Argen­ti­na. Memo­ria. A 57 años de la ges­ta revo­lu­cio­na­ria pro­ta­go­ni­za­da por el perio­dis­ta Jor­ge Ricar­do Masetti

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 21 de abril de 2021.

foto: Jor­ge Maset­ti con Miguel Angel Astu­rias (cen­tro) y Rodol­fo Walsh (dere­cha), en las ofi­ci­nas de Pren­sa Lati­na, La Haba­na, Cuba, 1959.

Nació en 1929, escri­tor y perio­dis­ta. En 1958 entre­vis­ta en Cuba al Che y a Fidel y lue­go escri­be dos libros sobre ambos líde­res. Des­pués del triun­fo de la revo­lu­ción regre­sa a Cuba, fun­da y diri­ge la agen­cia de noti­cias Pren­sa Lati­na. Entre los años 1963 y 1964 lide­ra la orga­ni­za­ción arma­da Ejér­ci­to Gue­rri­lle­ro del Pue­blo (EGP), pri­me­ra expe­rien­cia gue­rri­lle­ra gue­va­ris­ta que ope­ra en la pro­vin­cia de Sal­ta, como avan­za­da de una futu­ra lle­ga­da del Che Gue­va­ra a terri­to­rio argen­tino. Algu­nos de los miem­bros del EGP adop­tan nom­bres de gue­rra gau­ches­cos: Ernes­to Gue­va­ra (miem­bro hono­ra­rio del EGP) será Mar­tín Fie­rro y Maset­ti don Segun­do Som­bra, más tar­de Coman­dan­te Segun­do. La expe­rien­cia fra­ca­sa y el 21 de abril de 1963 Maset­ti des­apa­re­ce en medio de la sel­va sal­te­ña sin dejar ras­tros. Tenia 34 años.


Car­ta del EGP a los pobla­do­res rura­les tucumanos

Com­pa­ñe­ro campesino:

Te escri­bi­mos esta car­ta para que la leas varias veces. Y para que se la leas tam­bién a todos los arren­de­ros, peo­nes y obra­je­ros que no saben leer.

Es impor­tan­te que todos uste­des nos escu­chen y pien­sen en estas cosas de que aho­ra vamos a hablar, por­que esta­mos segu­ros que des­pués de medi­tar­lo, van a estar de acuer­do con nosotros.

¿Y quié­nes somos noso­tros? Noso­tros somos tra­ba­ja­do­res como uste­des, de dis­tin­tos ofi­cios y pro­fe­sio­nes, a quie­nes nos explo­ta­ban en las ciu­da­des y los pue­blos, los mis­mos que los explo­ta­ban a uste­des en el inge­nio, o en los mon­tes o en los campos.

Eso sí. Noso­tros les lle­va­mos una ven­ta­ja y es la que nos hemos uni­do y orga­ni­za­do. Aho­ra, los invi­ta­mos a uste­des a unir­se y organizarse.

¿Para qué? Noso­tros com­pren­di­mos que has­ta aho­ra sufría­mos injus­ti­cia, por­que no tenía­mos fuer­za para ter­mi­nar con ella. Nadie sufre por­que quie­re, sino por­que no pue­de evi­tar­lo. Nadie reci­be un gol­pe o una pata­da o deja que le roben, sin defen­der­se. Sal­vo cuan­do no tie­ne con qué hacer fren­te al explo­ta­dor que está armado.

A uste­des los echan de sus tie­rras, o los obli­gan a ser­vir en el inge­nio y los mal­tra­tan, como a noso­tros nos echan de las fábri­cas, o no nos pagan nues­tro tra­ba­jo o nos encar­ce­lan o todo eso junto.

Y todo eso suce­de has­ta aho­ra por­que los ricos, los due­ños de las tie­rras, los due­ños de las fábri­cas, son tam­bién due­ños de las armas, tie­nen la fuer­za de su parte.

Esto es fácil de ver.

¿De qué lado se pone la gen­dar­me­ría, o el ejér­ci­to, o la poli­cía, cuan­do hay algún problema?

¿Del lado del peón, del arren­de­ro, del peque­ño con­tra­tis­ta, del obra­je­ro, del cañe­ro? ¿O se pone del lado del patrón, del lado del rico, del lado del amo de la tierra?

Cuan­do hay huel­gas o pro­tes­tas por­que los patro­nos no pagan o pagan sala­rios de ham­bre ¿a quién gol­pea la gen­dar­me­ría o la poli­cía? ¿Al patrón que no paga y roba, o al peón que recla­ma lo que es suyo?

¿Algu­na vez vis­te que un poli­cía o un gen­dar­me defen­die­ran a un pobre con­tra un rico?

No. Nun­ca. Por­que la gen­dar­me­ría, la poli­cía y el ejér­ci­to fue­ron crea­dos para defen­der los intere­ses de los ricos, no de los pobres.

Si la gen­dar­me­ría, la poli­cía y el ejér­ci­to estu­vie­ran com­pues­tos y diri­gi­dos por los tra­ba­ja­do­res, los ricos no podrían usar­los en con­tra de los pobres.

Si todos los arren­de­ros, peo­nes, obra­je­ros, peque­ños pro­pie­ta­rios y con­tra­tis­tas tuvie­ran un arma, los ricos no los explotarían.

Y si los ricos no explo­ta­sen a los pobres, sen­ci­lla­men­te no habría ricos, por­que si nadie explo­ta a nadie todo el mun­do ten­dría que tra­ba­jar para vivir.

La tie­rra sería del que la tra­ba­ja. Las fábri­cas de sus obreros.

Si todos tra­ba­ja­sen pare­jo los bene­fi­cios serían pare­jos para todos.

Habría vivien­das decen­tes para todos. Escue­las para todos. Ropa y zapa­tos y comi­da para todos. Hos­pi­ta­les y reme­dios para todos los que lo necesiten.

Los chan­gui­tos, por ejem­plo, ten­drían opor­tu­ni­dad de estu­diar, de hacer­se téc­ni­cos, abo­ga­dos, médi­cos, artis­tas, inge­nie­ros. Todos los hijos de los obre­ros y los cam­pe­si­nos podrían ves­tir­se bien y estar bien ali­men­ta­dos, tener aten­ción médi­ca, y un por­ve­nir seguro.

Todos por igual, por­que serían todos hijos de trabajadores.

En cam­bio, aho­ra, los que tie­nen todo eso son los que no tra­ba­jan. Viven bien, los que no se esfuerzan.

Pasean, edu­can a sus hijos, tie­nen más casas que la nece­sa­ria para vivir y muchos más tra­jes de los nece­sa­rios para ves­tir. Son los due­ños de la tie­rra, de fábri­cas, de auto­mó­vi­les, de bar­cos y has­ta de avio­nes, los que viven del tra­ba­jo ajeno. Cada vez que en la casa del pobre nace un ter­ne­ro, Patrón Cos­ta o Mane­ro o cual­quie­ra de ellos, se pre­sen­ta a cobrar.

Cada árbol de naran­jas que da fru­to, les da pla­ta a ellos.

De cada cose­cha, ellos exi­gen, roban, los beneficios.

¿Es que aca­so ellos cui­da­ron la vaca pari­da o sem­bra­ron el pas­to para ali­men­tar­la, o plan­ta­ron y poda­ron los naranjos?

¿Aca­so ellos siem­bran bajo el sol, desa­yu­nan en medio de la llu­via, per­si­guen a los bichos del mon­te, ahu­yen­tan a los loros, luchan con­tra la peste?

¿Es que algu­na vez en su vida se dobla­ron sobre la tie­rra para hacer un sur­co o plan­tar un árbol?

¿Aca­so algu­na vez sus manos empu­ña­ron un hacha para vol­tear un tron­co o metie­ron sus pies des­nu­dos en la sel­va pla­ga­da de víboras?

Ellos, los que mejor comen, jamás sembraron.

Los que tie­nen los más lujo­sos mue­bles, jamás cor­ta­ron un árbol.

Y los que siem­bran, los que hachan, sólo comen maíz y ni tie­nen ni una mesa ni una cama propia.

Es fácil ver cómo viven ellos, los que no tra­ba­jan y cómo viven uste­des, los que se matan trabajando.

Y cómo viven los hijos de ellos, los hijos de los ricos y cómo viven los hijos de uste­des, los hijos nues­tros, los hijos de los pobres.

Los hijos de los Patrón Cos­ta, nacen tan des­nu­dos como los nues­tros. Y sin embar­go, jamás en su vida le fal­ta­rán ropas y ni zapa­tos aun­que nun­ca trabajan.

A los nues­tros siem­pre les fal­ta­rá algo o les fal­ta­rá todo, aun­que tra­ba­jen des­de niños.

Los hijos de los Patrón Cos­ta, no nacen ilus­tra­dos. Nacen sin saber leer ni escri­bir. Y sin embar­go nin­guno de ellos que­da­rá sin apren­der y podrán seguir, si quie­ren, la carre­ra que prefieren.

Muchos de nues­tros hijos, en cam­bio, jamás podrán tener tiem­po para apren­der, ni noso­tros podre­mos man­dar­los a los cole­gios de las ciu­da­des, ni siquie­ra com­prar­les lápi­ces y cua­der­nos. Y si alguno qui­sie­ra ser médi­co, o inge­nie­ro, o marino o avia­dor, nun­ca podría lle­gar a ser­lo por­que los Patrón Cos­ta, Maner, Con­dut­ti, Vaca­re­za y sus com­pa­dres, los man­da­rán siem­pre ham­brea­dos, para ser­vir­se de ellos, como se sir­ven de noso­tros y se sir­vie­ron de nues­tros padres.

Y si los hijos de los ricos se enfer­man, no uno, sino diez médi­cos los atienden.

¿Cuán­tos médi­cos suben has­ta nues­tros ranchos?

Ni ven­dien­do todo lo que tene­mos nos alcan­za­ría para pagar el via­je de uno. Nues­tros cemen­te­rios guar­dan pocos vie­jos. Nues­tros muer­tos son chan­gui­tos y hom­bres y muje­res jóve­nes, que se murie­ron, más que de otra cosa, de pobres.

Así es nues­tra vida. Y así es la de ellos.

Noso­tros tra­ba­jan­do para morir pobres.

Ellos explo­tán­do­nos para vivir ricos.

Se dicen amos de la tie­rra y due­ños de la pro­vin­cia. Y tam­bién se creen due­ños del cie­lo, por­que cuan­do el tiem­po es bueno y hace la cose­cha abun­dan­te, ellos exi­gen más, como si nos hubie­ran alqui­la­do la llu­via y arren­da­do el sol.

Com­pa­ñe­ro campesino:

Noso­tros hemos pen­sa­do en todo esto, y que­re­mos que vos tam­bién pen­sés. Por­que noso­tros lle­ga­mos a la con­clu­sión de que con todo esto hay que aca­bar. Pero que para que las cosas cam­bien, sólo que­da el camino de la pelea.

Opo­ner­le a sus armas, nues­tras armas, a sus fuer­zas, nues­tras fuerzas.

Debe­mos qui­tar­les los fusi­les de las manos y empu­ñar­los noso­tros. Unir­nos y orga­ni­zar­nos. Y pron­to sere­mos miles. Noso­tros pelean­do en los mon­tes y cerros. Los obre­ros en los inge­nios y las fábricas.

El patrón es uno. Los tra­ba­ja­do­res son miles.

Los millo­na­rios un gru­pi­to. Los pobres millones.

Patrón Cos­ta tie­ne en sus manos el por­ve­nir de miles de hom­bres. ¿Es que los hom­bres de estas fami­lias, no son sufi­cien­te­men­te hom­bres para rebelarse?

Es cier­to que aho­ra, ellos, los ricos, tie­nen las armas.

Pero para eso hemos lle­ga­do noso­tros, para eso orga­ni­za­mos el Ejér­ci­to Gue­rri­lle­ro del Pue­blo. Para, jun­to con uste­des, qui­tar­les las armas y poner­las en manos del pueblo.

Este Ejér­ci­to nues­tro es el de los pobres. El de los humil­des. Pero es el Ejér­ci­to de los más, que derro­ta­rá a los menos.

Somos más, muchos más los pobres que los ricos.

Es cla­ro que nues­tra lucha será lar­ga. Y será dura.

Pero noso­tros esta­re­mos pelean­do en nues­tro sue­lo y por nues­tra tie­rra. Apro­ve­chan­do para la gue­rra, cada río, cada arro­yo, cada sen­da y cada que­bra­da, que cono­ce­mos tan­to, como los con­fi­nes que lle­van a nues­tros ranchos.

Ellos ten­drán que venir de afue­ra y se encon­tra­rán con que todo es su enemi­go, que todos los com­ba­ten, con que nadie los ayuda.

Con que has­ta el mos­qui­to y la víbo­ra y el tigre esta­rán con el pobre y en con­tra de ellos.

Y muchos de los gen­dar­mes y sol­da­dos que movi­li­cen con­tra noso­tros, pobres como noso­tros, com­pren­de­rían que están pelean­do con­tra su pro­pio sue­lo, con­tra sí mis­mos. En favor de sus pro­pios enemigos.

¿O pode­mos pen­sar que un Patrón Cos­ta es ami­go de un gen­dar­me o un poli­cía? Sim­ple­men­te los usan, los arrien­dan. Y ellos ya se irán dan­do cuen­ta de qué lado está el enemigo.

Te decía­mos que esta lucha va a ser dura y larga.

Los ricos pon­drán en prác­ti­ca todos los recur­sos para aplas­tar­nos, por­que nos tie­nen miedo.

Y usa­rán des­de avio­nes, caño­nes y ame­tra­lla­do­ras, has­ta delatores.

Esos son nues­tros peo­res enemi­gos, los trai­do­res que se fin­gen nues­tros ami­gos para dela­tar­nos luego.

Con éstos hay que ser y sere­mos implacables.

Los ase­si­nos como Pérez Puen­tes y Perei­ra, y todos los que cum­plen el mis­mo papel que ellos, que se pre­pa­ren. Nin­guno podrá seguir explo­tan­do y ase­si­nan­do. Y los que le sir­ven segui­rán el mis­mo des­tino de ellos.

Esta será una gue­rra de hom­bres, una gue­rra de vida o muer­te, has­ta que derro­te­mos a los amos de la tie­rra, has­ta que la tie­rra esté en manos de los que la tra­ba­jan, ya sean coyas, crio­llos o mata­cos, sean de la raza que sean.

Pen­sá arren­de­ro que el mon­te es tie­rra ara­da, por­que vos sudaste.

Pen­sá arren­de­ro que el fru­to madu­ra por­que vos sudas­te, que la sel­va es rique­za por­que vos sudas­te. ¿Has­ta cuán­do vas a pagar por cada gota de sudor como si tu tra­ba­jo fue­ra un pecado?

¿Y cuán­tos pesos gana­dos volean­do el mache­te vuel­ven a las áreas del inge­nio, que te escla­vi­za con vales y deudas?

Pen­sá obra­je­ro que cada día que sigas vol­tean­do árbo­les será para hacer más lujo­sa la casa del que debe meses de tu míse­ro suel­do. ¿Cuán­do podrás cor­tar las made­ras para tu pro­pia casa?

Ha lle­ga­do el momen­to de rebelarse.

No sere­mos los pri­me­ros en hacer­lo. Ya en otros paí­ses se alza­ron jun­tos los cam­pe­si­nos y los obre­ros y uni­dos ven­cie­ron a los amos de las fábri­cas y las entre­ga­ron a los trabajadores.

Ter­mi­na­ron los explotadores.

Aquí debe hacer­se lo mismo.

Pen­sá en todo esto. Pen­sá en la fuer­za de todo el pue­blo uni­do. En el for­mi­da­ble ejér­ci­to que for­ma­rán todos los cam­pe­si­nos y los obre­ros en armas. En las colum­nas de cam­pe­si­nos, crio­llos o indios, defen­dien­do jun­tos su dere­cho a la tierra.

Pen­sá en que cuan­do cada hom­bre del pue­blo ten­ga su arma, se aca­ba­rán las poli­cías bra­vas. Pen­sá que ellos sólo aflo­jan cuan­do se les gol­pea. Y que hay que gol­pear­los con todas nues­tras fuer­zas uni­das. Que miles de puños jun­tos les cai­gan enci­ma. Que miles de dedos jun­tos aprie­ten el gati­llo a la vez.

La úni­ca sali­da para noso­tros es la rebelión.

En las elec­cio­nes, obli­gan a votar sólo a los que los ricos quie­ren. Y enton­ces ganan los gobier­nos que sir­ven a los ricos.

Y si los gobier­nos qui­sie­ran hacer algo con­tra los ricos, no podrían. Por­que los ricos tie­nen las armas de su parte.

Y así, cam­bian los gobier­nos, pero los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres.

Esa es una ley que impo­nen los ricos, por­que tie­nen la fuer­za de su parte.

¿Qué han de hacer enton­ces? Unir­nos. Unir­nos todos los pobres. Tomar las armas noso­tros y tener la fuer­za de par­te nuestra.

El gobierno nada hará por noso­tros. Por­que esto no lo arre­glan los gobier­nos pues­tos por los ricos y sos­te­ni­dos por las mis­mas armas que defien­den a los ricos.

Esto lo arre­gla­rá el pue­blo. Esto lo arre­gla­re­mos noso­tros. Y vos, com­pa­ñe­ro, jun­to con noso­tros cuan­do juremos

REVOLUCIÓN O MUERTE

Reci­be un salu­do de hermano

Mon­ta­ñas de Sal­ta, Enero de 1964.

Por el Ejér­ci­to Gue­rri­lle­ro del Pueblo

Coman­dan­te Segundo.

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