Resumen Latinoamericano, 14 de marzo de 2021.
Jóvenes médicos se insertaron en el empeño del Programa del Médico y la Enfermera de la Familia, que cobró luz en la provincia de Pinar del Río —al occidente de Cuba— en 1986. ¿El objetivo? Ver al individuo en su integralidad, brindar educación preventiva, diagnosticar, curar…
En la actualidad este plan dispone de 628 consultorios en comunidades 11 en centros docentes, 94 en áreas montañosas y 42 en zonas de difícil acceso, explicó el doctor Frank Hernández, jefe de sección de atención primaria en el territorio, en entrevista con Avances Médicos.
El cien por ciento de la población pinareña está dispensarizada, y su cuidado corre a cargo de 1 608 especialistas en Medicina General Integral y 752 residentes que transitan por diferentes grados de formación, agregó. Poseemos una amplia base de preparación en medicina familiar, que tiene como propósito clave contribuir al mejoramiento del estado de salud de cada habitante, consideró Hernández al indicar que el esquema está en perfeccionamiento, pero sin distanciarse de las raíces fundacionales.
Cuatro programas básicos lo sustentan: el materno infantil, el de atención al adulto mayor, el de enfermedades crónicas no transmisibles y el de crónicas transmisibles.
Todos recaban ser atendidos de manera continua, pues exigen ocupación y preocupación de nuestros profesionales, cuya labor permitió concluir el pasado año con una tasa de mortalidad infantil de 3,7 por cada mil nacidos vivos, una cifra que está entre las más bajas en la historia de Pinar del Río.
PUERTA DE ENTRADA AL SISTEMA ASISTENCIAL NACIONAL
La doctora Diana Amelia Crespo era una joven médica en agosto de 1986. Escuchaba acerca del novedoso programa ideado por el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, pero sentía ciertos temores: ‘A vivir en un consultorio, a asumir un actuar desconocido, pero con fines muy precisos. Se trataba de educar para prevenir, en total correspondencia con el precepto martiano, y así lo asumimos,’ reconoció.
De esa forma inició aquella nueva etapa, que exigía de vocación y humanismo. Treinta y cuatro años después, en el propio consultorio que la acogiera —el número 60 del policlínico docente Turcios Lima, ubicado en la ciudad — , una de las 19 áreas asistenciales de la provincia, confesó que valió la pena. Aprendimos a conocer a nuestra población, a proceder con acciones de salud.
Consulté a los hijos de los hijos y aún hoy sigo aquí, acompañada de otros jóvenes a los que formo. Entendí la vocación del médico humanista, a identificarme con cada una de las personas y a atenderlas como a la propia familia. Siento, a veces, que soy una especie de confesor, una amiga. Ha sido una de las misiones más importantes de mi vida y la he cumplido en Cuba, subrayó Crespo.
UNA ARMONÍA NECESARIA
Para la doctora Karina Rodríguez, al frente del consultorio 58 del mencionado policlínico, el amor por la profesión y la armonía entre médico y enfermera resultan vitales. Sin ese vínculo no es posible asumir el trabajo. Ambos profesionales deben actuar a la par en cuanto a ética, valores espirituales y modales solidarios. Solo así podemos llegar al corazón de cada paciente, de cada familia, argumentó.
Sus palabras reciben el apoyo de Amarilys Curbelo, la licenciada en enfermería que ve en Karina a la maestra, la amiga, la consejera. El médico y la enfermera tienen que ser un binomio indisoluble para lograr cada propósito, señaló.
En misiones de colaboración en Venezuela, Bolivia y Honduras, Karina llevó lo aprendido y corroboró en tierras lejanas la importancia de la familia y su cuidado, la envergadura de la profesión guiada por los más elevados sentimientos altruistas. Cuando te asomas a esos mundos amas más a Cuba, amas más lo que te dio y enseñó. Amas definitivamente esta carrera, que alimenta el orgullo y te prepara para asumir cualquier reto, reveló con palabras entrecortadas.
‘Ser médico de la familia es, con toda certeza, un honor’.
COVID-19, COMBATE EMERGENTE POR LA VIDA
Diana y Karina consideran que el actual enfrentamiento al coronavirus SARS-CoV‑2, causante de la Covid-19, conlleva una especie de combate emergente para la medicina comunitaria.
Somos el eslabón primario de atención, y nuestro accionar está dirigido a la familia, que es la célula principal de la sociedad, el baluarte en la protección y el autocuidado; también el apoyo para poder detectar a tiempo el mal y detener su evolución, aseguraron a Avances Médicos estas profesionales.
Cada médico de la familia en Cuba está preparado para asumir cualquier reto, siempre en favor de la vida, concluyeron ambas mujeres pertenecientes a diferentes generaciones, pero signadas por un mismo propósito: dar calidad de vida a los habitantes de Pinar del Río.
Fuente: Prensa Latina