Resumen Latinoamericano, 4 de febrero de 2021.
La revolución en Sudán logró deshacerse del dictador Omar al-Bashir [abril de 2019], pero los trabajadores siguen luchando por el derecho fundamental a organizarse.
Los militantes del Sudán Labour Bulletin están en los primeros puestos de la organización de la solidaridad con sus luchas por la dignidad. [Sobre «el proceso revolucionario» en Sudán, véase el artículo de Gilbert Achcar, 22 – 8‑2019]
-¿Cómo empezó el movimiento obrero en Sudán?
El movimiento obrero surgió en Sudán como consecuencia natural de los proyectos coloniales en la región. La primera huelga en Sudán fue organizada por los trabajadores forestales en 1908. Fue seguida por otras huelgas menores. Con el tiempo, la «conciencia de sí» de una clase obrera reducida numéricamente encontró su expresión en los omnipresentes clubes obreros que surgieron a mediados de los años 30.
La mayor huelga registrada en esa época fue organizada en marzo de 1948 por la incipiente Railway Workers’ Affairs Association [Sindicato de ferroviarios] y figura en los anales del movimiento obrero como «La huelga de los 33 días», indicando así su heroica duración.
La huelga fue la respuesta de los ferroviarios a la negativa inicial de las autoridades coloniales británicas a reconocer su asociación, que fue probablemente el primer sindicato de Sudán [la independencia llegó en 1956; las provincias del sur no estaban incluidas en el Estado federal, lo que provocó un largo conflicto militar].
La duración de aquella huelga sólo fue superada recientemente por la huelga de los trabajadores de la fábrica de azúcar Kenana [en la capital Jartum] en 2020.
La primera ley sindical fue aprobada más tarde, en 1948. La Federación General de Sindicatos se creó en 1950. Los sindicatos que desempeñaron un papel importante en la historia de Sudán son el de los trabajadores ferroviarios, el de los trabajadores portuarios, el sindicato de trabajadores textiles, así como los sindicatos de médicos y de maestros.
-¿Son mayoritarios los trabajadores en la sociedad sudanesa?
Eso es objeto de un gran debate y de una escisión dentro del movimiento comunista sudanés. De hecho, se puede afirmar que el trabajo asalariado como tal no constituye la mayoría de la mano de obra. La mayoría de los sudaneses siguen viviendo de la tierra, como campesinos o pastores [la población en 2018 era de unos 41 millones de habitantes].
Sin embargo, la penetración de la comercialización y del trabajo asalariado es constante. Esto ocurre de maneras y formas que no crean una fuerza de trabajo mayoritariamente «industrial», pero que sin embargo dan lugar a una masa creciente de personas que se ganan la vida vendiendo su fuerza de trabajo.
El término «trabajo informal» y sus ramificaciones no son adecuados para describir esta amplia y probablemente heterogénea categoría de personas en términos de integración en un «mercado laboral» fragmentado. Su experiencia de trabajo remunerado suele ser por temporadas. En general, tiene un carácter coercitivo y se caracteriza por la privación.
Aun así, aunque el empleo sea temporal, resulta ventajoso dadas las condiciones actuales. En realidad, los seres humanos son superfluos para el capitalismo. Las vidas de los que mueren en conflictos militares en la periferia no tienen una resonancia central en el discurso público que, por supuesto, está controlado por la clase dirigente.
Un elemento importante y central del sistema de trabajo asalariado es el régimen de trabajo agrícola con carácter de temporada y su articulación con las guerras periféricas en Sudán. Este es un aspecto poco explorado de la evolución del trabajo asalariado en Sudán y un vacío fundamental en la teorización y el debate sobre la clase trabajadora sudanesa.
-¿Cuáles eran los principales obstáculos que debían superar los militantes sindicales durante la dictadura de Omar al-Bashir [desde 1989 – 1993 hasta el 2019]?
Tras el golpe de Estado de 1989 que llevó a Al-Bashir al poder, fue creado un comité para despedir a los opositores políticos del régimen de sus puestos de trabajo. Ese comité promulgó la llamada «ley de bien público» para justificar sus acciones.
Las primeras organizaciones de trabajadores afectadas por esta ley fueron el sindicato de ferroviarios, el de transporte por carretera y el de navegación fluvial. En un episodio de extrema brutalidad, el nuevo régimen asesinó al Dr. Ali Fadul [el 21 de abril de 1990], que encabezaba una huelga de médicos. Otros militantes sindicales y políticos fueron detenidos arbitrariamente y despedidos en lo que fue una purga, por parte de la burocracia estatal, de opositores políticos o probables opositores. Los sindicalistas despedidos fueron sustituidos por partidarios del régimen.
El régimen organizó rápidamente sus propios sindicatos de empresa y su federación sindical, al mismo tiempo que aprobaba una nueva ley que criminalizaba las huelgas. En estas condiciones de represión, sorpresivamente, hubo nuevas huelgas.
Fueron huelgas salvajes de los empleados de los niveles inferiores de la administración: profesores, enfermeras y trabajadores públicos del agua y la electricidad que ejercieron una gran presión sobre los sindicatos de empresas del régimen. Como resultado de ello, la ley se convirtió en letra muerta y en una reliquia más del museo de la opresión. El movimiento obrero, aunque fragmentado y sin estructura sindical, desvirtuó el modelo oficial de los sindicatos de empresa.
Además de las medidas represivas, el mayor problema al que se enfrentaba el movimiento sindical eran los cambios sectoriales y demográficos de la clase trabajadora. Una evolución debida principalmente a la venta de empresas estatales a empresas privadas y al fuerte desmantelamiento del sector público, ya que el Estado era y sigue siendo el empleador predominante en el llamado mercado laboral formal.
En consecuencia, ciertos sectores perdieron su principal fuerza, que era la concentración geográfica de contingentes estratégicos de trabajadores, como en el caso de los sindicatos ferroviarios. La fragmentación de la mano de obra en pequeñas unidades manufactureras y de servicios es, sin duda, un desafío importante para la organización de los trabajadores.
Las huelgas de los trabajadores de la salud y de los docentes, así como las otras huelgas mencionadas anteriormente, les dieron confianza en su capacidad de organizarse y abrieron nuevos espacios para oponerse al régimen totalitario. A mayor escala, esas luchas mostraron a todos los sectores de la población que los problemas y las demandas planteadas por las diferentes organizaciones estaban interrelacionados. Y por lo tanto, esas exigencias sólo podían ser satisfechas derrocando al régimen.
-¿Qué papel desempeñaron los trabajadores organizados en la revolución contra al-Bashir?
Los trabajadores participaron en la revolución contra al-Bashir como ciudadanos y a veces como miembros de pequeños grupos «cerrados» debido a la naturaleza represiva del régimen. Sin embargo, hubo algunos momentos excepcionales, por ejemplo, los trabajadores del Puerto terrestre (la principal terminal de autobuses para Jartum y su periferia, que nuclea a alrededor de un millón de personas) organizaron una huelga durante la cual paralizaron la red de autobuses de la capital.
Además, las numerosas manifestaciones de trabajadores y profesionales de diversos sectores, como la electricidad, las telecomunicaciones y la salud, fueron golpes fatales para el régimen y provocaron su caída en abril de 2019.
-¿Puede decirnos algo más sobre cómo se organizaban las huelgas generales durante la revolución?
En 2019, los revolucionarios lanzaron consignas y reivindicaciones que permitieron la unión de diferentes sectores políticos y profesionales. La Asociación de profesionales de Sudán (SPA), que agrupa a diferentes organismos profesionales como médicos, abogados y periodistas, adoptó esas reivindicaciones y apoyó a los revolucionarios en las calles. Por eso, cuando la SPA convocó a paros generales, las masas reaccionaron rápidamente.
Los paros y huelgas generales conducidos por todos los organismos profesionales y de trabajadores obligaron a los generales del Consejo militar de transición (CMT) a abrir negociaciones con la coalición política de oposición, las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FFC, por su sigla en inglés).
El ambiente político general también contribuyó a la unidad de las masas tras la masacre del 3 de junio de 2019, en la que el CMT asesinó a un grupo de los revolucionarios que manifestaban frente al cuartel general militar de Jartum.
-¿Qué pasó desde la llegada al poder del gobierno de transición?
A pesar de la formación de un gobierno de transición, las condiciones de los trabajadores siguen siendo las mismas. Las condiciones de vida se deterioran día a día y los salarios no pueden seguir el ritmo de los aumentos de precios. Además, siguen vigentes las mismas leyes laborales. Desde la instalación de este gobierno, muchos trabajadores han sido despedidos arbitrariamente por reclamar sus derechos fundamentales.
Las huelgas continúan, la última fue la de los médicos en formación en reclamo de una carrera profesional, salarios (la mayoría trabaja durante años sin cobrar) y un seguro médico.
-¿Cuál es la evolución jurídica del derecho de organización de los trabajadores y trabajadoras?
El derecho de asociación y las condiciones de los trabajadores son los mismos que durante la era de Al-Bashir. Hasta ahora, el gobierno de transición ha nombrado comités de dirección de los trabajadores en lugar de dejar que los trabajadores elijan democráticamente a sus representantes. La mayoría de esas designaciones han sido puramente políticas. Además, la ley de sindicatos no se ha aprobado todavía ya que las autoridades quieren imponer una ley que limite las libertades sindicales.
La Asociación de profesionales de Sudán y el Partido comunista de Sudán también apoyan esa ley. El Partido comunista está a favor de más restricciones y de una mayor intervención del Estado en las organizaciones de trabajadores. La causa de esta orientación requiere una comprensión de la estrategia general del partido, el que se ha desvinculado de la clase obrera y está convencido de que la alianza con la burguesía es la única herramienta para transformar la sociedad, aunque eso implique tener que superar algunas tensiones. Esto significa considerar a los sindicatos como simple moneda de cambio político en las negociaciones con los otros poderes, en lugar de considerarlos como «escuelas de lucha».
Para resumir, los intereses de los trabajadores fueron ignorados en la redacción del proyecto de ley, y las opciones estatistas dominan. Este proyecto de ley fue redactado y promulgado desde arriba y los trabajadores nunca fueron consultados durante su elaboración. Y aunque Sudán haya firmado el Convenio nº 87 de la OIT, que garantiza el derecho de los trabajadores a organizarse, en realidad el mismo no se aplica. Cualquier discurso sobre las libertades sindicales no es más que pura propaganda por parte del gobierno.
-¿Los partidos políticos juegan un papel importante en el movimiento sindical?
Los partidos políticos actuales desempeñan un papel negativo en el movimiento obrero: en primer lugar, los partidos políticos forman parte de la coalición gobernante y reprimen activamente el movimiento obrero por las razones mencionadas anteriormente. En segundo lugar, al insistir en un procedimiento autoritario que viola los principios básicos de la construcción de un movimiento obrero democrático.
-¿Cuáles son los desafíos que tiene hoy por delante el movimiento sindical sudanés?
Las principales reivindicaciones de los trabajadores tienen que ver con la mejora de las condiciones de trabajo, los aumentos de salarios y la libertad de organizarse sin tener que sufrir el acoso de los empresarios. Los principales objetivos son: la creación de organizaciones de base que representen realmente los intereses de los trabajadores y la modificación de las leyes que paralizan el movimiento obrero, en particular el código laboral de 1997, el que permitió el despido arbitrario de cientos de trabajadores desde la llegada al poder del gobierno de transición, en septiembre de 2019.
(Entrevista publicada en MENA Solidarity Network, 30 – 1‑2021)
Traducción de Rubén Navarro
Fuente: https://correspondenciadeprensa.com/?p=16521, Rebelión.