Por Facundo Aznarez. Resumen Latinoamericano, 21 de febrero de 2021.
Hace poco menos de 10 años, en la primavera de 2011, me encontraba junto a un puñado de soñadores, canalizando pasiones y energías en mantener viva una radio libre que tenía base en Algorta. La radio contaba con un área de emisión que abarcaba una buena parte de Bizkaia y se llamaba Koska Irratia.
Como no teníamos ningún tipo de financiamiento oficial, el alquiler del local, el del repetidor y todos los demas gastos los solventábamos mediante noches infinitas en turnos de txosnas, rifas, sorteos y aportes colectivos.
Una de las formas que vimos para conseguir apoyos y visibilidad para la radio fue la de intentar organizar conciertos solidarios en los gaztetxes de la zona, con los que intentábamos tejer, día a día, programa a programa, redes de comunicación popular, además de intentar despertar en chicos y chicas de la zona, la pasíon por la radio y su infinita potenciabilidad.
Los pocos que nos pusimos la mochila al hombro de intentar organizar algo, teníamos poca o nada experiencia en el tema, pero como habíamos hecho cosas mucho más grandes en el estudio de la radio, lo intentamos con pasión, como habíamos hecho en tantas ocasiones.
En esos meses, ya había empezado a tener repercusión un chico bastante atrevido y valiente, llamado Pablo Hasél, que con un micrófono en la mano decía muchas verdades incómodas.Como no teníamos mucho que perder, le escribí un mensaje, sin haber hablado nunca antes con él. Le dije que no teníamos un euro, pero que podíamos pagarle el autobús desde Lleida y que lo alojaríamos en alguna casa.
En menos de un día, me respondió que estaba muy agradecido y que le encantaría venir, ya que solo había estado una vez en Gasteiz. Me dijo que quería venir también su compañera, y que ellos pagarían el billete de bus adicional.
En pocos días, preparamos campaña de prensa, carteles, cuñas de radio y tiramos contactos para sumar compañeros a la fiesta, teniendo en cuenta que en ese momento eran pocos los conciertos de rap o hip hop que se realizaban en Gaztetxes. Una aventura, de las buenas.
Al poco tiempo la noche tomó forma al sumarse la peña de 121 Krew con Endika como contacto y nexo, y junto a ellos dos chicos que comenzaban bajo el nombre de Revolta Permanent y que llamaban la atención, pese a su poca experiencia.
Preparativos, tensión, expectativas y visibilización junto a los primeros pasos de la gente en redes sociales. Mucho apoyo virtual, pero poca presencia física. Llegó el día anterior y como quedamos, Pablo y su compa, de la que no recuerdo el nombre, llegaron para alojarse en mi casa, dónde si no, para no perder dinero con la aventura del fin de semana.
En casa teníamos una habitación libre y como yo era uno de los «organizadores» hice de cocinero para los grupos y de lo que hizo falta. La noche salió bien, vino poca gente, que expresaba su agradecimiento por la posibilidad de organizar algo diferente, pero fue mucha más la que se enteró y por lo que sea no vino.
No ganamos, ni perdimos plata, conseguimos visibilidad, algo que no era poco, según las previsiones del momento. En lo económico, terminamos igual de mal que cómo estabamos. Contentos, pero cansados.
Los que se enteraron, y se pusieron manos a la obra desde tiempo antes, fueron los mercenarios a sueldo del juez o la jueza que una década después lo encarcelarían. Los cuerpos represivos del Estado ya estaban juntando pruebas para causas futuras y cualquier detalle podía serlo. Sus canciones comenzaban a tener difusión y ya era «peligroso».
Fueron días de presión, seguimientos, bicicletas extrañas encadenadas en la puerta de casa durante pocas horas, y demas variantes «oficiales». Y claro, les debía llamar la atención que un «argentino» militante de Askapena lo invitara a su casa para tocar en un gaztetxe en Euskal Herria.
Pablo se fue muy agradecido, en un sentimiento recíproco, porque sabíamos que fuimos con la verdad por delante y el valoraba mucho haber podido conocer un pedacito de Euskal Herria, en el que fuera el primer paso de muchos más que dió en solidaridad con este pueblo, con sus luchas y con sus hijos e hijas represaliadas.
La vida siguió como ya saben, Koska Irratia cerró sus puertas y a Pablo comenzaron a fabricarles causas, hasta su primera detención. A los pocos días de la misma, recibí un mensaje de la que era su compañera diciendo que uno de «los temas» durante los interrogatorios era sobre sobre su estadía en casa.
Todo lo que hizo y mostró Pablo fue generosidad, respeto, admiración, y solidaridad con este, mi pueblo. Y es lo mínimo que debería recibir en este momento. El se llevó muchas cosas en la cabeza de ese fin de semana, imágenes y denuncias que formarían parte de canciones y poemas futuros.
Un camino de solidaridad e internacionalismo que lo terminó llevando hasta Venezuela, haciendo frente al intento de invasión militar desde Colombia «musicalizado» por Miguel Bosé y Alejandro Sanz.
Me duelen muchísmo las acusaciónes, sin firma y fuera de contexto que se realizan contra su persona, porque la cambiante realidad política y las agendas locales, no puede pesar por sobre todas las cosas.
Veo con dolor, a conocidos y conocidas que se hacen eco de dichas descontextualizaciones y que arrastran a muchos y muchas a escribir cosas como «Ya me olía mal este tío», «No era de fiar», o «No hay que crear dioses».
Siento verguenza propia y ajena, pero se que es algo que «me pertenece» y si lo hago público es porque en este momento, además de denunciar su detención, es lo poco que puedo hacer por Pablo.
¡Libertad Pablo Hasél!