José Luis Aliaga Pereira* /Resumen Latinoamericano, 28 de febrero de 2021
«La fotografía publicada en Facebook nos estremece. En ella están los compañeros sosteniéndolo de brazos y piernas, tratando de reanimarlo, coágulos de sangre apelmazaban sus cabellos sobre su casaca.»
Compartimos una nueva crónica de lucha del escritor y comunicador José Luis Aliaga Pereira dedicada a Lipa, un entrañable activista social cajamarquino. Con este relato, que explora otras formas narrativas que llegan al alma, seguimos dando apertura en Servindi a crónicas, cuentos y narrativas que emergen del calor de las vivencias del pueblo.
Lipa
La fotografía publicada en Facebook nos estremece. En ella están los compañeros sosteniéndolo de brazos y piernas, tratando de reanimarlo, coágulos de sangre apelmazaban sus cabellos sobre su casaca.
No es difícil imaginar a Lipa con su barba rala y su pelo rebelde. Los que lo conocemos jamás podríamos olvidar sus chistes, la sinceridad de su sonrisa y aquella manera ritual de compartir la hoja sagrada con todos y en cualquier ocasión. Lipa no habla mucho. Cuando nos reuníamos escuchaba atento. Si intervenía era para decir frases precisas y claras, siempre en favor de lo que creía.
Cada vez que hablamos de él Maltin se molesta; se retira a tres o cuatro metros de donde nos encontramos, y se detiene observando, pensativo, el vacío. Quizás se sienta culpable de lo que pasó. Él fue quien ordenó que nos acompañara aquel día de septiembre a defender la integridad de nuestras lagunas. Lipa había decidido no ir por tener ocupaciones con su esposa e hijo; pero acató la orden uniéndose al grupo. Ahora no está aquí; todos lo extrañamos.
El avisó llegó con una llamada de Maltin al móvil de todos la noche anterior a nuestra partida. Nos preparamos. Al día siguiente, muy temprano, llegamos al punto de reunión. Lipa no acudió a la cita por lo que Maltin lo hizo llamar. Lo esperamos poco tiempo; llegó sonriente. Enseguida estábamos montados en el minibús. Éramos once incluyendo el chofer. Después de recorrer muchos kilómetros, el minibús se detuvo entre la laguna Azul y la Cortada. Bajamos escuchando las bromas de Lipa. Los compañeros de Huasmín y alrededores ya se encontraban en el lugar. Iban a desaguar la laguna El Perol, fuente irreemplazable para calmar la sed de nuestra provincia. Un sol esplendoroso abrigaba el ambiente.
La cosa fue distinta a anteriores ocasiones. Esta vez no nos acompañaban altas autoridades. Hombres del campo y la ciudad, entre niños, jóvenes y mayores, estábamos presentes. Los policías yanacochinos salieron de repente. No respetaron nada. Se llenaron de disparos nuestros oídos. El gas lacrimógeno era insoportable. El barro de los humedales refrescó nuestras caras.
Al comienzo todo fue confusión y desorden; pero después, luego de escuchar las órdenes de Maltin y de Lipa que gritaban a voz en cuello, la situación cambió. Empezamos a ordenarnos en semicírculo tratando de ver de dónde provenían los disparos. Los cascos de los policías, pagados por la minera Yanacocha, se podían ver tras la colina.
Las palabras de un compañero se me pegaban al oído: —Lipa sí que es valiente.
Miré a Maltin y vi a Lipa a su lado.
Sonó una ráfaga de disparos sobre nuestras cabezas que nos hicieron apretarnos contra el suelo. De pronto, de entre los ichus del cerro, cerca de nosotros, se levantó una niña y corrió asustada sin dirección alguna. Su madre trató de levantarse para impedir que sea alcanzada por un disparo.
—¡Compañera, no haga eso! —gritó Maltin sujetándola entre sus brazos. Sonaron varios disparos más.
Nuevamente escondimos nuestros cuerpos. Esperamos un rato y levantamos las cabezas y observamos que Lipa avanzaba con la niña apretada contra su pecho diciendo: —Creo que me dieron, creo que me dieron.
Minutos más tarde quedó quieto.
La niña corrió a los brazos de su madre.
Tres de nuestros compañeros auxiliaron a Lipa: —No respira, no respira— exclamaron.
Los empresarios y policías mineros desistieron en su intento.
De veras, amigo Lipa, si solo fuera por la foto, por lo que afirmaron los compañeros y no por lo que dijo el doctor después de salir de la sala de operaciones, creería que habías muerto. Todavía seguiremos soportando tus chanzas y juntos defendiendo nuestra tierra.
—
* José Luis Aliaga Pereira (1959) nació en Sucre, provincia de Celendin, región Cajamarca, y escribe con el seudónimo literario Palujo. Tiene publicados un libro de cuentos titulado «Grama Arisca» y «El milagroso Taita Ishico» (cuento largo). Fue coautor con Olindo Aliaga, un historiador sucreño de Celendin, del vocero Karuacushma. También es uno de los editores de las revistas Fuscán y Resistencia Celendina. Prepara su segundo libro titulado: «Amagos de amor y de lucha».
Foto del autor
Jorge Luis Roncal, ex presidente y fundador del Gremio de Escritores del Perú escribe sobre Aliaga Pereira lo siguiente:
«Con «Grama Arisca» José Luis ingresa, con derecho propio, en la riquísima vertiente particular de la narrativa cajamarquina y nacional; y lo hace rindiendo honor a una de las líneas centrales del gran relato cajamarquino, esa que aproxima dos elementos esenciales a la narrativa realista: por un lado aquel que construye palabra por palabra la identidad de un pueblo, que recupera la memoria histórica, social y humana de una comunidad; y, por otro lado, hermanada con esta vertiente, aquel que apela a retratar un mundo, un localismo, un ambiente específico y a partir de allí otorgarle dimensión universal; como enseñan los viejos maestros: <Pinta tu aldea y serás universal>, se puede ser universal desde un punto, el más pequeño del mundo, siempre que sea con profundidad humana. Y esos dos aspectos, el trato de una comunidad y la recuperación de su memoria, de su identidad, de su historia, de su rostro integral, es lo que, en principio encontramos en Grama Arisca…»
«Entonces esos personajes que alimentan «Grama Arisca», no son personajes neutros, como el propio autor no lo es; no son personajes diletantes; son personajes que cultivan la vida día a día y extraen en cada momento, de cada detalle de la vida, lo mejor de su experiencia humana…»
FUENTE: SERVINDI