Por Pablo Nariño. Resumen Latinoamericano, 20 de marzo de 2021.
Para nadie en Colombia y el mundo son un secreto las profundas divergencias políticas e ideológicas que se presentan al interior del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común surgido del acuerdo de paz. Al igual que en cualquier otro partido en el siglo XXI, se hacen prácticamente inocultables y afortunadamente insoslayables, las contradicciones políticas y las tendencias ideológicas en un partido.
En este caso, la raíz de dichas divergencias se encuentra en acciones y posiciones políticas que tienen que ver con temas profundamente sensibles; como lo es el rumbo que ha tomado la implementación de los acuerdos de paz y la posición que el nuevo partido debe asumir en relación con dicha situación. Otro es el de la reconciliación, que, en razón a diversas declaraciones públicas de Rodrigo Londoño y otros integrantes de la dirección, han obligado a la militancia y a algunos sectores del movimiento social a plantearse; reconciliación sí, pero ¿con quién? ¿con el pueblo o con la clase social dominante? Otra posición de ese sector de la dirección del partido (El “núcleo” lo llama la militancia) que ha profundizado las diferencias, es el de su aceptación respecto a que se dé un tratamiento jurídico como criminales de guerra a los excombatientes y a las Farc como un aparato criminal, desconociendo la historia, asumiendo como cierta la versión de las fuerzas militares sobre el conflicto, soslayando nuestra calidad de sujetos de derecho internacional, omitiendo el DIH y los protocolos firmados por el Estado colombiano en relación con los conflictos armados internos, y desconociendo los acuerdos mismos, ya que el Estado no conversó ni negoció con un aparato criminal sino con una organización política en armas, cuyos integrantes hicieron uso del derecho a la rebelión.
¿Cómo no van a existir amplias diferencias políticas e ideológicas al interior del partido de la “Rosa” si mientras más se agudiza la guerra y la violencia en los territorios, los voceros del Núcleo se pavonean por los medios y redes sociales asegurando que “la democracia en Colombia se ha ampliado”? No se trata ya únicamente de una afrenta contra el análisis y la ciencia social sino contra el sentido común de los colombianos, y más aún cuando no se diferencia la línea divisoria entre la defensa de la “democracia colombiana” y la de un Estado autoritario que asesina y reprime a trabajadores, campesinos, y jóvenes.
Mientras la implementación de lo acordado ha sido reducida a una falacia mediática, en la que el discurso del gobierno no corresponde con los hechos de gobierno, algunos dirigentes del partido fomentan los subterfugios de Duque con un supuesto “tiempo de paz”, evidenciando así una línea de acción y concepción políticas, divorciadas de la realidad, encauzadas a ilusionar a amplios sectores sociales en lugar de convocarlos a la movilización por la paz con justicia social- como si no fuera el pueblo quien impuso las conversaciones y quién por tanto debe construir una paz que nadie puede entregarle hecha.
¿Cómo no van a darse divergencias, y contradicciones sobre la dirección que ha tomado el partido, si el gobierno fascista de Iván Duque; nuestro principal contradictor político; es para Timochenko un “socio en la consecución de la paz”? o ¿Si un tema que no da espera como es el del genocidio contra los firmantes de la paz, y líderes sociales ‑desde la firma del acuerdo final más de 260 exguerrilleros y 1.000 líderes sociales han sido asesinados- parece no haber sido digno de tratarse en la llamada Asamblea “extraordinaria” de los Comunes realizada por ellos en febrero? Realmente existen posiciones del Núcleo tan indecorosas con la historia y con una posición política revolucionaria, que hacen sonrojar de vergüenza hasta a los liberales.
Es por eso que muchos militantes entre ellos varios dirigentes, que consideran tal situación un disparate y una infamia contra la militancia, los reincorporados y el movimiento social; descartaron públicamente asistir a dicha “asamblea”, la cual por lo demás se encuentra impugnada, al tiempo que al parecer ni el cambio de sigla emergido de la misma ha sido formalizado ante el Consejo Nacional Electoral (CNE). Por eso en comunicado público del 18 de enero Joaquín Gómez, Victoria Sandino, y Benkos Biohó declararon: “No vamos a participar de esta Asamblea antidemocrática atada a unos mecanismos amañados que excluyen a militantes y fundadores del partido que seguimos comprometidos con el Acuerdo de Paz”.
Estas divergencias se han profundizado por la inconformidad de un importante sector de la militancia y también del movimiento social, al ver que a más de 4 años de firmado el Acuerdo de Paz, prácticamente ninguno de sus puntos han sido implementados, no se han abierto espacios de participación política para la ciudadanía, y el Estado en contravía con lo acordado prosigue con la erradicación forzada de cultivos de uso ilícito, incumpliendo el PNIS ‑Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos, con los campesinos cultivadores de coca, mientras se frota las manos alistando una ofensiva de aspersión aérea con glifosato.
Frente a lo anterior, la dirección ejecutiva del partido de la Rosa, sólo parece contar con la estrategia de aguardar candorosamente que Joe Biden en un arrebato de “progresismo imperial”, “obligue” al régimen colombiano a cumplir el PNIS, sin proyectar una línea de acción política y de lucha independiente que realmente desate las fuerzas del pueblo.
Mientras el régimen colombiano oficializa la impunidad como política de Estado, algunos voceros del mismo partido que está siendo masacrado, sólo atinan a decir “sabíamos que no iba a ser fácil”, y convocan no a la movilización social, digna y sostenida que obligue al Estado a cumplir los puntos de un acuerdo cuyas reformas son para la sociedad en su conjunto sino que convocan a dubitativas peregrinaciones que no alteren la “sagrada reconciliación” con la “opinión pública” que en Colombia son la Casa de Nariño, RCN, Caracol, el Tiempo, etc., rehuyendo la reconciliación con las fuerzas populares ultrajadas, y olvidando que el Acuerdo de paz no implica abandonar la lucha sino continuar el proyecto político histórico desde la vía no armada.
Así, gran parte de la dirección fortalece una especie de lealtad con el régimen, al tiempo que debilita la lealtad con el movimiento social y con su propia militancia; la paz con justicia social se desvanece en el aire, quedando una paz difusa y a media asta. Y es que este sector de la dirección, maldice las declaraciones públicas, pero publicitan posturas políticas inconsultas, y mientras que en público aceptan que entramos al juego de la democracia y que las tendencias son válidas o que “se deben permitir los disensos”; al interior de la colectividad llueven purgas, separaciones, obstrucciones, advertencias, descalificaciones y señalamientos.
Por estas y otras razones, el 6 y 7 de marzo pasados, en el Espacio Territorial de Reincorporación de Pondores la Guajira, más de 90 líderes y dirigentes sociales de todo el país, en representación de los sectores; campesino, sindical, afro, de mujeres, jóvenes, defensores de DDHH, firmantes de la paz, y de fuerzas sociales que hicieron posible la firma del Acuerdo de paz; realizaron el Encuentro Nacional ¡Bertulfo Vive! El objetivo, reagrupar y reactivar a estas fuerzas en dirección al logro de las más sentidas reivindicaciones de los colombianos, a partir del impulso de las luchas populares.
¡No hemos renunciado al partido, somos una tendencia dentro del mismo! Se concluyó en el Encuentro.