Por El Cayapo. Resumen Latinoamericano, 17 de febrero de 2021.
Cuando hablamos de los jóvenes, generalmente nos referimos a un conglomerado generacional que no pasa de la treintena en años, pero cuando preguntamos «¿cuáles jóvenes?, ¿qué jóvenes?», nos encontramos, por ejemplo, con los manitas blancas nalgas peladas, ahora mutando en ladrones de alto vuelo, con prestancia y categoría, todos reconocidos jóvenes opositores al gobierno, pero aún más opositores a todo tipo de cambio que signifique tocar sus privilegios y luchando al lado de sus iguales de clase por lo que tienen que luchar y quizás mueran por lo que defienden, que son sus privilegios de clase.
El problema que nos toca discutir a los pobres es que, un muchacho siendo pobre, se afilie al discurso del burgués por los nike, por la franela, por la moda, por el twitter, por el facebook. ¿Cómo es que terminamos deseando y teniendo el discurso, modos y costumbres de los jóvenes burgueses? Las preguntas son estas, entre muchas otras. ¿Cuál es el papel de los jóvenes pobres en este momento?, porque los burgueses lo tienen clarísimo: se han visto manitas blancas nalgas pelá, defendiendo lo que tienen que defender, sus intereses; están defendiendo sus carros para salir a matar en la autopista, matarse entre ellos con drogas de todo tipo, joder gente y no ir preso: ese es el joven burgués que vive en este país.
Antes de llegar Chávez al gobierno, ¿se había visto a estos muchachos en las calles manifestando contra o a favor de algo? Jamás. ¿Los habíamos visto metidos en la política en este país? Una que otra rareza. Ni siquiera se sabía si estos jóvenes existían. La única manera de verlos era por intermedio de quienes lavaban y planchaban, los jardineros, los choferes y los que no teníamos acceso a esas casas o colegios de ricos, los veíamos imitados por actores en el cine. Pero basta que ocurriera un 89, un 4F y apareciera Chávez en escena, y se iniciaran un conjunto de tímidos cambios donde, por ejemplo, se aplicarían leyes que se suponen son para todos.
Pero cuando ya no pueden jugar drogados a matar y matarse en las autopistas a cada rato porque pueden ir presos, entonces se dieron cuenta de que a ellos los hijos de papá y mamá un gobierno dirigido por un negro les estaba prohibiendo que salieran con los carros a contracorriente en la autopista a matar gente, o sea, sus diversiones, sus deportes extremos, y sintieron que su libertad, su igualdad, su fraternidad y su democracia se las estaban prohibiendo, ya no la podían ejercer como de costumbre, «es lo que hemos hecho siempre», dijeron los burgueses.
Entonces salió el carajito burgués en masa (de a poquitos como son y sus cuatro jalabolas de la clase media y los mercenarios pobres comprados casi de gratis) por primera vez a realizar la labor que antes pagaban los padres a sus mayordomos de la clase media (profesionales, académicos, políticos de oficio, sindicalistas, curas, y ¡eeee… estudiantes!). El carajito en un segundo de peo se percató de miles de años de explotación que su clase había ejercido en el planeta, por mil vías o modos de producción, él no necesitó de propaganda e ideología para comprender que estaban perdiendo lo que por costumbre era el ejercicio del poder, cosa que consideran es natural.
«De la noche a la mañana ese poco de indios, esos negros, los pelabolas, hablando libremente de política en las calles de mi ciudad, saliendo por mis televisoras, hablando por mis radios, escribiendo por mis periódicos, reclamando derechos que nosotros no le hemos dado, proponiendo leyes, queriéndole imponer restricciones a mi poder, fue como una iluminación, mi papá tenía razón, un día de estos no te vas a dar cuenta pero esos pata en el suelo se alzarán y van a querer quitarnos la riqueza, eso y no otra cosa».
La conciencia de clase: lo que explica la clarividencia de estos jóvenes, su furor, y empezaron las manitos blancas, copiado de Europa, pagados por la CIA, como sea (porque al final «el capital no tiene patria», como no lo debe tener el internacionalismo proletario; esa también es la conciencia de clase), pero ahí están los tipos haciendo política y proponiéndose para dirigir lo que creen que naturalmente les pertenece.
La pregunta es: ¿Cuándo, los carajitos de los barrios, los carajitos del campo, los que jalan escardilla de verdad; no el que anda disfrazado de prole y de izquierdoso, sino ese muchacho hijo de obrero y campesino que carga 500 años de explotación en el lomo; va a decir yo también voy a ejercer la tarea que tengo de enterrar a la burguesía para que la explotación no sea más un estigma en la vida de la especie, ese es mi gran tarea, construir otros hechos, mi tiempo ha llegado? ¿Cuándo es que los jóvenes pobres construiremos otro discurso que nos permita nombrarnos y nombrar? ¿Cuáles son los pasos que se están dando para fomentar esa idea, donde están los cuarteles de la propaganda para la promoción de la nueva idea que se adapte a estos tiempos?
Ya que no es posible enfrentar a la burguesía con los viejos esquemas discursivos, con los viejos métodos organizativos supremamente conocidos por ellos, y a los cuales ya le tienen respuestas exitosas ensayados con dolorosos resultado para los pobres.
Porque necesitamos que los discursos que generemos desde el chavismo no sean discursos ideologizados, sin carne ni hueso, que no conecten con la realidad, discursos cargados de consignas huecas, repeticiones, clichés, necesitamos un discurso que hable sobre la verdad de las cosas, su profundidad, sus por qué: un discurso, pero más que un discurso, un modo y una costumbre, una ética, unos hechos, que puedan dar respuestas a las tres realidades en las que se mueve la especie.
La interrogante, siempre la interrogante a flor de cerebro: ¿Qué hay que hacer? ¿Qué significa otra cultura? ¿Cómo se construye el socialismo? ¿Cómo se piensa, quién lo debe pensar? ¿Cuándo se debe realizar? ¿Cómo está el planeta, por qué está como está? ¿Cómo se estudia la realidad? ¿Por qué se manifiestan en estos momentos con tanta claridad los altos niveles delincuenciales en las altas esferas de la sociedad (los banqueros, empresarios, industriales, académicos, intelectuales, artistas, deportistas, políticos funcionarios, jueces, fiscales, abogados o profesionales de toda laya, estamentos armados?
Esto no quiere decir que no existan excepciones a esta regla; en fin, todo lo que se vende como valor o modelo en la sociedad, como es que esos modelos delincuenciales atraviesan los deseos de los jóvenes, sin importar en qué bando estemos.
Si los jóvenes pobres no nos preguntamos todo esto y muchísimas otras cosas más, sino que nos creemos el cuentico de que como somos jóvenes tenemos derecho, vamos a terminar como nuestros abuelos y padres, esclavos de los Goicoechea de siempre.
¿Dónde fueron educados esos jóvenes que están dispuestos a robar lo que sea y como sea y a quien sea, disfrazados de chavistas? ¿De dónde esa familia, esa escuela, esa universidad, esa iglesia? Esos jóvenes que no tienen dolor de país, que no se percatan de su propia tragedia, porque en caso de que sus acciones den resultado, todo el mundo sabrá de dónde vino, porque hasta las más antiguas fortunas la cabuya nos conduce a su crimen y robo original.
Los jóvenes pobres debemos averiguar la verdad, debemos saber que estamos sometidos a guerra por la burguesía, porque ella se niega como clase a cambiar las condiciones de vida porque está cómoda, está bien como está; debemos saber que estamos inmersos en un guerra que siempre se nos ha impuesto porque las condiciones de subsistencia de la burguesía pasa por la eliminación de una importante porción de la especie, porque el modo de producción que la sostiene está colapsado y la única manera de salir a flote, creen ellos, es apoderándose como siempre de todo los recursos de la Tierra, imponiendo una dictadura absoluta, conllevando a total esclavitud a las grandes mayorías.
Pero su miedo, su hambre y su ignorancia no les permite comprender que esas mismas acciones los conduce a su desaparición, pero en condiciones catastróficas, porque la capacidad de destrucción instalada en el planeta es altamente efectiva. A pesar de que se les ha dicho de mil formas, no lo quieren reconocer ni aceptar y obstinadamente se niegan a cambiar, y solamente nosotros los pobres, seamos obreros, campesinos, viejos, negros, jóvenes, mujeres, niños, necesitamos acabar con las condiciones que hacen posible la explotación, y si los jóvenes pobres no nos colocamos como punta de lanza y guía de la clase a la que pertenecemos (como ya lo están haciendo los jóvenes burgueses, que hablan y practican la política porque tienen que defender sus intereses y no aceptarán tranquilamente perder sus privilegios y comodidades), estaremos jodidos para siempre.
Por eso los jóvenes pobres estamos obligados a discutir, hablar, comer, soñar con la política como una herramienta de vida (no hagamos como la clase media, que dice ser chavista y se la pasa criticando a los nalga peladas porque defienden sus intereses: eso no es criticable, lo criticable es que perdamos el tiempo criticando al enemigo porque ejerce su derecho real).
En definitiva, los jóvenes pobres tenemos una tarea impostergable: crear las condiciones que hagan posible enterrar al capitalismo y prefigurar la otra sociedad donde, como dijera Marx, ya las clases no existan.
El plato de frijol y los jóvenes
El término juventud ha servido para cualquier demagogia, en interés de las elites dominantes, «en este mundo historial» como dijera Juancho Polo Valencia. Desde las primeras guerras por el plato de frijol, a los jóvenes se les ofrecieron villas y castillos con tal, y la conquista de tal o cual colina o castillo o cruce de río o travesía de mar. A los jóvenes se les llamó héroes, mártires, sacrificados. A los jóvenes se les construyó un imaginario individual en el que, por el uso y usufructo de los demás, bien vale la pena perder la vida.
A los jóvenes los usaron durante siglos, en nombre de cualquier dios, para cometer los más grandes crímenes contra otros jóvenes que también peleaban por otro dios o a veces por ninguno. Los jóvenes fueron usados para atravesar mares, ríos, océanos, cordilleras, selvas, desiertos, para saquear, asesinar a pueblos enteros y someter a millones de jóvenes en nombre de la libertad, la democracia y la igualdad. A millones de jóvenes los llevaron los intereses de las elites a morir en los campos de batalla, en nombre de la patria y sus sacrosantos intereses de las élites que les gobiernan y usufructúan fronteras adentro.
También los jóvenes fueron llevados a los campos de batalla en nombre de utopías, quimeras, ilusiones o esperanzas por las que también murieron millones, y al final de esa tragedia, vuelta a la cotidianidad del poder y todas las mieles y miserias que comporta.
Pero en todos esos hechos, los jóvenes que pelearon en un bando u otro, que defendieron o invadieron, todos los que participaron en el fragor de la batalla, siempre fueron los jóvenes pobres sin destino propio ni fortuna, pero no así quienes dirigieron todas esas cruentas tragedias.
Al final los vencedores, es decir las elites poderosas de siempre, hablarán mal de los jóvenes, como ha ocurrido durante todos los tiempos, hasta una nueva guerra en donde de nuevo los necesitarán.
Los jóvenes, esa fuerza potencial, puede ser dirigida contra quien sea, sin que esta tenga conciencia del daño que puede causar, en tanto que nos usan como soldados al servicio de cualquier ente poderoso, pero también esta fuerza pudiera estar al servicio de sí misma en tanto comprenda su valor, pero la juventud no es inocente culturalmente, y eso lo han demostrado los jóvenes ricos que, sin haber participado nunca en el control del Estado de manera directa, rápidamente apenas estallan los sucesos del proceso que vivimos en Venezuela se dispusieron a luchar por su clase y sus intereses. ¿Pero esto siempre debe ser así?, ¿no hay una manera en que los jóvenes podamos superar esa condición de ser usados por viejas elites poderosas, para mantener el modo y costumbre de dominio?
Esto es lo que nos obliga a pensarnos como nosotros juntos, al análisis de la casa que soñamos no como individuos sino como comunidad, pero no solo la casa: las relaciones culturales, el imaginario, la manera de trabajar, el poema, todo lo que vamos a construir, tenemos que pensarlo como clase explotada, porque tenemos que concebir el futuro. Si no, seremos veletas, cualquier brizna de paja que el viento arrastra para todos lados y solo viviremos para satisfacer las miserias, las necesidades, amarrados al carro del capitalismo, en la ilusión de que algún día seremos dueños.
El futuro no lo podemos construir con base a necesidades sino con base al conocimiento y a la planificación que de él hagamos; sustentados en el conocimiento de que somos los pobres, sin importar cuántos sueldos tengamos más que los otros esclavos, o qué posición ocupemos en la escala de la explotación.
En el futuro debemos tener claro que nuestra acción organizada debe conducir a sostener otra cultura con otras relaciones en la que seremos otros, porque estaremos obligados a dibujar otro modo de producir donde nadie se apropie de los sudores de los otros, donde nadie tenga que justificar hipócritamente la destrucción de bosques, ríos, mares, humedales, para acumular riquezas.
Es cierto que en el caos humanista la vida nos la vuelven un trajinar azaroso, terminamos ya viejos, teniendo amigos, más por descarte que por razón cultural, generalmente son muy pocos; pero si nosotros pensamos diseñar una cultura para lo amigo y sustituimos a este mundo enemigo, entonces ya no necesitamos vivir en la desconfianza y realizando un sobreesfuerzo para tener amigos o ser amigos.
Para ser amigos, no son necesarios los discursos moralizantes, la prédica religiosa o la demagogia política, no, se requiere que a conciencia construyamos un modelo productivo que haga posible la existencia de esa cultura cónsona con esa intención y a eso debemos consagrar la vida. Así como en estos 15 mil años se construyó la cultura de lo enemigo.
Eso debe ser una ética, porque la ética no viene en un frasquito que compramos en la farmacia, no; la ética se construye. En la actualidad todo el sistema humanista está hecho para el crimen, el robo y sus derivaciones, no decidimos si somos ladrones o no, si engañamos, si mentimos, eso lo decide la cultura imperante, porque todas sus estructuras e imaginarios están instalados para reproducir el sistema competitivo de todos contra todos. Pero lo interesante es que nos acuña la responsabilidad a cada uno de esa decisión y sus consecuencias.
Es pensable una cultura donde la ética sea radicalmente distinta a la cultura humanista, donde ser solidario, honesto, respetuoso, no sea una decisión o riesgo personal, sino un devenir cultural, un deber ser cultural que nos rodea, íntegra corporal y mentalmente, porque si tenemos como ética cultural no mentir, respetar, ser con el otro, la otra, entonces esa contradicción no se nos vuelve culpa, doble moral, no enferma al cuerpo, porque no es necesidad.
En la actualidad debemos estar pendientes de respetar, debemos saber que respetándonos respetamos a los otros, pero no lo hacemos por cultura del respeto sino por miedo, por desconfianza, para evitar que nos jodan a nosotros y toda esa moral la tenemos como moneda de cambio.
En este tiempo de derrumbe de la cultura humanista debemos luchar por pensar, crear, diseñar, una cultura donde seamos parte integrante de un todo, sabernos universales, por el simple hecho de existir como forma de vida, no por el poder del conocimiento o por la fuerza que impone a la razón.
Una cultura donde sepamos quiénes somos, no porque nos nombran sino porque nos nombramos y nombramos, una cultura donde nos valoraremos con los otros, aportando todas nuestras capacidades a los otros, donde no vayamos a los otros como hoy, a robarlos, a exprimirlos, tenemos que ir con los otros a entregar lo que somos íntegramente, porque los afectos son una energía que, al igual que las demás, no se puede acumular, porque se daña, o nos daña; es el cuerpo quien entrega los afectos, no es la palabra, la palabra es cualquier cosa que se dice.
¿Cómo entrega el cuerpo los afectos? A través de hacer una comida, de barrer una casa, de sembrar una mata, de soñar globalmente la existencia de la vida, sintiéndonos parte de ella, de ayudar al otro que está jodido.
Ahora, si somos tramposos, si cobramos por cada acto, entonces convertimos los afectos en un hecho comercial, que son los afectos con los que nos relacionamos todos los días en este marco social, en esta cultura humanista, todo el mundo, mi amor, el besito, buenos días, buenas tardes, por favor, expresando el lenguaje de la diplomática hipocresía de las oficinas; lenguaje que convertimos en verdadero, con el que sustituimos los afectos reales del hacer, hasta creer y aceptar su compra venta, su comercialización como acto cotidiano; buscando obtener del otro algo que necesitamos de él, pero no hay frescura en los afectos, no los entregamos desprendidamente.
Vamos juntos a diseñar el futuro que no existe, es la más grande y deslumbrante aventura que gente alguna haya vivido, es la oportunidad de eliminar para siempre 15 mil años de tragedia de la memoria de la especie. A nosotros como pueblo, y fundamentalmente a los jóvenes de este tiempo, nos ha tocado vivir lo que antiguamente se llamaron los tiempos exactos, donde todo está confabulado para la desaparición de la cultura existente y la posibilidad de crear lo distinto, a diseñar un futuro.
Ahorita estamos en medio de una gran debacle de esta cultura, de la civilización humanista, tenemos una gran oportunidad de construir la otra cultura, porque estamos habitando el tiempo exacto, con el apoyo de un gobierno que nos quita el látigo del lomo.
Eso tenemos que armarlo, no podemos hacerlo a lo loco, tenemos que diseñarlo, pensarlo, imaginarnos las casas, todos los días del mundo, debemos tener discusión sobre la casa, sobre la comida, la enfermedad, conocer el cuerpo, no como un hecho religioso, ideológico o comercial, sino porque debemos conocer el cuerpo, para curarnos nosotros mismos.
Somos enemigos
No esperemos que el que está al lado sea un amigo, no creamos eso, porque todos somos enemigos, porque a nosotros nos construye esta cultura guerrera como enemigos, la exaltación de la guerra está por todos lados en las ciudades.
Una de las grandes tareas entonces es construir la amistad, como dijera el poeta Aquiles Nazoa «el invento más bello»; debemos aprender a respetar, a hablar claro, debemos ser con la gente para que la gente lo sea con nosotros, debemos hacer el esfuerzo en trabajar para que como gente seamos conscientemente un todo con todos.
La amistad lleva años construirla; un enemigo no, porque ya lo tenemos, somos culturalmente, se requiere mucha inversión para ser amigos, la fiereza con que la gente se comporta es violenta.
Desde muy jóvenes tenemos que crear y sostener la política como una ética que fortalezca la amistad, como una condición de vivir; como cultura; es necesario para ello constituir un modo de producción cónsono con esta idea; lo otro es seguir siendo enemigos, que se sustentan en «el fin justifica los medios», usamos a los demás y después los botamos y así nos comportamos como la mayoría de los empresarios y políticos que van destruyendo el mundo para satisfacer sus miserias.
Nosotros fuimos soñados como esclavos en el destino manifiesto de la burguesía, porque para que esa clase llevara a cabo sus planes siempre requirió y aún requiere de nuestra esclavitud, porque es una clase que nunca ha trabajado, como no sea que se le llame trabajo a la administración del saqueo de la plusvalía que durante siglos se nos ha robado a los pobres que somos los únicos que producimos.
Los jóvenes pobres debemos ir juntos, a construirnos afectivamente, intelectualmente, donde éticamente valoremos a los todos y no a la individualidad cultural que somos hoy, en la cultura humanista; no podemos guiarnos por los que mienten para conseguir sus fines, porque nos aplauden y salimos en televisión, entonces voy a ser como él, entonces es facilito, mentimos y ya, pero quedamos como mentirosos en la calle. El mentiroso de la televisión tiene una estética, es un catirito o un blanqueao presentable a las élites para ser comprado en el mercado, así sea negro o indio, mujer u hombre, y eso también debemos aprenderlo: quién es el de nuestra clase, quién es nuestro igual, y esa es la discusión de todos los días del mundo.
Necesitamos construirnos intelectualmente, y no somos intelectuales porque leemos libros, no, somos intelectuales porque procesamos, generamos y creamos pensamiento a partir de estudiar la realidad que nos circunda y sus circunstancias, buscando con ello que ésta deje de ser lo que es para construir lo distinto. En nuestro caso constituirnos intelectualmente pasa por diseñar el aprendizaje, creación, experimentación y difusión desde la perspectiva del trabajo mancomunado en función de un gran objetivo, construir en este territorio minero un país al cual podamos pertenecer, y eso lleva años, se hace en conjunto, tenemos toda la vida por delante.
Depende de nosotros si decidimos agarrar los hechos por los cachos, o andar tras el rabo de la burguesía a ver qué hueso nos tiran o que nos lleve por delante la avalancha, somos nosotros quienes lo decidimos, pero debemos decidirlo a conciencia porque nadie nos puede llevar amarrados a un sitio, debemos preguntar y cuestionar eso todos los días, no dejarnos mandar a ciegas o por necesidad, no podemos dejarnos engañar, debemos saber la tarea, debemos aprenderla. Si nos toca hacer unas arepas: cómo las hacemos, cuántos somos, hay que moler, hay que amasarla, todo el proceso debemos comprenderlo, controlarlo, cuánta gente trabaja para eso, porque todos tienen que comer, esas cosas cotidianas son las que se tienen que aprender y ahí se arma la política de la vida.
Si decidimos ser chavistas se supone que estudiamos los preceptos de Chávez. ¿Él se dedicó a vivir para él? No, él se dedicó a vivir para los demás, el acto ético del individuo, esa tiene que ser nuestra conducta para con los demás, tenemos que construirnos como generación que éticamente construya la amistad como posibilidad futura de la vida, ser amable a la naturaleza para que el enemigo no siga existiendo. La guerra se elimina construyendo otra cultura, porque la guerra es un dato cultural.
Todo está armado para la guerra, hay que construir otra cosa que no sea para la guerra, debemos prepararnos no para ser consumidores compulsivos de todo lo que hay y más, sino para ser el intelectual colectivo que diseñe y construya la nueva cultura, el nuevo aparato de producción, pero debemos disciplinarnos y estudiar, y no es leerse ese montón de libros; si es el caso de Venezuela, ¿por qué ocurrió esta malaventura? ¿Quiénes gobernaban? ¿Por qué los europeos invadieron estos territorios? ¿Cuáles eran sus intereses? Los hechos vivos de verdad hay que aprenderlos, porque la historia que nos enseñan en la escuela es mentirosa, porque en este proceso nos toca construir la memoria, desde la perspectiva de esta clase que somos, desde que nombramos y nos nombramos; nos reunimos hoy, para qué nos reunimos hoy, se anota, se lleva un diario; para que esta memoria le quede al futuro que nos propongamos.
No podemos dejar la vida al azar, porque somos una forma de la vida que tiene la capacidad de discernir, de pensar. La cultura poderosa nos ha negado a las grandes mayorías esclavizadas en toda su historia la posibilidad de pensar, nos ha mantenido como una horda temerosa, ignorante y hambrienta, en la idea de que solo debemos satisfacer esas necesidades en el marco de lo existente, y cuando mucho reclamar reivindicaciones, que al final siempre pagamos nosotros mismos, porque somos los únicos que producimos la riqueza.
Los jóvenes, estado permanente de la especie, tiempo de vida donde todas las energías florecen en el cuerpo, si nos dejamos gobernar por fuerzas que no controlamos, si no comprendemos quiénes somos, qué decidir hacer, cuándo, cómo, dónde, con quién hacerlo, siempre estaremos destinados a repetirnos como discos rayados, y nuestra fuerza usada para los peores intereses que han gobernado este planeta.
Los jóvenes de hoy tenemos un ejemplo vivo, un puñado de jóvenes que el 4 de febrero de 1992, que decidieron tomar los hechos en sus manos y aún hoy batallan por evitarnos una monstruosa guerra civil como lo desean las élites gobernantes del mundo desde hace veintinueve años, y estos jóvenes pusieron todas sus energías para evitarlo y aún hoy continúan obstinadamente empeñados en ese hacer, en ellos su ética, su empeño, su tesón, su constancia.
Los jóvenes de hoy debemos decidir si seguimos siendo los atapuzados de consumo o nos empinamos y construimos nuestra propia epopeya, decidir si debemos seguir atados al carro de la tragedia capitalista en nombre de su egoísta consumo o si saltamos.
Este tiempo asombroso no se repetirá, es único y únicos sus actores. Si nos quedamos en pedir satisfacción de necesidades y no comprendemos los hechos globalmente, habremos perdido una oportunidad maravillosa de sustituir radicalmente la cultura actual, no sigamos pidiendo y criticando como lo hacen los idiotas de siempre, elevémonos por encima de las dificultades, superemos las taras que nos atan a la esclavitud, a la imitación, no repitamos a los intelectuales que se conforman con ser números de academia, alimentadores de circos, justificadores de lo existente o buscadores de premios, somos los jóvenes pobres con la posibilidad de crear un pensamiento original en este universo.
Fuente: Misión Verdad