Vene­zue­la. Cuan­do habla­mos de los jóvenes

Por El Caya­po. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 17 de febre­ro de 2021.

Cuan­do habla­mos de los jóve­nes, gene­ral­men­te nos refe­ri­mos a un con­glo­me­ra­do gene­ra­cio­nal que no pasa de la trein­te­na en años, pero cuan­do pre­gun­ta­mos «¿cuá­les jóve­nes?, ¿qué jóve­nes?», nos encon­tra­mos, por ejem­plo, con los mani­tas blan­cas nal­gas pela­das, aho­ra mutan­do en ladro­nes de alto vue­lo, con pres­tan­cia y cate­go­ría, todos reco­no­ci­dos jóve­nes opo­si­to­res al gobierno, pero aún más opo­si­to­res a todo tipo de cam­bio que sig­ni­fi­que tocar sus pri­vi­le­gios y luchan­do al lado de sus igua­les de cla­se por lo que tie­nen que luchar y qui­zás mue­ran por lo que defien­den, que son sus pri­vi­le­gios de clase.

El pro­ble­ma que nos toca dis­cu­tir a los pobres es que, un mucha­cho sien­do pobre, se afi­lie al dis­cur­so del bur­gués por los nike, por la fra­ne­la, por la moda, por el twit­ter, por el face­book. ¿Cómo es que ter­mi­na­mos desean­do y tenien­do el dis­cur­so, modos y cos­tum­bres de los jóve­nes bur­gue­ses? Las pre­gun­tas son estas, entre muchas otras. ¿Cuál es el papel de los jóve­nes pobres en este momen­to?, por­que los bur­gue­ses lo tie­nen cla­rí­si­mo: se han vis­to mani­tas blan­cas nal­gas pelá, defen­dien­do lo que tie­nen que defen­der, sus intere­ses; están defen­dien­do sus carros para salir a matar en la auto­pis­ta, matar­se entre ellos con dro­gas de todo tipo, joder gen­te y no ir pre­so: ese es el joven bur­gués que vive en este país.

Antes de lle­gar Chá­vez al gobierno, ¿se había vis­to a estos mucha­chos en las calles mani­fes­tan­do con­tra o a favor de algo? Jamás. ¿Los había­mos vis­to meti­dos en la polí­ti­ca en este país? Una que otra rare­za. Ni siquie­ra se sabía si estos jóve­nes exis­tían. La úni­ca mane­ra de ver­los era por inter­me­dio de quie­nes lava­ban y plan­cha­ban, los jar­di­ne­ros, los cho­fe­res y los que no tenía­mos acce­so a esas casas o cole­gios de ricos, los veía­mos imi­ta­dos por acto­res en el cine. Pero bas­ta que ocu­rrie­ra un 89, un 4F y apa­re­cie­ra Chá­vez en esce­na, y se ini­cia­ran un con­jun­to de tími­dos cam­bios don­de, por ejem­plo, se apli­ca­rían leyes que se supo­nen son para todos.

Pero cuan­do ya no pue­den jugar dro­ga­dos a matar y matar­se en las auto­pis­tas a cada rato por­que pue­den ir pre­sos, enton­ces se die­ron cuen­ta de que a ellos los hijos de papá y mamá un gobierno diri­gi­do por un negro les esta­ba prohi­bien­do que salie­ran con los carros a con­tra­co­rrien­te en la auto­pis­ta a matar gen­te, o sea, sus diver­sio­nes, sus depor­tes extre­mos, y sin­tie­ron que su liber­tad, su igual­dad, su fra­ter­ni­dad y su demo­cra­cia se las esta­ban prohi­bien­do, ya no la podían ejer­cer como de cos­tum­bre, «es lo que hemos hecho siem­pre», dije­ron los burgueses.

Enton­ces salió el cara­ji­to bur­gués en masa (de a poqui­tos como son y sus cua­tro jala­bo­las de la cla­se media y los mer­ce­na­rios pobres com­pra­dos casi de gra­tis) por pri­me­ra vez a rea­li­zar la labor que antes paga­ban los padres a sus mayor­do­mos de la cla­se media (pro­fe­sio­na­les, aca­dé­mi­cos, polí­ti­cos de ofi­cio, sin­di­ca­lis­tas, curas, y ¡eeee… estu­dian­tes!). El cara­ji­to en un segun­do de peo se per­ca­tó de miles de años de explo­ta­ción que su cla­se había ejer­ci­do en el pla­ne­ta, por mil vías o modos de pro­duc­ción, él no nece­si­tó de pro­pa­gan­da e ideo­lo­gía para com­pren­der que esta­ban per­dien­do lo que por cos­tum­bre era el ejer­ci­cio del poder, cosa que con­si­de­ran es natural.

«De la noche a la maña­na ese poco de indios, esos negros, los pela­bo­las, hablan­do libre­men­te de polí­ti­ca en las calles de mi ciu­dad, salien­do por mis tele­vi­so­ras, hablan­do por mis radios, escri­bien­do por mis perió­di­cos, recla­man­do dere­chos que noso­tros no le hemos dado, pro­po­nien­do leyes, que­rién­do­le impo­ner res­tric­cio­nes a mi poder, fue como una ilu­mi­na­ción, mi papá tenía razón, un día de estos no te vas a dar cuen­ta pero esos pata en el sue­lo se alza­rán y van a que­rer qui­tar­nos la rique­za, eso y no otra cosa».

La con­cien­cia de cla­se: lo que expli­ca la cla­ri­vi­den­cia de estos jóve­nes, su furor, y empe­za­ron las mani­tos blan­cas, copia­do de Euro­pa, paga­dos por la CIA, como sea (por­que al final «el capi­tal no tie­ne patria», como no lo debe tener el inter­na­cio­na­lis­mo pro­le­ta­rio; esa tam­bién es la con­cien­cia de cla­se), pero ahí están los tipos hacien­do polí­ti­ca y pro­po­nién­do­se para diri­gir lo que creen que natu­ral­men­te les pertenece.

La pre­gun­ta es: ¿Cuán­do, los cara­ji­tos de los barrios, los cara­ji­tos del cam­po, los que jalan escar­di­lla de ver­dad; no el que anda dis­fra­za­do de pro­le y de izquier­do­so, sino ese mucha­cho hijo de obre­ro y cam­pe­sino que car­ga 500 años de explo­ta­ción en el lomo; va a decir yo tam­bién voy a ejer­cer la tarea que ten­go de ente­rrar a la bur­gue­sía para que la explo­ta­ción no sea más un estig­ma en la vida de la espe­cie, ese es mi gran tarea, cons­truir otros hechos, mi tiem­po ha lle­ga­do? ¿Cuán­do es que los jóve­nes pobres cons­trui­re­mos otro dis­cur­so que nos per­mi­ta nom­brar­nos y nom­brar? ¿Cuá­les son los pasos que se están dan­do para fomen­tar esa idea, don­de están los cuar­te­les de la pro­pa­gan­da para la pro­mo­ción de la nue­va idea que se adap­te a estos tiempos?

Ya que no es posi­ble enfren­tar a la bur­gue­sía con los vie­jos esque­mas dis­cur­si­vos, con los vie­jos méto­dos orga­ni­za­ti­vos supre­ma­men­te cono­ci­dos por ellos, y a los cua­les ya le tie­nen res­pues­tas exi­to­sas ensa­ya­dos con dolo­ro­sos resul­ta­do para los pobres.

Por­que nece­si­ta­mos que los dis­cur­sos que gene­re­mos des­de el cha­vis­mo no sean dis­cur­sos ideo­lo­gi­za­dos, sin car­ne ni hue­so, que no conec­ten con la reali­dad, dis­cur­sos car­ga­dos de con­sig­nas hue­cas, repe­ti­cio­nes, cli­chés, nece­si­ta­mos un dis­cur­so que hable sobre la ver­dad de las cosas, su pro­fun­di­dad, sus por qué: un dis­cur­so, pero más que un dis­cur­so, un modo y una cos­tum­bre, una éti­ca, unos hechos, que pue­dan dar res­pues­tas a las tres reali­da­des en las que se mue­ve la especie.

La inte­rro­gan­te, siem­pre la inte­rro­gan­te a flor de cere­bro: ¿Qué hay que hacer? ¿Qué sig­ni­fi­ca otra cul­tu­ra? ¿Cómo se cons­tru­ye el socia­lis­mo? ¿Cómo se pien­sa, quién lo debe pen­sar? ¿Cuán­do se debe rea­li­zar? ¿Cómo está el pla­ne­ta, por qué está como está? ¿Cómo se estu­dia la reali­dad? ¿Por qué se mani­fies­tan en estos momen­tos con tan­ta cla­ri­dad los altos nive­les delin­cuen­cia­les en las altas esfe­ras de la socie­dad (los ban­que­ros, empre­sa­rios, indus­tria­les, aca­dé­mi­cos, inte­lec­tua­les, artis­tas, depor­tis­tas, polí­ti­cos fun­cio­na­rios, jue­ces, fis­ca­les, abo­ga­dos o pro­fe­sio­na­les de toda laya, esta­men­tos armados?

Esto no quie­re decir que no exis­tan excep­cio­nes a esta regla; en fin, todo lo que se ven­de como valor o mode­lo en la socie­dad, como es que esos mode­los delin­cuen­cia­les atra­vie­san los deseos de los jóve­nes, sin impor­tar en qué ban­do estemos.

Si los jóve­nes pobres no nos pre­gun­ta­mos todo esto y muchí­si­mas otras cosas más, sino que nos cree­mos el cuen­ti­co de que como somos jóve­nes tene­mos dere­cho, vamos a ter­mi­nar como nues­tros abue­los y padres, escla­vos de los Goi­coe­chea de siempre.

Yon Goi­coe­chea, miem­bro de Volun­tad Popu­lar (Foto: Archivo)

¿Dón­de fue­ron edu­ca­dos esos jóve­nes que están dis­pues­tos a robar lo que sea y como sea y a quien sea, dis­fra­za­dos de cha­vis­tas? ¿De dón­de esa fami­lia, esa escue­la, esa uni­ver­si­dad, esa igle­sia? Esos jóve­nes que no tie­nen dolor de país, que no se per­ca­tan de su pro­pia tra­ge­dia, por­que en caso de que sus accio­nes den resul­ta­do, todo el mun­do sabrá de dón­de vino, por­que has­ta las más anti­guas for­tu­nas la cabu­ya nos con­du­ce a su cri­men y robo original.

Los jóve­nes pobres debe­mos ave­ri­guar la ver­dad, debe­mos saber que esta­mos some­ti­dos a gue­rra por la bur­gue­sía, por­que ella se nie­ga como cla­se a cam­biar las con­di­cio­nes de vida por­que está cómo­da, está bien como está; debe­mos saber que esta­mos inmer­sos en un gue­rra que siem­pre se nos ha impues­to por­que las con­di­cio­nes de sub­sis­ten­cia de la bur­gue­sía pasa por la eli­mi­na­ción de una impor­tan­te por­ción de la espe­cie, por­que el modo de pro­duc­ción que la sos­tie­ne está colap­sa­do y la úni­ca mane­ra de salir a flo­te, creen ellos, es apo­de­rán­do­se como siem­pre de todo los recur­sos de la Tie­rra, impo­nien­do una dic­ta­du­ra abso­lu­ta, con­lle­van­do a total escla­vi­tud a las gran­des mayorías.

Pero su mie­do, su ham­bre y su igno­ran­cia no les per­mi­te com­pren­der que esas mis­mas accio­nes los con­du­ce a su des­apa­ri­ción, pero en con­di­cio­nes catas­tró­fi­cas, por­que la capa­ci­dad de des­truc­ción ins­ta­la­da en el pla­ne­ta es alta­men­te efec­ti­va. A pesar de que se les ha dicho de mil for­mas, no lo quie­ren reco­no­cer ni acep­tar y obs­ti­na­da­men­te se nie­gan a cam­biar, y sola­men­te noso­tros los pobres, sea­mos obre­ros, cam­pe­si­nos, vie­jos, negros, jóve­nes, muje­res, niños, nece­si­ta­mos aca­bar con las con­di­cio­nes que hacen posi­ble la explo­ta­ción, y si los jóve­nes pobres no nos colo­ca­mos como pun­ta de lan­za y guía de la cla­se a la que per­te­ne­ce­mos (como ya lo están hacien­do los jóve­nes bur­gue­ses, que hablan y prac­ti­can la polí­ti­ca por­que tie­nen que defen­der sus intere­ses y no acep­ta­rán tran­qui­la­men­te per­der sus pri­vi­le­gios y como­di­da­des), esta­re­mos jodi­dos para siempre.

Por eso los jóve­nes pobres esta­mos obli­ga­dos a dis­cu­tir, hablar, comer, soñar con la polí­ti­ca como una herra­mien­ta de vida (no haga­mos como la cla­se media, que dice ser cha­vis­ta y se la pasa cri­ti­can­do a los nal­ga pela­das por­que defien­den sus intere­ses: eso no es cri­ti­ca­ble, lo cri­ti­ca­ble es que per­da­mos el tiem­po cri­ti­can­do al enemi­go por­que ejer­ce su dere­cho real).

En defi­ni­ti­va, los jóve­nes pobres tene­mos una tarea impos­ter­ga­ble: crear las con­di­cio­nes que hagan posi­ble ente­rrar al capi­ta­lis­mo y pre­fi­gu­rar la otra socie­dad don­de, como dije­ra Marx, ya las cla­ses no existan.

El pla­to de fri­jol y los jóvenes

El tér­mino juven­tud ha ser­vi­do para cual­quier dema­go­gia, en inte­rés de las eli­tes domi­nan­tes, «en este mun­do his­to­rial» como dije­ra Juan­cho Polo Valen­cia. Des­de las pri­me­ras gue­rras por el pla­to de fri­jol, a los jóve­nes se les ofre­cie­ron villas y cas­ti­llos con tal, y la con­quis­ta de tal o cual coli­na o cas­ti­llo o cru­ce de río o tra­ve­sía de mar. A los jóve­nes se les lla­mó héroes, már­ti­res, sacri­fi­ca­dos. A los jóve­nes se les cons­tru­yó un ima­gi­na­rio indi­vi­dual en el que, por el uso y usu­fruc­to de los demás, bien vale la pena per­der la vida.

A los jóve­nes los usa­ron duran­te siglos, en nom­bre de cual­quier dios, para come­ter los más gran­des crí­me­nes con­tra otros jóve­nes que tam­bién pelea­ban por otro dios o a veces por nin­guno. Los jóve­nes fue­ron usa­dos para atra­ve­sar mares, ríos, océa­nos, cor­di­lle­ras, sel­vas, desier­tos, para saquear, ase­si­nar a pue­blos ente­ros y some­ter a millo­nes de jóve­nes en nom­bre de la liber­tad, la demo­cra­cia y la igual­dad. A millo­nes de jóve­nes los lle­va­ron los intere­ses de las eli­tes a morir en los cam­pos de bata­lla, en nom­bre de la patria y sus sacro­san­tos intere­ses de las éli­tes que les gobier­nan y usu­fruc­túan fron­te­ras adentro.

Tam­bién los jóve­nes fue­ron lle­va­dos a los cam­pos de bata­lla en nom­bre de uto­pías, qui­me­ras, ilu­sio­nes o espe­ran­zas por las que tam­bién murie­ron millo­nes, y al final de esa tra­ge­dia, vuel­ta a la coti­dia­ni­dad del poder y todas las mie­les y mise­rias que comporta.

Pero en todos esos hechos, los jóve­nes que pelea­ron en un ban­do u otro, que defen­die­ron o inva­die­ron, todos los que par­ti­ci­pa­ron en el fra­gor de la bata­lla, siem­pre fue­ron los jóve­nes pobres sin des­tino pro­pio ni for­tu­na, pero no así quie­nes diri­gie­ron todas esas cruen­tas tragedias.

Al final los ven­ce­do­res, es decir las eli­tes pode­ro­sas de siem­pre, habla­rán mal de los jóve­nes, como ha ocu­rri­do duran­te todos los tiem­pos, has­ta una nue­va gue­rra en don­de de nue­vo los necesitarán.

Los jóve­nes, esa fuer­za poten­cial, pue­de ser diri­gi­da con­tra quien sea, sin que esta ten­ga con­cien­cia del daño que pue­de cau­sar, en tan­to que nos usan como sol­da­dos al ser­vi­cio de cual­quier ente pode­ro­so, pero tam­bién esta fuer­za pudie­ra estar al ser­vi­cio de sí mis­ma en tan­to com­pren­da su valor, pero la juven­tud no es ino­cen­te cul­tu­ral­men­te, y eso lo han demos­tra­do los jóve­nes ricos que, sin haber par­ti­ci­pa­do nun­ca en el con­trol del Esta­do de mane­ra direc­ta, rápi­da­men­te ape­nas esta­llan los suce­sos del pro­ce­so que vivi­mos en Vene­zue­la se dis­pu­sie­ron a luchar por su cla­se y sus intere­ses. ¿Pero esto siem­pre debe ser así?, ¿no hay una mane­ra en que los jóve­nes poda­mos supe­rar esa con­di­ción de ser usa­dos por vie­jas eli­tes pode­ro­sas, para man­te­ner el modo y cos­tum­bre de dominio?

Esto es lo que nos obli­ga a pen­sar­nos como noso­tros jun­tos, al aná­li­sis de la casa que soña­mos no como indi­vi­duos sino como comu­ni­dad, pero no solo la casa: las rela­cio­nes cul­tu­ra­les, el ima­gi­na­rio, la mane­ra de tra­ba­jar, el poe­ma, todo lo que vamos a cons­truir, tene­mos que pen­sar­lo como cla­se explo­ta­da, por­que tene­mos que con­ce­bir el futu­ro. Si no, sere­mos vele­tas, cual­quier briz­na de paja que el vien­to arras­tra para todos lados y solo vivi­re­mos para satis­fa­cer las mise­rias, las nece­si­da­des, ama­rra­dos al carro del capi­ta­lis­mo, en la ilu­sión de que algún día sere­mos dueños.

(Foto: Archi­vo)

El futu­ro no lo pode­mos cons­truir con base a nece­si­da­des sino con base al cono­ci­mien­to y a la pla­ni­fi­ca­ción que de él haga­mos; sus­ten­ta­dos en el cono­ci­mien­to de que somos los pobres, sin impor­tar cuán­tos suel­dos ten­ga­mos más que los otros escla­vos, o qué posi­ción ocu­pe­mos en la esca­la de la explotación.

En el futu­ro debe­mos tener cla­ro que nues­tra acción orga­ni­za­da debe con­du­cir a sos­te­ner otra cul­tu­ra con otras rela­cio­nes en la que sere­mos otros, por­que esta­re­mos obli­ga­dos a dibu­jar otro modo de pro­du­cir don­de nadie se apro­pie de los sudo­res de los otros, don­de nadie ten­ga que jus­ti­fi­car hipó­cri­ta­men­te la des­truc­ción de bos­ques, ríos, mares, hume­da­les, para acu­mu­lar riquezas.

Es cier­to que en el caos huma­nis­ta la vida nos la vuel­ven un tra­ji­nar aza­ro­so, ter­mi­na­mos ya vie­jos, tenien­do ami­gos, más por des­car­te que por razón cul­tu­ral, gene­ral­men­te son muy pocos; pero si noso­tros pen­sa­mos dise­ñar una cul­tu­ra para lo ami­go y sus­ti­tui­mos a este mun­do enemi­go, enton­ces ya no nece­si­ta­mos vivir en la des­con­fian­za y rea­li­zan­do un sobre­es­fuer­zo para tener ami­gos o ser amigos.

Para ser ami­gos, no son nece­sa­rios los dis­cur­sos mora­li­zan­tes, la pré­di­ca reli­gio­sa o la dema­go­gia polí­ti­ca, no, se requie­re que a con­cien­cia cons­tru­ya­mos un mode­lo pro­duc­ti­vo que haga posi­ble la exis­ten­cia de esa cul­tu­ra cón­so­na con esa inten­ción y a eso debe­mos con­sa­grar la vida. Así como en estos 15 mil años se cons­tru­yó la cul­tu­ra de lo enemigo.

Eso debe ser una éti­ca, por­que la éti­ca no vie­ne en un fras­qui­to que com­pra­mos en la far­ma­cia, no; la éti­ca se cons­tru­ye. En la actua­li­dad todo el sis­te­ma huma­nis­ta está hecho para el cri­men, el robo y sus deri­va­cio­nes, no deci­di­mos si somos ladro­nes o no, si enga­ña­mos, si men­ti­mos, eso lo deci­de la cul­tu­ra impe­ran­te, por­que todas sus estruc­tu­ras e ima­gi­na­rios están ins­ta­la­dos para repro­du­cir el sis­te­ma com­pe­ti­ti­vo de todos con­tra todos. Pero lo intere­san­te es que nos acu­ña la res­pon­sa­bi­li­dad a cada uno de esa deci­sión y sus consecuencias.

Es pen­sa­ble una cul­tu­ra don­de la éti­ca sea radi­cal­men­te dis­tin­ta a la cul­tu­ra huma­nis­ta, don­de ser soli­da­rio, hones­to, res­pe­tuo­so, no sea una deci­sión o ries­go per­so­nal, sino un deve­nir cul­tu­ral, un deber ser cul­tu­ral que nos rodea, ínte­gra cor­po­ral y men­tal­men­te, por­que si tene­mos como éti­ca cul­tu­ral no men­tir, res­pe­tar, ser con el otro, la otra, enton­ces esa con­tra­dic­ción no se nos vuel­ve cul­pa, doble moral, no enfer­ma al cuer­po, por­que no es necesidad.

En la actua­li­dad debe­mos estar pen­dien­tes de res­pe­tar, debe­mos saber que res­pe­tán­do­nos res­pe­ta­mos a los otros, pero no lo hace­mos por cul­tu­ra del res­pe­to sino por mie­do, por des­con­fian­za, para evi­tar que nos jodan a noso­tros y toda esa moral la tene­mos como mone­da de cambio.

En este tiem­po de derrum­be de la cul­tu­ra huma­nis­ta debe­mos luchar por pen­sar, crear, dise­ñar, una cul­tu­ra don­de sea­mos par­te inte­gran­te de un todo, saber­nos uni­ver­sa­les, por el sim­ple hecho de exis­tir como for­ma de vida, no por el poder del cono­ci­mien­to o por la fuer­za que impo­ne a la razón.

Una cul­tu­ra don­de sepa­mos quié­nes somos, no por­que nos nom­bran sino por­que nos nom­bra­mos y nom­bra­mos, una cul­tu­ra don­de nos valo­ra­re­mos con los otros, apor­tan­do todas nues­tras capa­ci­da­des a los otros, don­de no vaya­mos a los otros como hoy, a robar­los, a expri­mir­los, tene­mos que ir con los otros a entre­gar lo que somos ínte­gra­men­te, por­que los afec­tos son una ener­gía que, al igual que las demás, no se pue­de acu­mu­lar, por­que se daña, o nos daña; es el cuer­po quien entre­ga los afec­tos, no es la pala­bra, la pala­bra es cual­quier cosa que se dice.

¿Cómo entre­ga el cuer­po los afec­tos? A tra­vés de hacer una comi­da, de barrer una casa, de sem­brar una mata, de soñar glo­bal­men­te la exis­ten­cia de la vida, sin­tién­do­nos par­te de ella, de ayu­dar al otro que está jodido.

Aho­ra, si somos tram­po­sos, si cobra­mos por cada acto, enton­ces con­ver­ti­mos los afec­tos en un hecho comer­cial, que son los afec­tos con los que nos rela­cio­na­mos todos los días en este mar­co social, en esta cul­tu­ra huma­nis­ta, todo el mun­do, mi amor, el besi­to, bue­nos días, bue­nas tar­des, por favor, expre­san­do el len­gua­je de la diplo­má­ti­ca hipo­cre­sía de las ofi­ci­nas; len­gua­je que con­ver­ti­mos en ver­da­de­ro, con el que sus­ti­tui­mos los afec­tos reales del hacer, has­ta creer y acep­tar su com­pra ven­ta, su comer­cia­li­za­ción como acto coti­diano; bus­can­do obte­ner del otro algo que nece­si­ta­mos de él, pero no hay fres­cu­ra en los afec­tos, no los entre­ga­mos desprendidamente.

Vamos jun­tos a dise­ñar el futu­ro que no exis­te, es la más gran­de y des­lum­bran­te aven­tu­ra que gen­te algu­na haya vivi­do, es la opor­tu­ni­dad de eli­mi­nar para siem­pre 15 mil años de tra­ge­dia de la memo­ria de la espe­cie. A noso­tros como pue­blo, y fun­da­men­tal­men­te a los jóve­nes de este tiem­po, nos ha toca­do vivir lo que anti­gua­men­te se lla­ma­ron los tiem­pos exac­tos, don­de todo está con­fa­bu­la­do para la des­apa­ri­ción de la cul­tu­ra exis­ten­te y la posi­bi­li­dad de crear lo dis­tin­to, a dise­ñar un futuro.

Aho­ri­ta esta­mos en medio de una gran deba­cle de esta cul­tu­ra, de la civi­li­za­ción huma­nis­ta, tene­mos una gran opor­tu­ni­dad de cons­truir la otra cul­tu­ra, por­que esta­mos habi­tan­do el tiem­po exac­to, con el apo­yo de un gobierno que nos qui­ta el láti­go del lomo.

Eso tene­mos que armar­lo, no pode­mos hacer­lo a lo loco, tene­mos que dise­ñar­lo, pen­sar­lo, ima­gi­nar­nos las casas, todos los días del mun­do, debe­mos tener dis­cu­sión sobre la casa, sobre la comi­da, la enfer­me­dad, cono­cer el cuer­po, no como un hecho reli­gio­so, ideo­ló­gi­co o comer­cial, sino por­que debe­mos cono­cer el cuer­po, para curar­nos noso­tros mismos.

Somos enemi­gos

No espe­re­mos que el que está al lado sea un ami­go, no crea­mos eso, por­que todos somos enemi­gos, por­que a noso­tros nos cons­tru­ye esta cul­tu­ra gue­rre­ra como enemi­gos, la exal­ta­ción de la gue­rra está por todos lados en las ciudades.

Una de las gran­des tareas enton­ces es cons­truir la amis­tad, como dije­ra el poe­ta Aqui­les Nazoa «el inven­to más bello»; debe­mos apren­der a res­pe­tar, a hablar cla­ro, debe­mos ser con la gen­te para que la gen­te lo sea con noso­tros, debe­mos hacer el esfuer­zo en tra­ba­jar para que como gen­te sea­mos cons­cien­te­men­te un todo con todos.

La amis­tad lle­va años cons­truir­la; un enemi­go no, por­que ya lo tene­mos, somos cul­tu­ral­men­te, se requie­re mucha inver­sión para ser ami­gos, la fie­re­za con que la gen­te se com­por­ta es violenta.

Des­de muy jóve­nes tene­mos que crear y sos­te­ner la polí­ti­ca como una éti­ca que for­ta­lez­ca la amis­tad, como una con­di­ción de vivir; como cul­tu­ra; es nece­sa­rio para ello cons­ti­tuir un modo de pro­duc­ción cón­sono con esta idea; lo otro es seguir sien­do enemi­gos, que se sus­ten­tan en «el fin jus­ti­fi­ca los medios», usa­mos a los demás y des­pués los bota­mos y así nos com­por­ta­mos como la mayo­ría de los empre­sa­rios y polí­ti­cos que van des­tru­yen­do el mun­do para satis­fa­cer sus miserias.

Par­te del «Cre­do» de Aqui­les Nazoa (Foto: Archivo)

Noso­tros fui­mos soña­dos como escla­vos en el des­tino mani­fies­to de la bur­gue­sía, por­que para que esa cla­se lle­va­ra a cabo sus pla­nes siem­pre requi­rió y aún requie­re de nues­tra escla­vi­tud, por­que es una cla­se que nun­ca ha tra­ba­ja­do, como no sea que se le lla­me tra­ba­jo a la admi­nis­tra­ción del saqueo de la plus­va­lía que duran­te siglos se nos ha roba­do a los pobres que somos los úni­cos que producimos.

Los jóve­nes pobres debe­mos ir jun­tos, a cons­truir­nos afec­ti­va­men­te, inte­lec­tual­men­te, don­de éti­ca­men­te valo­re­mos a los todos y no a la indi­vi­dua­li­dad cul­tu­ral que somos hoy, en la cul­tu­ra huma­nis­ta; no pode­mos guiar­nos por los que mien­ten para con­se­guir sus fines, por­que nos aplau­den y sali­mos en tele­vi­sión, enton­ces voy a ser como él, enton­ces es faci­li­to, men­ti­mos y ya, pero que­da­mos como men­ti­ro­sos en la calle. El men­ti­ro­so de la tele­vi­sión tie­ne una esté­ti­ca, es un cati­ri­to o un blan­queao pre­sen­ta­ble a las éli­tes para ser com­pra­do en el mer­ca­do, así sea negro o indio, mujer u hom­bre, y eso tam­bién debe­mos apren­der­lo: quién es el de nues­tra cla­se, quién es nues­tro igual, y esa es la dis­cu­sión de todos los días del mundo.

Nece­si­ta­mos cons­truir­nos inte­lec­tual­men­te, y no somos inte­lec­tua­les por­que lee­mos libros, no, somos inte­lec­tua­les por­que pro­ce­sa­mos, gene­ra­mos y crea­mos pen­sa­mien­to a par­tir de estu­diar la reali­dad que nos cir­cun­da y sus cir­cuns­tan­cias, bus­can­do con ello que ésta deje de ser lo que es para cons­truir lo dis­tin­to. En nues­tro caso cons­ti­tuir­nos inte­lec­tual­men­te pasa por dise­ñar el apren­di­za­je, crea­ción, expe­ri­men­ta­ción y difu­sión des­de la pers­pec­ti­va del tra­ba­jo man­co­mu­na­do en fun­ción de un gran obje­ti­vo, cons­truir en este terri­to­rio mine­ro un país al cual poda­mos per­te­ne­cer, y eso lle­va años, se hace en con­jun­to, tene­mos toda la vida por delante.

Depen­de de noso­tros si deci­di­mos aga­rrar los hechos por los cachos, o andar tras el rabo de la bur­gue­sía a ver qué hue­so nos tiran o que nos lle­ve por delan­te la ava­lan­cha, somos noso­tros quie­nes lo deci­di­mos, pero debe­mos deci­dir­lo a con­cien­cia por­que nadie nos pue­de lle­var ama­rra­dos a un sitio, debe­mos pre­gun­tar y cues­tio­nar eso todos los días, no dejar­nos man­dar a cie­gas o por nece­si­dad, no pode­mos dejar­nos enga­ñar, debe­mos saber la tarea, debe­mos apren­der­la. Si nos toca hacer unas are­pas: cómo las hace­mos, cuán­tos somos, hay que moler, hay que ama­sar­la, todo el pro­ce­so debe­mos com­pren­der­lo, con­tro­lar­lo, cuán­ta gen­te tra­ba­ja para eso, por­que todos tie­nen que comer, esas cosas coti­dia­nas son las que se tie­nen que apren­der y ahí se arma la polí­ti­ca de la vida.

Si deci­di­mos ser cha­vis­tas se supo­ne que estu­dia­mos los pre­cep­tos de Chá­vez. ¿Él se dedi­có a vivir para él? No, él se dedi­có a vivir para los demás, el acto éti­co del indi­vi­duo, esa tie­ne que ser nues­tra con­duc­ta para con los demás, tene­mos que cons­truir­nos como gene­ra­ción que éti­ca­men­te cons­tru­ya la amis­tad como posi­bi­li­dad futu­ra de la vida, ser ama­ble a la natu­ra­le­za para que el enemi­go no siga exis­tien­do. La gue­rra se eli­mi­na cons­tru­yen­do otra cul­tu­ra, por­que la gue­rra es un dato cultural.

Todo está arma­do para la gue­rra, hay que cons­truir otra cosa que no sea para la gue­rra, debe­mos pre­pa­rar­nos no para ser con­su­mi­do­res com­pul­si­vos de todo lo que hay y más, sino para ser el inte­lec­tual colec­ti­vo que dise­ñe y cons­tru­ya la nue­va cul­tu­ra, el nue­vo apa­ra­to de pro­duc­ción, pero debe­mos dis­ci­pli­nar­nos y estu­diar, y no es leer­se ese mon­tón de libros; si es el caso de Vene­zue­la, ¿por qué ocu­rrió esta mala­ven­tu­ra? ¿Quié­nes gober­na­ban? ¿Por qué los euro­peos inva­die­ron estos terri­to­rios? ¿Cuá­les eran sus intere­ses? Los hechos vivos de ver­dad hay que apren­der­los, por­que la his­to­ria que nos ense­ñan en la escue­la es men­ti­ro­sa, por­que en este pro­ce­so nos toca cons­truir la memo­ria, des­de la pers­pec­ti­va de esta cla­se que somos, des­de que nom­bra­mos y nos nom­bra­mos; nos reuni­mos hoy, para qué nos reuni­mos hoy, se ano­ta, se lle­va un dia­rio; para que esta memo­ria le que­de al futu­ro que nos propongamos.

No pode­mos dejar la vida al azar, por­que somos una for­ma de la vida que tie­ne la capa­ci­dad de dis­cer­nir, de pen­sar. La cul­tu­ra pode­ro­sa nos ha nega­do a las gran­des mayo­rías escla­vi­za­das en toda su his­to­ria la posi­bi­li­dad de pen­sar, nos ha man­te­ni­do como una hor­da teme­ro­sa, igno­ran­te y ham­brien­ta, en la idea de que solo debe­mos satis­fa­cer esas nece­si­da­des en el mar­co de lo exis­ten­te, y cuan­do mucho recla­mar rei­vin­di­ca­cio­nes, que al final siem­pre paga­mos noso­tros mis­mos, por­que somos los úni­cos que pro­du­ci­mos la riqueza.

Los jóve­nes, esta­do per­ma­nen­te de la espe­cie, tiem­po de vida don­de todas las ener­gías flo­re­cen en el cuer­po, si nos deja­mos gober­nar por fuer­zas que no con­tro­la­mos, si no com­pren­de­mos quié­nes somos, qué deci­dir hacer, cuán­do, cómo, dón­de, con quién hacer­lo, siem­pre esta­re­mos des­ti­na­dos a repe­tir­nos como dis­cos raya­dos, y nues­tra fuer­za usa­da para los peo­res intere­ses que han gober­na­do este planeta.

Los jóve­nes de hoy tene­mos un ejem­plo vivo, un puña­do de jóve­nes que el 4 de febre­ro de 1992, que deci­die­ron tomar los hechos en sus manos y aún hoy bata­llan por evi­tar­nos una mons­truo­sa gue­rra civil como lo desean las éli­tes gober­nan­tes del mun­do des­de hace vein­ti­nue­ve años, y estos jóve­nes pusie­ron todas sus ener­gías para evi­tar­lo y aún hoy con­ti­núan obs­ti­na­da­men­te empe­ña­dos en ese hacer, en ellos su éti­ca, su empe­ño, su tesón, su constancia.

Los jóve­nes de hoy debe­mos deci­dir si segui­mos sien­do los ata­pu­za­dos de con­su­mo o nos empi­na­mos y cons­trui­mos nues­tra pro­pia epo­pe­ya, deci­dir si debe­mos seguir ata­dos al carro de la tra­ge­dia capi­ta­lis­ta en nom­bre de su egoís­ta con­su­mo o si saltamos.

Este tiem­po asom­bro­so no se repe­ti­rá, es úni­co y úni­cos sus acto­res. Si nos que­da­mos en pedir satis­fac­ción de nece­si­da­des y no com­pren­de­mos los hechos glo­bal­men­te, habre­mos per­di­do una opor­tu­ni­dad mara­vi­llo­sa de sus­ti­tuir radi­cal­men­te la cul­tu­ra actual, no siga­mos pidien­do y cri­ti­can­do como lo hacen los idio­tas de siem­pre, ele­vé­mo­nos por enci­ma de las difi­cul­ta­des, supe­re­mos las taras que nos atan a la escla­vi­tud, a la imi­ta­ción, no repi­ta­mos a los inte­lec­tua­les que se con­for­man con ser núme­ros de aca­de­mia, ali­men­ta­do­res de cir­cos, jus­ti­fi­ca­do­res de lo exis­ten­te o bus­ca­do­res de pre­mios, somos los jóve­nes pobres con la posi­bi­li­dad de crear un pen­sa­mien­to ori­gi­nal en este universo.

Fuen­te: Misión Verdad

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