Cuba. Edu­ca­ción y Pandemia

Por Frei Bet­to, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de febre­ro de 2021.

Con­fe­ren­cia vir­tual en el Con­gre­so Peda­go­gia 2021 – 03 de febre­ro de 2021, La Haba­na, Cuba

Des­de la Segun­da Gue­rra Mun­dial, en la déca­da de 1940, no hay noti­cias de que alum­nos y pro­fe­so­res se hayan vis­to obli­ga­dos a que­dar­se en casa duran­te tan­to tiempo.

Datos de la UNESCO mues­tran que la pan­de­mia ha afec­ta­do a más de 1500 millo­nes de estu­dian­tes en 188 paí­ses, lo que repre­sen­ta el 91% de los estu­dian­tes del planeta.

En Amé­ri­ca Lati­na, el cie­rre tem­po­ral de las escue­las ha afec­ta­do a 160 millo­nes de alum­nos, según esti­ma­dos de la UNESCO.

Este con­fi­na­mien­to expu­so aún más el agra­va­mien­to de las des­igual­da­des socia­les. La UNICEF esti­ma que 370 millo­nes de niños pue­den haber sido pri­va­dos de una ali­men­ta­ción ade­cua­da debi­do al cie­rre de las escuelas.

El sis­te­ma esco­lar mun­dial no esta­ba pre­pa­ra­do para lidiar con los efec­tos de una enfer­me­dad que nos exi­ge dis­tan­cia­mien­to físi­co y ais­la­mien­to social por un lar­go período.

La edu­ca­ción tuvo que pasar del uni­ver­so pre­sen­cial al vir­tual, vién­do­se obli­ga­da a recu­rrir a nue­vas herra­mien­tas tec­no­ló­gi­cas que per­mi­ten la edu­ca­ción a dis­tan­cia. En muchos paí­ses, los alum­nos, en espe­cial los que asis­ten a las escue­las públi­cas no dis­po­nen de los recur­sos nece­sa­rios para acce­der rápi­da­men­te a las tec­no­lo­gías de las comunicaciones.

Inclu­so, para aque­llos que dis­po­nen de esos recur­sos, tam­bién les ha resul­ta­do difí­cil adap­tar­se a la nue­va reali­dad digi­tal. No es muy con­for­ta­ble sopor­tar 40 ó 50 minu­tos de cla­se remo­ta a tra­vés de la peque­ña pan­ta­lla de un celu­lar… y peor aún, sin la posi­bi­li­dad del con­tac­to direc­to con el pro­fe­sor y los colegas.

Edu­ca­ción a dis­tan­cia. Foto: For­bes méxico

Para muchos jóve­nes, la edu­ca­ción a dis­tan­cia care­ce de incen­ti­vos, lo que pro­vo­ca el aban­dono esco­lar y la mayo­ría de los pro­fe­so­res no esta­ban pre­pa­ra­dos para impar­tir cla­ses a distancia.

En muchos paí­ses, como en Bra­sil, se obser­vó que la per­ma­nen­cia en casa por lar­gos perío­dos pro­por­cio­nó el aumen­to de la vio­len­cia domés­ti­ca y en el caso de las ado­les­cen­tes, el emba­ra­zo precoz.

La ense­ñan­za a dis­tan­cia se dife­ren­cia mucho de la ense­ñan­za pre­sen­cial al redu­cir la inter­ac­ción pro­fe­sor-alumno y difi­cul­tar la rela­ción de ayu­da mutua didác­ti­ca entre los estudiantes.

Para los esco­la­res que asis­tían a la escue­la a tiem­po com­ple­to, la casa era prin­ci­pal­men­te un lugar para la con­vi­ven­cia fami­liar y el des­can­so, muchas veces en un espa­cio redu­ci­do debi­do al núme­ro de per­so­nas que lo habi­tan, por lo tan­to, la edu­ca­ción a dis­tan­cia no siem­pre logra atraer la aten­ción reque­ri­da. Esto se agra­va cuan­do se tra­ta de alum­nos de edu­ca­ción infan­til y pri­ma­ria, perío­do en el que se desa­rro­lla el pro­ce­so de alfabetización.

El défi­cit en las habi­li­da­des bási­cas como la lec­tu­ra, la escri­tu­ra la suma y la res­ta se incre­men­ta. Esta inte­rrup­ción del apren­di­za­je tam­bién afec­ta en gran medi­da a los estu­dian­tes que están fina­li­zan­do el cur­so, lo que difi­cul­ta el ingre­so al mer­ca­do laboral.

La pan­de­mia tam­bién mos­tró cómo, en gene­ral, las fami­lias eran aje­nas al apren­di­za­je esco­lar de sus hijos. De repen­te, los padres debían inte­re­sar­se por los con­te­ni­dos didác­ti­cos y ade­más impro­vi­sar para ser auxi­lia­res de los profesores.

Sin embar­go, esto no siem­pre es posi­ble. En los paí­ses peri­fé­ri­cos, muchos adul­tos tie­nen menos nivel esco­lar que sus hijos. Los padres no se sien­ten pre­pa­ra­dos para ayu­dar­los con las tareas esco­la­res. Y ocu­pa­dos con el tra­ba­jo a dis­tan­cia y los queha­ce­res del hogar hay padres que no tie­nen tiem­po para acom­pa­ñar y ayu­dar a sus hijos con los debe­res esco­la­res. No obs­tan­te, aho­ra le han dado más valor a la escue­la y al tra­ba­jo de los profesores.

Resig­ni­fi­car la educación

La des­igual­dad social influ­ye sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te en el acce­so a las tec­no­lo­gías de la comu­ni­ca­ción. Hay estu­dian­tes que ni siquie­ra tie­nen con­di­cio­nes para conec­tar­se a inter­net. La exclu­sión digi­tal es un nue­vo fenó­meno social y es ya con­si­de­ra­da una vio­la­ción de los dere­chos ele­men­ta­les. En el caso de Bra­sil, por ejem­plo, ape­nas el 57 % de la pobla­ción tie­ne una compu­tado­ra capaz de eje­cu­tar los pro­gra­mas más actua­les y el 30% de las vivien­das no tie­ne acce­so a inter­net cues­tión indis­pen­sa­ble para la edu­ca­ción a dis­tan­cia según (IBGE /​inves­ti­ga­ción TIC a domi­ci­lio, 2018).

Es por esto que resul­ta muy impor­tan­te que las escue­las ten­gan a dis­po­si­ción de los estu­dian­tes vídeo cla­ses, que inclu­so debe­rían ser trans­mi­ti­das por cana­les de tele­vi­sión y acom­pa­ña­das del res­pec­ti­vo mate­rial impreso.

En Argen­ti­na, la empre­sa Tele­fó­ni­ca con­ve­nió con el gobierno para per­mi­tir duran­te la pan­de­mia, el acce­so gra­tui­to a los sitios edu­ca­ti­vos para las fami­lias que no pue­dan pagar por el servicio.

El el Perú, la mis­ma empre­sa, aso­cia­da a Face­book, al BID y el CAF (Ban­co de Desa­rro­llo de la Amé­ri­ca Lati­na), creó el pro­gra­ma “Inter­net para todos”, que ofre­ce ser­vi­cios a ope­ra­do­res móvi­les loca­les para lle­gar a áreas remotas.

En Bra­sil 46 millo­nes de per­so­nas no tie­nen acce­so a la inter­net, lo que corres­pon­de a más del 25% de la población.

Un estu­dian­te de 11 años revi­sa sus libros de estu­dio en casa ya que no tie­ne acce­so a cla­ses vir­tua­les. Su hogar no tie­ne acce­so a inter­net ni a un tele­fono móvil. Foto: UNICEF

Del 79,1% de la pobla­ción que acce­de a inter­net, el 99,2% uti­li­za su telé­fono celu­lar. El BID esti­ma que el 20% de la pobla­ción de Amé­ri­ca Lati­na no tie­ne un acce­so ade­cua­do a la inter­net móvil.

La pan­de­mia le ha dado un mayor sig­ni­fi­ca­do a la edu­ca­ción, la que debe ser orien­ta­da y pen­sa­da para los jóve­nes que habrán de enfren­tar los desa­fíos de la déca­da 2030.

Esto exi­ge una meto­do­lo­gía peda­gó­gi­ca capaz de acti­var el pen­sa­mien­to crí­ti­co, des­per­tar la crea­ti­vi­dad y la ori­gi­na­li­dad, solu­cio­nar pro­ble­mas com­ple­jos, tener fle­xi­bi­li­dad cog­ni­ti­va, valo­rar la inte­li­gen­cia emo­cio­nal y el tra­ba­jo en equi­po, apren­der a lidiar con opi­nio­nes y com­por­ta­mien­tos diver­sos, y saber tomar deci­sio­nes sin impo­si­cio­nes autoritarias.

Como vivi­mos actual­men­te en un mun­do inter­co­nec­ta­do, no solo las per­so­nas no son islas, como des­ta­có John Don­ne, poe­ta y pen­sa­dor inglés, sino tam­bién nues­tras ciu­da­des y países.

Es nece­sa­rio enfren­tar los pro­ble­mas des­de dife­ren­tes ópti­cas y a par­tir de diver­sos con­tex­tos, pero siem­pre sin renun­ciar al com­pro­mi­so éti­co de que todos los seres huma­nos y la natu­ra­le­za tie­nen dere­cho a con­di­cio­nes de vida dignas.

Por tan­to, ya no se tra­ta de un apren­di­za­je para obte­ner bue­nas notas en las prue­bas esco­la­res y alcan­zar un diplo­ma al fina­li­zar el cur­so. La edu­ca­ción es un pro­ce­so sin fin que dura toda la vida.

La escue­la es jus­ta­men­te el lugar don­de el alumno reci­be el impul­so de inter­ac­tuar con quien tie­ne mucho que ense­ñar, así como quien ense­ña tie­ne mucho que apren­der, en una siner­gia com­ple­ja, rica y permanente.

Hace tiem­po que se ense­ña fue­ra del aula, lo que requie­re de una expe­ri­men­ta­ción per­ma­nen­te. Un ejem­plo de ello es la esfe­ra de la agri­cul­tu­ra. La pan­de­mia ha expan­di­do y ace­le­ra­do este pro­ce­so, y el uso de inter­net ha roto las barre­ras físi­cas para la comu­ni­ca­ción y la interacción.

Las cla­ses, antes cen­tra­das en la ora­li­dad del pro­fe­sor, aho­ra cuen­tan con una gran varie­dad de recur­sos peda­gó­gi­cos, como video cla­ses, info­gra­fías, dia­po­si­ti­vas, ani­ma­cio­nes, jue­gos edu­ca­ti­vos y via­jes vir­tua­les, como a museos y a ciu­da­des his­tó­ri­cas. Y la ven­ta­ja es que cual­quie­ra pue­de acce­der al con­te­ni­do y a las acti­vi­da­des com­par­ti­das, des­de cual­quier lugar y en cual­quier momen­to. Sin duda, esto favo­re­ce la demo­cra­ti­za­ción de la edu­ca­ción, siem­pre que todos ten­gan acce­so a las tec­no­lo­gías de la comu­ni­ca­ción. Al mis­mo tiem­po per­mi­te el diá­lo­go direc­to del pro­fe­sor con deter­mi­na­do estu­dian­te, es decir, per­mi­te la aten­ción a las dife­ren­cias individuales.

Un niño en Etio­pía atien­de a cla­se a tra­vés de la radio debi­do al cie­rre de las escue­las por el COVID-19. Foto: UNICEF

No debe­mos ali­men­tar la nos­tal­gia de cómo era la escue­la antes de la pan­de­mia, al reabrir las ins­ti­tu­cio­nes edu­ca­cio­na­les no bas­ta repo­ner las cla­ses. Aho­ra tene­mos una nue­va con­fi­gu­ra­ción de las rela­cio­nes socia­les y debe­mos apro­ve­char­las para desa­rro­llar nue­vas meto­do­lo­gías de ense­ñan­za pero, cono­ce­mos que nues­tros sis­te­mas edu­ca­cio­na­les son resis­ten­tes al cam­bio, sin embar­go la COVID 19, nos impo­ne una nue­va reali­dad. Aho­ra tene­mos que admi­tir que la ense­ñan­za remo­ta a dis­tan­cia ten­drá que ser incor­po­ra­da a los recur­sos peda­gó­gi­cos. Se tra­ta de una nue­va moda­li­dad que pue­de pro­du­cir efec­tos posi­ti­vos, como el pro­ta­go­nis­mo de los alum­nos en su pro­pio pro­ce­so de aprendizaje.

Dejan de ser sim­ples obje­ti­vos de las lec­cio­nes del pro­fe­sor y pasan a ser suje­tos de la acti­vi­dad esco­lar, res­pon­sa­bles de orga­ni­zar su agen­da de estu­dios domés­ti­cos y pla­near el tiem­po y el modo de abor­dar el currículo.

Este auto­co­no­ci­mien­to exi­ge de la escue­la, mayor aten­ción a la for­ma­ción inte­gral de los estu­dian­tes como tener en cuen­ta la situa­ción fami­liar en que viven y las con­di­cio­nes de vivien­da. De cier­to modo, los alum­nos pasan a ser com­pa­ñe­ros del pro­fe­sor en la ela­bo­ra­ción de la malla curri­cu­lar y en la prác­ti­ca peda­gó­gi­ca. La ense­ñan­za se hace más per­so­na­li­za­da en la medi­da que hay más dife­ren­cia de rit­mo entre los estu­dian­tes, ins­ta­dos a ges­tio­nar sus acti­vi­da­des esco­la­res, los alum­nos ten­drán mayor pro­ta­go­nis­mo y los pro­fe­so­res actua­ran como media­do­res entre los con­te­ni­dos curri­cu­la­res y los recur­sos tecnológicos.

En reali­dad ocu­rre, que no todo son luces. El lado oscu­ro nece­si­ta ser enfren­ta­do con serie­dad. En Bra­sil, las inves­ti­ga­cio­nes cons­ta­ta­ron que casi el 90 % de los pro­fe­so­res no tenían expe­rien­cia de cla­ses a dis­tan­cia antes de la pandemia.

Aho­ra, el 82 % de las cla­ses son des­de casa, demos­tran­do que ha aumen­ta­do la car­ga hora­ria de tra­ba­jo. Y el 84 % opi­na que la par­ti­ci­pa­ción de los alum­nos en el apren­di­za­je se redu­jo. La prin­ci­pal difi­cul­tad es el acce­so a compu­tado­ras y a la internet.

El infor­me GEM (Moni­to­reo glo­bal de la edu­ca­ción) del 2020, seña­la que, en los paí­ses peri­fé­ri­cos el 40 % no cuen­ta con polí­ti­cas para apo­yar a los alum­nos duran­te el cie­rre de las escue­las. Según la UNESCO, menos del 10% de las 209 nacio­nes eva­lua­das poseen leyes que favo­re­cen la ple­na inclu­sión en la escuela.

El lado nega­ti­vo de la edu­ca­ción a distancia

Una niña de Timor-Les­te mues­tra la pla­ta­for­ma en línea que uti­li­za­rá para estu­diar mien­tras su escue­la está cerra­da debi­do a la pan­de­mia de coro­na­vi­rus. Foto: UNICEF

La edu­ca­ción a dis­tan­cia tie­ne como pun­tos nega­ti­vos, favo­re­cer el indi­vi­dua­lis­mo en el tra­ba­jo esco­lar, dis­mi­nuir los lazos de soli­da­ri­dad entre alum­nos y pro­fe­so­res, hacer invia­bles las accio­nes colec­ti­vas en defen­sa de los dere­chos de los docentes.

El peli­gro del tra­ba­jo a dis­tan­cia es colo­car en ries­go la fron­te­ra entre el tiem­po de tra­ba­jo y el de con­vi­ven­cia fami­liar. Al sobre­car­gar las jor­na­das de tra­ba­jo, se redu­cen las horas de ocio.

Lo ideal sería no con­si­de­rar obli­ga­to­ria la acti­vi­dad a dis­tan­cia y sí como opcio­nal, has­ta que la pan­de­mia sea supe­ra­da y pue­dan todos reto­mar el tra­ba­jo en con­di­cio­nes de igual­dad en el espa­cio escolar.

Al agra­var­se las des­igual­da­des socia­les la pan­de­mia expo­ne el carác­ter de un mode­lo edu­ca­ti­vo indi­vi­dua­lis­ta, exclu­yen­te, com­pe­ti­ti­vo, subor­di­na­do a las deman­das del mer­ca­do. La cri­sis eco­nó­mi­ca y el aumen­to del des­em­pleo debi­li­tan la tesis de que la escue­la es una vía segu­ra para incluir a todos en el mer­ca­do de tra­ba­jo y con­quis­tar una vida estable.

Esta nue­va moda­li­dad de ense­ñan­za care­ce de estruc­tu­ra para desa­rro­llar ade­cua­da­men­te las acti­vi­da­des esco­la­res. Muchas veces, absor­bi­dos por la vida fami­liar y las ocu­pa­cio­nes domés­ti­cas, como ayu­dar en la lim­pie­za de la casa o ver fil­mes o pro­gra­mas de TV, los estu­dian­tes pier­den el inte­rés por las clases.

Adop­tar el tra­ba­jo a dis­tan­cia como nue­va moda­li­dad de ense­ñan­za pue­de agra­var las des­igual­da­des edu­ca­cio­na­les, exclu­yen­do aque­llos que, des­pro­vis­tos de con­di­cio­nes domés­ti­cas para invo­lu­crar­se en el apren­di­za­je, aca­ban sien­do víc­ti­mas de la ley del menor esfuer­zo, cuan­do ellos son los que debe­rían reci­bir mayor atención.

El sis­te­ma edu­ca­cio­nal no pue­de trans­fe­rir para el alumno la res­pon­sa­bi­li­dad de tener una compu­tado­ra y tener acce­so a inter­net. Muchos viven en situa­ción de vul­ne­ra­bi­li­dad social por lo que le corres­pon­de al sis­te­ma garan­ti­zar las con­di­cio­nes ade­cua­das a todos los estu­dian­tes para rea­li­zar las tareas esco­la­res, pues según el GEM por cada 100 jóve­nes ricos, sola­men­te 18 jóve­nes pobres, com­ple­tan la ense­ñan­za media o secundaria.

Retorno a las cla­ses presenciales

Estu­dian­tes uni­ver­si­ta­rios duran­te un exá­men en ple­na pan­de­mia. Foto: Reuters

¿De qué for­ma la pan­de­mia afec­ta la cali­dad de la educación?

Es impor­tan­te que el ais­la­mien­to social no difi­cul­te la ges­tión demo­crá­ti­ca de las escue­las. El impe­di­men­to de las reunio­nes pre­sen­cia­les del claus­tro docen­te no debe ser moti­vo para jus­ti­fi­car deci­sio­nes mono­crá­ti­cas. La escue­la debe per­ma­ne­cer como espa­cio coti­diano de ejer­ci­cio de la demo­cra­cia, inclu­so en su actual con­fi­gu­ra­ción virtual.

La vuel­ta a las cla­ses pre­sen­cia­les no pue­de en modo alguno depen­der de la pre­sión del poder eco­nó­mi­co, en espe­cial de los pro­pie­ta­rios de ins­ti­tu­cio­nes edu­ca­cio­na­les y de redes escolares.

Y cuan­do sea con­ve­nien­te no pue­de ser hecho de impro­vi­so. Debe ser el resul­ta­do de una deci­sión demo­crá­ti­ca de los diver­sos acto­res impli­ca­dos en la esfe­ra de la edu­ca­ción, inclu­si­ve fun­cio­na­rios de la escuela.

Se debe adop­tar un pro­to­co­lo des­pués de rea­li­zar un exten­so deba­te entre maes­tros, estu­dian­tes, fun­cio­na­rios, padres de los estu­dian­tes y auto­ri­da­des sani­ta­rias. La pan­de­mia en sí mis­ma es obje­to de estu­dio. Ella debe ser lle­va­da al aula, pro­mo­vien­do inves­ti­ga­cio­nes y refle­xio­nes sobre el equi­li­brio ambien­tal, zoo­no­sis, dig­ni­dad, soli­da­ri­dad en tiem­pos de pan­de­mia, fra­gi­li­dad de la vida huma­na, etc.

Los edu­ca­do­res no pue­den ceder a la lógi­ca de vol­ver cuan­to antes a la sim­ple acu­mu­la­ción de los con­te­ni­dos esco­la­res ni al dis­cur­so tec­nó­cra­ta de regre­sar a las acti­vi­da­des pre­sen­cia­les a par­tir del pun­to en que fue­ron sus­pen­di­das en el 2020. Hay que tener en cuen­ta que la pan­de­mia, una vez supe­ra­da por la vacu­na­ción, no debe ser con­si­de­ra­da como un vacío en nues­tras vidas. No pue­den dejar de ser con­si­de­ra­dos rele­van­tes los efec­tos emo­cio­na­les, psi­co­ló­gi­cos y socia­les, pro­vo­ca­dos en la vida de los estu­dian­tes. Muchos fue­ron afec­ta­dos por la pér­di­da de parien­tes, víc­ti­mas de la COVID 19 y la dis­mi­nu­ción de los ingre­sos familiares.

La escue­la no es una suce­sión de días lec­ti­vos. Es un espa­cio de con­vi­ven­cia, crea­ti­vi­dad y socia­li­za­ción y sobre todo, cons­truc­ción de la iden­ti­dad ciu­da­da­na como colec­ti­va. Deber ser tam­bién un espa­cio demo­crá­ti­co de for­ma­ción de con­cien­cia crí­ti­ca, dis­po­si­ción a la soli­da­ri­dad y al com­pro­mi­so y al com­ba­te a todas las for­mas de injus­ti­cias sociales.

La edu­ca­ción a dis­tan­cia pue­de dar lugar a una nue­va fuen­te de bene­fi­cios y de lucro para empre­sa­rios de ins­ti­tu­cio­nes edu­ca­cio­na­les, que pasan a ser los media­do­res de con­te­ni­dos y tec­no­lo­gías exclu­yen­do a todos aque­llos que no tie­nen los recur­sos para trans­for­mar el espa­cio domés­ti­co en apén­di­ce de la escuela.

Este empre­sa­ria­do pasa a con­si­de­rar la escue­la como obje­ti­vo de su ser­vi­cio de “deli­very” (entre­ga), pre­pa­ra los paque­tes curri­cu­la­res hecho por supues­tos espe­cia­lis­tas aje­nos a la escue­la, lo que com­pro­me­te la auto­no­mía del tra­ba­jo docen­te y hace que el con­te­ni­do curri­cu­lar depen­da de gran­des gru­pos pri­va­dos que domi­nan las pla­ta­for­mas diri­gi­das a la educación.

Con o sin pan­de­mia, pre­do­mi­nan­do la ense­ñan­za pre­sen­cial o a dis­tan­cia, el com­ba­te al más gra­ve pro­ble­ma de la huma­ni­dad- la des­igual­dad social- exi­ge que nos empe­ñe­mos todos en la lucha per­ma­nen­te por la escue­la públi­ca, gra­tui­ta y lai­ca. La edu­ca­ción esco­lar a tiem­po com­ple­to en un dere­cho uni­ver­sal que debe ser ase­gu­ra­do por el esta­do a toda la población.

Fuen­te: Cuba debate

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