Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 5 de marzo de 2021.
Ocho años después de su muerte, el 5 de marzo de 2013, Hugo Chávez queda grabado en la memoria de los pueblos: mucho más allá de la frontera venezolana, donde gobernó desde el 6 de diciembre de 1998 y hasta su salida a Cuba el 8 de diciembre de 2012, para curarse del cáncer que le habían diagnosticado el año anterior. En esa ocasión, en una última, conmovedora y memorable comparecencia pública, declaró: «Mi opinión firme, llena como la luna llena, irrevocable, absoluta y total, es que en el caso de que se haga necesario convocar elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela ”.
Un pronunciamiento que resonará muchas veces en las calles, y que tanto el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) como el pueblo venezolano tendrán en cuenta, eligiendo y reelegiendo a Maduro, y defendiéndolo de los crecientes ataques del imperialismo. Para recordar la figura de Chávez y la relevancia de su pensamiento en la vida política venezolana, hoy el PSUV celebra su congreso en este nuevo año de elecciones (regionales y municipales), y de nuevas sanciones por parte del imperialismo estadounidense y la Unión Europea.
Con la aprobación de 34 leyes, el nuevo parlamento venezolano, de mayoría chavista, está demostrando la gran vitalidad política tras los 5 años de desestabilización de la extrema derecha, que ha utilizado el poder legislativo, uno de los cinco que integran la constitución, como un garrote para destruir la democracia participativa y protagonista, y hacer retroceder el reloj de la historia.
Un regreso que esperan y promueven EE.UU. y la UE, que siguen apoyando ese parlamento vencido, en el que también fue elegido el autoproclamado «presidente interino» Juan Guaidó. Una de las 34 leyes aprobadas en los últimos días por la Asamblea Nacional, donde también han sido elegidos diputados de la derecha no golpista, concierne al parlamento municipal, las comunas y las más de 200 ciudades municipales en construcción.
«¡Comuna o nada!», Gritó Chávez en 2012. Una exhortación estratégica retomada por Maduro y por el poder popular como una «utopía concreta», en el sentido que Marx da a la idea del comunismo.
Un indicio particularmente fuerte en este Bicentenario de la independencia, y 150 años después de la Comuna de París (18 de marzo-28 de mayo de 1871), la primera gran experiencia de autogobierno en la historia contemporánea. En Venezuela, es la Ley orgánica del sistema económico y municipal que regula las formas de organización socioproductiva a nivel de la comuna: la empresa de propiedad social directa, la de propiedad social indirecta, la unidad de producción familiar, los grupos de intercambio solidario.
La moneda municipal es considerada una herramienta alternativa a la oficial, a fin de permitir un intercambio de conocimientos, saberes, bienes y servicios en los espacios del Sistema de Intercambio Solidario, a través de la cooperación, la solidaridad y la complementariedad, frente a la acumulación individual. También se crea la Red de comercio justo y administración socialista, integrada por las comunidades que así actúan en el territorio nacional.
Desde las comunas, entendidas como embriones de nuevas relaciones productivas y sociales en un espacio distinto a la economía de mercado, ha surgido en los últimos años un mensaje concreto de resistencia a la guerra económica desatada por el imperialismo y sus terminales locales.
Junto con los concejos comunales, las comunas contribuyen, de hecho, a la producción y distribución casa por casa del Clap, el Comité Locales de Abastecimiento y Producción cuya revista lleva el significativo título de Todo el Poder a los CLAPS, recordando así la célebre consigna pronunciada por Lenin sobre los soviets, en 1917.
Las cerca de 3.250 comunas, que en los proyectos del gobierno bolivariano tendrán que dar lugar a más de 200 ciudades comunales, son espacios de producción y reproducción social en el camino de la transición al socialismo donde las mujeres – como sujetas ubicadas en la intersección entre la producción y la reproducción de la vida – participan en todos los niveles de la organización del poder popular, especialmente en los proyectos productivos.
Proyectos dirigidos a mujeres que, antes de la revolución, no habrían tenido forma de emanciparse a través del trabajo político, estando confinadas a la casa para realizar tareas domésticas. La constitución bolivariana, en cambio, en el artículo 88, dice que el trabajo doméstico produce «valor agregado, riqueza y bienestar».
Y Chávez, siguiendo esta norma constitucional, para proteger a las excluidas de los derechos económicos y sociales, creó la Misión Madres del Barrio, con un decreto presidencial de marzo de 2006. Desde entonces, las amas de casa en estado de necesidad reciben ingresos entre 60 y 80 % del salario mínimo, y ahora hay en el Parlamento la propuesta de para calcular su contribución al PIB.
Con la creación del Ministerio de la Mujer e Igualdad de Género, en abril de 2009, a propuesta de María León, Chávez permitió el despliegue de políticas de inclusión para combatir la feminización de la pobreza (tan evidente en las sociedades capitalistas y especialmente en estos tiempos de pandemia), a través del apoyo a la economía popular.
Una de estas herramientas es el Banco de Mujeres, BANMUJER, institución pública de microfinanzas que facilita el trabajo socioproductivo en comunidades para mujeres en situación de pobreza extrema, aumentando así la conciencia política y el trabajo comunitario.
Una vitalidad atestiguada en las numerosas ferias en Venezuela productiva, organizadas antes de la pandemia, en las que se evidenció la afortunada y rentable intersección lograda por el encuentro entre Chávez y la lucha de las mujeres, lo que lo llevó a afirmar: «No hay socialismo sin feminismo «.
Junto al recuerdo del Comandante, este 5 de marzo, también está presente el de otra rebelde inolvidable, Lina Ron, líder del partido UPV, que falleció el mismo día, pero hace diez años. Lina fue un símbolo de la emancipación de los excluidos, de esa marginalidad que, en períodos de gran cambio, elige tomar conciencia y decidir de qué lado de la barricada se propone estar.