Resumen Latinoamericano, 31 de marzo de 2021.
Ecuador enfrenta un evento electoral de trascendencia en menos de dos semanas, en el cual se vislumbra una ventaja de siete puntos del candidato presidencial de la opositora Unión Por la Esperanza (UNES), Andrés Arauz, sobre el ultraderechista Guillermo Lasso.
En un panorama político polarizado, Washington ha estado intensificando sus clásicos procesos de interferencia en los procesos políticos latinoamericanos, en este caso en Ecuador, para evitar que este país, tras la administración nefasta de Lenín Moreno, regrese a la determinación independiente de su futuro.
Recordemos, que la elección de Moreno en 2017 –como reemplazo del expresidente Rafael Correa– proporcionó un claro control manual de Ecuador de una manera favorable a los intereses de la administración estadounidenses y de los aliados internos.
Durante estos años, representantes de estructuras criminales internas han consolidado su poder e intentan hoy hacerse con el gobierno. El candidato presidencial proestadounidense Guillermo Lasso ha estado involucrado en una serie de escándalos denunciados por el periodismo de investigación.
Es sospechoso de evasión fiscal sistemática, así como de estar involucrado en actividades de corrupción y fraude bancario, incluso durante la grave crisis financiera de 1999, durante la cual los ecuatorianos perdieron una parte significativa de sus ahorros bancarios en una corrida de apenas cinco días.
Además, el acaparamiento ilegal de obligaciones de deuda estatal de la población a bajo precio, a través del uso de sus propias empresas, permitió a Lasso aumentar su capital en 30 veces.
Preocupa la situación en Ecuador, pues el estímulo de las acciones de la aún vigente administración de Lenín Moreno, alentado por Washington, intensifica la posibilidad de una severa crisis socioeconómica y conduce a un escalamiento de la tensión política y social.
Teniendo en cuenta la calificación favorable para un eventual triunfo de Andrés Arauz, la administración estadounidense ha intensificado las acciones de sus organismos e inteligencia y desestabilización para así desacreditar al partido ‘Centro Democrático’ y evitar su triunfo. El juego sucio está a la orden del día.
Resulta evidente que la dicotomía en estas elecciones es soberanía o dependencia. Si el pueblo ecuatoriano no desea a Washington dominando su futuro, obteniendo el control total sobre los procesos políticos internos de la república ‑lo que conlleva el dominio de los recursos estratégicos y el sometimiento total‑, entonces la elección sobre a quien otorgarle su voto el 11 de abril sólo tiene un nombre: Andrés Arauz.
La victoria de Arauz avizora cambios positivos para la población en general y los indígenas en particular, tratando así, prioritariamente, de resolver sus necesidades más sentidas, así como avanzar en mejoras significativas en materias de representación política en el poder, la economía, la cultura y la religión.
Ecuador requiere una política estatal de protección que no la otorga la ultraderecha, necesita protección en amplias esferas que es la meta de la candidatura de Arauz.
De lo contrario, Ecuador enfrentará una dependencia total desde ese ‘norte revuelto y brutal’ y con ello nuevos años de inestabilidad y el empobrecimiento de gran parte de la población. Qué puede esperar la nación sudamericana este 11 de abril. Insisto: independencia o subordinación.
*Artículo cedido por www.segundopaso.es
Fuente: Prensalatina.