Por Alex FG, Resumen Latinoamericano 17 de marzo de 2021
“Las clases sociales del siglo IX no se habían formado con la decadencia de una civilización agonizante, sino entre los dolores de parto de una civilización nueva.”
Engels, F; El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, 1884.
Cada vez es más evidente la decadencia orgánica del capitalismo y como punta de lanza de éste, del imperialismo norteamericano.
En estos últimos tiempos hemos vivido hechos históricos en forma de pandemias que han demostrado la fragilidad de los sistemas sanitarios del sistema capitalista(1). Seguimos comprobando como millones de trabajadores y trabajadoras siguen muriendo, enfermando y empobreciéndose(2), como las farmacéuticas se están frotando las manos con la comercialización de las vacunas, de las cuales, con toda probabilidad, millones de trabajadores y sectores populares del mal llamado Tercer Mundo serán excluidos en paralelo a las fortunas que ya empiezan a acumular los propietarios de dichas farmacéuticas(3); así mismo, asistimos a ver ‑aunque anestesiados por el opio de la alienación- como numerosos sectores sociales más o menos acomodados de las sociedades occidentales (europeas y norteamericanas fundamentalmente) se empobrecen a pasos agigantados y pasan a engrosar el ejército de reserva del Capital en forma de mano de obra en paro o se precariza agudamente su situación laboral, en numerosísimos casos abandonados por unas administraciones públicas que aseguraban que no lo harían jamás(4).
Fruto de la total desorganización y planificación del sistema, los sectores más vulnerables del proletariado sufren una y otra vez las consecuencias de la crisis sanitaria y social, que ya mucho antes de la llegada pandémica daba señales de alarma en lo económico.
Con esta breve y necesaria introducción contextual, podemos afirmar que EEUU no es ninguna excepción a esta realidad, que además, como potencia dirigente del bloque imperialista occidental, los síntomas de decadencia son enormes, y la teatral irrupción de masas enardecidas en el Capitolio(5) ‑sede del poder legislativo federal- no es más que una expresión de la agudización de la situación de descomposición del sistema capitalista que oculta ‑o muestra si prospectamos en ella- una guerra entre burguesías estadounidenses enfrentadas en dos proyectos imperialistas encontrados e incompatibles.
1) DOS PROYECTOS ANTAGÓNICOS DE DOMINACIÓN MUNDIAL EN PLENA DECADENCIA:
Como afirmábamos, la burguesía norteamericana se haya en un dilema: EE. UU. ha pasado de ser la superpotencia económica y militar del mundo capitalista desde 1945 hasta nuestros días, estrechando lazos con Europa, promoviendo la creación de organismos reguladores de la economía bajo su égida (OCDE, Banco mundial, Fondo Monetario Internacional, G‑20, etc.(6), militares (OTAN) (7), los Tratados de Libre Comercio (TLC) con Canadá y México, etc., etc.,…que supusieron un desarrollo sin precedentes de la exportación de capitales, industrias ‑entre ellas la exportación de armas de todo tipo, muchas veces en forma de invasiones, guerras y cuyas consecuencias son la destrucción sistemática de países o pueblos enteros que serán reconstruidos con la primacía exclusiva del agresor- a ser una potencia en declive inexorable que es incapaz ‑a pesar de sus enconados intentos- de seguir progresando ni en lo militar ni en lo económico a conquistar nuevas fronteras ni derrotar a sus enemigos internacionales en los últimos tiempos(8).
Efectivamente, el imperio norteamericano de occidente, como aquel imperio romano del año 395, en el que tras las derrotas militares previas ante godos y diversos pueblos bárbaros el emperador Teodosio I recuperó a duras penas el control, sufre una crisis sin final aparente, irreversible a todos los niveles, donde el “establishment” intenta reconducir una situación que a medio plazo solo puede ser aún más explosiva.
El paralelismo con el declive y caída del Imperio romano de Occidente es claro: a la incapacidad militar de las últimas décadas ‑donde no ha podido vencer en ninguna de las guerras que ha iniciado- se unen las derrotas en lo económico, en lo diplomático y en el resurgir de economías sólidas y en continua expansión que amenazan la hegemonía, tanto a EE. UU. como a la “vasalla” UE, de su posición(9).
Teodosio I recuperó un poder frágil, con un ejército colapsado, con territorios de su imperio fuera de control (por lo que, entre otras consecuencias la producción económica y las entradas de impuestos menguaron, provocando colapsos, encarecimiento de la materia prima y los productos básicos ‑incluidos los esclavos-) y con las fronteras presionadas por potencias extranjeras. ‑e incluso zonas enteras intervenidas y fuera de control romano-. Al morir Teodosio se repartió el poder entre sus hijos que entraron en guerra civil. El ejército, total y absolutamente sobredimensionado, ineficaz y con unos mandos ansiosos de Poder, jugó un papel preponderante en estos hechos que arrastraron la caída de Roma, oficialmente producida en 476 aunque sea matizable. EE.UU a día de hoy se nos muestra como una potencia mundial en la cual en el interior de su seno malconviven diversos intereses enfrentados y ávidos de Poder, después de años de crecimiento económico continuado, de regeneración económica tras años de crisis, de imposición de acuerdos internos y de anexión de nuevos mercados externos; de las necesidades de salida del stock del Complejo Militar Industrial contra proyectos de reconstrucción industrial nacional y concentración de capitales en suelo estadounidense…en definitiva, se trata de contradicciones profundamente agudas e insalvables entre los intereses de unas burguesías de carácter oligárquico/imperialistas expansionistas ‑las cuales han dibujado hasta hoy la faz de gran parte del Planeta- y unas burguesías nacionalistas/chovinistas que sueñan con arrebatar el Poder al Complejo Militar Industrial Financiero y las grandes corporaciones empresariales multinacionales que siguen apostando por la exportación de capitales, la concentración de riquezas y la hostilidad a todo aquel que se oponga a sus designios (aunque sea vía “manu militari”).
Este es el quid de la cuestión: las fracciones burguesas enfrentadas entre sí, con una visión diametralmente opuesta de cómo remontar la crisis económica, social, cultural y sanitaria, que reflejan dos concepciones del mundo más allá de EE. UU radicalmente distintas.
a) Tipología de las fracciones enfrentadas:
Ante todo, es importante destacar que las nuevas crisis que arrecian y la propia composición de los dos principales partidos que representan los intereses de las 2 burguesías norteamericanas en disputa han facilitado que estos partidos se vean superados por los intereses de los burgueses a los cuales dicen representar. Esto es, podemos encontrar representantes de ambas facciones tanto en el Partido Demócrata como en el Republicano(10).
Sin embargo, los “soberanistas” abundan más en el Partido Republicano. De hecho, Trump es un representante de tal facción; la facción “globalista” se haya más arraigada en el Partido Demócrata. No obstante, las dos influyen en los dos partidos y actúan por cuenta propia en las instituciones electivas, en el poder corporativo empresarial, en el Pentágono, la CIA y el Complejo Militar-Industrial-Financiero.
Queda meridianamente claro que tanto partidos como candidatos son instrumentos de dos facciones del gran capital, de corporaciones y estructuras más permanentes y con mayor raigambre económica, social, militar e ideológica.
Recientes ‑y antiguos- resultados electorales tramposos ‑o no‑, disputas por el voto por correo, disputas por el senador tal o cual de tal estado o aquel otro…todo esto queda en un segundo plano. Lo que realmente está en juego es la lucha por el control efectivo del Poder, de los resortes de este. Es una auténtica pugna por el Poder y el rumbo que ha de llevar la nave por un camino plagado de sombras y dificultades.
Nuevamente, y con el ejemplo de EE. UU vemos como el Estado no es neutro; no es un elemento puesto al azar y según quién llegue a él, éste se puede gestionar de tal o cual manera. El Poder, por tanto, no es el Estado. Confundir gestión del Gobierno, Estado y Poder nos remite a concepciones políticas, económicas y sociales ideales neoplatónicas. El Estado es un instrumento creado y diseñado por una clase dominante que efectivamente ha tomado el Poder de los medios de producción y ha creado su instrumento para explotar y oprimir su clase por encima de la otra.(11)
Los EE. UU con los ejemplos de estos días, insistimos, nos enseñan el verdadero Poder y la disputa entre facciones que ostentan ese Poder para dirigirlo en base a sus intereses: han emergido, pues, las contradicciones entre la propia clase dirigente, y estas son muy agudas, puesto que no las resuelven simples gestiones cosméticas.
Efectivamente, los “soberanistas” exigen un giro copernicano a las políticas económicas desarrolladas y predominantes en los últimos decenios: así, se explicita un interés en el repliegue económico, el volcado de partes del poder transnacional de EE. UU hacia el interior de sus fronteras; todo ello, que no es poco, a contracorriente de la llamada globalización neoliberal, esto es, de la mundialización del capital. Para ello, desde la era Trump, se intentó primar la economía interior, imponer aranceles al exterior, dejar en un segundo plano la OTAN (incluso desinvirtiendo en ella), etc…(12)
Para el objetivo marcado, es necesario un adoctrinamiento, una inoculación del chovinismo nacionalista entre amplios sectores de la población (es significativo el lema “Make America great”). Aglutinados en torno a demagógicos discursos y proféticas soluciones a corto plazo, aprietan filas en torno al proyecto para combatir las altas tasas de desempleo, reflotar la industria nacional y los sectores económicos destruidos por el modelo actual ‑marcado por las grandes corporaciones y el Complejo Militar y Financiero-. En definitiva, un retorno al WASP de antaño (White Anglo Saxon Protestant)(13), donde la clase obrera blanca sea la base sustentadora de este neopopulismo de tintes fascistas, muy reaccionario, que pretende dividir a los trabajadores sobre bases étnico-raciales, identitarias y socio-culturales en provecho de una burguesía muy reaccionaria. El trabajador blanco, afectado por las sucesivas crisis y actualmente por la crisis sanitaria, desplazado por las masas obreras inmigrantes mal pagadas, explotado y oprimido, es el “objetivo”, donde asentar un ejército disciplinado, manipulable y servil que ayude a la burguesía nacionalista chovinista a asentar su Ítaca.
La lucha contra el paro a la vez que se intenta combatir el declive económico son los dos ejes de la política de los soberanistas y sus masas adoctrinadas. El rescate de una gran parte del capital transnacional para reinvertir en EE. UU. es la receta proteccionista con la cual se pretende, por parte de la gran burguesía dirigente, fomentar su crecimiento económico; por otra parte, el cierre de fronteras (o como mínimo restricción de acceso) a la inmigración obrera extranjera, la negativa a las regularizaciones y las deportaciones buscan “proteger” a la masa de trabajadores blancos norteamericanos. Esta burguesía considera que el empleo en esta fase es un bien “escaso”, que se debe desarrollar con las políticas económicas proteccionistas, las cuales desarrollarán una industria potente a la par que renacidas empresas financieras que posteriormente, en su desarrollo ulterior, se tornará nuevamente expansionista.
Surgen, pululan y se expanden, imbricándose entre ellas, en este tipo de tropa todo tipo de semi sectas, sectas y/o ideologías. Un magma de antiguos y nuevos rescoldos fascistas, neonazis y similares (el KKK, el “sudismo” o los Proud Boys, por ejemplo); seguidores de engendros ideológico-místicos (p.e. QAnon); corrientes ideológicas con raigambre en los partidos tradicionales (donde se concentran los gestores de la burguesía) y chamanismo, esoterismo y misticismo. De nuevo, tenemos varios paralelismos históricos evidentes, como por ejemplo el período histórico en el que se produjo la degradación de la Grecia clásica y su substitución por el Imperio Macedónico que provocó, en el interregno de esas dos etapas, la aparición de diversas corrientes filosóficas (epicureísmo, estoicismo, diogenismo…que poco o nada tenían que ver con el platonismo y/o el aristotelismo predominante hasta entonces) y si más con un caos gris, oscuro, deprimente al percibirse socialmente la llegada de épocas con más sombras que luces a pesar de pasar a pertenecer a un imperio “cosmopolita” y considerarse el mismo “el centro del mundo”.
Para ello es imprescindible enarbolar viejas banderas frente a los postmodernismos que son la enseña de los “globalistas”. La reacción conservadora pretende defender lo tradicional, lo cristiano, lo blanco y norteamericano frente a los feminismos, las identidades culturales, la diversidad o el relativismo cultural. Todo lo defendido por los “globalistas” se percibe como un ataque a la supervivencia de la idiosincrasia norteamericana e incluso a la pervivencia cultural y económica de la clase media blanca. En ese popurrí encontramos, como decíamos, desde nostálgicos del Mayflower hasta sudistas y el KKK, pero es tan heterogéneo que colectivos de mujeres, afroamericanos e incluso latinos, pasando por cubanos exiliados no dudan en apoyar la reacción con tal de defender sus privilegios o sencillamente creen que haciéndolo fomentan el orden frente a la decadencia norteamericana actual.
Dicho de otra manera, los globalistas serían la facción burguesa nacionalista que apuesta por la recuperación del Poder ‑o parte de él- transnacional, recuperando empresas y Capital hacia el interior de EE. UU con el fin de desarrollar el mercado interior del país, primándolo sobre los intereses situados en el extranjero.
Se explica así la apuesta de la administración Trump por reducir su peso económico en la OTAN; sus limitaciones a las ofensivas militares imperialistas (a diferencia de las anteriores administraciones), no cediendo a las presiones del Complejo Militar; y por supuesto, despreciando relativamente a la Unión Europea (hasta entonces socio preferente de EE. UU), a la que en múltiples ocasiones se ha enfrentado, abriendo diferentes episodios de guerra económica.(14)
Los “globalistas” son los gestores y propietarios de la oligarquía multinacional y transnacional, de origen estadounidense, pero con amplia implantación mundial. Su inmenso Poder se extiende pues más allá de las enormes, pero a su vez limitadas fronteras norteamericanas. Es el Poder que explota y oprime internacionalmente a la clase obrera de forma indiscriminada, conquista nuevos mercados por la fuerza de las armas, movilizando los enormes recursos disponibles para ello creados por los Estados occidentales para tal fin.
Sostienen las alianzas con otras superestructuras imperialistas como la Unión Europea (UE), organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el G‑20 y el brazo militar del imperialismo, la OTAN.
La oligarquía globalista sigue, a pesar de este período de crisis, impulsando ofensivas militares para conseguir nuevos mercados.
En política interior, esta burguesía explota a los trabajadores al máximo, condenando a amplísimas capas de trabajadores a una vida de miseria, paro e incluso pluriempleo post-jubilación(15); excluyendo de derechos básicos y fundamentales a ingentes cantidades de trabajadores como la sanidad de calidad o la educación(16); fomentando la división social por cuestiones de género u otras identidades con el fin de desunir a la clase trabajadora y poder, por tanto, desactivar las posibles revoluciones del futuro que serían provocadas por la desmembración imperial.
En esta facción burguesa se hayan la mayoría de las empresas de la industria informática, las empresas de comunicación audiovisual, grandes editoriales y prensa, cadenas de televisión, la industria aeronáutica y espacial, las farmacéuticas, mineras, la banca y aseguradoras, las industrias militares y auxiliares relacionadas con el Complejo Militar ‑incluidas las firmas de ejércitos mercenarios‑, automovilísticas, constructoras y metalúrgicas, etc., así como gran parte del mundo de la industria del espectáculo (cine, música y teatro).(17)
Ciertamente, por ejemplo, apoyan la política globalista Meg Whitman, ex presidenta ejecutiva de Hewlett Packard (HP), actualmente gran directivo de otra gran empresa, Quibi, una plataforma de emisión en “streaming”; el exsecretario de Estado Colin Powell, del gabinete Bush y con amplios lazos con el Complejo Militar; el grupo republicano anti-Trump “El Proyecto Lincoln”, donde destaca George Conway, el esposo de la consejera de la Casa Blanca Kellyanne Conway.(18) También el exsecretario de Defensa William Cohen.
Personalidades aparte, además de empresas como HP, las empresas tecnológicas de Silicon Valley apostaron por el globalista Biden: Facebook, Google, Apple, Microsoft, Amazon, LinkedIn, Microsoft y Twitter han apoyado sin tapujos al demócrata, tanto con donaciones multimillonarias directas como en logística.(19) De entre los medios de comunicación y prensa periódica, tanto en el este como en el oeste, Joe Biden es el elegido en los medios con mayor flujo y lectores, como el New York Times, Washington Post, Los Angeles Times y Boston Globe. Lo mismo sucede en el norte, donde dos de los medios más leídos en Illinois, el Chicago Sun Times y el Chicago Tribune, dieron su apoyo a Biden. El Huffington Post también lo hizo.
Por otra parte, la revista científica inglesa Nature y la norteamericana Scientific American —no había dado su apoyo a ningún candidato en 175 años de existencia — , así como USA Today —una de las cadenas de noticias más grandes de Estados Unidos y que en sus 38 años no se había pronunciado — , llamaron a votar por el demócrata.
Caciques de la prensa, como el fundador de la agencia comunicativa homónima, Michael Bloomberg, incluso se presentó a las primarias demócratas para “frenar a Trump”. (20)
Spielberg, Soros, la empresa Twilio, EBay…son otras de las empresas y/o empresarios relacionados con Biden. Trump tiene el apoyo de Goya, Blackstone y otros sectores de la banca y las financieras.
Así mismo, una simple búsqueda nos ofrece información muy precisa sobre los apoyos en los que se sustentará el presidente Biden: el Periódico del 12 de diciembre de 2020 afirma que “el Gobierno que diseña Biden incluye a miembros ligados a grandes empresas”, así como que el “Secretario de Defensa está a sueldo de uno de los mayores contratistas de armas del Pentágono. Dos de los principales asesores económicos salen de la cantera del mayor inversor de fondos del mundo”.(21)
b) Un panorama inquietante:
Con este enfrentamiento en marcha, el panorama que se le presenta tanto a la clase obrera y sectores populares de EE. UU como a la del resto del mundo es como mínimo inquietante.
A la decadencia imperial se suma el consiguiente choque de trenes provocado por el enfrentamiento entre las diversas facciones burguesas en disputa por el control del Estado. Y el resultado ‑como también la disputa- de estas contradicciones tendrán repercusiones globales.
Esta es una disputa que va mucho más allá de Biden y Trump: se trata de un combate por el control del Estado y sus resortes con el fin de ponerlo a su servicio. Significativo es, por tanto, que el equipo de Biden cuente con miembros pertenecientes de forma directa a los sectores que la administración Trump “perjudicó”. El Complejo Militar Industrial forma parte del gabinete administrativo de Biden, así como las financieras, gran banca y la industria tecnológica, que han invertido miles de millones en su campaña y ahora quieren asegurarse un puesto en primera línea para aplicar las medidas necesarias en defensa de su interés.(22)
Es un hecho que Obama (Premio Nobel de la Paz gracias a un cruel sarcasmo de la Historia) y los Clinton, por ejemplo, lanzaron más campañas militares, invadieron más países, colonizaron más territorios y aportaron por tanto más negocio exterior a las multinacionales que la administración Trump, la cual ha intentado un repliegue estratégico de recursos militares, geopolíticos y de capitales, en contra del parecer de la industria del armamento y las grandes corporaciones, de los países aliados de EE.UU (con la UE en primer plano) y los pueblos y países colonizados cuyas oligarquías locales dependen del “amigo americano”.(23)
Cierto es que Trump, como buen gestor de la burguesía, tuvo que ceder en determinadas ocasiones a las presiones del Complejo Militar, como en el caso sirio, pero eso no determinó que la prioridad no era el repliegue. El furor con el que le atacan los medios belicistas tanto en EE. UU como también, de forma totalmente machacona en la UE, deseándole incluso los peores males(24), muestran el grado de sumisión lacayuna y de vasallaje casi semicolonial que ostenta la superestructura europea con aspiraciones imperialistas de primer orden.
La UE demuestra así el grado de subalternidad y dependencia de unos EE. UU que, a pesar de su bancarrota, la quiebra técnica y la degradación militar siguen siendo como un jabalí herido: una formidable bestia capaz de atacar salvajemente y arrasar con todo lo que se ponga por delante, precisamente por la necesidad imperiosa de seguir acumulando riquezas y exportar capitales por parte de sus grandes corporaciones industriales y financieras. Es una ley básica del sistema: la acumulación permanente de capital.(25)
Complementariamente, estos hechos nos enseñan como la UE también es una organización militarista integrada en la OTAN, pero que ostenta un eslabón de segundo orden en la cadena imperialista y necesita, por tanto, unos EE. UU belicistas y expansionistas con el fin de abrir nuevos circuitos de exportación de capitales y bienes hacia otros pueblos. El carácter irreformable de la UE queda sellado, está en el ADN de la organización su dependencia total y absoluta hacia la OTAN y el capitalismo imperialista norteamericano; la UE es, pues, un instrumento de las grandes empresas financieras e industriales europeas que utilizan la superestructura creada como lanzadera de la necesaria expansión de capitales hacia el exterior(26) Sobre todo, el gran capital francés y alemán son los grandes promotores de la guerra imperial, llamando continuamente a la OTAN y a los organismos judiciales, financieros y económicos a la guerra (militar, judicial y económica) contra aquellos pueblos y/o países “rebeldes” que no se someten al dictado de los intereses norteamericanos y europeos. Una guerra imperial en todos los aspectos que la UE no ha dudado en aplicar en propio suelo europeo (expansión interna27) y en el exterior, ya sea por iniciativa propia o en claro seguidismo del dictado del “gran hermano americano”.(28)
¿Cómo no iba el imperialismo europeo a salir en defensa urgente de cualquier alternativa a Trump? Era imposible tolerar 4 años más el repliegue militar, con restricciones de fondos a la OTAN, la salida de tropas de Oriente Medio, Asia y Europa; el repliegue para con las organizaciones comerciales, económicas y financieras globales; el retorno de empresas capitales a EE. UU y, en definitiva, la entrada en una nueva etapa de proteccionismo comercial y un cierto aislacionismo económico y militar.
No ha dudado la UE en apostar con fiereza por un Biden, que va a tener que lidiar con un trumpismo fortalecido, el cual ha sabido aguantar una embestida terrible del globalismo. Podemos afirmar que esta guerra va a superar tanto al trumpismo como a Biden al no ser ésta coyuntural, si no estructural. Poco importa si las elecciones fueron amañadas o no. El marxismo analiza que las elecciones burguesas son un circo ‑y más las estadounidenses- donde se dilucida el gestor necesario de las burguesías en liza con una pátina democrática. Pero en realidad, esta pátina democrática saltó ya varias veces por los aires en la corta Historia del imperio.(29)
Sin embargo, lo que sí está haciendo saltar por los aires el trumpismo es la imagen impoluta de éstas elecciones cara a una galería que observa sorprendida como fascistas y/o parafascistas asaltan el Capitolio ante un posible fraude electoral (desmentido hasta la saciedad por los medios afines al régimen imperial, pero cuestionado en su esencia); como las grandes corporaciones tecnológicas privadas como Twitter, Facebook y similares intentan silenciar – y lo logran- nada más y nada menos que al Presidente(30); como grandes masas de trabajadores blancos y capas medias rurales son marginadas y repudiadas por unas empresas mediáticas y audiovisuales que silencian “su” voz. Esto ha provocado la consolidación ‑que no defunción como pretendían los globalistas- de un movimiento “soberanista” cada vez más radicalizado y peligroso.
A pesar de las dificultades internas y externas, podemos esperar de los “globalistas” un enconamiento del belicismo ‑la guerra- como fuente de ingresos, y la reconstrucción de lo arrasado (y posteriormente endeudamiento de éste) como segunda y principal fuente de ingresos. La excusa de los “Estados terroristas” se aplicará con mayor dureza ‑sin duda- en Oriente Medio, con Siria, Yemen, Iraq y Afganistán como epicentro; con la inestimable ayuda del imperialismo francés EE. UU podría agitar el avispero libanés, provocando conflictos de naturaleza desconocida desde los años 80 en la región. Irán será un objeto de deseo también por parte de los cruzados de la OTAN. No descartemos totalmente tampoco la posible intervención en Argelia, codiciada con nuevas ansias por las petroleras francesas y donde en los últimos años se han vivido duros intentos de desestabilización.
En América Latina los conflictos no apuntan a intervenciones directas, pero si a la agudización del hostigamiento en forma de “golpes blandos” a Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba. No descartemos las posibilidades de agresión a alguno de estos países por parte de otros estados como Colombia, con cualquier pretexto por peregrino que sea, con la preparación y/o logística aportadas por EE. UU.
En el escenario europeo, la UE verá reforzadas sus pretensiones antirrusas: Bielorrusia y el Donetsk (independizado de facto de Ucrania) serán continuamente hostigados. Sin embargo, las sanciones se prevén más económicas que militares, dado la política de alianzas de ambos países. EE. UU no está en condiciones de un enfrentamiento con Rusia, principal aliado de estos territorios.
En lo referente a asuntos estrictamente internos, el globalismo seguirá la línea demócrata de reforzamiento del movimiento antirracista, cierta laxitud en la política migratoria y también favorecerá el acceso de una parte de la población excluida de ciertas políticas sociales ‑que debieran estar garantizadas por ley, por otra parte- como la sanidad, pensiones o la educación.
También es previsible que seguiremos con el esquema fijado por las multinacionales parapetadas detrás de ciertas “tendencias” o modas interclasistas, como el feminismo burgués, ciertas supuestas libertades “de identidad” o “la diversidad”, que en el fondo no son más que expresiones burguesas del individualismo que fomentan las grandes empresas culturales (con las aplicaciones [apps] en primera línea e importantes multinacionales [redes sociales], aliadas de Biden en esta época, que pretenden seguir sus planes de expansión global). A modo de ejemplo, no es de extrañar que todas las televisiones, públicas o privadas, del Estado español repitan ‑machaconamente- estos clichés de la “diversidad”, la “identidad” o afines y hagan bandera de ellos, como parte del plan de expansión económica y social de estas multinacionales. Toda una revolución “cultural” destinada a crear normas y conductas de comportamiento individualista ‑en nombre de la libertad- que paradójicamente crean individuos más esclavos, más inconscientes y atomizados, por tanto, más alienados y dependientes de una superestructura económica y social que nos hunde en una crisis estructural donde la supervivencia económica, como trabajadores sobreexplotados y sobre- oprimidos va a ser el reto diario que conseguir. La verdadera identidad que poseemos, es la de la clase, aquella que viene determinada por nuestra relación con los medios de producción y su propiedad, y, por tanto, nuestro estatus social determinado por la división social del trabajo. Será una ardua tarea recuperar las posiciones clasistas, ya que este postmodernismo cultural y económico tiene el indisimulado objetivo político de negar nuestra clase y nuestra condición como trabajadores y trabajadoras, volcándose, eso sí, en la profundización, cada vez más confusa y extraña, por ajena a nuestros intereses como clase, “identidad o diversidad”.
La oposición “soberanista” no le pondrá nada fácil al globalismo el triunfo de la restauración imperialista de las multinacionales. La fractura del Poder es más que evidente, y el “soberanismo” ha acumulado fuerzas y Poder, tanto que hace 4 años derrotó sorpresivamente a Hillary Clinton. Siguiendo la teoría de las elecciones como termómetro social, Trump no solo no ha perdido apoyos si no que los ha aumentado, tanto cuantitativa como cualitativamente. Ha estado a punto de revalidar el mandato, con la sospecha de pucherazo incluida, que si bien no es algo nuevo en las elecciones de EE. UU, sí que en esta ocasión nos permite visualizar por 2ª vez de forma cristalina la fractura profunda existente en el seno de la burguesía más agresiva del planeta.
El avance pandémico, la fractura social ‑a todos los niveles sociales, clases incluidas; desde el más apartado rincón de Wyoming hasta la populosa nueva York, pasando por profesiones liberales, obreros de la construcción hasta los últimos funcionarios de la administración y la judicatura‑, la batalla institucional y las tensiones en las asociaciones empresariales y los lobbies que los sustentan están provocando- sin lugar a duda- una erosión, además de en la imagen, en los pilares del Estado. Y en todos ellos.
Ciertamente, podemos encontrar ahora mismo generales del Pentágono hablando sin tapujos de “suspender la Constitución para evitar la guerra civil”.(31)
No es baladí pensar en una fragmentación incluso territorial de los propios EE. UU: volver ‑de alguna forma- al proyecto confederado sudista, o bien, a la total independencia es no tanto un sueño para algunas poderosas asociaciones en Texas u otros Estados de la Unión como California(32). El escenario es poco probable, pero si sigue ahondándose la brecha existente y la situación continúa degradándose, las fuerzas reactivas latentes podrían rearmarse. Y no solo ideológicamente. En un país donde es relativamente fácil armarse y las armas corren como la pólvora incluso entre civiles, a centenares de miles, la cuestión no es de Perogrullo.(33)
Añádase a este cóctel la existencia de milicias, ejército y guardia nacional, y todas ellas con visiones diametralmente opuestas incluso en su seno, además de una legislación que impide la secesión de los Estados que conforman la nación y el alambicado sistema representativo de EE. UU que perjudica la visibilidad de los intereses de ciertas oligarquías locales. Al respecto, la BBC apunta ‑como indica la nota al pie anterior en fecha mayo de 2019-:
(…) “Sin embargo, la secesión de California podría desencadenar una oleada de iniciativas similares en otras partes de EE. UU.
El noreste, por ejemplo, se alienaría cada vez más en un país dominado por los republicanos sin ninguna esperanza de ganar representación política. Por lo tanto, los estados que se extienden al norte desde Maryland a Maine y del oeste a Pensilvania podrían ver la secesión como el único medio de escapar de una mayoría republicana permanente”. (…)
Así reflejadas las cosas, podemos resolver que la crisis es estructural: viene de la crisis económica iniciada en 2007 en ese país e irresuelta; continúa con las crisis subyacentes y dependientes de la crisis económica: sociales y culturales; enlazando con la crisis sanitaria, la cual hace ‑y hará- colisionar la decadente potencia económica y militar con las potencias emergentes rusa y, sobre todo, china.
Objetivamente, a pesar de este escenario dantesco, a los pueblos, estados y naciones antiimperialistas, o en aquellos pueblos, Estados y naciones donde el movimiento antiimperialista ‑o socialista, en un estadio de conciencia superior- esté desarrollándose y albergue posibilidades reales de triunfo, la decadencia y disputa interna de las facciones oligárquicas en EE. UU favorece, ofrece las condiciones necesarias para un mejor asentamiento o desarrollo de estos proyectos emancipadores.
Será nuevamente en el mal llamado Tercer Mundo donde se puedan abrir “las amplias alamedas”; si el colapso norteamericano ‑o su posibilidad de tal- se produce, el desarrollo de los procesos liberadores podrá ser mayor, dependiendo éste de las condiciones subjetivas que antepongan a lo objetivo. Es así como a pesar de una más que probable etapa de reacción con la llegada del Complejo Militar Industrial y aliados (representado por Biden) a la gestión del Poder, es muy posible que la debilidad orgánica del imperio se debilite por sus luchas intestinas y los reflujos que pueda aportar el “soberanismo”.
Es pues un escenario estructural, que va más allá de Biden y Trump, como fue en su día más allá de Trump y Clinton; las señales de podredumbre que envía el imperio se han de interpretar, pero nuestra es esa labor de interpretación y análisis, más la traducción necesaria, para que podamos estudiar a fondo la deriva del imperialismo y preparar de forma clasista y organizada la respuesta activa ‑que no reactiva-.
Alex FG
Licenciado en Historia.
Titulado en Historia del Pensamiento.
nota completa en einesdigital: https://einesdigital.wordpress.com/2021/03/03/la-decadencia-del-imperio-norteamericano-de-occidente‑2/