Cómo las monarquías del Golfo contribuyeron a la fortuna del emérito

Cómo las monar­quías del Gol­fo con­tri­bu­ye­ron a la for­tu­na del emérito

Cómo las monarquías del Golfo contribuyeron a la fortuna del exrey Juan Carlos

Exi­lia­do des­de agos­to de 2020 en Abu Dabi a pedi­do de su hijo Feli­pe VI debi­do a los escán­da­los de corrup­ción, duran­te sus 39 años de rei­na­do el exrey de Espa­ña ama­só una for­tu­na con­si­de­ra­ble gra­cias a los sobe­ra­nos del Golfo.

“Sólo hay un no sau­dí, el rey Juan Car­los, que posee el núme­ro de móvil de mi padre, el rey Sal­man ben Abde­la­ziz Al Saud de Ara­bia Sau­dí.”, con­fe­só en abril de 2018 el prín­ci­pe here­de­ro sau­dí, Moham­mad bin Sal­mán bin Abdu­la­ziz (MBS), ante un gru­po de perio­dis­tas espa­ño­les al que reci­bió duran­te su paso por Madrid. “Se lla­man de vez en cuan­do”, agre­gó MBS.

El comen­ta­rio del prín­ci­pe here­de­ro y cau­di­llo de Ara­bia Sau­di­ta es reve­la­dor de los víncu­los crea­dos por el exrey de Espa­ña Juan Car­los I con las monar­quías del Gol­fo, y no sola­men­te la sau­dí. Lo prue­ba el hecho de que el 3 de agos­to de 2020, el exrey, per­se­gui­do por escán­da­los de corrup­ción, deci­dió exi­liar­se en los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos (EAU). Dis­po­nía, sin embar­go, de un amplio aba­ni­co de opcio­nes, des­de Por­tu­gal has­ta Repú­bli­ca Dominicana.

En los EAU, el exrey, que aca­ba de cum­plir 83 años, es hués­ped del prín­ci­pe here­de­ro y vice­co­man­dan­te de las Fuer­zas Arma­das de la fede­ra­ción, Moha­med bin Zayed (MBZ), quien a media­dos de febre­ro se tomó foto­gra­fías jun­to al exmo­nar­ca, sin duda para des­men­tir los rumo­res que corrían en Espa­ña sobre su esta­do de salud. “Estoy bien, hago dos horas de gim­na­sia por día”, decla­ró en esa oca­sión don Juan Car­los ante el sema­na­rio de pren­sa rosa Hola.

Al comien­zo, el exrey se alo­jó en una sui­te enor­me del Emi­ra­tes Pala­ce, en Abu Dabi, uno de los hote­les más lujo­sos del mun­do, y aho­ra se hos­pe­da en un sun­tuo­so pala­ce­te de la isla de Zaya Nurai, a menos de una hora de ruta des­de la capi­tal. Así, el exso­be­rano se suma a la lis­ta de exi­lia­dos que se han alo­ja­do un tiem­po en Abu Dabi o Dubái, como los pakis­ta­níes Bena­zir Bhut­to y Per­vez Musha­rraf, y más recien­te­men­te, Anis­sa Makh­louf —la madre del pre­si­den­te sirio Bashar al Asad— jun­to a su hija Bouchra.

Encuen­tro con Moham­med bin Salmán

Ante­rior­men­te, Moham­mad bin Zayed ya había teni­do otras aten­cio­nes con el rey de Espa­ña. En 2011, le rega­ló dos auto­mó­vi­les Ferra­ri, cada uno valua­do en más de 350.000 euros, que Juan Car­los ter­mi­nó donan­do al Patri­mo­nio Nacio­nal, que los subas­tó en 2017 por 443.842 euros. Todos los años, en noviem­bre, el rey tam­bién era su invi­ta­do para el Gran Pre­mio de For­mu­la 1 de Abu Dabi, y a veces lo acom­pa­ña­ban sus hijas.

En el cir­cui­to de Yas Mari­na, por cier­to, el monar­ca espa­ñol se dio un apre­tón de manos e inter­cam­bió unas pala­bras con el prín­ci­pe MBS en noviem­bre de 2018, jus­to un mes des­pués del ase­si­na­to del perio­dis­ta sau­dí Yamal Jashog­yi en Estam­bul, del cual MBS es con­si­de­ra­do res­pon­sa­ble. Juan Car­los fue enton­ces la pri­me­ra per­so­na­li­dad occi­den­tal que ayu­dó a blan­quear su ima­gen. La foto de ese encuen­tro, que la Agen­cia de Pren­sa Sau­di­ta (SPA, por sus siglas en inglés) no se demo­ró en difun­dir, dio la vuel­ta al mundo.

La inves­ti­ga­ción que con­du­ce en Sui­za el fis­cal gine­brino Yves Ber­tos­sa, la que abrió más tar­de la fis­ca­lía del Tri­bu­nal Supre­mo de Espa­ña y, sobre todo, las reve­la­cio­nes de la pren­sa espa­ño­la y extran­je­ra, en par­ti­cu­lar las del perió­di­co The Tele­graph de Lon­dres, pare­cen indi­car que Juan Car­los I acu­mu­ló una enor­me for­tu­na poco antes de ascen­der al trono, en 1975. Ese dine­ro lo ama­só en gran medi­da gra­cias a la gene­ro­si­dad de las fami­lias reales del Gol­fo y a la indul­gen­cia de los jefes de gobierno espa­ño­les, que a pesar de haber teni­do infor­ma­ción sobre sus nego­cios, mira­ron para otra par­te. Los man­da­ta­rios decían que Espa­ña tenía una deu­da con él por haber con­tri­bui­do a ins­tau­rar la democracia.

En 2014, el New York Times eva­luó el patri­mo­nio de Juan Car­los en 1.800 millo­nes de euros, una cifra menos ele­va­da que otras fami­lias reales euro­peas, pero des­co­mu­nal si se con­si­de­ra que en 1969, cuan­do el gene­ral Fran­cis­co Fran­co (1892−1975) lo nom­bró como su suce­sor a títu­lo de rey, dis­ta­ba de ser rico. Antes de su nom­bra­mien­to, había vivi­do modes­ta­men­te con su padre, Juan de Bor­bón y Bat­ten­berg, en su pala­ce­te de Villa Giral­da en Cas­cais, Por­tu­gal, excep­tos en los lar­gos perío­dos de estu­dios que pasa­ba en Espa­ña, sobre todo en la Aca­de­mia Mili­tar de Zara­go­za. Cons­cien­te de que la monar­quía era una ins­ti­tu­ción frá­gil en Espa­ña, tal vez bus­có enri­que­cer­se para, lle­ga­do el caso, evi­tar vivir en el exi­lio con la modi­ci­dad de su padre o de su abue­lo, el rey Alfon­so XIII.

Duran­te el shock petro­le­ro de 1973, Juan Car­los, que en ese enton­ces solo era el prín­ci­pe here­de­ro desig­na­do por un dic­ta­dor, tuvo la opor­tu­ni­dad de cobrar sus pri­me­ras comi­sio­nes. El gene­ral Fran­co le había pedi­do que con­tac­ta­ra a Ara­bia Sau­di­ta para ase­gu­rar­se el abas­te­ci­mien­to ener­gé­ti­co de Espa­ña, mien­tras el dic­ta­dor, por su par­te, nego­cia­ba con el ira­quí Sadam Husein, con quien man­te­nía exce­len­tes relaciones.

El “her­mano” del rey saudí

“Enton­ces Juan Car­los envió un emi­sa­rio ante el prín­ci­pe here­de­ro sau­dí Fahd bin Abdu­la­ziz al-Saúd, quien de inme­dia­to le res­pon­dió: ‘díga­le a mi her­mano, el prín­ci­pe don Juan Car­los, que le envia­re­mos todo el petró­leo que Espa­ña nece­si­te”, escri­be la perio­dis­ta Rebe­ca Quin­tans en su libro Juan Car­los I: la bio­gra­fía sin silen­cios (edi­to­rial Akal, 2016). “A cam­bio de esos bue­nos ofi­cios, el prín­ci­pe cobró una comi­sión, y a todo el mun­do le pare­ció nor­mal”, agre­ga Quin­tans. Cuan­do a par­tir de 1978 se ins­tau­ró la demo­cra­cia en Espa­ña, Juan Car­los, que se había con­ver­ti­do en rey cua­tro años antes, siguió per­ci­bien­do esa cuo­ta petrolera.

Pero tam­bién reci­bió otro rega­lo no mone­ta­rio de par­te del prín­ci­pe Fahd. En 1979, le envió el vele­ro For­tu­na, que duran­te 21 años sur­có todos los vera­nos las aguas de las islas Balea­res con el rey a bor­do. En junio de 2014, seis meses des­pués de su entro­ni­za­ción, el rey Feli­pe res­trin­gió la posi­bi­li­dad de reci­bir tan­tas aten­cio­nes a tra­vés de una nor­ma que limi­ta­ba, de una mane­ra un tan­to impre­ci­sa, el mon­to de los rega­los que podían per­ci­bir los miem­bros de la fami­lia real.

Los nego­cios con el prín­ci­pe Fahd bin Abdu­la­ziz al-Saúd, que ascen­dió al trono en 1982, no se redu­je­ron sola­men­te al petró­leo. Según el libro La sole­dad del rey (edi­to­rial La Esfe­ra de los Libros, 2004), del perio­dis­ta José Gar­cía-Abad, duran­te una visi­ta de Fahd a Madrid, Juan Car­los le pidió un cré­di­to de 100 millo­nes de dóla­res. El prés­ta­mo fue con­ce­di­do inme­dia­ta­men­te y sin intere­ses, pero el autor del libro esti­ma que no fue devuel­to en el pla­zo fija­do ni en su totalidad.

Cro­no­ló­gi­ca­men­te, el prín­ci­pe Fahd no fue el pri­mer diri­gen­te del mun­do islá­mi­co a quien Juan Car­los le soli­ci­tó ayu­da pecu­nia­ria. Según refie­re Asa­do­llah Alam en uno de sus libros1, en 1977, el sha Moham­mad Reza Pah­la­ví reci­bió una car­ta del jefe de Esta­do espa­ñol en la que le pedía 10 millo­nes de dóla­res para “refor­zar la monar­quía espa­ño­la”. Alam, que fue minis­tro de la Cor­te en Tehe­rán, afir­ma que Juan Car­los obtu­vo la suma solicitada.

José Gar­cía-Abad y Rebe­ca Quin­tans –a quien le cos­tó encon­trar un edi­tor para su pri­mer libro, que se remon­ta al año 2000– son los dos úni­cos perio­dis­tas que han publi­ca­do bio­gra­fías poco com­pla­cien­tes sobre Juan Car­los I antes de que en abril de 2012 se des­mo­ro­na­ra el mito del rey ejem­plar tras su safa­ri a Botsua­na para cazar ele­fan­tes jun­to a su aman­te, Corin­na Lar­sen, y uno de sus hijos. El safa­ri, que debía ser dis­cre­to, salió a la luz por­que el monar­ca se rom­pió la cade­ra y tuvo que ser repa­tria­do de urgen­cia a España.

Un safa­ri que salió mal

Moha­med Eyad Kaya­li, un espa­ñol de ori­gen sirio, había invi­ta­do al rey y su séqui­to con todos los gas­tos pagos (más de 50.000 euros) a ese via­je a Botsua­na. Repu­tado en ese enton­ces por ser el ele­gi­do del prín­ci­pe here­de­ro Sal­mán (que ascen­dió al trono en 2015) en Espa­ña, Eyad Kaya­li admi­nis­tró, des­de Madrid y has­ta su muer­te en 2019, Casa Al Riyadh S.L., una socie­dad inmo­bi­lia­ria sau­dí. Tam­bién se ocu­pó de las esta­días de Sal­mán y del rey Fahd en Mar­be­lla (sur de Espa­ña) a fines del siglo pasa­do. Juan Car­los inte­rrum­pía todos los años sus vaca­cio­nes de verano en Mallor­ca para ir a visitarlos.

El rey Fahd murió en agos­to de 2005 –Juan Car­los le pidió al gobierno que decre­ta­ra un día de due­lo ofi­cial – , y su suce­sor, el rey Abda­lá bin Abdu­la­ziz al-Saúd, no fue menos gene­ro­so con Juan Car­los I. En 2008, orde­nó que el Minis­te­rio de Finan­zas sau­dí trans­fi­rie­ra 100 millo­nes de dóla­res a la cuen­ta en el ban­co sui­zo Mira­baud a nom­bre de la fun­da­ción Lucum, con sede en Pana­má, y crea­da por el rey de Espa­ña ese mis­mo año.

El dine­ro fue trans­fe­ri­do como agra­de­ci­mien­to por haber per­mi­ti­do que se cele­bra­ra en bue­nas con­di­cio­nes la Con­fe­ren­cia de Diá­lo­go Inter­re­li­gio­so en Madrid, que había sido inau­gu­ra­da en julio de ese año por el rey Abda­lá, según indi­ca­ron fuen­tes aso­cia­das a la orga­ni­za­ción del even­to. Así que no es extra­ño que Juan Car­los haya sol­ta­do algu­nas lágri­mas en públi­co en enero de 2015, cuan­do hizo un via­je pri­va­do a Riad para pre­sen­tar sus con­do­len­cias ante el rey Sal­mán por la muer­te de Abda­lá, ocu­rri­da ese mis­mo mes.

En 2012, Juan Car­los trans­fi­rió 64,8 millo­nes de dóla­res de la dona­ción real sau­dí a Corin­na Lar­sen “por gra­ti­tud y por amor”, según la decla­ra­ción de la examan­te en 2018 ante el fis­cal gine­brino Ber­tos­sa, que la acu­só de blan­queo de dine­ro. En ese caso judi­cial tam­bién están impli­ca­dos Artu­ro Fasa­na, geren­te de la for­tu­na del rey en Sui­za, y Dan­te Canó­ni­ca, su abo­ga­do, pero no Juan Car­los I.

Pare­ce­ría que el amor no es el úni­co moti­vo de tan­ta gene­ro­si­dad. La aman­te ale­ma­na tam­bién fue socia del exrey en nego­cios en el Gol­fo. Aun­que Corin­na Lar­sen es ale­ma­na, inte­gró la cohor­te de empre­sa­rios espa­ño­les que acom­pa­ña­ron a Juan Car­los I duran­te sus visi­tas ofi­cia­les a algu­nos paí­ses de la región, y en 2008 fue reci­bi­da en Riad por el prín­ci­pe Al-Walid bin Talal, en ese enton­ces el hom­bre más rico del mun­do ára­be, con quien com­par­tió una reu­nión de nego­cios en cali­dad de repre­sen­tan­te del rey de Espa­ña, según infor­mó en su sitio web su empre­sa King­dom Hol­ding Co.

Cone­xión con Bahréin

Por otra par­te, duran­te su inte­rro­ga­to­rio en Gine­bra, Artu­ro Fasa­na con­fe­só que en 2010, en Sui­za, el rey de Espa­ña le entre­gó en sus pro­pias manos una vali­ja que con­te­nía 1,9 millo­nes de dóla­res, un rega­lo del rey de Bah­réin, Hamad bin Isa Al Jali­fa. El dine­ro fue trans­fe­ri­do inme­dia­ta­men­te a la cuen­ta de la fun­da­ción Lucum. Des­de su abdi­ca­ción, en junio de 2014, y has­ta su par­ti­da al exi­lio, en agos­to de 2020, Juan Car­los efec­tuó media doce­na de via­jes pri­va­dos a Bah­réin. A su vez, el monar­ca bah­rei­ní visi­tó Madrid en sep­tiem­bre de 2019 solo para cono­cer el esta­do de salud de Juan Car­los, que esta­ba con­va­le­cien­te lue­go de su deci­mo­sép­ti­ma ope­ra­ción quirúrgica.

En Espa­ña, la Fis­ca­lía no soli­ci­tó nin­gu­na impu­tación, pero entre otras cosas, abrió una inves­ti­ga­ción sobre las comi­sio­nes que habría cobra­do Juan Car­los cuan­do un con­sor­cio de empre­sas espa­ño­las obtu­vo en 2011 el con­tra­to del tren de alta velo­ci­dad entre La Meca y Medi­na. El rey logró que sus ami­gos sau­díes le con­fia­ran ese con­tra­to de 6.700 millo­nes de euros, que el pre­si­den­te fran­cés Nico­las Sar­kozy tam­bién codi­cia­ba, pero aun­que haya per­ci­bi­do comi­sio­nes, no podrá ser lle­va­do ante la jus­ti­cia. La Cons­ti­tu­ción Espa­ño­la esta­ble­ce que “la per­so­na del Rey es invio­la­ble y no está suje­ta a res­pon­sa­bi­li­dad”. Así que el exrey solo pue­de ser enjui­cia­do por los deli­tos que haya come­ti­do tras su abdi­ca­ción, en 2014. Para evi­tar un pro­ce­so, entre diciem­bre de 2020 y febre­ro de 2021 pagó deu­das con el fis­co espa­ñol por más de cin­co millo­nes de euros.

Si el rega­lo del sobe­rano de Bah­réin es modes­to com­pa­ra­do con las aten­cio­nes de los sau­díes, la ofren­da que el rey Huséin de Jor­da­nia le hizo a Juan Car­los prác­ti­ca­men­te care­ce de inte­rés. En la déca­da de 1970, el monar­ca hache­mi­ta se había hecho cons­truir La Mare­ta, un esplén­di­do pala­ce­te a ori­llas del mar en la isla de Lan­za­ro­te (Cana­rias), don­de nun­ca se hos­pe­dó. Huséin se lo rega­ló al rey de Espa­ña en 1989, quien a su vez lo cedió al Patri­mo­nio Nacio­nal. La fami­lia real espa­ño­la lo dis­fru­tó muy poco, ya que pre­fe­ría pasar las vaca­cio­nes en Mallor­ca. Quien pasó allí más tiem­po –tres sema­nas en 1992– es el expre­si­den­te de la URSS, Mijaíl Gor­ba­chov, acom­pa­ña­do por su espo­sa Raísa.

Des­de lue­go, Juan Car­los se acer­có a las monar­quías del Gol­fo para enri­que­cer­se, pero tam­bién por­que se sen­tía como en casa. Más allá del dine­ro, se hizo ami­gos con los que salía de fies­ta, como Huséin de Jor­da­nia, y otros más tran­qui­los, como el rey Sal­mán. A su vez, los reyes, sul­ta­nes y otros que gra­vi­tan a su alre­de­dor esta­ban feli­ces de esta­ble­cer por pri­me­ra vez una rela­ción estre­cha con una casa real europea.

Feli­pe VI, que fue entro­ni­za­do rey de Espa­ña en 2014, está en las antí­po­das de su padre. Los nego­cios tene­bro­sos de su pro­ge­ni­tor siem­pre lo inco­mo­da­ron, más aún en la actua­li­dad, por­que ponen en ries­go la monar­quía. Para sal­var­la, Feli­pe renun­ció hace un año a su heren­cia y san­cio­nó al exrey pri­ván­do­lo de la asig­na­ción per­so­nal que per­ci­bía como ex jefe de Estado.

Feli­pe “tie­ne una men­ta­li­dad más bien ger­má­ni­ca, y le cues­ta mucho sin­to­ni­zar con las men­ta­li­da­des orien­ta­les”, comen­tó hace una déca­da Josep Piqué, exmi­nis­tro de Asun­tos Exte­rio­res de Espa­ña, en una con­ver­sa­ción con el autor de este artícu­lo en refe­ren­cia a quien enton­ces era el prín­ci­pe here­de­ro de España.

Tra­du­ci­do del fran­cés por Igna­cio Mackinze.

Por Igna­cio Cem­bre­ro para Orientx­xi.

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