Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 21 de febrero de 2021.
Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), 2020 ha sido el segundo año más cálido en la Tierra: un poco menos que 2016, lo que confirma el peligro del calentamiento global. «Cambiar el sistema para cambiar el clima», dijo Chávez, yendo al grano del problema. Pero, mientras que la fuerza organizada de los movimientos populares aún no ha producido un cambio, incluso la «reconversión ecológica» es parte del gigantesco reinicio del capitalismo a nivel global, implementado para superar la crisis. No en vano, en América Latina, a convertirse en los principales interlocutores de las multinacionales estadounidenses son gobiernos neoliberales como el colombiano, chileno o peruano, acostumbrados a reducir el costo de la mano de obra y de la seguridad, en la «carrera por la innovación» de las empresas del sector.
En la «transición energética», Estados Unidos buscará derrocar a China como el principal proveedor de tecnología limpia del continente y redefinirá las alianzas con los «socios europeos» en la región. China ha puesto el tema ecológico en el centro de su plan quinquenal y tiene un gran potencial para explotar la energía eólica marina. Además, su grupo Xinte Energy es uno de los mayores productores del mundo de silicio policristalino, utilizado en paneles fotovoltaicos. Después de volver al Acuerdo de París por el clima, Joe Biden ha firmado algunas medidas para incrementar la capacidad eólica offshore. A pesar de la pandemia, el sector eólico instalado en el mar, en Europa ha acumulado 26.300 millones de euros en nuevos proyectos durante 2020. Año en el que la energía solar y eólica representaron el 10% de las necesidades globales.
Después de Europa, América Latina es la segunda región del mundo donde los proyectos de adquisición de energía solar o eólica están más extendidos. La empresa española Técnicos Consultores es la más activa. El grupo Cox Energy América, que cuenta con la participación mayoritaria de la española Cox Energy Solar, este año iniciará la construcción del proyecto fotovoltaico Sol de Vallenar: el más grande de Latinoamérica, con sede en el desierto de Atacama, en Chile. Ya en 2014, cuando era vicepresidente de Obama, Biden financió la Iniciativa de Seguridad Energética del Caribe (CESI), un plan de facilitación de financiamiento para la producción de energía limpia en Centroamérica. Un área a la que se dirigen los nuevos programas estadounidenses, principalmente a través de la agencia de crédito Export-Import Bank y el banco de desarrollo Development Finance Corporation. En 2019, Brasil representó el 40% de los proyectos de inversión extranjera para el sector de energías renovables, seguido de Chile, México y Colombia.
En el reciente documento «Evolución futura de costos de las energías renovables y almacenamiento en América Latina», el BID considera a México y Brasil como los dos países más atractivos (a pesar de Bolsonaro). Mientras tanto, el FMI ha desembolsado más de 66.000 millones de dólares a 21 países de América Latina y el Caribe, incluidos en una línea de crédito, obviamente condicionada a la «gobernabilidad», en este año de elecciones y cambios que requieren las clases populares. Una cifra equivalente a más de dos tercios de la liquidez desembolsada por el FMI a nivel mundial.