Afganistán. Biden es el tercer presidente estadounidense que promete poner fin a la guerra

Afga­nis­tán. Biden es el ter­cer pre­si­den­te esta­dou­ni­den­se que pro­me­te poner fin a la guerra

Por Car­los Sanhue­za, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 18 de abril de 2021.

En los vein­te años de esta cri­mi­nal inva­sión no se han logra­do nin­guno de los obje­ti­vos pro­cla­ma­dos por los últi­mos cua­tro pre­si­den­tes grin­gos. Los alar­des de demo­cra­cia, dere­chos huma­nos, moder­ni­dad, libe­ra­ción de la mujer, liber­tad, desa­rro­llo, etc. son nada menos que un insul­to a la inju­ria de las masas que habi­tan esta des­afor­tu­na­da tie­rra. La demo­cra­cia impues­ta por el impe­ria­lis­mo es una tra­ge­dia y una far­sa al mis­mo tiempo.

El pre­si­den­te de Esta­dos Uni­dos, Joe Biden, anun­ció el miér­co­les que la inter­ven­ción mili­tar esta­dou­ni­den­se en Afga­nis­tán fina­li­za­rá el 11 de sep­tiem­bre de 2021, y el últi­mo sol­da­do esta­dou­ni­den­se aban­do­na­rá ese país varias sema­nas antes del 20 ani­ver­sa­rio de la inva­sión y con­quis­ta esta­dou­ni­den­se del país asiá­ti­co el 7 de octu­bre de 2001.

Inclu­so si los últi­mos 3.500 sol­da­dos esta­dou­ni­den­ses aban­do­nan el país, toda­vía que­da­rán miles de agen­tes de la CIA, mer­ce­na­rios y para­cai­dis­tas apun­ta­lan­do al gobierno títe­re del pre­si­den­te Ash­raf Gha­ni. Y el Pen­tá­gono con­ti­nua­rá lan­zan­do bom­bas y dis­pa­ran­do misi­les más o menos a volun­tad con­tra lo que los Esta­dos Uni­dos afir­men que son obje­ti­vos “terro­ris­tas”. Un des­plie­gue reno­va­do de tro­pas de com­ba­te, como en Irak, es total­men­te posible.

El anun­cio de Biden brin­da una opor­tu­ni­dad para hacer un balan­ce de la gue­rra más lar­ga en la his­to­ria de los Esta­dos Uni­dos, una que ha pro­du­ci­do un sufri­mien­to incal­cu­la­ble para el pue­blo de Afga­nis­tán, mal­gas­ta­do vas­tos recur­sos y bru­ta­li­za­do a la socie­dad estadounidense.

Según cifras ofi­cia­les, más de 100.000 afga­nos han muer­to en la gue­rra, sin duda una gran sub­es­ti­ma­ción. Esta­dos Uni­dos libró esta gue­rra a tra­vés de méto­dos de “con­tra­in­sur­gen­cia”, es decir, a tra­vés del terror: bom­bar­deo de bodas y hos­pi­ta­les, ase­si­na­tos con dro­nes, secues­tros y tor­tu­ras. En una de las mayo­res atro­ci­da­des de la gue­rra, en 2010, avio­nes esta­dou­ni­den­ses lle­va­ron a cabo un ata­que de media hora en un hos­pi­tal de Médi­cos Sin Fron­te­ras en Kun­duz, Afga­nis­tán, matan­do a 42 personas.

La Cor­te Penal Inter­na­cio­nal (CPI) ha reco­pi­la­do más de dos milloesn de decla­ra­cio­nes de pre­sun­tos crí­me­nes de gue­rra de ciu­da­da­nos afga­nos. Según la orga­ni­za­ción de Dere­chos Huma­nos y Erra­di­ca­ción de la Vio­len­cia, la CPI había reci­bi­do 1,7 millo­nes de decla­ra­cio­nes des­de que comen­zó a reco­pi­lar mate­rial hace tres meses, infor­ma Kha­leej Times.

Las decla­ra­cio­nes inclu­yen rela­tos de pre­sun­tas atro­ci­da­des no solo de los tali­ba­nes y el gru­po Daesh, sino tam­bién de las fuer­zas de segu­ri­dad afga­nas y los seño­res de la gue­rra diri­gi­dos por el gobierno y la coa­li­ción esta­dou­ni­den­se, agen­cias de espio­na­je nacio­na­les y extran­je­ras, dijo Abdul Wadood Pedram de HREVO.

Pedram, de la orga­ni­za­ción, dijo que cada uno de las decla­ra­cio­nes incluía múl­ti­ples víc­ti­mas, lo que sig­ni­fi­ca que el núme­ro real de per­so­nas que bus­can jus­ti­cia podría ser de varios millones.

“Mues­tra cómo el sis­te­ma de jus­ti­cia en Afga­nis­tán no está brin­dan­do jus­ti­cia a las víc­ti­mas y sus fami­lias”, dijo Pedram.

Los bre­ves comen­ta­rios de Biden al anun­ciar la reti­ra­da mili­tar no hicie­ron refe­ren­cia a las terri­bles con­di­cio­nes en el país, de las que el impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­den­se tie­ne la prin­ci­pal responsabilidad.

La gue­rra, basa­da en la ter­gi­ver­sa­ción deli­be­ra­da de los obje­ti­vos reales de Esta­dos Uni­dos, fue ven­di­da a la pobla­ción esta­dou­ni­den­se como res­pues­ta a los acon­te­ci­mien­tos del 11 de sep­tiem­bre de 2001, que nun­ca han sido obje­to de una inves­ti­ga­ción seria. En reali­dad, fue una gue­rra de agre­sión ile­gal, diri­gi­da a domi­nar y sub­yu­gar a una pobla­ción his­tó­ri­ca­men­te opri­mi­da en la bús­que­da de los intere­ses depre­da­do­res del impe­ria­lis­mo estadounidense.

Nadie ha sido res­pon­sa­bi­li­za­do por los crí­me­nes per­pe­tra­dos por el ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se en Afga­nis­tán, inclui­dos los fun­cio­na­rios de la admi­nis­tra­ción Bush, que la lan­za­ron, y la admi­nis­tra­ción Oba­ma, que la per­pe­tuó. Geor­ge W. Bush es (últi­ma­men­te) elo­gia­do como esta­dis­ta por­que es menos abier­ta­men­te cru­do y dic­ta­to­rial que Donald Trump.

Barack Oba­ma es tra­ta­do por los medios de comu­ni­ca­ción como una cele­bri­dad, aun­que es el úni­co pre­si­den­te esta­dou­ni­den­se que ha hecho la gue­rra todos los días que estu­vo en el car­go. Los prin­ci­pa­les cola­bo­ra­do­res, des­de Donald Rums­feld has­ta Hillary Clin­ton, dis­fru­tan de jubi­la­cio­nes millo­na­rias. El vice­pre­si­den­te de Oba­ma aho­ra ocu­pa la Casa Blan­ca. Esta gue­rra cri­mi­nal fue apo­ya­da por todos los sec­to­res de la cla­se polí­ti­ca esta­dou­ni­den­se, repu­bli­ca­nos y demó­cra­tas, inclui­do el sena­dor Ber­nie San­ders, que votó por ella.

La natu­ra­le­za de esta o cual­quier gue­rra, su carác­ter pro­gre­sis­ta o reac­cio­na­rio, está deter­mi­na­da no por los acon­te­ci­mien­tos inme­dia­tos que la pre­ce­die­ron, sino por las estruc­tu­ras de cla­se, los fun­da­men­tos eco­nó­mi­cos y los roles inter­na­cio­na­les de los esta­dos invo­lu­cra­dos. Des­de este pun­to de vis­ta deci­si­vo, la acción actual de Esta­dos Uni­dos es una gue­rra imperialista.

El gobierno de Esta­dos Uni­dos ini­ció la gue­rra en pos de los intere­ses inter­na­cio­na­les de gran alcan­ce de la éli­te gober­nan­te esta­dou­ni­den­se. ¿Cuál es el obje­ti­vo prin­ci­pal de la gue­rra? El colap­so de la Unión Sovié­ti­ca hace una déca­da creó un vacío polí­ti­co en Asia Cen­tral, que alber­ga el segun­do mayor depó­si­to de reser­vas pro­ba­das de petró­leo y gas natu­ral del mundo.

La región del Mar Cas­pio, a la que Afga­nis­tán pro­por­cio­na acce­so estra­té­gi­co, alber­ga apro­xi­ma­da­men­te 270 mil millo­nes de barri­les de petró­leo, alre­de­dor del 20 por cien­to de las reser­vas pro­ba­das del mun­do. Tam­bién con­tie­ne 665 billo­nes de pies cúbi­cos de gas natu­ral, apro­xi­ma­da­men­te una octa­va par­te de las reser­vas de gas del planeta.

La inter­ven­ción esta­dou­ni­den­se en Afga­nis­tán comen­zó, no en 2001, sino en julio de 1979, cuan­do la admi­nis­tra­ción Car­ter deci­dió ayu­dar a las fuer­zas que luchan con­tra el gobierno res­pal­da­do por los sovié­ti­cos, con el obje­ti­vo, como lo expre­só el ase­sor de segu­ri­dad nacio­nal Zbig­niew Brze­zins­ki, de “dan­do a la URSS su gue­rra de Viet­nam”. Tras la inva­sión sovié­ti­ca de diciem­bre de 1979, la CIA tra­ba­jó con Pakis­tán y Ara­bia Sau­di­ta para reclu­tar fun­da­men­ta­lis­tas islá­mi­cos para ir a Afga­nis­tán y par­ti­ci­par en la gue­rra de gue­rri­llas, una ope­ra­ción que lle­vó a Osa­ma bin Laden a Afga­nis­tán y creó Al Qaeda.

Los tali­ba­nes tam­bién fue­ron pro­duc­to del arma­men­to y el entre­na­mien­to de Pakis­tán, la finan­cia­ción sau­di­ta y el res­pal­do polí­ti­co esta­dou­ni­den­se. Aun­que el gru­po fun­da­men­ta­lis­ta emer­gió de los cam­pos de refu­gia­dos en Pakis­tán como una espe­cie de “fas­cis­mo cle­ri­cal”, el sub­pro­duc­to de déca­das de gue­rra y opre­sión, la admi­nis­tra­ción Clin­ton apro­bó su toma de pose­sión en 1995 – 96 como la mejor pers­pec­ti­va para res­tau­rar la “esta­bi­li­dad”.

De 1996 a 2001, las rela­cio­nes de Esta­dos Uni­dos con Afga­nis­tán gira­ron en torno a los oleo­duc­tos pro­pues­tos para lle­var petró­leo y gas de la cuen­ca del Cas­pio por una ruta que pasa­ría por alto Rusia, Irán y Chi­na. Tan­to Zal­may Kha­lil­zad, el envia­do per­pe­tuo de Esta­dos Uni­dos a la región, como Hamid Kar­zai, el pri­mer pre­si­den­te de Afga­nis­tán res­pal­da­do por Esta­dos Uni­dos, tra­ba­ja­ron para el gigan­te petro­le­ro Unocal.

La admi­nis­tra­ción Bush ame­na­zó con una acción mili­tar con­tra los tali­ba­nes en varios momen­tos en 2001. Los ata­ques terro­ris­tas del 11 de sep­tiem­bre, lejos de ser even­tos que “cam­bia­ron todo”, pusie­ron en mar­cha un ata­que pla­nea­do des­de hace mucho tiem­po. Y hay prue­bas con­si­de­ra­bles de que las agen­cias de inte­li­gen­cia esta­dou­ni­den­ses per­mi­tie­ron que los ata­ques del 11 de sep­tiem­bre siguie­ran ade­lan­te para pro­por­cio­nar el pre­tex­to necesario.

La con­quis­ta de Afga­nis­tán y el colap­so del régi­men tali­bán fue un even­to que reve­ló la fero­ci­dad cri­mi­nal del impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­den­se, ya que miles murie­ron en los bom­bar­deos esta­dou­ni­den­ses y miles más fue­ron masa­cra­dos por las mili­cias res­pal­da­das por Esta­dos Uni­dos. El régi­men esta­ble­ci­do en Kabul era una alian­za ines­ta­ble de exfun­cio­na­rios tali­ba­nes como Hamid Kar­zai, jefe de una tri­bu pash­tún, y la Alian­za del Nor­te, con base en las mino­rías tayi­ka, uzbe­ka y hazara.

La inva­sión esta­dou­ni­den­se tuvo un efec­to no menos des­es­ta­bi­li­za­dor en la geo­po­lí­ti­ca, ya que todos los esta­dos veci­nos, inclui­dos Irán, Rusia, Chi­na y Pakis­tán, con­si­de­ra­ron la enor­me fuer­za expe­di­cio­na­ria esta­dou­ni­den­se, que cre­ció a 100,000 tro­pas en varios momen­tos bajo las admi­nis­tra­cio­nes de Bush y Oba­ma, como una ame­na­za per­ma­nen­te al otro lado de sus fron­te­ras. La admi­nis­tra­ción Bush con­ti­nua­ría lle­van­do a cabo un acto aún más san­grien­to de bar­ba­rie impe­ria­lis­ta, con la inva­sión de Irak en 2003, que creó las con­di­cio­nes para una des­es­ta­bi­li­za­ción más amplia de todo el Medio Orien­te, aho­ra con­su­mi­do por gue­rras civi­les e inter­ven­cio­nes impe­ria­lis­tas en Siria, Libia. y Yemen.

Las admi­nis­tra­cio­nes de Bush y Oba­ma com­bi­na­ron pre­su­pues­tos mili­ta­res récord con medi­das del esta­do poli­cial en casa, la con­so­li­da­ción del esta­do de vigi­lan­cia y la aus­te­ri­dad eco­nó­mi­ca: recor­tes pre­su­pues­ta­rios, recor­tes sala­ria­les y empeo­ra­mien­to del nivel de vida de la mayo­ría de los trabajadores.

Éli­te adic­ta al comer­cio de opio. La éli­te gober­nan­te deja­da a car­go por Esta­dos Uni­dos se bene­fi­cia de la pro­duc­ción de opio a esca­la indus­trial. En 2001 se uti­li­za­ron unas 8.000 hec­tá­reas de tie­rra afga­na para cul­ti­var opio. Esa cifra es aho­ra de 201.000 y la pro­duc­ción está aumen­tan­do. El opio se des­ti­na a la expor­ta­ción, pero una gran can­ti­dad ha lle­ga­do a las calles de Afga­nis­tán. En 2010, las Nacio­nes Uni­das (ONU) esti­ma­ron que un posi­ble millón de per­so­nas eran adic­tas al opio.

La gue­rra en Afga­nis­tán fue par­te de una erup­ción del impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­den­se, que comen­zó con la Gue­rra del Gol­fo de 1991, con el obje­ti­vo de con­tra­rres­tar el decli­ve eco­nó­mi­co de Esta­dos Uni­dos por medios mili­ta­res. El últi­mo cuar­to de siglo de gue­rras ins­ti­ga­das por Esta­dos Uni­dos debe estu­diar­se como una cade­na de even­tos inter­co­nec­ta­dos. La lógi­ca estra­té­gi­ca del impul­so de Esta­dos Uni­dos por la hege­mo­nía glo­bal se extien­de más allá de las ope­ra­cio­nes neo­co­lo­nia­les en Orien­te Medio y Áfri­ca. Las gue­rras regio­na­les en cur­so son ele­men­tos com­po­nen­tes de la con­fron­ta­ción en rápi­da esca­la­da de Esta­dos Uni­dos con Rusia y China.

Este pro­nós­ti­co se ha con­fir­ma­do. Una con­si­de­ra­ción prin­ci­pal detrás de los pla­nes de Biden para reti­rar las fuer­zas mili­ta­res esta­dou­ni­den­ses de Afga­nis­tán es con­cen­trar los recur­sos del ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se en la esca­la­da del con­flic­to con Rusia y, sobre todo, Chi­na. En las últi­mas sema­nas, Biden ha super­vi­sa­do una serie de accio­nes cada vez más pro­vo­ca­ti­vas en el este de Asia, y el ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se ha ins­cri­to en su doc­tri­na ofi­cial la nece­si­dad de pre­pa­rar­se para un “con­flic­to de gran­des potencias”.

Una expli­ca­ción real de dos déca­das de crí­me­nes san­grien­tos en Afga­nis­tán, y el desa­rro­llo de un movi­mien­to con­tra la bar­ba­rie impe­ria­lis­ta, requie­re la cons­truc­ción de un movi­mien­to socia­lis­ta inter­na­cio­nal en la cla­se tra­ba­ja­do­ra. La úni­ca espe­ran­za para la gen­te común en Afga­nis­tán es que los tra­ba­ja­do­res y los pobres tomen el con­trol de los seño­res de la gue­rra, los terra­te­nien­tes y los ocu­pan­tes. Y eso sig­ni­fi­ca expul­sar a las poten­cias impe­ria­lis­tas del país.

Fuente:Ojo con el lente

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