Por Iván Gallo. Resumen Latinoamericano, 11 de marzo de 2021.
Salvatore Mancuso, su jefe, pide que sea escuchado por la Comision de la Verdad para esclarecer la alianza de miembros de las FFMM que posibilitó el horror de La Gabarra.
En la Gabarra, 21 años después de la masacre, todavía les da miedo cuando se va la luz. El 21 de agosto de 1999 los paramilitares comandados por el ex oficial del Ejército Nacional Armando Alberto Pérez Betancourt entraron a La Gabarra y mataron a más de sesenta personas. Esa noche no había energía eléctrica. En la madrugada la guerrilla de las FARC había volado dos torres en las inmediaciones del Tarra, municipio vecino del corregimiento. Esto no había logrado sofocar el ambiente festivo que tenían los gabarrenses.
Era un sábado cualquiera. La gente de las veredas bajaba a escuchar un grupo musical o a jugar un partido de fútbol. El sol calcinante no era un impedimento para que los muchachos se revolcaran en la cancha. Sin embargo a las cuatro de la tarde ya comenzaban a preocuparse. Anunciaron que las actividades del Festival podrían cancelarse por culpa de las acciones de las FARC. Lo que ocurrió fue mucho peor. Camilo y cincuenta paramilitares expurgaban casa por casa buscando informantes de la guerrilla, todo les parecía rojo, todo tenia la marca Fariano. Por el pueblo comenzó a sentirse el olor espeso de la sangre.
“Acá a todo el mundo le da miedo quedarse sin luz en la noche, ese recuerdo lo tenemos en la memoria como si fuera ayer. No hay día en que no pensemos en eso. Nos encerramos todos en un cuarto y afuera se escuchaba un susurro, un susurro que era como una oración recitada entre los dientes. Le juro que hasta los grillos se habían callado. Empecé a verle la carita a mi hija, creí que había llegado la luz pero no era así, eran las bengalas que lanzaba desde la base el ejército. Fue para lo único que sirvieron esos hP, para iluminarle el camino a los paracos”.
Camilo era un protegido de Fidel Castaño quien, le pagó la carrera de oficial en la Escuela Militar de Cadetes. – Castaño movió sus influencias para que lo trasladaran a la base militar de Tierra Alta Córdoba. Como militar el último cargo de Camilo fue en Urrao, Antioquia, en 1996, donde siempre fue señalado por sus abusos. Ese año Camilo fue condenado a 26 años de cárcel por haber asesinado a un campesino señalándolo de ser guerrillero. Pagó 18 meses hasta que Carlos Castaño, el hermanos menor de Fidel, le ayudó a fugarse de la cárcel. Con el sello militar y el conocimiento de la guerra desde la trinchera contraria comenzó su ascenso entre las AUC.
Estrenando libertad Castaño lo nombró instructor de paramilitares en la vereda La Acuarela, en donde compartió con otro aventajado alumno, también exmilitar, el exoficial del ejército, Carlos Mauricio García, alias Doblecero ‑el hombre que con su bloque Metro desató el horror en la comuna nororiental de Medellín- y El Iguano, el creador de los hornos crematorios de Juan Frío en Cúcuta.
Después de manejar 200 hombres en Urabá Camilo su nuevo destino seria el Catatumbo. Salvatore Mancuso lo escogió para ser el comandante del Bloque Catatumbo y liderar la campaña de horror que consolidaría la ruta del narcotráfico hacia Venezuela. Su misión, sacar a las FARC y quedarse con el millonario negocio de la coca a orillas del río.
“En el Hotel del Río mataron a cinco y acá al frente de la plaza tocaron la puerta con la culata del fusil. Decían que venían con listas pero eso es mentira, le daban a todo lo que se movieran en la calle. Acá vinieron a buscar a unos raspachines que tenían la costumbre de alquilar la habitación para pasar la noche, uno de mis huéspedes dijo que abriera porque eso igual el que nada debe nada teme. Abrí y el más joven entró e hizo que todo el mundo saliera pa fuera y ahí en la entrada los acostó boca abajo. Agarró el papel y comenzó a llamar a lista como si fuera un maestro. Eran siete muchachos los que estaban acostados, muchachos muy jóvenes casi tan jóvenes como los que estaban armados. Cuando uno de los paracos de Camilo escuchó que había uno de los nombres que buscaban. Sacó del cinto una pistola plateada, muy bonita la hijuemadre pistola, le apuntó a uno de los muchachos y disparó. La cabeza le sonó como si fuera una papaya madura cayéndose al piso. Yo me vine corriendo a mi cuarto y me encerré. Desde allí escuché como los cuatro disparos retumbaban por toda la casa. Hay noches en que todavía escucho ese ruido sordo”.
El comandante Camilo vivía en una casa a orillas del Catatumbo. Desde allí controlaba la entrada u salida del corregimiento por el río. Era una casa amplia de un balcón inmenso donde el comandante solía poner los bafles de su equipo de sonido a todo volumen con el vallenato de moda. Las fiestas que hacía todavía son recordadas. Pero tambien la manera como miembros de las Fuerzas Militares de la Base aérea les ayudaban a operar en la zona; les mostraban las rutas con bengalas, y les levantaron los retenes para que llegaran en tres camionetas a La Gabarra
Camilo se desmovilizó el 10 de diciembre del 2004 pero dos años después huyó a la Sierra Nevada de Santa Marta donde creó el grupo Los Nevados junto con dos narcotraficantes asimilados a las AUC de sus compinches: los hermanos Víctor y Miguel Ángel Mejía Múnera, mejor conocidos como Los Mellizos.
En el 2014 fue apresado en Panamá y extraditado a Colombia. Paga condena en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita.
Salvatore Mancuso, su jefe en la guerra lo tiene en mente como uno de los excomandantes paramilitares que más podría aportar a la verdad sobre la alianzas criminales de miembros de las Fuerzas Militares, que el conoció por dentro, con los paramilitares. Por esto no dudo en mencionarlo en su comunicación con Timochenko y la importancia de ser escuchado en la Comisión de la Verdad. El padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión ya aceptó, por el momento, escuchar simultáneamente a Salvatore Mancuso y Timochenko, eso si, esta vez deberán contarlo todo.
Los secretos de la guerra que guarda Camilo, aislado en la cárcel de Combita tienen un gran valor también para las victimas del Catatumbo y los familiares de las más de 60 personasque murieron asesinados en la horrible noche del 21 de agosto de 1999, que marcó a toda una generación.
Fuente: Las 2 orillas