Agustin Alvarado /Resumen Latinoamericano, 11 de febrero de 2021
Varios días ya han pasado del asesinato del malabarista Francisco Martínez a manos de Carabineros en Panguipulli. En medio del proceso investigativo y tras su multitudinario funeral, muchas dudas han surgido sobre su historia en el sur de Chile. ¿Quién era Pancho? Tres amigos de la localidad hablan en exclusiva con La Voz de los que Sobran, para contar cómo lo conocieron, cómo se dio su relación con él y con qué se quedaron del joven oriundo de Puente Alto.
Un duro revés se vivió hoy en el Caso Panguipulli. La Corte de Apelaciones de Valdivia acogió la solicitud de la defensa del carabinero que dio muerte al joven Francisco Martínez y modificó la medida cautelar de arresto domiciliario total por la de libertad con arraigo nacional y firma quincenal.
Mientras esto ocurría, vecinos y amistades del joven en Panguipulli todavía lloraban su partida.
En este contexto, las conmemoraciones han sido varias, tanto en la comuna lacustre como en Bajos de Mena, población de Puente Alto donde creció Martínez en la capital.
Por su estilo de vida solitario y nómade, poco se ha conocido de la historia de este artista callejero durante sus últimos años en “la ciudad de las rosas”. Sin embargo, para algunos habitantes de la sureña comuna, era alguien a quien llamar amigo.
En exclusiva para La Voz de los que Sobran, hablan por primera vez tres de los amigos que hizo Pancho durante su estadía en Panguipulli, coincidiendo en que, pese a todo, dejó su mensaje plasmado en la comunidad.
Una casa de tres por cuatro
Frente a la notaría de Panguipulli, a un par de cuadras de la plaza, está la casa de Miguel Machuca, amigo de Francisco durante los años que vivió en la región de Los Ríos.
Oriundo de San Miguel, cuenta que fue torturado en dictadura y estuvo exiliado en Argentina, donde aprendió el oficio de la fabricación de piezas dentales. Asimismo, recuerda que en su infancia compartió con distintos personajes de la calle, como Francisco.
Sentado en su entrada, toma un sorbo de bebida cola y prende un cigarrillo. “Al Pancho lo conocí hace tres años y medio, cuando llegué a Panguipulli”, relata.
Al comienzo, asegura, fue reacio a acercarse. Sin embargo, notó que a sus nietos les gustaba compartir con él, sobre todo por sus artesanías y su constante compañía perruna.
Fue entonces cuando Francisco se mudó al sitio eriazo que está justo al frente de su casa, con nada más que su carpa y escasas pertenencias. “Mis nietos me decían que le hacía falta una casa. Yo tenía hartas cosas porque me había mudado hace poco. Hablé con él y le pregunté si le parecía que le construyeramos algo ahí. Con paneles le armamos una casa de tres por cuatro”.
Esa tarde, llevó la parrilla e invitó a almorzar a Francisco. Fue cuando supo que él era vegano. “Imagínate que vive en la calle y come más sano que yo”, pensó en ese minuto.
Esta cercanía se extendió durante todo el tiempo que convivieron en Panguipulli. Una relación que motivó a Miguel a decirle a su hija que se llevara las pertenencias del joven una vez que falleció a las afueras de una botillería. Aquello, afirma, con el fin de que no se alterara ninguna evidencia.
“Cuando llegué, él todavía estaba tibio. Le puse la mano en sus ojos y los cerré. Parece que fue con dolor la muerte, le pegó en el abdomen uno de los balazos”, dice mientras se toma los ojos con desazón. “Me cuesta digerirlo. La impotencia, ¿me entiende?”.
La mochila de Francisco tenía unas paltas, papas, un frasco con monedas y los tres sables de malabarismo con los que trabajaba como artista callejero. El día antes de que sus cercanos fueran a buscarlo al Servicio Médico Legal de Valdivia, Miguel fue por la mochila para entregarla.
Entre lo que alcanzó a conocer de la vida del joven, destaca el sufrimiento que le tocó. “Me contó que fue abusado cuando pequeño, que su mamá se había ido”. En aquel relato también, surgieron las historias de cuando estuvo detenido en el Sename y más tarde preso en Ecuador, donde fue internado en un ala psiquiátrica de la cárcel. Ese no sería su último episodio violento con algún policía.
De hecho, cuando Francisco recién llegó a Panguipulli, habría sido detenido y golpeado por Carabineros. Justo antes, le quitaron sus pertenencias. “Estoy reclamando para que me las entreguen, porque son mis herramientas de trabajo”, sería lo que Pancho le habría dicho a los funcionarios policiales, según el relato de Miguel. Tenía alicates, alambre y sus clavas. “Fue a la fiscalía a reclamar y le devolvieron sus cosas porque demostró que las usaba para ganarse la vida”.
Nos pusimos en contacto con la abogada coordinadora de la parte querellante en el caso de Francisco, Paola Castillo, con el fin de solicitar las diligencias para corroborar la veracidad de los hechos relatados por Machuca. Al respecto, explicó que no es posible comprobarlos de momento, ya que aún no tienen acceso a la carpeta investigativa. Pese a esto, se comprometió a llevar adelante los trámites respectivos para sacar a la luz la existencia de posibles agresiones anteriores al joven malabarista durante su vida en Panguipulli.
Miguel destaca que Francisco adhería a todos los movimientos sociales, apoyando la causa que fuera, siempre desde su trinchera. Pero esta ideología se topaba con su particular forma de ser debido a su enfermedad mental. La esquizofrenia hacía que, de vez en cuando, saliera por las noches a predicar por las calles sobre “seres de otro mundo”.
Esa personalidad “curiosa” –no así peligrosa – , hizo que fuera querido por muchos vecinos y vecinas de Panguipulli. “Antes, cuando acá habían problemas, la gente no se involucraba mucho, excepto ahora. Creo que es porque sintieron que era realmente injusto lo que hizo el carabinero”, reflexiona Machuca.
Una oratoria fuera de lo común
Justo en la esquina donde asesinaron a Francisco, representantes de distintas comunidades mapuche llegan a honrar el recuerdo del artista callejero.
A minutos de comenzar un punto de prensa, deciden cortar la calle para resguardar la animita que le recuerda a todo Panguipulli dónde fue abatido Martínez Romero.
Entre los que declaran está Jorge Weke, miembro de la comunidad de Malchehue y reconocido en el mundo indígena como uno de los autores de la bandera mapuche que flamea en múltiples partes de Chile. “Nos encontramos aquí precisamente donde fue asesinado, por la cobardía de un paco asesino, nuestro hermano Panchito”, parte diciendo.
Un par de horas más tarde, Weke se sienta tranquilo al interior de la casa conocida como La Ruka en Panguipulli, lugar donde se junta la Asamblea Territorial Mapuche. En el mismo lugar, justo en la habitación contigua, dos representantes del Instituto Nacional de Derechos Humanos recogen testimonios sobre lo ocurrido el fatal viernes cinco de febrero a las tres y media de la tarde.
Cuenta que a Francisco lo vio por primera vez en el Trafkintuwe, lugar donde solía reunirse el parlamento mapuche y que resultó quemado en 2020. “Él tenía una oratoria un poco fuera de lo común. Uno ve a católicos, evangélicos, mormones y uno los conoce porque tienen cierta formalidad. Pero él tenía una creencia fuera de estas otras”, expone.
En ese momento, le llamó la atención cómo se plantó. Según recuerda Weke: “Nos dijo que él podía apoyar, porque él era una especie de iluminado no sé de dónde. Pero tenía una condición, que era que lo apoyáramos en su visión, con sus reglas y creencias. Después volvió y planteó lo mismo, entonces no lo consideré muy cuerdo. Y a la tercera visita llegó con una disposición distinta y nos pidió que siguiéramos trabajando juntos”.
Luego de eso siguieron en contacto. Gran parte de las conversaciones que tenían se dieron en torno a filosofar sobre las creencias de cada uno. Esa disposición al diálogo generó, pese a sus diferencias, puentes de amistad entre Jorge y Francisco.
Ya para el estallido social de 2019, surgió la Asamblea Territorial Plurinacional de Panguipulli. Esta organización volvió a reunirlos. “Ya no tenía su prédica, sino que se sometía más al contexto político, aunque igual se salía un poco. Hablaba sobre el tema del agua, del medio ambiente y de sus espiritualidades, también de los animales. Ya no hablaba del dios que tenía antes, tenía una visión distinta”.
En ese marco, surgió la idea de entregar seguridad en las manifestaciones. Aquello, dada la existencia de algunos opositores al movimiento en la zona. Pancho fue de los primeros en ofrecerse.
“Siempre tenía precaución con las cosas que queríamos hacer, y me gustaba por ese lado. Entregaba otro punto de vista. Y me ayudó a aprender cómo responder y explicarle a otra gente las ideas que teníamos”, asegura Weke.
El día que asesinaron a Francisco, cuenta que se lo encontró cerca de las once de la mañana. Estaba pensativo. Le tomó el hombro y apenas se dio la vuelta se saludaron. Sería la última interacción que tendrían.
Su mensaje fue escuchado
A una cuadra del sitio eriazo donde vivió Francisco, en el local Hincha Pelotas, trabaja Patricio Anabalón, quien se hizo amigo del joven cuatro años atrás, cerca de cuando llegó a vivir a Panguipulli.
Cuenta que el joven iba seguido a comer papas con palta al local y que, a pesar de vivir en situación de calle, siempre pagaba lo que consumía, pues no le gustaba que le regalaran nada. Incluso, asegura que una vez le trajo zapatillas de regalo, las que no aceptó. Esto, además, porque le gustaba vestir únicamente de negro. “El blanco para él era rendirse, entonces siempre se vestía de negro, que era de lucha”.
El día que le dispararon a Pancho, cuenta que el artista callejero pasó por el local y le regaló unas nueces a una de las cocineras, quienes lo distinguían como “el amigo”.
Según Patricio, los carabineros de la zona reconocían a Francisco. Algo que lo lleva a sentenciar que “los que lo mataron eran de afuera. Aquí en Panguipulli todos nos conocemos”.
“Cuando nos dieron la noticia supimos altiro que era él, porque era la única persona en Panguipulli que trabajaba con sables (sic). Eso todo el mundo lo sabía”, agrega.
En este sentido, denuncia que la responsabilidad indirecta de lo que pasó es de la municipalidad, quienes habrían reforzado la fuerza policial durante el verano con policías afuerinos. Algo que suele hacerse durante la época.
Más allá de esto, recuerda con cariño a su amigo “el Fran” –como lo llama – . “Finalmente, su mensaje, por el que lo tildaban de loco, fue escuchado y lo dejó aquí. Ese mensaje era luchar y nunca bajar los brazos”, apuntó.
“¡Son de malabar!”
El día viernes 5 de febrero fue un día como cualquier otro en Panguipulli para Francisco Martínez Romero. Según sus conocidos que pudieron verlo, cerca de las dos y media de la tarde se habría acercado al sector de la plaza para trabajar en el semáforo de la calle Martínez de Rozas, donde se baja a la playa del lago.
Transcurrida cerca de un hora, tres carabineros se encontraban haciendo control de rutina en el sector. En ese momento se habrían acercado a Pancho para pedirle su carnet, a lo que él respondió, según la Tens que lo atendió minutos más tarde, “Me llamo Fran, no tengo mi carnet, me llamo Fran, ¿y tú?”.
La respuesta no fue bien recibida por los policías, quienes le solicitaron que se fuera con ellos, a lo que él se negó. Esto, mientras les explicaba que vivía en la comuna hace ya más de tres años. Solo instantes después, corrió con sus machetes de juego en la mano, mientras que los carabineros le apuntaban pidiéndole que las soltara. “¡Son de malabar!”, contestó. Cinco disparos después, el joven yacía ensangrentado en medio de la calle.
Tal como se indicó, diversos testigos aseguran que los carabineros que hicieron este control no serían de la zona, sino que llegaron por el verano para apoyar la fiscalización en la ciudad.
La información fue ratificada durante la formalización al carabinero que le disparó a Francisco el pasado lunes 9 de febrero. Momento en que se señaló que los dos funcionarios que controlaron a Martínez provenían de la Escuela de Suboficiales de Concepción. Aquello, en un refuerzo destinado a generar mayor control en la zona, debido a la molestia por parte de algunos vecinos con algunos turistas. Sin embargo, la pregunta por resolver es si estos fueron solicitados por la municipalidad o por Carabineros de Panguipulli.
Respecto a las quejas mencionadas, conversamos con seis locatarios cercanos a la plaza y la esquina donde fue asesinado Francisco Martínez. Solo cuatro de ellos quisieron conversar, quienes confirmaron la tensión vivida durante las últimas semanas por la gran cantidad de mochileros que llegaron a la comuna. Esto causaba molestia en algunos vecinos, sobre todo por la constante ocupación invasiva de los espacios públicos como la plaza o la esquina opuesta, donde se encuentra la botillería “OH”.
A esto se habría sumado una mala actitud por parte de algunos viajeros cuando, al pedir dinero en la calle, les era negado por los transeuntes.
Por otra parte, un representante de la Asociación de Artistas Callejeros Unidos, Mauricio Orellana, quien viajó a la zona luego de lo ocurrido, denunció presiones de la policía para sacar a quienes trabajaban en la calle durante los últimos días . “Desde hace una semana Carabineros estaba echando a los malabaristas. Allá hay dos semáforos, en los cuales se ponen los artistas en el periodo del verano (…) e hicieron una especie de redada y los echaron a todos. Les dijeron que no podían volver, pero ellos regresaron”, comentó a la Radio Universidad de Chile.
En base a lo expuesto, consultamos al director del Departamento de Seguridad Pública municipal, Roberto Zambrano, sobre la existencia de denuncias relacionadas con la gran cantidad de turistas mochileros. En conversación telefónica con nuestro medio, reveló que la gran presencia de individuos en el semáforo donde le dispararon a Francisco fue un tema a tratar durante el último Concejo Municipal en la materia, debido a múltiples denuncias hechas a través de redes sociales.
Por su parte, y sobre la llegada de refuerzos a la zona, hablamos con más fuentes de la Municipalidad de Panguipulli, quienes afirmaron que este verano 2021 la solicitud de apoyo fue solo para fiscalizaciones ligadas al control sanitario. Por lo que la llegada de los oficiales desde Concepción habría sido solicitada por Carabineros.
El hecho de que los agentes policiales no conocieran a Francisco explicaría –para algunos– la desmedida agresividad con la que la policía se aproximó a él durante el control de identidad.
Ante esto, nos acercamos a la 5ta Comisaría de Panguipulli para consultar sobre esta petición y los hostigamientos denunciados, sin embargo, fuimos derivados por un teniente a la oficina de comunicaciones sociales de Santiago sin mayor declaración.
[Agradecimientos especiales a la Radio 18 de Octubre de Panguipulli, cuyas reporteras ayudaron en el acercamiento a las fuentes para este artículo]
FUENTE: La vos de los que sobran