Por Gonzalo Abella, Resumen Latinoamericano, 5 de marzo de 2021.
“Resumen Latinoamericano” ha evocado oportunamente a Juana Azurduy en vísperas de este 8 de marzo. Juana Azurduy, y la cubana Mariana Grajales unas décadas después, simbolizan el papel relevante, protagónico de las mujeres de Nuestra América, papel que la Historia Oficial ha intentado siempre ocultar.
Quizás sea útil incorporar un párrafo sobre la composición social de aquellos humildes guerrilleros que siguieron con devoción a Juana Azurduy. Como “guerrilleros” más que como “montoneros” los evocan en Bolivia, y así están inmortalizados e n los cuadros y documentos en el Museo de la ciudad de Sucre.
La mayoría de aquellos guerrilleros provenían de la Chiquitania boliviana, donde jóvenes jesuitas de los pueblos misioneros, sumidos en el colectivismo agrícola, desobedientes de sus superiores, y muy lejos del Vaticano, forjaron con los pueblos originarios una verdadera Teología de la Liberación. Algo similar ocurrió en las Misiones jesuíticas del Paraná y el Alto Uruguay cuya visión teológica colectivista fue convocada finalmente, del mismo modo, por Andrés Guazurarí en la actual provincia argentina de Misiones. Mientras los universitarios de Chuquisaca encabezaron el ala adinerada de la independencia, Juana encabezó uno de los destacamentos más humildes y extraordinarios de aquella gesta.
Sé que «Resumen» tampoco olvida en el Día de la Mujer a Micaela Bastidas y a Bertolina Sisa, y desde allí evoca todo el calvario y el heroísmo de las mujeres de Nuestra América, lucha que llega hasta los reclamos por nuestra Lichita.
En el Estado Oriental, un puñado de militantes hemos decidido declarar a Fructuoso Rivera, el primer presidente, como Primer Femicida de nuestra historia “independiente”.
El Terrorismo de Estado desatado por él desde 1830 se centró ferozmente contra las luchadoras y oprimió brutalmente a las más desposeídas. Vendió a una muchacha charrúa embarazada a Francia, para que observaran allí su parto como quien examina a un animal. Organizó una caravana de mujeres charrúas cautivas a Montevideo y allí sus hombres arrancaron de los brazos de las madres a los niños pequeños, distribuyéndolos por familias patricias para que olvidaran su nombre, su lengua y su identidad; fueron los primeros niños desaparecidos por el Terrorismo de Estado. Sus madres, encerradas en el antiguo galpón de los esclavos, proferían alaridos tan desgarradores que las propias familias ricas pidieron al presidente que devolviera los niños. Las mujeres desaparecieron de un día para otro.
El mismo año (1831), Rivera organizó en Durazno un remate de adolescentes charrúas cautivas para servicios sexuales a sus nuevos amos.
En los combates posteriores a la emboscada de Salsipuedes, , mujeres charrúas prófugas con sus niños se refugiaron en la Estancia del Viejo Bonifacio, en las nacientes del Río Queguay. Allí fueron ultimadas sin piedad por los soldados de Rivera.
No podemos perder la memoria de todos aquellos eventos que ensombrecen nuestra historia y que se dieron simultáneamente junto a los otros, los que iluminan con luz indeleble el heroísmo de aquellas gestas en las que Juana Azurduy fue protagonista.