. Vayamos ahora a la imagen de la Agencia Telam que acompaña la crónica de lo ocurrido y dice mucho más que el texto del periódico que en teoría ilustra. En primer plano yace el cadáver cubierto, un par de individuos seguramente policías hablan dentro de la zona delimitada del crimen. Más atrás vemos un grupo de chicos del barrio sentados al cordón de la vereda. Seguramente se acercaron luego de la balacera y ante la conmoción de los móviles policiales y la aparición de la prensa. Un par de bicicletas apoyadas contra el paredón del cementerio rematan la escena.
IV Conviene detenerse en los dos niños de ambos extremos, tanto el que está a la derecha junto a la columna blanca como el otro sentado en el borde a la izquierda. Ambos están con los codos apoyados sobre las rodillas y las manos sosteniendo la cabeza como si fueran modelos del “Pensador” de Rodin. Recordemos que el escultor francés realizó aquella escultura para colocarla en “La Puerta del Infierno” un monumento inspirado en la Divina Comedia y Las Flores del Mal. Seguramente esos pibes en short y ojotas de los suburbios pobres de Rosario no leyeron a Alighieri ni a Baudelaire, pero evidentemente algo sospechan del Infierno y no me refiero al elucubrado por la teología… En lugar de estar jugando a la pelota o andando en bici, están sentados allí mirando con gravedad. Es inevitable que han de pensar en la realidad en donde les tocó nacer, una realidad que hace muy difícil el futuro. No son dreamers, cuando sueñan lo hacen en castellano. Sus caritas preocupadas demuestran que algo sospechan, presienten que alguien está detrás de todo esto absorbiendo bienes, personas e ilusiones, convenciéndonos que nuestros países son inviables y que esto es así y así será. Millares de niños en todo el continente en barrios “vulnerables” de Chile, El Salvador o México crecen intuyendo que algo ocurre. ¿Cómo es que a algunos les toca todo y a muchos menos que nada? Sus miradas sospechan de un Infierno que no imaginó Dante y un Mal que no vislumbró Baudelaire y que las grandes cadenas como CNN, O Globo, Caracol, Televisa y Clarín & Cia trabajan para convencernos que no es tan así mientras nos pasan películas donde los malos pierden y los buenos ganan… ¿Qué piensan esos chicos? ¿Acaso están predestinados a permanecer sentados mirando desde el cordón de la vereda? ¿Acaso un Jehová, la Doctrina Monroe o la de Seguridad Nacional escribieron en alguna parte algo que nos salteamos del contrato? Pero es indudable que esos niños sospechan que algo pasa. Un semiólogo aseguró con razón que una imagen dice más que mil palabras, las miradas de los niños también. Es lento, pero viene…
[1] Psicólogo, docente universitario, especialista en etnoliteratura y en investigar genocidio indígena, autor de numerosos textos como Pedestales y Prontuarios y Pedagogía de la Desmemoria.