Por Juan Guaján, Resumen Latinoamericano, 26 de abril de 2021.
¡IMPOTENCIA Y VERGÜENZA!
LAS VACUNAS SOLAS NO ALCANZAN PARA PARA PARAR AL COVID
Los dos grandes temas que agobian a los argentinos: Economía y Covid se están yendo de las manos, la grieta alimenta las divisiones. El gobierno rema en el barro. La vacunación es lenta y con ella sola no alcanza. Al pueblo se le pide disciplina y obediencia pero no se le da participación.
Dos títulos encabezan las reflexiones de hoy. Ambos parecen desconectados, pero una realidad profunda los vincula. La impotencia y la vergüenza se acercan al estado de ánimo que impregna a gran parte de nuestra población.
Impotencia ante una economía, que afecta a gran parte del pueblo y no encuentra su rumbo. Impotencia ante un virus que nos sigue acorralando. Vergüenza porque el gobierno nacional y la principal fuerza opositora profundizan la “grieta” ‑pensando en las conveniencias electorales- en lugar de buscar soluciones de consenso, ante el tamaño del drama colectivo.
Mientras el gobierno se aferra a la vacuna como si ésta fuera su único camino, para la oposición electoral el fracaso del actual oficialismo es su política mayor.
VERGÜENZA ANTE LA ACTITUD DEL OFICIALISMO
Y LA OPOSICIÓN ELECTORAL
La famosa “grieta” se ha profundizado hasta alcanzar los abismos que hoy exhibe. La cercanía de las elecciones la ha transformado en la gran protagonista de las acciones más importantes del oficialismo y la oposición electoral. Es difícil saber quién es el principal responsable de esa situación. Si los políticos que la originan o los medios de comunicación que la promueven, reproducen y multiplican. Si ella oculta gran parte de la realidad, en los tiempos que denominamos “normales”, imaginemos su peso en situaciones límites como las que hoy estamos transitando.
Es imposible no vincular este hecho con la proximidad electoral. Los mismos actores que hace un año atrás se sentaban juntos hoy están mucho más que distanciados. Radio, televisión y medios gráficos son testigos de cómo su “guerra particular” olvida el drama colectivo para agudizar sus intereses personales o partidarios con vistas a la próxima consulta electoral.
Ese abismo, esa grieta efectiva entre realidad y politiquería, alcanzó esta semana una insoportable presencia. Los gritos, insultos y mutuas acusaciones mostraban la saña e intolerancia con la que abordaban la defensa de sus intereses sectarios. No luchan por la verdad, mucho menos para responder a la pandemia, que dicen combatir. A la vista ‑impotente- de las grandes mayorías están peleando para definir quiénes están mejor posicionados para seguir gobernando. La sociedad, los chicos y sus padres, la propia pandemia y sus efectos son instrumentos para esa disputa. Los grandes medios de prensa, esos que se autodefinen “nacionales” porque se producen en Buenos Aires, completan este vergonzante panorama.
Las cifras oficiales indican que estamos atravesando un momento álgido de este coronavirus, ellas dan cuenta que la infraestructura física del sistema sanitario y la capacidad de aguante del personal afectado está en sus límites. Sobre el dramatismo de esa realidad y los graves problemas de subsistencia de millones de compatriotas se dan esas insensatas discusiones.
COVID: A PESAR DE UNA BUENA NUEVA EN MATERIA DE VACUNAS,
ESO NO ALCANZA
La Ministra de Salud, Carla Vizzotti, planteó dos cuestiones esclarecedoras. La primera, que “estamos en el peor momento” de este Covid y la segunda, que éste se va desplegando a partir de los grandes conglomerados urbanos.
Ambas cuestiones describen el momento actual y nos dan algunos indicios sobre lo que pasa y algunos remedios que, muchas veces, se olvidan.
La gravedad del momento indica la necesidad de buscar las soluciones con la mente puesta en ese tema, con el consenso como metodología, evitando el desarrollo de estériles disputas.
El despliegue del virus a partir de los grandes conglomerados remite a un problema estructural de largo plazo que alguna propuesta política deberá tomar en sus manos para resolver, de lo contrario seguiremos retrocediendo, con rumbo a la disgregación. Una y otra vez seremos el blanco recurrente de este tipo de ataques. Argentina tiene una población urbana del 93% y un 38% del total habita en la reducida geografía de lo que se conoce como AMBA. Ésa es la muestra más evidente de una sociedad que vive a espaldas de su naturaleza y de sus posibilidades. Una gigantesca concentración de riquezas, poder y tecnología separa la feracidad de sus despobladas tierras y una empobrecida población concentrada en unos pocos kilómetros cuadrados. En ese reducido territorio sobreviven millones de argentinos dependientes del asistencialismo estatal y el clientelismo mediador de variadas dirigencias. Allí mismo se concentra el poder administrativo estatal que, guiado por las tradiciones y normas del embudo portuario, se impone al conjunto del país. Según la ministra Vizzotti y las recientes experiencias, desde allí se expande la circulación del virus, su primera escala son las grandes ciudades del interior.
El pensamiento político y sanitario más generalizado, deposita toda su confianza en las vacunas para superar este mal trance que quedará grabado en la historia. Pero esa perspectiva es una verdad a medias.
Las vacunas son un bien escaso, casi se puede decir que ‑vistas mundialmente- son un bien de lujo, para gran parte del mundo. Una de las razones de las limitaciones que tienen las vacunas es que ellas son fabricadas por una mayoría de laboratorios privados asentados en los grandes países ‑conocidos como centrales- y sujetos a las reglas y comportamientos del capitalismo aún dominante, su objetivo es la mayor ganancia y no la salud. El registro de patentes impide la libre circulación de los conocimientos sobre su fabricación, a pesar de existir disposiciones que permitirían liberaciones temporarias. Tal como está comprobado la vacuna se transforma en una mercancía más, sujeta a precios y razones geopolíticas que deja afuera a los países más pobres o de escasa incidencia en esas cuestiones
Esto hace que el poder económico y los laboratorios sean quienes decidan sobre el futuro de todos. De ahí deriva esta trágica lógica por la cual 10 países concentran el 75% de las vacunas producidas, mientras que otros 130 no tienen acceso a las mismas. Esta profunda inequidad ‑entre países- ahonda las desigualdades ya existentes y exhibe las características del mundo actual.
Después de la mala experiencia de la Oxford Astra Zéneca, Argentina parece haber dado un paso importante. Ahora tendremos la posibilidad de fabricar en nuestro país una versión de la vacuna rusa Sputnik V. En este caso han procedido al revés de lo hecho con la Astra Zéneca, que produjo aquí el principio activo para ‑luego- remitirlo a México (aunque terminó en EEUU) y completar el proceso. En este caso, aquí se recibirá ese componente básico y se terminará la vacuna para su distribución local y latinoamericana. Dentro de la lógica señalada, esta perspectiva es una muy buena noticia para toda nuestra sociedad. Permite pensar que, hacia fines de este año, estaremos en condiciones de haber superado los aspectos más duros de esta pandemia.
Más allá de estos debates y complicaciones hay otra cuestión que tiene que ver con un mejor abordaje de esta pandemia. Se trata del rol que tiene la población y sus propias organizaciones. La concepción vigente de esta medicina hegemónica reduce su actividad al hecho pasivo de que cada uno de nosotros se quede en su casa evitando la circulación para frenar el avance del virus. Eso está bien. Pero podríamos aprovechar la enorme energía de millones de personas y valorar su aporte para otras medidas efectivas. Se trata de aprovechar al propio pueblo, contribuyendo a organizarlo, para que actúe como instrumento de prevención, detección, aislamiento y seguimiento de los casos. Eso demandaría darle vida a la escasamente desarrollada atención primaria. Una formación sanitaria básica de núcleos de un pueblo organizado, articulada con el sistema hospitalario de cada lugar, podría constituirse en una gigantesca contribución a la contención del virus, la atención precoz o ambulatoria del mismo o de otras enfermedades que afectan a la población liberando recursos para las atenciones más complejas. Dispersas y aisladas experiencias de estas posibilidades ratifican esta posibilidad que la medicina oficial y los gobierno suelen desechar. Hacer sentir al pueblo que no está solo, no es un problema menor y ayuda a mejorar las respuestas de la población.
NUESTRA ECONOMÍA EN MANOS DEL FMI A MENOS QUE..
Los últimos movimientos del gobierno prueban que nuestra economía está en manos del FMI. En efecto, durante este año tenemos obligaciones por unos 20 mil millones de dólares. La mitad corresponde pagarla durante el primer semestre. De ellos, cerca de 3 mil se deberían efectivizar en mayo, unos 2500 al Club de París y otras “menudencias” que ya venimos pagando rigurosamente hasta completar la cifra indicada. Quienes conocen esa negociación que ‑en su momento- firmó Axel Kicillof aseguran que si no pagamos tendremos una “multa” por 2 mil millones. Estos vencimientos están detrás de los extensos viajes del Ministro Martín Guzmán, guiado por dos objetivos: Un arreglo con el FMI que permita “patear para adelante” esos y otros vencimientos. Argentina quiere que ese plazo, que el FMI acepta que sea de 10 años, se extienda a 20 y se disminuyan las tasas de interés. Desde el gobierno procuran que ese acuerdo se haga después de las elecciones para sacar este tema de la agenda electoral. Pero ello nos metería en algunos incumplimientos con variados efectos. Seguramente habrá algún arreglo que se hará sentir, aunque se lo disimule, en el orden interno. El gobierno sabe que si “arregla”con el FMI tendrá costos políticos, pero también comprende que si no “arregla” también los tendrá.
No pagar estas deudas, muchas de ellas injustas e ilegales, traerá enormes problemas, pero desde décadas venimos pagando y los problemas son cada vez mayores. Alguien, alguna vez, tendrá que tomar otro camino.
Un par de datos, del mes de marzo, nos dan una idea que esta situación nos agarra bastante mal parados. Ya se ha difundido que la inflación de marzo fue del 4,8%. El INDEC publicó que, después de 9 meses de lenta pero continua recuperación a partir del nefasto primer trimestre 2020, la economía volvió a caer un 1% en febrero 2021, respecto del mes de enero. Más grave aún es el dato sobre el consumo, una bandera de Cristina y Alberto. El mismo se redujo, respecto a marzo del 2020, en un 26%, llegando a una disminución del consumo del 34% en los sectores más bajos. Si bien marzo del 2020 fue un momento especial por la tendencia a “abastecerse” en el inicio de las cuarentenas. Este dato es un fuerte aviso al gobierno sobre la situación que están atravesando los sectores más empobrecidos.