Colombia. Yuri Neira: “Hay miedos que nos dan el valor para seguir adelante”

Colom­bia. Yuri Nei­ra: “Hay mie­dos que nos dan el valor para seguir adelante”

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 1 de febre­ro de 2021.

Entre las aren­gas y can­tos que acom­pa­ña­ban el Día de los Tra­ba­ja­do­res del año 2005, trans­cu­rría una movi­li­za­ción por la Carre­ra Sép­ti­ma con Calle 19 en Bogo­tá. Muy cer­ca al lugar don­de 14 años des­pués sería ase­si­na­do Dilan Cruz, el Escua­drón Móvil Anti­dis­tur­bios ‑Esmad- inter­vino y dis­pa­ró con­tra un ado­les­cen­te de tan solo 15 años. Nico­lás Nei­ra cayó al sue­lo gra­ve­men­te heri­do y fue gol­pea­do por agen­tes de esa ins­ti­tu­ción quie­nes le cau­sa­ron la muer­te. Des­de enton­ces, su padre Yuri Nei­ra lucha por jus­ti­cia y ver­dad para «Nico» y su familia.

Este 25 de enero la Jus­ti­cia colom­bia­na decla­ró a Nés­tor Julio Rodrí­guez, patru­lle­ro del Esmad que dis­pa­ró con­tra Nico­lás, cul­pa­ble del ase­si­na­to. Pasa­ron más de 15 años para que se logra­ra este falló. Colom­bia Infor­ma logró hablar con Yuri Nei­ra, quien está exi­lia­do en Euro­pa, para cono­cer sus sen­ti­res y refle­xio­nes ante esta noticia.

Yuri Nei­ra: Hay sen­ti­mien­tos encon­tra­dos. Pen­sé que des­pués de 15 años pidien­do y soñan­do con este momen­to, esta­ría yo pre­pa­ra­do. Pero no, real­men­te no esta­ba pre­pa­ra­do. Lle­va­ba muchos días inquie­tos y muchas horas dur­mien­do muy poco. Casi sin dormir.

Ayer tuve la gra­ta y tris­te noti­cia de que “algo” se logró con 15 años de tra­ba­jo duro, que no fue sola­men­te mío sino de muchas per­so­nas. Muchas orga­ni­za­cio­nes que estu­vie­ron al lado mío apo­yán­do­me en todos estos momen­tos y, por supues­to, tam­bién ayer hubo júbi­lo por par­te de la gen­te de saber que David había gol­pea­do a Goliat y que es un fallo a nivel inter­na­cio­nal con­tra un gru­po ‑podría­mos lla­mar­lo téc­ni­ca­men­te- “terro­ris­ta” por la can­ti­dad de gen­te que ha ase­si­na­do y que sigue en la impunidad.

Este fallo real­men­te es un ladri­llo y abre las puer­tas para decir: sí se pue­de ir con­tra ellos y sí pode­mos ganar­les real­men­te. Hay que aguan­tar bas­tan­te por­que des­gra­cia­da­men­te ellos tie­nen el dine­ro, los man­dos, los medios, el estu­dio, la for­ma­ción para hacer lo que saben hacer, que es inti­mi­dar­nos y ame­na­zar­nos para que no siga­mos con las denun­cias a las cua­les tene­mos dere­cho por nues­tros familiares.

C.I.: A tra­vés de este reco­rri­do de un poco más de 15 años en tér­mi­nos de obs­tácu­los y apren­di­za­jes, ¿cuá­les pue­de resaltar?

Y.N.: Bueno, hay bas­tan­tes. Por­que no pue­do olvi­dar la ayu­da que tuve de mucha gen­te, de muchos jóve­nes, de muchos estu­dian­tes, de muchas muje­res, de indí­ge­nas, de cam­pe­si­nos. Char­lar con varios indí­ge­nas… recuer­do a mi ami­go Daniel, nues­tras lar­gas char­las don­de él me ense­ña­ba a reca­pa­ci­tar, a tener pacien­cia, a res­pi­rar pro­fun­do antes de vol­ver con esa locu­ra y esa ace­le­ra­ción. Al gru­po de psi­có­lo­gos, que yo muy cari­ño­sa­men­te lla­mo “mis loque­ras” por­que fue­ron varias, que estu­vie­ron ense­ñán­do­me el camino de aban­do­nar la ira y real­men­te pedir jus­ti­cia como debe ser. Pro­fe­so­res y pro­fe­so­ras de dife­ren­tes cole­gios, de uni­ver­si­da­des con las cua­les afor­tu­na­da­men­te tro­pe­cé. Apren­dí mucho.

Hay algo en lo que uno se debe lle­nar de mucha pacien­cia. La pri­me­ra vez, un ami­go de la fami­lia que había sido Fis­cal de Dere­chos Huma­nos me dijo: “hablé con tu mami y me dijo que te con­ta­rá la ver­dad, cómo va a ser este pro­ce­so. Usted va a nece­si­tar pri­me­ro, un mila­gro, está luchan­do con­tra una fuer­za des­co­mu­nal; y segun­do, va a tener que hablar de 15 a 20 años esta lucha, pre­pá­re­se que eso no sale de la noche a la maña­na”. Yo decía, bueno está como exa­ge­ran­do un poco. Pero el día de hoy sé que lo que me esta­ba dicien­do era verdad.

Hace pocos días habla­ba con la mamá de Dilan Cruz y encon­tra­ba la mis­ma deses­pe­ra­ción que yo tenía en ese momen­to de los hechos. A los dos años casi, yo decía: pero ahí están los hechos, no están hacien­do nada.

Esta­mos luchan­do con­tra un Esta­do opro­bio­so, dic­ta­to­rial, maligno. Que uti­li­za todos sus cono­ci­mien­tos, sus pues­tos, la jerar­quía y el poder para no que­rer per­der nada. Sin embar­go, son tan abru­ma­do­ras las prue­bas que les tocó doble­gar­se. Encon­tra­mos en el camino a abo­ga­dos muy bue­nos que cola­bo­ra­ron. Tam­bién me encon­tré con fis­ca­les dema­si­do malos, mal­va­dos. Per­die­ron hojas del expe­dien­te, se reu­nie­ron con los vic­ti­ma­rios a puer­ta cerra­da. No tuvie­ron nin­gún pro­ble­ma en decir: “sí, yo me reu­ní con ellos. Yo sé que es un deli­to, pero lo hice”. Se les denun­ció y sin embar­go el Fis­cal Gene­ral nun­ca hizo nada al respecto.

Nos vamos a encon­trar con todo eso en el camino. Nos vamos a encon­trar, como dice la can­ción, con balas ase­si­nas. De las cua­les me sal­vé (me hicie­ron tres tiros des­de una moto). Vamos a encon­trar muchos uni­for­ma­dos que se me van a acer­car pidien­do una requi­sa y en el oído te dicen: “siga jodien­do cabrón y lo vamos a quebrar”.

Cuan­do me dete­nían, me apre­ta­ban mucho más las espo­sas. Me metían don­de esta­ba la peor “lum­pen” del país. Me decían: “ahí por lo menos lo van a que­brar”. Recuer­do una vez que estu­ve en Palo­que­mao. Tie­nen un sótano y un patio inte­rior don­de lle­gan los peo­res. Me metie­ron en un patio don­de por un ciga­rri­llo, por una mone­da, habían apu­ña­lea­do a más de uno. Y se me acer­ca­ron y pre­gun­ta­ron: “¿usted por qué está aquí?”. Les dije: “es que me di en la jeta con los poli­cías”. Y tenían víncu­lo con los poli­cías por­que por una ven­ta­ni­ta le dije­ron que eso era cier­to. En lugar de apu­ñea­lar­me, me dije­ron: “usted es uno de los nues­tros, usted es un berra­co”. Eso me sal­vó la vida ese día. Todo esto y muchas más cosas me encon­tré en el camino.

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Un perio­dis­ta de aque­llos que se lla­man “inves­ti­ga­ti­vos” me escri­bió ayer dicién­do­me: “nece­si­to hablar con usted ‘seño­ra Nuri’”. Es tan inves­ti­ga­ti­vo que decía seño­ra y ni siquie­ra Yuri, sino Nuri. Yo no le hice nin­gu­na acla­ra­ción has­ta que me vio y cuan­do me vio me dijo: “es que quie­ro hablar con la seño­ra Nuri”. Trai­go a cola­ción esto por­que la últi­ma vez que aten­ta­ron con­tra mí fue­ron unos sica­rios y pre­gun­ta­ron por la “seño­ra Yuri”. Eso me sal­vó la vida. Aho­ri­ta lo trai­go como anéc­do­ta pero todo eso he vivi­do en el camino.

Cuan­do estu­ve en Bra­sil, me deja­ron solo, tira­do. Viví 15 días en la calle, comien­do con la gen­te de la calle y pidien­do limos­na al pie de una igle­sia para poder comer. Sin embar­go, hoy se ven los triun­fos. Se ven los resul­ta­dos de todo eso y no es para bai­lar en un pie, por­que es sobre un ase­si­na­to. Es una ale­gría tris­te y una tris­te­za alegre.

C.I.: ¿Qué le dice usted a las fami­lias de otros casos similares?

Y.N.: Aquí hay unas pala­bras que ha dicho mucha gen­te y que es resis­tir, insis­tir y per­sis­tir. De pron­to decir­las es muy fácil. Escri­bir­lo tam­bién. A las fami­lias, decir­les que real­men­te el camino es lar­go. Esta­mos pelean­do con­tra una maqui­na­ria muy bien acei­ta­da de la impu­ni­dad. Al Esta­do le que­da­ría mucho más fácil y gas­ta­ría menos dine­ro en indem­ni­za­cio­nes, a nivel nacio­nal, ense­ñán­do­le a la Poli­cía que no tie­ne que ase­si­nar, que tie­ne que ser decen­te, que son pueblo.

No hay peor tirano que un escla­vo con el láti­go en la mano. El poli­cía que ha sido el com­pa­ñe­ro de barria­da de uno, que le ayu­dó a uno con el Bal­dor y con la Quí­mi­ca, que lle­gó a la tien­da del tío de uno y le pidió fia­do, que algu­na vez le ayu­dó a empu­jar el carro; se enchu­fa el uni­for­me y se cree de otro mun­do. Si la Poli­cía enten­die­ra que está hacien­do todo eso mal, cree­ría que no lle­ga­mos a este punto.

Me pre­gun­ta­ban ayer si con eso ya me iba yo a des­can­sar. ¡No! Todas las puer­tas que se abren se cie­rran y esta es una de las puer­tas que se abrió para no cerrar­se. Ten­go pen­dien­te a los otros poli­cías que le die­ron boli­llo en el piso a Nico­lás, ten­go pen­dien­te al Coro­nel que orde­nó el encu­bri­mien­to, ten­go pen­dien­te a ofi­cia­les que se salie­ron en pri­me­ra línea por­que el nefas­to pro­cu­ra­dor Ordo­ñez los dejó libres. Enten­de­rán que esta­mos pelean­do con­tra una gran maquinaria.

Nés­tor Hum­ber­to Mar­tí­nez (exfis­cal gene­ral) hizo muchí­si­mo daño al pro­ce­so. Cla­ra­men­te es auxi­lia­dor de la Poli­cía, auxi­lia­dor del para­mi­li­ta­ris­mo. Le ayu­dó todo lo que pudo a este Poli­cía. Le qui­so hacer un pre­acuer­do para que salie­ra libre. Se supo­ne que la Fis­ca­lía está para pro­te­ger a las víc­ti­mas y no al victimario.

C.I.: Usted en otras entre­vis­tas nos ha habla­do de la jus­ti­cia y de la ver­dad, ¿sien­te que en este caso se hizo jus­ti­cia y se encon­tró la verdad?

Y.N.: Jus­ti­cia toda­vía no se ha hecho. Aquí fal­ta mucho. Jus­ti­cia no sola­men­te es enviar­lo a la cár­cel, toca espe­rar la con­de­na el 5 de mar­zo a las 4 de la tar­de. Por­que tam­bién pue­de ser que esto sea para apla­car muchas voces y la con­de­na sea un salu­do a la ban­de­ra. Para que haya jus­ti­cia tene­mos que saber quié­nes die­ron las órde­nes, quié­nes se bene­fi­cia­ron, a quié­nes les con­vino todo esto.

Ver­dad toda­vía no ha habi­do. Fal­ta mucho para la ver­dad. Aún el con­de­na­do no ha dicho la ver­dad. Debe indi­car qué ofi­cia­les –téc­ni­ca­men­te- lo adies­tra­ron, para callar la ver­dad. Quién le ense­ñó, por­que estoy segu­ro que cuan­do salió del cole­gio él no tenía ese gen de ase­sino. En las decla­ra­cio­nes hay una par­te don­de indi­can varios patru­lle­ros que cuan­do ter­mi­na­ron el ser­vi­cio ese día y los leva­ron en un bus has­ta la esta­ción, él joco­sa­men­te y rien­do dijo: “¿vie­ron cómo puse a volar a ese chino hijueputa?”.

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Jus­ti­cia no tie­ne que haber solo para Nico­lás. Tie­ne que haber para todas las víc­ti­mas del Esmad. Una de las for­mas de que se haga jus­ti­cia es que se des­es­truc­tu­re ese orga­nis­mo malé­fi­co y terro­rí­fi­co. Y que ade­más haya judi­cia­li­za­ción para los altos man­dos que pro­mo­vie­ron esa maqui­na­ria. Cuan­do logre­mos des­es­truc­tu­rar, des­mon­tar y judi­cia­li­zar, cree­re­mos que empie­za a haber jus­ti­cia y que empie­za a haber verdad.

C.I: ¿Qué decir­le a la juventud?

El mie­do es algo inna­to en el ser humano. Des­afor­tu­na­da­men­te no pode­mos ser como Bat­man y Super­man que nos colo­ca­mos una capa y olvi­da­mos el mie­do. Lo que pasa es que hay mie­dos que matan, que petri­fi­can, pero hay otros mie­dos que nos dan el valor para seguir ade­lan­te. Hay que meter­nos en ese mie­do (el que nos da el valor) y a pesar de que este­mos tem­blan­do, no qui­tar­nos. Ese mie­do es el que nos ayu­da a salir de esas situaciones.

Hay que empo­de­rar­nos de ese mie­do tam­bién, del que nos da valor para seguir ade­lan­te. No es fácil. Yo siem­pre he dicho que la juven­tud tie­ne la mejor arma que es el cora­zón. La can­ción dice que las balas que dis­pa­ra­ron van a lle­gar. Les diría que uti­li­cen todo el amor y la inte­li­gen­cia que tie­nen con­tra los nefas­tos de la Poli­cía Nacio­nal y el Gobierno.

C.I: ¿Qué debe cam­biar­se den­tro de la Policía?

Y.N: Den­tro de la uto­pía que tene­mos todos, es que no debe­ría exis­tir Poli­cía. Sin embar­go, no hemos apren­di­do a res­pe­tar­nos mutua­men­te. No se debe­ría refor­mar el Esmad por­que es como decir­le a un sica­rio: “no mate a las 2 de la maña­na por­que levan­ta a los veci­nos y hace mucho rui­do”. Eso sería hacer­le una refor­ma al Esmad y a la Poli­cía. Se tie­ne que hacer una refor­ma pro­fun­da. Pri­me­ro que todo, se debe des­ti­tuir a todos y crear una Poli­cía que depen­da del Minis­te­rio del Inte­rior, no del Minis­te­rio de Defen­sa. Que siga con lo mis­mo que es un cuer­po arma­do civil, pero sin armas. Ahí sí se gene­ra­ría un cambio.

Nece­si­ta­mos gen­te que ten­ga voca­ción de ser­vi­cio, que sea gen­te estu­dia­da, pro­fe­sio­nal, para que ingre­se a la Poli­cía. Ahí empe­za­ría el gran cam­bio. Que entren por voca­ción y que sean pro­fe­sio­na­les. No obli­ga­dos por la situa­ción, ahí vería­mos un gran cambio.

Y se tie­ne que lim­piar toda la cúpu­la, todos los ofi­cia­les y todos los Poli­cías. No más CAI que sean cen­tros adua­ne­ros don­de nos retie­nen todo y nos qui­tan todo, cen­tros delin­cuen­cia­les. Hay que refor­mar eso que lla­man “escue­las de poli­cías” por­que los pro­fe­so­res deben estar ras­gán­do­se las ves­ti­du­ras de que uti­li­cen el nom­bre de ‘escue­las’ para esos cen­tros don­de ense­ñan a asesinar.

La Poli­cía lle­va más de 120 años ase­si­nan­do a la gen­te, al pue­blo y en repre­sión. Mire­mos cuán­tos nos ha ase­si­na­do la Poli­cía Nacio­nal. Han demos­tra­do que no sir­ven, que no debe­rían existir.

C.I.: Des­pués de 15 años, ¿qué ha sig­ni­fi­ca­do Nico­lás Nei­ra para usted?

Y.N.: Indis­cu­ti­ble­men­te creo que para todos los seres huma­nos, hom­bres y muje­res, cuan­do lle­ga un hijo o una hija nos cam­bia la vida. Inclu­si­ve para el más malo, para el peor de los poli­cías, cam­bia la vida. Lucha­mos por ellos y siem­pre espe­ra­mos que sean ellos quie­nes nos entierren

Nico­lás, has­ta el últi­mo de sus momen­tos, me ha deja­do muchas lec­cio­nes. Por supues­to, para mí es y ha sido mi héroe. Por él cono­cí muchas cosas de muchas per­so­nas. Él me lle­vo a muchas uni­ver­si­da­des, a cono­cer gen­te bella. Me lle­vó a pen­sar, me ense­ñó a pensar.

Recuer­do que algu­na vez me colo­có una can­ción, de sus gru­pos anar­quis­tas, y yo le decía: “hijo, es que yo no escu­cho muy bien qué dicen”. Y me con­ta­ba la letra y yo le decía: “pues, eso me pare­ce muy bien”. Y me decía: “es que tú eres uno de los nues­tros, pero tú no lo sabes. Yo te voy con­tan­do, tie­nes mucho que apren­der”. Pero yo me creía supe­rior a él por­que era el papá. No enten­día. Dio su vida has­ta en el últi­mo minu­to para ense­ñar­me. A veces corri­jo a la gen­te, y lo sigo hacien­do, cuan­do me dicen: “bueno, él era su hijo”. Yo digo: “no, sigue sien­do”. Cin­co metros bajo tie­rra no pue­den aca­bar tan­to amor.

A él le debo todo y le segui­ré debien­do. Espe­ro que nun­ca se me aca­be esto. Ha sido mi luz, estan­do cin­co metros bajo tie­rra es mi luz, mi faro, mi guía, mi fuer­za, mi gaso­li­na. Que no lo pue­da tener ni abra­zar, es otra cosa. Pero en muchos de uste­des, cuan­do sal­go y los veo, lo estoy abra­zan­do. Les doy las gra­cias por per­mi­tir­me hacer­lo, por per­mi­tir­me sen­tir que la gen­te vive y hacer­me vivir a mí. Eso se lo debo a Nico­lás y se lo debo tam­bién a uste­des. A tan­tas muje­res y tan­tos hom­bres, a tan­tos niños y niñas que se han acer­ca­do y me han dado una voz de alien­to. Ahí me está miran­do Nicolás.

Fuen­te: Colom­biaa Informa

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