Al menos 28 trabajadores murieron electrocutados en una fábrica clandestina en Tánger, en el norte de Marruecos, según varios medios de comunicación. La fábrica, en la que trabajaban 40 personas, estaba ubicada en el sótano de una casa residencial y se inundó tras las lluvias torrenciales que cayeron en Tánger en la madrugada del lunes. Dieciocho de los fallecidos son mujeres.
El espacio de cocina “informal” en el barrio Branes II, cercano al centro de la ciudad, no cumplía con los requisitos mínimos de seguridad. En declaraciones al portal El Español , Aziz Sabere, del partido Vía Democrática, dijo que ya esperaba lo ocurrido el lunes. “Lo venimos denunciando desde hace tiempo, porque los trabajadores del sector textil en Tánger se encuentran en condiciones infrahumanas y precarias”, ha subrayado.
Según El País , el sector textil es la principal fuente de empleo del país, generando más de 190 mil puestos de trabajo. Incluso en las fábricas que funcionan legalmente, muchas personas suelen trabajar en espacios reducidos.
Con la pandemia, fue necesario implementar medidas de distancia social, que encarecieron la producción. Además, disminuyeron los pedidos de los principales clientes de Marruecos, España y Francia, lo que provocó el cierre de varias fábricas.
Exploración también en zona franca
En la región de Tánger, dice El Español, operan 417 empresas que emplean a alrededor de 80.000 trabajadores, el 80% de los cuales se encuentran en la industria de la confección. Se han instalado muchas fábricas en la zona franca industrial de Porto Tangier Med, una de las más grandes del Mediterráneo y que trajo una década de gran desarrollo a la ciudad.
Sin embargo, para los trabajadores rifeños (la gran mayoría de los cuales son mujeres) que cosen ropa que se vende en las tiendas de multinacionales, las condiciones son la explotación y la precariedad. Las piezas que se venden en el Estado español por diez euros tienen un coste de producción inferior a un euro; las que se venden en tiendas por 30 euros tienen un coste de producción de 2,5 euros, dice el diario.
La realidad de estos trabajadores ‑y sobre todo trabajadoras- que trabajan para empresas que abastecen las tiendas de empresas de renombre internacional también está marcada por una jornada laboral larga: la media es de nueve horas de lunes a sábado, con un sueldo de 250 euros como máximo. Hay casos ‑como el de Amal- donde el salario no supera los 120 euros /mes. Cuando hay solicitudes especiales, pueden hacerlo 12 horas al día (72 a la semana).
“Emplean a 500 personas para hacer el trabajo de diez mil, 20 veces más que su trabajo, sin respetar las condiciones laborales”, dijo Mohamed Amghar, de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). Mohamed trabajaba para Sofia, una de las empresas subcontratadas por la empresa que trabaja para una franquicia española. A El Español , dijo que “no respetan los derechos humanos básicos”, habiendo dicho que “el baño solo abre una vez al día durante una hora y el comedor está sucio”.
Los trabajadores de esta fábrica se rebelaron cuando “una de las trabajadoras se desmayó y la dejó tirada en un sofá durante dos horas”, dijo, y agregó: “Cuando vieron que no mejoraba, dieron la orden de sacarla y dejarla en la calle “. Luego, los colegas detuvieron la producción y consiguieron que lo llevaran a un hospital.
«Unirse a un sindicato es morir»
Estas condiciones laborales fueron denunciadas por trabajadores y centrales sindicales. Sin embargo, afirman que, después, los ponen en «listas negras» y pasan fases sin que nadie los contrate. Todos destacan que “afiliarse a un sindicato es morir en el trabajo”. Este fue el caso de Mohamed Amghar, que perdió su empleo después de trabajar 16 años en el sector. A la edad de 35 años, es hoy una de las voces más destacadas en la lucha por los derechos de los trabajadores en Tánger.
Fatima Elemmah, presidenta de la asociación Attawasoul y coordinadora de un equipo de trabajadores textiles, pasó por lo mismo, contando con dos décadas de experiencia en el sector. La pusieron en una “especie de lista negra” y no pudo trabajar durante dos años, hasta que dejó el sindicato. “Estas listas negras se pasan de una empresa a otra para que no nos contraten”, explica.
Otro caso fue el de un trabajador de una empresa marroquí que fabrica todos sus productos para una firma del Estado español. Lo despidieron por protestar, por hacer valer sus derechos, y colgaron fotografías suyas en el espacio de la empresa para evitar que entrara, por lo que tuvo muchos problemas para manejar los papeles de despido y pedir una indemnización.
Aun así, en este caso el trabajador protestó, pero hay muchos que son analfabetos, desconocen sus derechos y tienen miedo. «Ahora hay mucho miedo», explica Fátima.
Fuente: Abril Abril
Francisco Vílchez
Andaluz de Granada (1980). Grado en Humanidades en la UGR. Pluriempleado en el sector servicios y aficionado a hablar de lo que la prensa no dice ni pío.
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