Nicolás Lynch /Resumen Latinoamericano, 9 de marzo de 2021
La falta de oxígeno se ha convertido en el símbolo de estos días de pandemia. El Perú no es autosuficiente en este elemento ahora vital y ha tenido que aceptar una donación de Chile, su tradicional rival, para poder abastecerse. Hoy el oxígeno, ayer las vacunas, anteayer las camas UCI, han sido los nombres de nuestras carencias en medio de la tragedia.
El número de muertos y la desesperación de la población que nos atraviesa hacen que el país se consuma en el día a día sin encontrar una salida a la vista. Ante estas graves dificultades y con un proceso electoral de por medio, existe la tentación en varios candidatos de reducir sus propuestas al gravísimo momento inmediato.
Creo que es un grave error. La pandemia con lo terrible que nos ha golpeado, no puede hacernos perder el horizonte. Si la crisis de régimen se había desbocado ya antes de esta y sigue golpeándonos hoy día con las enormes dificultades del gobierno provisorio para gobernar, focalizarnos solo en lo inmediato, por más grave que sea, puede conducirnos a descuidar un futuro que valga la pena.
Sin embargo, tienen razón aquellos que señalan que no sólo debemos mirar el horizonte, es indispensable relacionar lo inmediato con lo estratégico, tanto por la urgencia de la necesidad como por lo crucial de señalar soluciones de fondo. Algún futuro distinto debe empezar hoy, en el combate a la peste actual y proyectarse al futuro para combatir las pestes mayores que la han producido. Si algo nos dice como lección la pandemia del Covid 19 es que la nueva normalidad a la que aspiremos no puede ser regresar a ningún pasado, menos el reciente, y que nuestro cambio no sólo debe ser en el terreno sanitario, sino en una verdadera democratización económica y social que nos disponga de una manera distinta al futuro.
En el mejor de los casos, si se produce una asimilación, aunque fuera parcial de lo sucedido, no sólo nacional sino globalmente, saldremos de esta con un mundo que quizás empiece a enrumbarse en otro sentido. Sin embargo, no son señales de cambio las que recibimos y la manera como se reparte la vacuna es un campanazo frente a ello. Por eso, debemos prepararnos para episodios similares y aún peores, porque la velocidad de destrucción del mundo que nos rodea por parte del capitalismo globalizado no parece detenerse por esta pandemia.
Una cosa similar sucede en el Perú, la crisis de régimen parece haberse llevado a la antigua clase política de la era neoliberal, pero los escalones de decisión fundamental de aquel tiempo: los grandes propietarios nacionales y extranjeros y la tecnocracia que administra sus intereses en el Estado, siguen con los mismos reflejos, repartiendo el pastel como les da la gana, a favor descarado de sus intereses, sin que los muertos les hagan mover una ceja.
No podemos entonces pensar solo en medidas inmediatas para paliar el sufrimiento sino las ponemos en proyección a un futuro distinto. De allí, el título de este artículo, que a algunos les pudiera parecer descabellado: el balón de oxígeno es la nueva constitución. En otras palabras, la solución de las urgencias del día a día, deben presagiar los cambios para el mañana. En este sentido lo primero es explicar las carencias en el contexto neoliberal y pasar luego a afirmar el protagonismo ciudadano para enfrentarlas que debe proyectarse como la energía democrática de una nueva constitución.
Es cierto, las constituciones por si solas no cambian las cosas y pueden a veces sonar muy lejanas, pero sirven de cartas de navegación, como principios y diseño institucional, para orientarnos en el futuro que queremos construir. No por gusto los neoliberales se aferran con uñas y dientes a su constitución de 1993, porque les ha permitido las tropelías que sufrimos hasta hoy, por ello debemos aspirar a una carta distinta que nos incluya a todos y no solo a una pequeña minoría.
FUENTE: Otra Mirada