Bra­sil. Lula podrá pos­tu­lar­se y el Tri­bu­nal Supre­mo anu­la todas las condenas

Por Geral­di­na Colot­ti, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 13 de mar­zo de 2021.

El juez Edson Fachin, del Tri­bu­nal Supre­mo de Bra­sil (STB), anu­ló todas las con­de­nas por corrup­ción que habían lle­va­do al ex pre­si­den­te Lula da Sil­va a la cár­cel en el caso Lava Jato. La Sala XIII de la Cor­te Fede­ral de Curi­ti­ba, que pre­si­día Moro, no tenía com­pe­ten­cia para juz­gar a Lula por las diver­sas deman­das que se le enta­bla­ron, como habían reite­ra­do sus abo­ga­dos y nume­ro­sos peri­tos internacionales.

Los hechos que se le dispu­tan ‑esta­ble­ció el STB- no tie­nen rela­ción direc­ta con la mayor inves­ti­ga­ción por mal­ver­sa­ción abier­ta con­tra Petro­leo Bra­si­lei­ro SA (Petro­bras) en 2014, den­tro y fue­ra del país. Según Fachin, el pro­ce­so con­tra Lula debe ser exa­mi­na­do por el tri­bu­nal de la capi­tal, Bra­si­lia. La acción per­se­cu­to­ria con fines polí­ti­cos lle­va­da a cabo por el ex juez y exmi­nis­tro de Bol­so­na­ro, Ser­gio Moro, pro­ce­sa­do él mis­mo por la Sec­ción II del STB des­de 2019, fue así des­ta­ca­do, tam­bién por el pro­pio Poder Judicial.

Hace dos años, el pro­ce­so con­tra Moro fue inte­rrum­pi­do pero había un resul­ta­do favo­ra­ble al ex juez (2 a 0). Aho­ra ha habi­do una nue­va inte­rrup­ción, pero sobre la base de cam­bios en los resul­ta­dos, que han mos­tra­do un voto de pari­dad (2 a 2), y la sen­ten­cia podría lle­gar des­pués de mucho tiem­po. Inclu­so los nue­vos jui­cios con­tra Lula nece­si­ta­rán tiem­po para com­ple­tar todo el pro­ce­so. Mien­tras tan­to, el exsin­di­ca­lis­ta ha recu­pe­ra­do sus dere­chos polí­ti­cos y pue­de vol­ver a desa­fiar a Bol­so­na­ro en las elec­cio­nes de 2022.

En su pri­mer dis­cur­so públi­co tras la sen­ten­cia, Lula agra­de­ció al pre­si­den­te vene­zo­lano, Nico­lás Madu­ro, «que tuvo la dig­ni­dad de lla­mar­me y expre­sar­me soli­da­ri­dad», dijo. Vene­zue­la fue uno de los polos inter­na­cio­na­les más impor­tan­tes de la cam­pa­ña Lula Libre, rea­li­za­da por el Foro de Sao Pau­lo, que tuvo lugar en Caracas.

“Esta­dos Uni­dos ‑agre­gó Lula- no debe meter­se con Vene­zue­la, Hai­tí, Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na, Cuba. Que se metan los esta­dou­ni­den­ses con los Esta­dos Uni­dos y que cada uno cui­de su lugar. El pro­ble­ma de la demo­cra­cia en Vene­zue­la es del pue­blo vene­zo­lano”. Asi­mis­mo, agra­de­ció la soli­da­ri­dad del pre­si­den­te cubano, Miguel Díaz-Canel. “En pocos días logra­ron reu­nir 2.350.000 fir­mas en soli­da­ri­dad con­mi­go”, destacó.

En refe­ren­cia a Moro, Lula dijo que «los dio­ses de barro» no duran mucho y pidió que se con­ti­núe la bata­lla legal para san­cio­nar defi­ni­ti­va­men­te su par­cia­li­dad. Tam­bién dijo que la injus­ti­cia come­ti­da con­tra él es peque­ña en com­pa­ra­ción con la que sufren los bra­si­le­ños pobres, afec­ta­dos por la pan­de­mia, el ham­bre y el des­em­pleo, y que el dolor que le han cau­sa­do es cier­ta­men­te menor que el expe­ri­men­ta­do por los 270.000 bra­si­le­ños que han per­di­do fami­lia­res. debi­do al covid-19 y ni siquie­ra han podi­do dar­le un últi­mo adiós.

Lue­go, reite­ró la acier­to de la deci­sión de entre­gar­se a la cár­cel, el 7 de abril de 2018, don­de per­ma­ne­ció 580 días, para demos­trar su ino­cen­cia y que se reco­no­cie­ra su inte­gri­dad moral. Una elec­ción hecha fren­te al sin­di­ca­to de los meta­lúr­gi­cos y fren­te al pue­blo que lo acom­pa­ñó a la cár­cel, y que no se resig­na­ba a que le qui­ten los bene­fi­cios obte­ni­dos duran­te su gobierno. “No te entre­gues”, le gri­ta­ron los mani­fes­tan­tes, que lue­go per­ma­ne­cie­ron acam­pa­dos fren­te a la cár­cel duran­te días.

Una fuer­za popu­lar indig­na­da por el evi­den­te uso polí­ti­co de un poder judi­cial atra­pa­do en el entre­la­za­mien­to de intere­ses que lle­vó a la cri­mi­na­li­za­ción del Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res (PT) y abrió el camino a la vic­to­ria de Bol­so­na­ro, pero tam­bién des­orien­ta­da y decep­cio­na­da por la timi­dez mos­tra­da por el Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res (PT) en la últi­ma par­te de sus cua­tro gobier­nos consecutivos.

Un ciclo que ter­mi­nó en 2016 con el jui­cio polí­ti­co a Dil­ma Rous­seff por corrup­ción, des­en­ca­de­na­do y mane­ja­do de mane­ra frau­du­len­ta por per­so­na­jes que lue­go ter­mi­na­ron en pri­sión ellos mis­mos, con­de­na­dos por corrup­ción. Un gol­pe ins­ti­tu­cio­nal sobre la base de un mode­lo expe­ri­men­ta­do pre­via­men­te en Amé­ri­ca Lati­na, orga­ni­za­do den­tro de la alian­za guber­na­men­tal con la com­pli­ci­dad del gran capi­tal inter­na­cio­nal con sus ter­mi­na­les en los medios de comu­ni­ca­ción, el poder judi­cial y en los militares.

El 16 de mar­zo de 2016 Dil­ma nom­bró a Lula como jefe de gabi­ne­te de su gobierno. El car­go, que le habría pro­te­gi­do de la deten­ción con inmu­ni­dad par­la­men­ta­ria, fue blo­quea­do por el juez Gil­mar Men­des, del STB. El mis­mo que aho­ra ha vota­do en con­tra de Moro, acu­sán­do­lo de haber repre­sen­ta­do «un pro­yec­to de poder populista».

Un plan tam­bién des­ta­ca­do por los men­sa­jes de Tele­gram inter­cam­bia­dos entre Moro y el fis­cal jefe de Ope­ra­ción Lava Jato, Del­tan Dallag­nol, en el que los dos hicie­ron acuer­dos para con­de­nar a Lula e impe­dir su can­di­da­tu­ra a las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les de 2018, como suce­dió pos­te­rior­men­te. Tras noquear al caris­má­ti­co Lula, Bol­so­na­ro ganó las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les de octu­bre de 2018 y lle­vó al país al abis­mo, eli­mi­nan­do todas las ven­ta­jas adqui­ri­das por los sec­to­res popu­la­res. En noviem­bre de 2019, el Tri­bu­nal Supre­mo Fede­ral dic­ta­mi­nó la ile­ga­li­dad del encar­ce­la­mien­to duran­te ape­la­cio­nes pen­dien­tes, y Lula pudo salir de prisión.

En Bra­sil – dice Lula en el libro-entre­vis­ta A ver­da­de ven­ce­rá: o povo sabe por que me con­de­nam, escri­to poco antes de la deten­ción – «la demo­cra­cia no es la regla, sino la excep­ción. No hace fal­ta un gol­pe mili­tar, se pue­de hacer explo­tan­do la ley ”: com­pran­do perió­di­cos que cons­tru­yan opi­nión públi­ca y uti­li­zán­do­los con­tra el gobierno, apa­gan­do la indig­na­ción popu­lar. Los intere­ses en jue­go son enor­mes, al igual que los medios uti­li­za­dos para difun­dir­los inclu­so a tra­vés de los miles de think tanks neo­li­be­ra­les como el Ins­ti­tu­to Millenium.

Intere­ses que, inter­na­men­te, apa­lan­can un racis­mo cen­te­na­rio, lle­va­do – dice Lula – por «esos cabro­nes» que cuan­do los grin­gos se suben a un avión con ber­mu­das, «lo encuen­tran lin­do», mien­tras que si es un bra­si­le­ño negro que sube en ber­mu­das dicen “no sabe ves­tir­se para tomar el avión”.

«¿Sigues con­fian­do en el últi­mo tri­bu­nal, el Supre­mo?» le pre­gun­ta el perio­dis­ta Juca Kfou­ri en el libro. Y Lula res­pon­de: “Ten­go que tener fe. Si pier­do la fe en el Poder Judi­cial, debe­ría dejar de ser polí­ti­co y decir que las cosas en este país solo se pue­den solu­cio­nar con una revo­lu­ción. De la mis­ma mane­ra no creo en el tri­bu­nal popu­lar, sigo cre­yen­do en la demo­cra­cia y en el fun­cio­na­mien­to de todas las instituciones ”.

¿Segui­rá sien­do tan tran­qui­la la estra­te­gia de Lula si vuel­ve a la polí­ti­ca en el desas­tre bra­si­le­ño? Muchos se pre­gun­tan esto en Amé­ri­ca Lati­na y más allá.

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