Por Florencia Trentini, Resumen Latinoamericano, 14 de marzo de 2021.
Las comunidades y organizaciones Mapuche y Mapuche Tehuelche fueron señaladas como responsables de los incendios de la Comarca Andina. En las acusaciones de Pichetto y Weretilneck vuelve el fantasma del terrorismo instalado con fuerza por Patricia Bullrich. ¿Qué se esconde detrás de este eterno retorno al mapuche como enemigo?
Las acusaciones y los acusadores
Hace unos días nos enterábamos del fuerte incendio que se había desatado en varias localidades de la Comarca Andina. Mientras el fuego avanzaba sin control y todavía había personas desaparecidas, el ex senador y ex candidato a vicepresidente por Juntos por el Cambio, Miguel Ángel Pichetto, apareció en los medios y sin ninguna prueba sostuvo que los culpables del incendio eran los “terroristas mapuches”.
“Los incendios tienen que ver con los mapuches, son intencionales. Estas amenazas ya las habían vertido en otras ocasiones. Tienen que investigar. Los mapuches están controlando y dominando esa zona. Hay que investigarlos porque están ahí. Este grupo llamado RAM también está operando sobre la región de campos de la Provincia de Buenos Aires” afirmó en una entrevista radial. Y destacó que debían ser los primeros sospechosos porque “son personas que ya vienen quemando”.
A estas acusaciones se sumaron las del ex gobernador de Río Negro y actual senador, Alberto Weretilneck, quien aseguró haber entregado material de investigación que muestra que los culpables “serían las mismas personas que protagonizaron otros hechos conflictivos, como la toma del Foyel” afirmó, refiriéndose al Lof Gallardo Calfu. Y exigió un fuerte castigo para los supuestos culpables, “necesitamos justicia y una sanción ejemplificadora”.
Otro que se sumó a culpar a los mapuche fue el ex intendente de El Hoyo, Mario Breide, asegurando que la RAM, liderada por Facundo Jones Huala ‑que se encuentra preso en Chile y nunca se reconoció como líder de este grupo‑, es culpable porque “este grupo siempre amenazó con prender fuego todo”.
De esta manera, a fuerza de declaraciones mediáticas y la utilización de sentidos comunes, pero sin ninguna prueba real, Pichetto, Weretilneck y Breide, entre otros, fueron construyendo a un enemigo y a un culpable. No les importó que la propia policía de Chubut declarara que el incendio se había iniciado por la caída de un transformador de la línea eléctrica, que posteriormente se expandió por los fuertes vientos.
A estas argumentaciones tampoco parece importarles que las comunidades mapuche tehuelches estén reclamando la posibilidad de vivir en los territorios que históricamente le son negados, y que lejos de querer destruirlos pretenden habitarlos y cuidarlos, mientras denuncian el avance del extractivismo, los negocios inmobiliarios, las plantaciones de pinos para la explotación forestal, entre otras formas de desarrollo que justamente están poniendo en peligro estos territorios.
La construcción (histórica) de un enemigo
Estos argumentos en contra del Pueblo Mapuche no son nuevos. En Patagonia el sentido común argumenta que “son chilenos” y que “exterminaron a los verdaderos indígenas argentinos, los tehuelches”. Para esta historia los mapuche son los violentos incivilizados que como además son extranjeros no tienen derecho a reclamar territorios, mientras los tehuelches eran buenos, pero supuestamente ya no existen, entonces tampoco tienen derechos a reclamar territorios.
Todas estas argumentaciones y afirmaciones fueron fuertemente refutadas por investigaciones históricas, antropológicas, arqueológicas, y por la existencia y organización misma de estos Pueblos, pero se repiten una vez por año en campañas mediáticas de Clarín, La Nación o Infobae. Y crecen cada vez que es necesario justificar el avance represivo sobre los territorios indígenas o negar algún proceso de reclamo territorial.
La dicotomía entre civilización y barbarie sigue siendo la forma en la que opera la relación con el Pueblo Mapuche en Patagonia. El carácter delictivo que históricamente les fue asignado se ha ido resignificando, pero los calificativos de “salvajes”, “invasor”, “chilenos”, “extranjeros” y ahora “terroristas” sirvieron en cada contexto para criminalizar su existencia, poniendo en cuestión sus derechos. Y también sirvieron para habilitar y justificar el castigo.
Hace cuatro años, Patricia Bullrich también utilizó este método de volver a los mapuche “terroristas”. De repente apareció en los medios afirmando que habían sucedido varios atentados en la Patagonia. Las pruebas eran sus afirmaciones e informes en el programa de Jorge Lanata, no hubo pruebas y numerosos investigadores e investigadoras que desde hace años vienen trabajando sobre este tema en la zona refutaron sus planteos. La respuesta fue construir la idea de que estos posicionamientos no eran objetivos sino ideológicos y políticos, mientras los de la entonces ministra aparentemente no respondían a ningún interés. Sin embargo, no casualmente hace cuatro años se ponía en discusión la prórroga de la Ley 26.160, que este año debe volver a discutirse.
Esta Ley obliga al Estado a realizar un relevamiento de los territorios actuales de los pueblos indígenas y suspende los desalojos mientras esté en vigencia. Si bien desde su sanción, en 2006, los desalojos no han cesado, y después de 15 años muchos de los territorios indígenas aún no han sido relevados, esta Ley representa una garantía de derecho para las comunidades y un problema para los terratenientes y sus aliados políticos y mediáticos.
En 2017, cuando debía discutirse la extensión de los relevamientos por otros cuatro años, empezamos a escuchar sobre la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), sobre el supuesto “terrorismo mapuche” y sobre una supuesta “guerrilla terrorista” que aterrorizaba los parajes patagónicos. Curiosamente, sobre todo atacaban los parajes que están rodeados por millones de hectáreas en manos de Benetton y Lewis. Y fueron estos mismos argumentos que buscaban criminalizar y estigmatizar al Pueblo Mapuche los que le permitieron a la entonces Ministra de Seguridad justificar la violenta represión en el Pu Lof en Resistencia Cushamen, que terminó con la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado. Y el posterior asesinato de Rafael Nahuel en manos de Prefectura.
Podríamos preguntarnos, entonces, quiénes son los que hacen uso sistemático del terror para sus objetivos. Porque se puede sembrar terror mediante incendios, bombas y armas, pero hay otras formas mucho más “sutiles”, menos directas y evidentemente más efectivas, que pasan casi desapercibidas por la mayoría de la sociedad: mediante campañas y afirmaciones mediáticas que rápidamente mucha gente repite sin ninguna prueba.
Fuente Periodismo Popular *Doctora en Antropología. Investigadora Asistente del Conicet