Por Luis Alberto González Arenas /Resumen Latinoamericano, 4 de marzo de 2021
El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) luce diferente, pareciera más alborozado y desenfadado. El pasado 12 de octubre de 2020, la comunidad Otomí residente en la Ciudad de México, tomó sus instalaciones para visibilizar las demandas de salud, educación y vivienda de su comunidad, incumplidas por más de 25 años; también buscan exhibir las decisiones que se están tomando por el gobierno de la llamada “Cuarta Transformación” porque, aclaran, “están mutilando la vida y el porvenir de muchas de las naciones indígenas en México”. A cien días de la toma del instituto, los Otomís en resistencia, hacen un llamado puntual a la agenda pública, para hacerle saber a la sociedad que los pueblos originarios siguen siendo asesinados, ultrajados y utilizados como moneda de cambio.
1. El brazo roto
En la oficina del titular del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, Adelfo Regino Montes, se pueden ver maravillosas obras de arte como jarrones, finos deshilados, cofres labrados a mano en maderas finas y hermosos rebozos y sombreros de manufactura prodigiosa; también mezcales de los más diversos y finos agaves. Es un auténtico museo de obras maestras hechas por los pueblos originarios que a manera de ofrendas, le han hecho llegar a Adelfo Regino, para que no los deje morir en el olvido, sin embargo, los pueblos indígenas siguen enmarcados en la miseria, muy a pesar de que no solo piensan en la supervivencia de la vida diaria, sino también en la salud de la Tierra (con “T” mayúscula y “t” minúscula), es decir, defienden la siembra orgánica, la tierra recuperada, la horizontalidad con la milpa y el conocimiento de semillas no contaminadas, a la vez que para ellas y ellos, defender todo eso aunado a manantiales, ríos y lagos, es pensar en el buen vivir del Planeta Tierra, la casa de todes.
En esa enorme oficina y detrás del escritorio personal de Regino, hay un muro con repisas en donde está posada y exhibida una figura de yeso de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en color cobre. Está sonriendo contento y solemne con su banda presidencial que homenajea el día en que tomó protesta y que, supongo, tendrán los demás titulares y secretarios de Gobierno de su gabinete. Esta peculiar estatuilla a manera de un Óscar presidencial, tiene una particularidad que llama inmediatamente mi atención: Está manca, tiene roto el brazo derecho, quebrada esa extremidad que AMLO estiró para tomar formal protesta como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos (¡y si no que el pueblo se lo demande!). El brazo roto no está desaparecido sino posado frente a sus pies, como esperando a que alguien le ponga algo de pegamento y regrese al lugar lógico de su anatomía de yeso.
Estatuilla de la toma de protesta de AMLO. Foto: Luis Alberto González
“Se le cayó el brazo, así lo encontramos cuando tomamos las instalaciones”, dice Diego García Bautista, fundador de la Unidad Popular Revolucionaria Emiliano Zapata Benito Juárez (UPREZ), y del Café “Zapata Vive”, organizaciones sociales con las que ha acompañado por más de 30 años a la comunidad Otomí residente en la Ciudad de México pero originaria de Santiago Mexquititlán, Querétaro. Desde esas iniciativas, ha exigido mecanismos legales que le aseguren a la comunidad, atención en salud, educación, trabajo y vivienda dignas, que hasta la fecha, el gobierno no les ha ratificado formalmente, aún que en el artículo cuarto de la Constitución Mexicana diga que “toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa” y “que la ley establecerá los instrumentos y apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo”. Hoy, aunque los Otomís tienen tres décadas demandando el cumplimiento de este derecho, han tenido que ponerlo en segundo plano por lo que consideran algo más urgente: la imposición de megaproyectos como el llamado Tren Maya, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y la Presa Hidroeléctrica en Huexca, Morelos, los cuales para muchas naciones indígenas representan monumentos de muerte y asesinato.
El 20 de febrero de 2019, fue una fecha que comprobó el urgente llamado que hicieron desde el Congreso Nacional Indígena: Se trató del asesinato de Samir Flores Soberanes, uno de los más queridos y grandes defensores del territorio Nahua, y activista contra la Termoeléctrica y el Proyecto Integral Morelos, que diversos especialistas en materia energética, han señalado como inviable y peligroso. Un proyecto que López Obrador especificó como “de ordenamiento territorial, infraestructura, crecimiento económico y turismo sostenible”.
Samir, integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA) Morelos, Puebla y Tlaxcala, y del Congreso Nacional Indígena (CNI) fue asesinado poco después de un acto en el que el presidente, anunció la realización de la consulta para poner en funcionamiento la termoeléctrica. Samir, señaló al mandatario como un “asesino de los ideales de Emiliano Zapata”, y AMLO, paró su discurso para referirse a los manifestantes como: “radicales de izquierda”, y dijo que para él no eran “más que conservadores”, lo que desató la indignación en la zona. AMLO reafirmó que aún si hubiese “gritos y sombrerazos”, se llevaría a cabo la consulta (para la termoeléctrica) adelantando que su gobierno estaba a favor del proyecto energético.
Otomís en protesta contra los ataques a los pueblos originarios por la imposición de megaproyectos. Foto: Diego García
Esto comprobó para muchas naciones indígenas lo que ya advertían las comunidades zapatistas, que denunciaron desde hace tiempo, el acoso de los grupos paramilitares de los Chinchulines y de la llamada Orcao (Organización de Cafeticultores de Ocosingo), así como de los partidos Verde Ecologista y Morena, que controlan la región. La Orcao, incendió dos de las bodegas de café zapatista el pasado 22 de agosto de 2020 en la comunidad de Cuxuljá, municipio de Ocosingo en Chiapas, bodegas que son cruciales para la supervivencia de la comunidad. Los pueblos zapatistas dijeron:
«Sabíamos y sabemos que nuestra libertad sólo será obra de nosotros mismos, los pueblos originarios. Con el nuevo capataz en México, siguió también la persecución y la muerte: en apenas unos meses, una decena de compañeros del Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno, luchadores sociales, fueron asesinados. Entre ellos, un hermano muy respetado por los pueblos zapatistas: Samir Flores Soberanes, ultimado después de ser señalado por el capataz que, además, sigue adelante con los megaproyectos neoliberales que desaparecen pueblos enteros, destruyen la naturaleza, y convierten la sangre de los pueblos originarios en ganancia de los grandes capitales”.
Samir dejó un vacío profundo en el alma de los pueblos originarios, “hablar de su muerte, nos duele el corazón”, dice Maricela Mejía, concejala del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) por la comunidad Otomí, y es que conocieron a este defensor de la tierra (con mayúscula y minúsculas) muy de cerca. Lo describen como un padre amoroso de cuatro hijos, profesor de primaria, agricultor, campesino, herrero, rotulista, licenciado en informática, jinete, radialista, locutor, bajista en un grupo de música norteña y defensor e investigador para la viabilidad de la siembra orgánica para no seguir envenenándola.
Tuve la oportunidad de conocerle un día en Amilcingo, en un encuentro maravilloso, y en verdad Samir tenía esa fuerza que simplemente se siente más allá de la mirada, una energía profunda que te contagiaba de humildad, causa y firmeza, luego, estaba su palabra bien hablada: cantada como si fuera música. Así me dijo:
“Entendamos que defender la tierra es defender al de abajo, pero también al de arriba, al de atrás y al de adelante, al de en medio y al de los lados, ¿por qué es tan difícil entender que debemos dejar un territorio sano y seres humanos sanos, que piensen y sientan la tierra? Es la única manera de construir posibilidad”.
Una niña le pregunto: “Profe, ¿cuando vamos a sembrar?”— “ya mero”— le contestó Samir y me siguió contando: “tenemos la costumbre de llevar a la barranca alguna planta para inculcarle a los niños el compartir, muchas veces se les enseña a trabajar de manera individual: tú apúrate y haz lo que tengas que hacer y deja a los demás si no hacen la tarea, haz lo tuyo, les insinúan, entonces empiezan a individualizarse, se pierde el sentido de pertenencia a la comunidad, al trabajo colectivo y entonces no tenemos mucho que compartir, sin embargo, con una planta y su siembra, tenemos mucho por compartir pensando en el futuro y en lo común ”.
Quizás el brazo roto de la estatuilla del presidente le pesó demasiado, siendo que el 1 de diciembre del 2018 (cuando tomó protesta como mandatario) uno de los puntos principales de su discurso fue que su gobierno miraría y defendería a los pueblos originarios del país; incluso hubo un ritual, donde líderes de 68 pueblos indígenas (coordinados por Adelfo Regino Montes) le pasaron el humo sagrado de copal y le dieron “el bastón de mando”, convirtiéndose en el primer mandatario en México en hacer este tipo de ritual en miras simbólicas de dar importancia a los pueblos indios, actos que ya habían tomado gobiernos de izquierda como el de Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador) y Juan Manuel Santos (Colombia), y que a la vez representan un capital político sostenido por distintos sistemas y politizaciones de la esperanza.
Samir Flores Soberanes
AMLO tiene un doble discurso indigenista con muestras radicales: como la liberación de presos políticos que tenían 50 años de cárcel por defender sus manantiales, y la voluntad política para el icónico caso de los 43 estudiantes normalistas desparecidos de Ayotzinapa (sabe bien que le costó el sexenio a su antecesor Enrique Peña Nieto, también que se ha convertido en una demanda de justicia global porque el caso representa el mayor crimen de Estado en una democracia; AMLO es consciente de que si quiere reivindicar la política del Estado-Nación tendrá que resolverlo) pero por el otro lado, consiente este tipo de megaproyectos — que si bien el país precisa por la insuficiente infraestructura de fuentes de energía que aseguren servicio para un crecimiento demográfico desbordante — no está tomando en cuenta formas más sustentables y horizontales con las que podría desarrollar estos proyectos. AMLO sólo quiere ver un color y no los otros tantos que le han propuesto diversos especialistas en el campo con amplísima experiencia. Estas uni-soluciones solo representan puntas de icebergs que no miran el fondo, solo atienden “la puntita” de hielo, sin resolver la base del problema (un ejemplo clásico es la movilidad en la ciudades, que en lugar de motivar políticas eficaces y sustentables de transporte, siguen eligiendo construir obras carísimas para “atenuar el tráfico”, obras que en un par de años, terminan por convertirse en estacionamientos de pago).
Siguiendo el manual priísta, no se piensa en la prevención, sino en la pura y barata estética política de soluciones huecas. Este gobierno, corresponde como lo han hecho otros, al interés de algunos empresarios que simpatizan con una sobre-explotación de recursos insostenible, incluida la cancunización de todo el sureste mexicano. No escuchan los crudos testimonios de las comunidades del caribe que desde primerísima línea, describen el inconmensurable costo en términos ambientales y de seguridad pública que esto significa. *Estos testimonios del Pueblo Maya Peninsular se pueden obtener accediendo a: http://indignacion.org.mx/wp-content/uploads/2019/12/Boleti%CC%81n-Tren-Maya-tras-la-consulta.pdf
En el caso de la Termoeléctrica de Huexca (Morelos), resguardada por la Guardia Nacional, es un megaproyecto que crea ozono venenoso, gas metano, contaminación sonora que ha producido vómito, cefalea y alteración del sistema nervioso, sobretodo a los niños y niñas de la comunidad. Sin mencionar el altísimo riesgo por estar en una zona de erupción volcánica, pues se ubica a las faldas del volcán Popocatépetl: el décimo volcán más activo del mundo. Por otra parte, en el Seminario Universitario de Sociedad, Medio Ambiente e Instituciones de la UNAM (SUSMAI), se detalló que hay un gasoducto fracturado por el temblor del 19 de septiembre de 2017 de 7.1 grados con epicentro en el Estado de Morelos. Este proyecto también está destruyendo irreversiblemente el histórico río por el que hace tiempo entraron los Insurgentes para terminar con el sitio de Cuautla, que fue crucial en la Independencia de México. Los especialistas dicen que el gobierno se ha negado a opciones de energías limpias (fotovoltáicas) y a la participación local. En su lugar, se ha inclinado por una consulta nacional acentuada en pueblos desinformados del tema y alejados geográficamente del problema. Por otro lado, los especialistas señalan que el 85% de abasto de gas para operar la planta proviene de Texas, hecho que contribuye al fracking en esa región, también que la operación de la planta, cuesta 5 mil 300 millones de dólares (8 veces más que con energías limpias) y 500 millones de litros de agua al día, dejando sin el líquido vital a la comunidad de Huexca.
AMLO y Adelfo Regino Montes. Foto: Luis Alberto González
2.La resistencia Otomí
La comunidad Otomí, migró a la CDMX, principalmente de Santiago Mexquititlán, Querétaro, huyendo como otros grupos de migrantes y refugiados de la miseria, y tratar de encontrar oportunidades de supervivencia. A su llegada a la capital, se toparon inmediatamente con un entorno que los marginaba: autoridades, instancias, escuelas y transeúntes de la ciudad, iban con la discriminación desenfundada para con ellas y ellos. Vivieron en los mercados, terminales, estaciones del metro y fuera de restaurantes. Siempre buscando un lugar medianamente seguro que les diera posibilidad de despertar al día siguiente, sin embargo, en el proceso, les ocurrieron cosas terribles: “hay un caso de una compañera que por dormir en la calle, le arrebataron a un hijo, y por supuesto, le duele mucho contar esa historia. Estaba dormida y se lo arrebataron y nunca lo encontró. Como esas historias terribles hay muchas más de abuso y robo”, acentúa la concejala Maricela. La necesidad hizo que familias en la misma situación se encontraran y se unieran para protegerse entre sí, fue así que encontraron predios completamente abandonados ubicados en la Calzada Ignacio Zaragoza 1434, también en Zacatecas 74 y Guanajuato 200 en la colonia Roma; y en Roma 18 y Londres 7, en la colonia Juárez, donde colapsaron 43 departamentos en el terremoto de 1985 y donde lamentablemente el 95% de sus habitantes perdieron la vida. El predio quedó desierto y desolado y los Otomís fueron arreglando como podían el sitio para poder establecer un lugar fijo de vivienda. Invitaban frecuentemente a gente de la delegación Cuauhtémoc para que vieran la situación del espacio y pudieran llegar a un acuerdo legal para ocuparlo como hogar. Solo un delegado en 1997, Jorge Legorreta, fue el que realmente escuchó a la comunidad y dotó de láminas, tinacos y otros materiales, para que tuvieran condiciones mínimas de sobrevivencia. En la última década el predio entró en pugna, no por las familias de los finados del terremoto (que fueron solo dos las que reclamaron su derecho y que están de acuerdo con la expropiación para la comunidad Otomí a cambio de recibir lo que les corresponda) sino de grupos inmobiliarios que comenzaron a estar interesados en los predios de la colonia Roma por su apetitosa ubicación, sin embargo, no poseen ningún recurso legal para hacerlos suyos.
En sus 30 años de organización, los Otomís han acompañado muchas causas que refieren a la dignidad de los pueblos originarios, una de las más recientes fue el apoyo a María de Jesús Patricio, mujer de la comunidad nahua contemporánea que fue elegida para ser la voz representante del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y del Congreso Nacional Indígena (CNI) rumbo a una candidatura independiente para la presidencia de México en 2018, con el objetivo de hacer presentes a los pueblos originarios en las decisiones más importantes del país.
En la consulta ciudadana para conseguir suficientes firmas para aquella candidatura, Marichuy, como se le conoce de cariño, fue la aspirante que más rúbricas honestas obtuvo con casi un 94% de legitimidad; mostrando que el proceso fue transparente, consensuado y organizado. Si bien no se logró el objetivo principal de obtener una candidatura desde los pueblos indios a la presidencia de la República, dejó muchas cosas positivas; entre ellas 94% de anticorrupción, de anti-impunidad, de no venderse, de no claudicar.
La concejala Otomí ante el CIG, Maricela Mejía; María de Jesús Patricio; y el concejal Filiberto Margarito. Foto: Diego García.
Después de este ejercicio con Marichuy, y reflexionando acerca del proceso, la comunidad Otomí fue parte del acuerdo para que surgiera lo que se conoce hoy como Coordinación Metropolitana de Apoyo al CNI y al CIG, que los llevó a una organización aún más solida que les permitió resistir al duro golpe de los sismos de septiembre de 2017 y que volvió inhabitable el predio abandonado ubicado en Roma 18 en la Colonia Juárez, donde vivían muchas familias otomíes, pero que después del terremoto, acamparon alrededor del inmueble para después ser violentamente desalojados por granaderos de la Ciudad de México.
El 12 de octubre de 2019 (día de la raza), dijeron “¡ya basta!”, cuando el CNI hizo una convocatoria para poner bajo la agenda pública, la imposición de los megaproyectos, los despojos de territorio y el asesinato de pueblos indígenas como el que ocurrió con Samir Flores. Fue entonces que en asamblea, la comunidad Otomí pensó en ir por el monumento a Colón, ubicado en la glorieta formada en la intersección de las calles Buenavista y Héroes Ferrocarrileros en la delegación Cuauhtémoc de la Ciudad de México, pero volvieron a discutirlo y resolvieron que por la urgencia, era necesaria una acción más contundente. Después de diálogos, discusiones y propuestas, concluyeron no ir por el monumento a Colón para derribarlo, sino ir por el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI).
“Para nosotros hay una experiencia importante que dejaron nuestros hermanos zapatistas en 1994, y que de alguna forma vinculamos a la llamada de emergencia que nos hizo el CNI para hacer una acción sólida que pudiera visibilizar el lado oscuro de aquella toma de protesta de AMLO con algunos pueblos indígenas coordinados desde el gobierno”, dice Filiberto Margarito Juan, también concejal Otomí del CIG.
Los Otomís subrayan que desde el INPI se toman las consultas amañadas y a modo para imponer los megaproyectos, no dudan que sea desde el instituto que estén ordenando los asesinatos de los defensores ambientales comunitarios. Ese fue el escenario que les hizo pensar que el mejor lugar para hacer claras sus demandas era desde la sede federal que, con cerca de 600 empleados, tiene un sistema de computo que controla y administra toda la información concerniente a los pueblos originarios del país.
Fachada de la toma del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. Foto: Luis Alberto González.
Hoy en la toma del INPI, hay piñata por el inicio de un nuevo año. Una niña pequeña, nos invita a hacer fila para pegarle y sacar los dulces, nos muestra cómo está colgada con un gran lazo dentro del estacionamiento del instituto . Allí está la comunidad cantando el “dale dale dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”. Me quedo pensando en qué razón tiene esta cantaleta que memorizamos desde niños, y es que solo podemos caminar si no perdemos el tino de construir constantemente un camino sobre el que podamos andar; no es andar donde nos digan, sino andar desde nosotros mismos.
Entre pensamientos que van viajando con el vaivén de la piñata, Diego García, me cuenta que al tomar el INPI, constataron que hay una serie de protocolos para las consultas simuladas: “Ya vimos como está el asunto del Tren Maya, el Corredor Interoceánico, etcétera, por eso no dudamos que desde aquí platicaban cómo se quitaba de en medio al compañero Samir. Es arriesgado señalarlo, pero del Estado, puedes esperarlo todo. Ahí está el ejemplo de los 43 desaparecidos y que aún no sabemos la verdad”, disipa.
La concejala Maricela y otras de sus compañeras Otomís recibiendo a Hilda Hernández y Mario González, madre y padre del estudiante desaparecido César Manuel González Hernández de los 43 de Ayotzinapa. Foto: Diego García.
El ¡Ya Basta! Otomí, fue una acción limpia, sin violencia y pacífica. Le pidieron a los trabajadores y policías que se retiraran para después anunciar el comunicado en el que puntualizaban sus demandas y declaraban formalmente tomadas las instalaciones. A cien días de la toma, tienen un padrón de 80 familias que están viviendo dentro del instituto. Otras 20 que están cuidando los predios donde han sobrevivido estos años. La pequeña que nos invitó a la piñata, anuncia elocuente, inocente y simpática: “¡yo no me quiero ir de aquí, no hay ratas y está calientito!”.
Niña Otomí. Foto: Luis Alberto González.
Gracias a sus acciones de resistencia, protesta y diálogo, el gobierno de la Ciudad de México, les ha anunciado recientemente que se va a publicar el decreto para expropiar en el beneficio de la comunidad Otomí, el predio de Zacatecas 74. Confían que ocurra los mismo para el resto de inmuebles:
“Estamos esperando (entre marzo-abril) que pase lo mismo para Guanajuato y Zaragoza. También estamos pronosticando que para el 13 de agosto 2021, fecha que se conmemoran los 500 años de la caída de Tenochtitlan y en la que compañeras zapatistas y concejalas del CIG, irán en una caravana a Europa y llegarán simbólicamente en esa fecha a la capital española, las autoridades (que no dan paso sin huarache), planean generar la expropiación de orden federal para que el predio de 1500 metros de Roma 18 pueda ser expropiado y entregado a la comunidad Otomí”, aclara García Bautista.
Diego, detalla que la expropiación de este predio debe reconocer que la comunidad Otomí, representa un ícono de lucha y resistencia en México: “Para nosotros este inmueble representa una posibilidad de vivienda digna, pero también la defensa de la memoria, pues fue el símbolo de la resistencia española contra el Franquismo y sus políticas genocidas, un inmueble que acogió a los exiliados y refugiados de la resistencia española, y desde donde planeaban acciones de insurgencia contra la dictadura franquista”.
Diego García Bustamante (fundador de la UPREZ Benito Juárez y el Café Zapata Vive) desde el interior de la toma del INPI.
Foto: Luis Alberto González.
3.¿Y la pandemia?
En la toma del INPI, tienen muy presentes los controles sanitarios. Antes de hacer la toma, en el proceso de organización y de consulta con la comunidad, todas y todos manifestaron las necesidades que conlleva una acción de estas características. En ellas se acordó por medio de su asamblea, la constitución de las comisiones de seguridad, alimentación, limpieza, acopio, finanzas y salud principalmente. Esto sin conocer aún lo que les esperaba dentro de la sede del instituto, pero que fueron medianamente trazando los Otomís cuando entraban al edificio de 6 pisos para analizar el espacio. Pudieron acceder con distintos argumentos: desde una consulta informativa, hasta alguna situación de trámite; así comenzaron a registrar horarios, accesos, personal y la orientación de algunas oficinas, aunque fue imposible que tuvieran acceso más allá del primer piso, sin embargo, eso fue suficiente para obtener pistas del panorama general con el que pudieron trazar las áreas para las comisiones.
“Las familias Otomís, han ido aprendiendo e informándose para saber cómo llevar cada Comisión de una manera funcional y armónica. Esto es ubicarse en los hechos y asumir una responsabilidad a este nivel. Una cosa diferente es tirar consignas por las redes sociales y otra muy diferente es accionar. Sí estábamos preocupados por un posible desalojo violento al ser un instituto federal pues representa mucho para el sistema político, particularmente en el discurso del actual gobierno donde es el ícono de la imposición”, aclara García Bautista.
En la comisión de salud, participan la comunidad Otomí y sus conocimientos de medicina tradicional y alternativa que se combinan con los de la medicina moderna, y hasta la fecha han podido lidiar con el virus del SARS-COV2 (conocido como Coronavirus). No ha habido contagios, ni uno solo. Todos se ven con cubrebocas (menos los más pequeños para evitar asfixias como recomienda la Organización Mundial de la Salud), llevan registro de quien debe accesar, tienen gel y protocolo de limpieza, sin embargo, Diego, es sincero y acentúa que la comunidad tiene poca credibilidad en el virus.
“La comunidad Otomí como muchas otras comunidades indígenas ya no le cree al gobierno, entonces cuando salen con las recomendaciones, las consideran ilógicas porque dicen: ‘¿dónde chingados nos vamos a lavar las manos si no tenemos agua?, ¿cómo mantenemos una sana distancia si vivimos hacinados en la calle?’ No se le cree al gobierno, pero sí lo creyeron cuando salió el comunicado del EZLN con el llamado de cuidarse. Ese fue el parteaguas”, explica Bautista, mientras la concejala Maricela complementa: “si los compas zapatistas están tan aislados y tomaron medidas de seguridad, y cerraron sus territorios, y están evitando que salgan o entren ajenos para resguardar la vida como es la consigna, pues nosotros asumimos eso”.
Inauguración del Taller de la Muñeca Otomí dentro de la toma del INPI . Foto: Diego García.
Los hechos son cien días sin contagios, y poco a poco han extremado las medidas: ya piensan en una zona de aislamiento en caso de que haya una o un compañero que presente síntomas y precise aislarse para trasladarlo a alguna institución médica. También en este repunte de la pandemia a inicios del 2021, les informaron a quienes están dentro del INPI, que en las próximas semanas no podrían salir a ver a sus familias en Santiago Mexquititlán por precaución; quien decidiera ir a verlas, no podría volver a la sede hasta nuevo aviso. Diego no deja de tener una mirada autocrítica al respecto y expresa que aún hace falta mayor disciplina de todas y todos, mayor responsabilidad para cerrarle las filas al virus.
«Tenemos que tener presente que si de aquí no nos ha sacado la policía, lo que sí nos puede sacar es el virus de la pandemia”.
Mujer Otomí en anuncio de Asamblea. Foto: Diego García.
4.Muñeca Otomí y un escarabajo.
Los otomís han instalado dentro del instituto un taller muy organizado desde donde pueden hacer artesanías, principalmente la icónica muñeca Otomí, la muñeca mexicana por antonomasia. Esto, aunado a apoyos de organizaciones civiles e indígenas, está sosteniendo el movimiento de protesta.
“Hemos podido poner un taller de la muñeca Otomí, esa muñeca mítica que tanto conocemos en México, con su falda colorida, ojitos negros, boca sonriente y tranzas enlazadas con listones de colores. En el taller estamos haciendo una nueva versión de esa muñeca como símbolo único de esta toma. Es una muñeca Otomí, en su versión zapatista”, cuenta Elvira, mientras teje las piernitas de la icónica pepona, rellenas de algodón.
Línea de trabajo Muñeca Otomí. Foto: Diego García.
La venta de la muñeca está permitiendo un ingreso importante para el sustento de las familias, recientemente también pusieron a la venta — después de decidirlo en su asamblea — las artesanías que tenían dentro del instituto, muchas de ellas regalos que le hicieron a Adelfo Regino Montes, obsequios para evitar el olvido del titular en turno. Costumbres lamentables que dejan ver el nepotismo y el abandono histórico de las instituciones.
“Cuando llegamos al INPI y empezamos a recorrer los pisos para pedirle a los trabajadores que se retiraran, nos dimos cuenta que todos los muros, muebles, escritorios, estaban saturados de artesanías, de muchas botellas de vino, de mezcal y de café y entonces mirábamos ese contraste que hay del desprecio a las comunidades indígenas y lo que en realidad ellos sí aceptan. Desprecian la presencia, no escuchan sus demandas y denuncias, pero sí tienen saturado el inmueble de la mano de obra artística de los pueblos de todo México. Aquí está evidente la incongruencia del discurso y de la ‘cuarta transformación’ que por un lado reprime a los líderes indígenas que defienden la tierra y el agua, pero le dan vuelo al indigenismo como pieza decorativa”, acentúa Diego.
La comunidad Otomí en resistencia decidió en asamblea sacar todas estas obras para ponerlas a la venta y recaudar fondos. A esta simbólica acción la llamaron: “La expo-venta de los traidores”, que señala a Adelfo Regino, quien fuera de los fundadores del CNI y que ahora los pueblos originarios en resistencia repudian por sus acciones. Para esta expo-venta, reza una enorme frase que acentúa su consigna:
“La comunidad Otomí, no somos pieza decorativa”.
De esta manera denuncian que los pueblos originarios no solamente tienen que ser mirados dentro de vitrinas donde solo se ven como etnografía sin dotarlos de derechos, “eso ya se le olvidó a Regino”, dice la concejala Maricela.
Parte de las cientos de artesanías regaladas al titular del INPI, Adelfo Regino. Fotos: Diego García.
Esta expo-venta es para que de alguna manera, la gente de a pie, sea la que pueda atesorar estos objetos preciados que simbolizan una parte de la cosmovisión de las comunidades originarias y no quien está en una posición de poder político. Quieren re-virtuarlos al tiempo que generan ingresos para sostener dos áreas de su organización: 1) Seguir fomentando y sustentando el taller de la muñeca Otomí 2) Generar un fondo para comida, higiene y medicamentos.
Ya se verá los próximos meses, si el gobierno de la Ciudad de México cumple con los acuerdos de expropiación de los inmuebles y si de alguna manera se manifiesta el Gobierno Federal al respecto de las demandas del pueblo Otomí en resistencia. Mientras tanto, dejan algo claro:
“Repudiamos lo que representa Adelfo Regino Montes y el INPI para los pueblos indígenas. Por eso estamos en las entrañas del dinosaurio que decide cómo y dónde pisar a los pueblos originarios, denunciamos la imposición de los megaproyectos de muerte y la militarización de los pueblos indígenas y las agresiones para con nuestras hermanas y hermanos zapatistas, ordenada por los intereses de la cuarta transformación”, aclara la junta directiva de la comunidad Otomí en resistencia.
Asamblea Otomí dentro del INPI. Foto: Diego García.
Mientras tanto, en esta sede se resguardan del invierno; tienen agua corriente gracias al diálogo que han establecido con el gobierno de la Ciudad de México para tener condiciones saludables mientras esperan la resolución; también hay luz (que solo se ha ido un par de veces), lo que compra la comunidad con sus fondos son tanques de gas y agua potable para beber.
Mientras piensa en cuál podría ser el menú de hoy para alimentar a la comunidad, la concejala Maricela tiene ilusión que las autoridades de México y el mundo, escuchen el llamado de los pueblos originarios, por eso invierte también su tiempo en prepararse para el viaje con la caravana zapatista que irá para Europa el próximo verano (si los protocolos de la pandemia lo permiten), quizás ella haga el viaje como representante de la comunidad Otomí y con ello hacer un llamado de tolerancia, justicia, democracia y libertad en el mundo. Como indígenas de comunidades autónomas, pondrán a prueba y sobre los ojos del planeta: al racismo, la transfronterización, la migración y el feminismo. Luchas que hoy se han acentuado y que han puesto al mundo en un cambio epocal sin precedentes.
Asamblea en el INPI acompañada por Carlos González, abogado del CNI, María de Jesús Patricio, y el escritor y periodista Luis Hernández Navarro. Foto: Diego García.
“Vamos a esperar con organización, trabajo y paciencia, cosas que nos ha enseñado mucho un escarabajo”, remata Diego García Bautista, mientras me sonríe y me da un papel con una nota escrita a mano que hasta ese momento tenía pegada detrás de su puesto de trabajo:
«Decía Don Durito: Es claro que existen, al menos, dos cosas que están por encima de las fronteras: la una es el crimen que, disfrazado de modernidad, distribuye la miseria a escala mundial; la otra es la esperanza de que la vergüenza sólo exista cuando uno se equivoca de paso en el baile, y no cada vez que nos vemos en un espejo. Para acabar con el primero y para hacer florecer la segunda, sólo hace falta luchar y ser mejores. Lo demás se sigue solo y es lo que suele llenar bibliotecas y museos. No es necesario conquistar el mundo, basta con hacerlo de nuevo. Vale. Salud y sabed que, para el amor, una cama es sólo un pretexto; para el baile, una tonada es sólo un adorno; y para luchar, la nacionalidad es sólo un accidente meramente circunstancial.
La estatuilla del presidente sigue allí, rota, mochada, sin el brazo que reclama servir a la nación. La comunidad Otomí tomó protesta y exige que se respeten, para todas las naciones indígenas, la diversidad de sus exigencias y de sus esperanzas, no que se las impongan.
Joven Otomí y Muñeca Otomí. Foto: Diego García
FUENTE: RIPmx