Por Ramiro Giganti, Resumen Latinoamericano, 6 de febrero de 2021.
Hace unos días un video se volvió viral y el país Myanmar se nombró como nunca antes en este lado del mundo. El video muestra a una mujer haciendo ejercicio mientras camiones militares ingresan al parlamente consumando un golpe de estado, en un país que desde hace algunos años se viene desarrollando un genocidio por parte de una mayoría budista contra una minoría musulmana ¿Qué sabemos de Myanmar? ¿Qué pasó con el pueblo rohinyá? ¿Qué tan diferente es quien publica ese video solo por una humarada, de la mujer que hace gimnasia a espaldas de dicho episodio?
El pasado 31 de enero, década después de haberle entregado el poder a un gobierno civil, el Ejército de Myanmar arrestó al presidente Win Myint y a la líder del Gobierno, Aung San Suu Kyi, junto a otras destacadas figuras del partido gobernante, en una operación temprano en la mañana. Al día siguiente, el líder del ejército Min Aung Hlaing, anunció que había tomado nuevamente las riendas del país. Tres días antes, el entonces opositor Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo, vinculado al ejército, había negado toda posibilidad de un golpe de estado durante episodios de tensión a partir de denuncias de irregularidades en las elecciones producidas en noviembre del año pasado.
El jefe del Ejército de Myanmar, el general Min Aung Hlaing es uno de los principales responsables del golpe. Hlaing tiene una causa abierta en la Argentina, bajo el principio de jurisdicción universal, por crímenes de genocidio contra la minoría musulmana rohinyá. más Ojea Quintana, ex relator de la ONU para Myanmar es una de las personas que impulsa la demanda que ingresó al juzgado de María Romilda Servini en noviembre de 2019: “Lo que está pasando en Myanmar ahora es un elemento que debería convencer aún más a la jueza de que es muy importante ejercer el principio universal por estos hechos atroces”, declaró en entrevista con la Agencia Télam.
Desde su independencia en 1948, el país vivió la mayor parte de tiempo bajo dictaduras con muy pequeños intervalos. Desde 2011 venía experimentando una trunca transición democrática. El golpe se produce a días de cumplirse 10 años de gobiernos supuestamente democráticos surgidos por elecciones. Durante ese proceso y con una premio noble de la paz al frente, se llevó a cabo una cruel limpieza étnica ante la indiferencia de occidente.
Sobre el pueblo rohinyá, un genocidio silenciado
Antes del año 2017, mientras la prensa mundial criminalizaba a la población musulmana por las repercusiones de los atentados producidos por el Estado Islámico en Europa, vivían aproximadamente un millón de rohinyas en el estado de Rakáin (antiguamente Arakan), una franja costera en la zona limítrofe con Bangladesh. A mediados de 2018 solo quedaban unos 300.000. En agosto de 2017, más de cien militantes y civiles rohinyá murieron como consecuencia de los ataques policiales coordinados, que justificaron el accionar denunciando “amenazas de terrorismo”. Los militares destacaron rápidamente la dificultad para distinguir entre civiles y militantes, pero según Southeast Asia Globe, una serie de informes publicados en línea revelaron que el ejército efectivamente atacó indiscriminadamente a civiles. En solo unos meses durante el año 2017, más de 740.000 rohinyas escaparon solo con lo puesto, cruzaron un río y hasta corrieron entre ráfagas de ametralladoras para alcanzar la frontera y refugiarse en el vecino Bangladesh, uno de los países más pobres de la región, donde aún viven hacinados en campos administrados por la comunidad internacional.
El conflicto entre budistas y musulmanes es de larga data: siglos, con versiones cruzadas sobre quienes llegaron primero a la región. Las discusiones se remontan al siglo XI o incluso antes. Entre el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX el país fue una colonia británica. Durante ese periodo colonial mientras que la integración de los hindúes fue bastante fácil, los musulmanes se encontraron con el rechazo de la población budista mayoritaria y se produjeron episodios sangrientos. Entre 1930 y 1938 fueron asesinados musulmanes, quemados sus negocios y asaltadas sus mezquitas. Si bien durante la segunda guerra mundial los musulmanes apoyaron al imperio británico mientras los budistas apoyaron a Japón, los británicos incumplieron su promesa de crear un estado casi independiente para los musulmanes de Arakan: la población rohinyá. Esto generó enfrentamientos armados entre los rohinyá y los budistas. Luego de la independencia de Birmania, los musulmanes los rohinyá, no fueron reconocidos como una etnia autóctona de las 135 que formaban el nuevo país, si bien algunas instituciones que formaron tuvieron reconocimiento legal. El argumento que dieron las autoridades birmanas para no reconocerlos fue que los rohinyá no figuraban entre los grupos tribales identificados por los británicos durante la colonización.
Con la dictadura de Ne Win, entre los años 1962 y 1988, se acentuó el “nacional-budismo” con medidas legales y administrativas contra los musulmanes como la exigencia de autorización para los matrimonios de parejas de diferente religión o la denegación de permisos para la construcción de mezquitas. Como respuesta al acoso sufrido, en los años 1970 nació un grupo armado llamado Frente Patriótico Rohinyá, integrado por unas decenas de militantes, que fue aplastado con facilidad por ejército birmano. La negativa a conceder a los rohinyá la ciudadanía birmana fue ratificada en la Constitución de 1974, tras cuya aprobación miles de rohinyá emigraron a Bangladesh. Los que se quedaron recibieron una tarjeta de residencia como extranjeros. La ley de ciudadanía de 1982 confirmó esta situación.
La persecución a los rohinyá se acentuó bajo la dictadura del general Than Shwe, entre los años 1992 y 2011. “Los rohinyá tenían que pedir permiso para salir de sus poblados y para casarse. Solo lo podían hacer a cambio de mordidas. Se les negaba el derecho a la sanidad y a la educación y sufrían acoso religioso, con la destrucción de sus mezquitas”, señalaba el periodista español Alberto Masesgosa en su libro Ronhinyá. El drama de los innombrables y la leyenda de Aung San Suu Kyi.
A partir de mayo de 2012 los rohinyá fueron víctimas de la violencia antimusulmana instigada por el movimiento 969 liderado por el monje budista Ashin Wirathu. Los ataques comenzaron días después de que tres hombres rohinyás violaran y asesinaran a una joven budista en el estado de Rakáin. Si bien los acusados fueron detenidos rápidamente y murieron pocos días después ( dos de ellos condenados a la horca y el tercero quitándose la vida) la violencia hacia la totalidad del pueblo rohinyá continuó. Los días siguientes budistas exaltados asaltaron un autobús donde viajaban diez líderes musulmanes que fueron apaleados hasta la muerte, sin que se produjera ninguna detención. A partir de entonces se sucedieron los ataques con el resultado de más de trescientas muertes. Además de un importante éxodo de familias, sectores rohinyá se unieron a una organización armada para defender que rememoraba el Frente Patriótico Rohinyá de 1970: el el Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán (ARSA, por sus siglas en inglés),
En 2014 los rohinygá fueron excluidos del censo que se realizó ese año lo que les impidió votar en las elecciones de 2015, que en Arakan fueron ganadas por el Partido Nacional de Arakan, integrado exclusivamente por nacionalistas budistas rakéin. A nivel nacional las elecciones fueron ganadas por la Liga de Aung San Suu Kyi, premio nobel de la Paz en 1991 y reconocida figura del budismo y el pacifismo, por sus adversidades y persecuciones por parte de las dictaduras birmanas. La comisión electoral anuló decenas de candidaturas de musulmanes y les negó el derecho al voto a alrededor de medio millón de ronhinyá que en las elecciones de 2010 habían podido votar con un permiso de residencia. En la Asamblea Nacional resultante de las elecciones de 2015 ya no hubo ningún diputado rohinyá ni musulmán como sí que los había habido durante todas las elecciones anteriores celebradas en Birmania.
En dichas elecciones, Suu Kyi no pudo asumir la presidencia por tener familiares de nacionalidad extranjera, lo que según la constitución Birmana le impide acceder al máximo cargo. Sin embargo, Suu Kyi anunció que a pesar de que está prohibido por la Constitución su acceso a la presidencia, ella sostendría el verdadero poder en cualquier gobierno dirigido por la Liga Nacional por la Democracia. De esta manera su responsabilidad en las violaciones a los Derechos Humanos del pueblo ronhinyá. Muchos de los honores que había recibido vieron cuestionada su legitimidad debido a la inacción y el negacionismo en relación a la limpieza étnica de los rohinyá, al punto que otras tres Nobel de la Paz: la yemení Tawakkol Karman, la norirlandesa Mairead Maguire y la iraní Shirin Ebadi, expresaron profundas críticas a Aung San Suu Kyi tras visitar los campos de refugiados de Bangladés.
Tras las elecciones de 2015 se produjo un nuevo episodio de la violencia sectaria en el estado de Rakéin que desembocó en una dura crisis de refugiados rohinyá de 2015. En esta ocasión miles de rohinyá huyeron por barco a Malasia, produciéndose la muerte de centenares de personas.
Ante la poca solidaridad internacional y el desamparo, el ARSA comenzó a realizar acciones armadas para enfrentar los hostigamientos. Realizando ataques a fuerzas represivas robando armas en los años 2016 y 2017. La respuesta fue un castigo colectivo al pueblo rohinyá. El ejército birmano inició inmediatamente una operación de limpieza étnica, por la que los rohinyás fueron expulsados de sus casas , y quemadas sus pertenencias y tierras, viéndose obligados a huir al país vecino de Bangladesh, donde fueron recibidos en improvisados y enormes campos de refugiados.
La difusión de estas atrocidades fue escasa en comparación con otros sucesos. Mientras no muy lejos de ese territorio, el sufrimiento del pueblo budista en Tíbet tiene mayor difusión en el mundo, un genocidio perpetuado por un país de mayoría budista contra un pueblo musulmán no parece tener la misma difusión. Tal vez haya pueblos condenados a que la única difusión masiva de la opresión que sufren sea desde la banalización.
Una serie de preguntas resultan urgentes: ¿Cuántos memes o videos graciosos nos cruzamos en las redes sociales sobre la mujer haciendo gimnasia y cuanta información sobre lo que pasa y pasó en Myanmar nos llegó al respecto? Mientras las redes sociales estallan con videos de la mujer haciendo gimnasia, bailando con Donald Trump, o los funebreros de Ghana mientras Bernie Sanders observa recreando el meme viralizado hace dos semanas ¿Cuántos posteos vimos informando sobre el genocidio rohinyá?.
Fuente: ANRed