Colom­bia. Car­ta de Juan Manuel San­tos a Rodri­go Londoño

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 14 de febre­ro de 2021.

Apre­cia­do señor Londoño:

Al res­pon­der su últi­ma car­ta debo con­fe­sar­le que me con­mo­vió. Com­par­to su angus­tia y su dolor por la muer­te a todas luces con­de­na­ble e inacep­ta­ble de sus anti­guos com­pa­ñe­ros de lucha que deja­ron las armas de bue­na fe.

Tam­bién com­par­to el dolor de todas las víc­ti­mas del con­flic­to arma­do, el dolor de las fami­lias de nues­tros sol­da­dos y poli­cías y, en esta coyun­tu­ra recien­te, el de las víc­ti­mas de los secues­tros que están revi­vien­do sus dra­mas con los rela­tos y las acu­sa­cio­nes de la JEP. Sobre esto últi­mo, espe­ro que uste­des reco­noz­can su auto­ría y res­pon­sa­bi­li­dad para con­tri­buir a sanar las heri­das, y que la JEP siga hacien­do su tra­ba­jo con los máxi­mos res­pon­sa­bles de crí­me­nes atro­ces de todas las par­tes invo­lu­cra­das en el con­flic­to. Es un pro­ce­so de jus­ti­cia tran­si­cio­nal sin pre­ce­den­tes que el mun­do aplau­de, apo­ya y admira.

Entre las múl­ti­ples fallas, vacíos e incum­pli­mien­tos en la imple­men­ta­ción de los acuer­dos de paz lo más preo­cu­pan­te, sin duda, son los ase­si­na­tos de los exgue­rri­lle­ros de las Farc y de los líde­res socia­les. Y no es cul­pa de los acuer­dos, como algu­nos han que­ri­do insi­nuar, sino de su fal­ta de imple­men­ta­ción, que está a car­go de los gobier­nos de turno.

Éra­mos total­men­te cons­cien­tes de que el fin de la gue­rra con las FARC no eli­mi­na­ría otras fuen­tes de vio­len­cia y, por eso mis­mo, se inclu­yó espe­cí­fi­ca­men­te el pun­to 3.4 sobre garan­tías de segu­ri­dad. El cum­pli­mien­to de este pun­to (o los 13 sub-pun­tos que ahí se espe­ci­fi­can) resol­ve­ría el pro­ble­ma, pero para eso se requie­re lide­raz­go, capa­ci­dad de coor­di­na­ción y volun­tad política.

El Gobierno es el res­pon­sa­ble del orden públi­co y de la segu­ri­dad de todos los colom­bia­nos, entre los cua­les los exgue­rri­lle­ros que leal­men­te están cum­plien­do con los acuer­dos deben estar en pri­me­ra línea, por su vul­ne­ra­bi­li­dad, jun­to a los líde­res socia­les, muchos de los cua­les están matan­do por pro­mo­ver la sus­ti­tu­ción volun­ta­ria de cul­ti­vos ilí­ci­tos o la devo­lu­ción de tie­rras a los cam­pe­si­nos des­pla­za­dos, o por opo­ner­se a la defo­res­ta­ción o a la mine­ría ilegal.

El pre­si­den­te Duque y su gobierno deben escu­char las múl­ti­ples voces que recla­man una acción más deci­di­da y efi­caz para protegerlos.

El últi­mo infor­me sobre este asun­to publi­ca­do esta sema­na, tan dra­má­ti­co como demo­le­dor, fue el de Human Rights Watch, que se suma a otros recla­mos de impor­tan­tes voces como las de la Alta Comi­sio­na­da para los Dere­chos Huma­nos de la ONU, las del pro­pio Con­se­jo de Segu­ri­dad, las del Par­la­men­to Bri­tá­ni­co, las del Par­la­men­to Euro­peo, las de los con­gre­sis­tas demó­cra­tas des­de Washing­ton, las de Amnis­tía Inter­na­cio­nal, entre muchas otras.

El nue­vo gobierno de Biden ya prio­ri­zó la imple­men­ta­ción de la paz y los dere­chos huma­nos en las rela­cio­nes bila­te­ra­les. Y es muy dicien­te que has­ta el secre­ta­rio gene­ral de la ONU, Antó­nio Gute­rres, le haya dicho direc­ta­men­te al pre­si­den­te Duque el mar­tes pasa­do en su pro­gra­ma dia­rio de tele­vi­sión que “la imple­men­ta­ción inte­gral del acuer­do de paz es una herra­mien­ta cla­ve para aten­der la emer­gen­cia del Covid-19.”

Nadie, nadie enten­de­ría que el Gobierno se man­tu­vie­ra sor­do y en esta­do de nega­ción fren­te a esta ava­lan­cha de crí­ti­cas y recla­mos para que se cum­plan los acuer­dos de paz, en par­ti­cu­lar el tema de la segu­ri­dad, por­que se corre el peli­gro de que Colom­bia se escu­rra de nue­vo a la nefas­ta lis­ta de paí­ses parias, con todo lo que esto impli­ca, des­pués de haber logra­do salir de ese fan­go­so pan­tano con tan­to esfuer­zo y dificultad.

Lo mis­mo pasa en el fren­te eco­nó­mi­co: si no se hacen las refor­mas nece­sa­rias, per­de­re­mos el gra­do de inver­sión, con los inmen­sos cos­tos que eso sig­ni­fi­ca. Los pres­ti­gios de las per­so­nas y de los paí­ses se cons­tru­yen en mucho tiem­po y con mucho esfuer­zo, pero se des­ha­cen muy rápi­do y con enor­me facilidad.

Mi com­pro­mi­so con la paz es cada día mayor por­que cada día apren­do más y cada día me reafir­mo en que la paz entre los colom­bia­nos, entre las nacio­nes del mun­do y con la natu­ra­le­za es lo úni­co que nos per­mi­ti­rá dejar­les un mejor futu­ro a las pró­xi­mas gene­ra­cio­nes. Lo que le dije a usted en Cuba la pri­me­ra vez que nos dimos la mano, que mi com­pro­mi­so con lo que fir­ma­mos sería sagra­do y has­ta el últi­mo día de mi exis­ten­cia, per­ma­ne­ce más vigen­te que nunca.

Y, a pesar de tan­tos con­tra­tiem­pos y difi­cul­ta­des, sigo con­ven­ci­do de que la paz entre noso­tros es irreversible.

Mis rela­cio­nes con el pre­si­den­te Duque no son las mejo­res. Se ha dedi­ca­do a gober­nar con un espe­jo retro­vi­sor, pero un espe­jo de esos que dis­tor­sio­nan la ima­gen, de los que hacen ver a los fla­cos gor­dos y a los gor­dos fla­cos, y ha opta­do, extra­ña­men­te, por no men­cio­nar mi nombre.

En una espe­cie de cas­ti­go orwe­lliano, o como una con­de­na al esti­lo de los anti­guos dio­ses de la mito­lo­gía grie­ga, para el pre­si­den­te de la repú­bli­ca este humil­de ser­vi­dor sim­ple y lla­na­men­te no exis­te. ¡Qué curio­so… y has­ta chis­to­so! Por mi lado, he pro­cu­ra­do que­dar­me calla­do sobre lo que hace o no hace este gobierno por­que no creo que al país le con­ven­ga que los expre­si­den­tes se dedi­quen a dar­les palo a sus suce­so­res. Y lo digo por­que lo sufrí en car­ne pro­pia y no le hizo nin­gún bien al país. Es más, en el empal­me me puse a su dis­po­si­ción. Más tar­de ofre­cí mi modes­to con­cur­so para enfren­tar la catás­tro­fe de la pan­de­mia, hice ofer­tas con­cre­tas para ayu­dar a Pro­vi­den­cia, y por varias vías y en varios momen­tos pro­pu­se al pre­si­den­te que unie­ra a los colom­bia­nos alre­de­dor de la imple­men­ta­ción de la paz, con lo que por demás está obli­ga­do legal y moral­men­te, y que yo sería el pri­me­ro en poner mi gra­ni­to de are­na si se requi­rie­ra. Nun­ca hubo el más míni­mo eco.

Le cuen­to lo ante­rior por­que usted me pide en su car­ta que nos reuna­mos con el pre­si­den­te Duque. Sería lo ideal, pero no me hago muchas ilu­sio­nes. Espe­ro estar equi­vo­ca­do. Siem­pre he creí­do que cuan­do las cir­cuns­tan­cias y la patria lo deman­den todos debe­mos dejar a un lado nues­tras dife­ren­cias, pre­jui­cios, posi­cio­nes par­ti­dis­tas y demás sen­ti­mien­tos que ali­men­tan la pola­ri­za­ción, para tra­ba­jar jun­tos por obje­ti­vos supe­rio­res. Es lo res­pon­sa­ble. La paz es sin duda uno de esos obje­ti­vos. Así lo he repe­ti­do en sen­das oca­sio­nes. No ten­go enton­ces pro­ble­ma alguno en tener esa reu­nión con el pre­si­den­te. Lo haré con gusto.

Bas­ta una señal del Pala­cio de Nari­ño para pro­ce­der a soli­ci­tar la reu­nión for­mal­men­te por los con­duc­tos regu­la­res. Se me ocu­rre que podría­mos ir acom­pa­ña­dos de dos de nues­tros nego­cia­do­res. Por mi lado, serían Hum­ber­to de la Calle, el jefe de las nego­cia­cio­nes, y el gene­ral Óscar Naran­jo, quien se encar­gó de nego­ciar, jun­to con otros miem­bros de nues­tras Fuer­zas Arma­das, el pun­to 3.4, y quien más cono­ce el tema de las garan­tías de segu­ri­dad esta­ble­ci­das en el acuer­do. Usted esco­ge­ría los suyos.

El pre­si­den­te, como anfi­trión, esta­ría con quien él deter­mi­ne, por supues­to. Podría­mos dis­cu­tir la imple­men­ta­ción de los acuer­dos en gene­ral y el tema de la segu­ri­dad en par­ti­cu­lar. Se podría invi­tar a la ONU y a los garan­tes. Cual­quier avan­ce sería una ben­di­ción para la paz y para el país.

Final­men­te me refie­ro a lo que usted le dijo a la JEP al reco­no­cer el ase­si­na­to de Álva­ro Gómez: que tenían pre­pa­ra­do un aten­ta­do en mi con­tra y que no lo eje­cu­ta­ron por razo­nes “éti­cas”. No fue el úni­co y no hubie­ra sido “anti­éti­co”. Yo mis­mo impu­se las reglas de jue­go, que uste­des acep­ta­ron: nego­cia­mos en medio de la gue­rra como si no hubie­ra gue­rra, y segui­mos en la gue­rra como si no hubie­se negociación.

La deno­mi­né la doc­tri­na Rabin, por­que así fue como nego­ció este gran pri­mer minis­tro israe­lí la paz con Ara­fat, que por cier­to le cos­tó la vida. Reco­noz­co que uste­des siem­pre pidie­ron un cese al fue­go y yo me negué con el argu­men­to de que al perro no lo capan dos veces. Les adver­tí que habría cese al fue­go solo cuan­do lle­gá­ra­mos a acuer­dos con­cre­tos. Y recuer­do que espe­cí­fi­ca­men­te les dije que matar­me a mí sería par­te de las reglas de jue­go, y (por supues­to) vice­ver­sa. Por eso no hubie­ra sido “anti­éti­co”, pero agra­dez­co el gesto.

Yo no fui tan mag­ná­ni­mo y por eso auto­ri­cé las ope­ra­cio­nes con­tra todos los miem­bros de las FARC con­si­de­ra­dos obje­ti­vos de alto valor, inclu­yen­do la de Alfon­so Cano. Más de trein­ta de sus coman­dan­tes fue­ron cap­tu­ra­dos o dados de baja. Con­tra usted nun­ca tuvi­mos la inte­li­gen­cia sufi­cien­te, pero lo habría auto­ri­za­do. Eran las reglas de la gue­rra, esa abo­mi­na­ble gue­rra que en bue­na hora ter­mi­na­mos. Hubo un ope­ra­ti­vo con­tra un miem­bro del secre­ta­ria­do que no auto­ri­cé. Algún día con­ta­ré de quién se tra­ta y por qué.

Pero mire cómo es la vida. Des­pués de inten­tar matar­nos duran­te tan­to tiem­po, aho­ra esta­mos jun­tos luchan­do por la paz. A veces pare­ce más difí­cil, ¿no? Así como los com­ba­tí sin tre­gua ni cuar­tel, aho­ra defen­de­ré sus vidas y los acuer­dos a capa y espa­da. Por­que no solo es la pala­bra empe­ña­da del Esta­do colom­biano, que todos esta­mos obli­ga­dos a cum­plir, sino por­que es lo correc­to. Ter­mino con las pala­bras que pro­nun­cié en el Tea­tro Colón: demos­tré­mos­le a este mun­do tan pola­ri­za­do que Colom­bia pue­de actuar res­pon­sa­ble­men­te y poner el país por enci­ma de los intere­ses polí­ti­cos; por­que, como decía Ber­tolt Brecht, “cada vida es sagra­da y toda gue­rra es una derrota”.

Cor­dial­men­te,
Juan Manuel San­tos
11 de febre­ro de 2021

Aden­dum:

Tres dias antes, el 8 de febre­ro de 2021, Rodri­go Lon­do­ño había envia­do la siguien­te comunicación:

Doc­tor:
Juan Manuel San­tos Cal­de­rón
E.S.M.
Esti­ma­do Pre­si­den­te Santos:

Per­mí­ta­me decir­le de entra­da que si dar­nos la mano fue impor­tan­te, que no nos la sol­te­mos es hoy vida o muer­te para miles de nues­tros com­pa­ñe­ros y compañeras.

Esta car­ta está escri­ta por mí y por muchos. Por muchas muje­res y hom­bres que cre­ye­ron y creen en el Acuer­do de Paz. Cuan­do uno pre­gun­ta casual­men­te a alguien ¿te acuer­das de?, uno lo que hace es recor­dar o con­fir­mar un acuer­do, algo en común, algo que nos une y nos unió. Pre­si­den­te San­tos, ¿se acuer­da del día que nos dimos la mano en Cartagena?

Yo sé que sí. Ese día usted se dio la mano con millo­nes de colom­bia­nas y colom­bia­nos que dije­ron bas­ta a una gue­rra que nos desan­gró a todos. Y ese día, jun­tos, le dimos la mano a millo­nes que esta­ban exhaus­tos, des­co­ra­zo­na­dos, des­tro­za­dos por tan­ta muer­te y dolor. Inclu­so le dimos la mano a quie­nes no creían en el Acuer­do. Tenían razo­nes para des­con­fiar, des­pués de tan­to horror, pero ofre­ci­mos un Acuer­do en que la paz sig­ni­fi­ca­ba un gran sal­to ade­lan­te para nues­tro país.

Esa mis­ma mano, con­fia­da y fir­me, es la que yo juré dar­les a cada uno de los lea­les muje­res y hom­bres fir­man­tes del Acuer­do. Y es una mano que no les sol­ta­ré jamás.

Hoy, para muchos de noso­tros, el Acuer­do de Paz se pare­ce más a la muer­te que a la vida. Espe­cial­men­te para aque­llos cuyos nom­bres son casi anó­ni­mos, muje­res y hom­bres de a pie, y hoy sin botas de gue­rra, per­so­nas que jamás esta­rán en los titu­la­res de los dia­rios, has­ta el día que mue­ran, ase­si­na­dos en cual­quier calle o rin­cón de Colombia.

Evi­té­mos­lo, por la Paz, pre­si­den­te San­tos. ¡Evi­te­mos esta masa­cre, ya, hoy mis­mo! Usted tuvo la gran­de­za de saber que la paz era el camino. Noso­tros reco­rri­mos esa lógi­ca jun­to a su gobierno y fren­te a los ojos del mun­do. Y ese cami­nar, créa­nos, lo tran­si­ta­mos con enor­mes dudas y cri­sis inter­nas, para con­ver­tir eso, des­pués de mucho tra­ba­jo, en una sóli­da con­vic­ción, que nos hizo fir­mar algo que acor­da­mos no borrar jamás.

Hoy, el rédi­to de hacer honor al Acuer­do de Paz no cubre las por­ta­das de los dia­rios, y la tin­ta ha sido reem­pla­za­da nue­va­men­te por san­gre. El Nobel de la Paz pare­ce lejos en el tiem­po y aun­que segu­ra­men­te luce ele­gan­te en algu­na pared, sólo vale si repre­sen­ta la ver­dad y se renue­va. La paz, nues­tra paz, se cons­tru­ye en la reali­dad o se des­tru­ye día a día, hora a hora, en silen­cio­sas his­to­rias de horror.

Y las pági­nas, no nece­sa­ria­men­te las por­ta­das, de los titu­la­res de los medios de Colom­bia y el mun­do, indi­can cada día una nue­va tra­ge­dia, un nue­vo cri­men con­tra un ex miem­bro de FARC-EP, hoy un par­ti­do polí­ti­co, COMUNES, que bus­ca la inte­gra­ción a la demo­cra­cia y el inter­cam­bio pací­fi­co, fer­vien­te­men­te pací­fi­co, de ideas sobre una Colom­bia mejor para todos.

El Pre­si­den­te Duque no pue­de dar­nos su mano, eso es un hecho. Qui­zás sus pro­pias manos estén ata­das por influen­cias de agen­das par­ti­dis­tas extre­mas, o sus manos estén para­li­za­das fren­te a tan­tas otras manos que secre­ta­men­te pro­mue­ven la gue­rra y año­ran el espan­to­so pasa­do. La gue­rra es un ata­jo para la ansie­dad de algu­nos votan­tes, y es un enor­me nego­cio también.

Que­re­mos la paz, San­tos. Que­re­mos la paz, Duque. Que­re­mos la paz, Colombia.

Deje­mos atrás lo que está atrás, asu­ma­mos el rol esen­cial de la jus­ti­cia. Y uná­mo­nos en la sim­ple noción de que el futu­ro es sin gue­rras. Ten­dre­mos mil dife­ren­cias acer­ca de cómo hacer esta nue­va Colom­bia pacífica.

Ten­dre­mos gen­te que nos odia­rá siem­pre, y ese odio en algu­nos casos esta­rá bien fun­da­do. Pero no ten­dre­mos la dife­ren­cia esen­cial de no reco­no­cer­nos her­ma­nos colom­bia­nos. No ten­dre­mos el espan­to de la guerra.

Noso­tros sabe­mos en car­ne pro­pia lo horro­ro­sa que fue. Sabe­mos, acep­ta­mos, reco­no­ce­mos y lamen­ta­mos el sufri­mien­to que pro­vo­ca­mos a muchos, inclu­so a ino­cen­tes. Es un puñal en el pecho. Lo recor­da­mos tan­to como el Acuer­do de Paz. Recor­da­mos la gue­rra dema­sia­do bien.

Pero así, con la ban­de­ra del per­dón y la recon­ci­lia­ción, pedi­mos tam­bién que el gobierno actual y el gobierno que nos dio la mano, unan sus fuer­zas ins­ti­tu­cio­na­les en pro­te­ger a cada uno de los que hoy arries­gan su vida por enfren­tar­se a una nue­va reali­dad, por aque­lla que dejó las armas y ofre­ció lo mejor de sí, en fun­ción de un futu­ro cier­to, constructivo.

Pre­si­den­te San­tos. Reúna­se con el Pre­si­den­te Duque y con aque­llos que gene­ra­mos un Acuer­do his­tó­ri­co. Hable­mos de los desa­fíos difi­ci­lí­si­mos que pre­sen­ta. Uná­mo­nos. Le pido que haga esto, no por mí, sino por las exhaus­tas almas y cora­zo­nes que temen per­der la espe­ran­za o ya la per­die­ron. Lo pido por­que pue­do ver el ago­ta­mien­to en los ojos y recla­mos de ellos. Lo pido por­que que­re­mos la paz. Por­que lo jura­mos. Por­que la que­re­mos honrar.

Pre­si­den­te San­tos, acor­dé­mo­nos del Acuer­do, hoy. Y la paz será la tin­ta que escri­bi­rá el futu­ro de nues­tro país, no la sangre.

Pre­si­den­te San­tos, devol­vá­mos­le al país y a los fir­man­tes del Acuer­do las cer­te­zas de que no fui­mos unos ilu­sos al creer en la mano que estre­cha­mos. Aquí y a dis­po­si­ción de la reu­nión que sea nece­sa­ria para hablar, con­fir­mar y continuar.

Con el cora­zón,
Rodri­go Lon­do­ño Eche­verry
Fir­man­te del Acuer­do de Paz entre el Esta­do Colom­biano y las FARC-EP
Y toda la gen­te que fue FARC-EP y que hoy es un Par­ti­do Polí­ti­co, Comunes.

Fuen­te: par​ti​do​farc​.com​.co

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