Bra­sil. Denun­cian que 25 heri­dos de la masa­cre de Eldo­ra­do dos Cara­jás, nun­ca fue­ron indem­ni­za­dos por el Estado

Por Pedro Ribei­ro Noguei­ra. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de abril de 2021.

Aso­cia­ción de defen­sa de los dere­chos de sobre­vi­vien­tes denun­cia que hay per­so­nas muti­la­das que nun­ca han sido repa­ra­das por el Estado.

El tra­ba­ja­dor rural José Car­los Aga­ri­to Morei­ra, de 41 años, solo ve cifras. Des­de los 16 años, pue­de, como pue­de, sopor­tar una bala alo­ja­da entre su ojo dere­cho y el crá­neo que le robó la visión de un lado. Lue­go de 25 años de la Masa­cre de Eldo­ra­do dos Cara­jás, el sobre­vi­vien­te comien­za a per­der de vis­ta su ojo izquier­do. No tie­ne el cora­je de ir al hos­pi­tal por temor a infec­tar­se con covid-19. 

“Vaya, es com­pli­ca­do, ¿ves? Solo un recuer­do de tris­te­za ”. Con la voz aho­ga­da, habla con pesar de no poder tra­ba­jar, del dolor que sien­te todos los días, de cómo la bala tam­bién afec­tó su audi­ción. Él cree que con un segui­mien­to ade­cua­do a lo lar­go de los años, podría mejo­rar. Dice que que­ría vol­ver a ver y que, como él, tie­ne muchos otros. La masa­cre, para los sobre­vi­vien­tes, nun­ca terminó.

Aga­ri­to, quien vive en Eldo­ra­do dos Cara­jás (PA) con la ayu­da de fami­lia­res, es vice­pre­si­den­te de la aso­cia­ción crea­da en 2012 para luchar por los dere­chos de sobre­vi­vien­tes y fami­lia­res de muer­tos, ASVIMECAP (Aso­cia­ción de Sobre­vi­vien­tes, Viu­das, Depen­dien­tes, Fami­lia­res y afi­nes) de Tra­ba­ja­do­res Rura­les Muer­tos en la Masa­cre de Eldo­ra­do dos Cara­jás y en Con­flic­tos Agra­rios en el Esta­do de Pará). Recien­te­men­te, en alian­za con la Comi­sión Pas­to­ral de Tie­rras y el Cen­tro por la Jus­ti­cia y el Dere­cho Inter­na­cio­nal, la aso­cia­ción levan­tó una lis­ta de 25 sobre­vi­vien­tes que nun­ca reci­bie­ron nin­gu­na for­ma de repa­ra­ción por lo ocu­rri­do el 17 de abril de 1996, cuan­do una valla mar­chó a 2.000 mani­fes­tan­tes de la El MST (Movi­mien­to de Tra­ba­ja­do­res Rura­les Sin Tie­rra) fue ata­ca­do por dos bata­llo­nes de la Poli­cía Mili­tar. El sal­do fue de 19 muer­tos y 69 heridos.

La aso­cia­ción tam­bién denun­cia que, des­de 2018, inclu­so los muti­la­dos que fue­ron indem­ni­za­dos están sufrien­do la fal­ta total de asis­ten­cia médi­ca por par­te del Estado.

José Car­los Aga­ri­to Morei­ra, de 41 años, solo ve figu­ras debi­do a una bala alo­ja­da entre su ojo y su crá­neo.
En el momen­to de la masa­cre tenía 16 años. Foto: Wal­mir Brelaz

“La aten­ción médi­ca nun­ca ha sido cons­tan­te. Son per­so­nas que aún por­tan balas y mar­cas en el cuer­po, pero aún ocu­pa­ron calles, pro­tes­ta­ron y se reu­nie­ron con repre­sen­tan­tes del gobierno. Siem­pre han escu­cha­do pro­me­sas [de aten­ción médi­ca], pero nun­ca se han cum­pli­do ”, infor­ma el abo­ga­do Wal­mir Bre­laz, quien repre­sen­tó a las víc­ti­mas en los tri­bu­na­les des­de la pri­me­ra deman­da, en 1998. 

La dis­tri­bu­ción de las repa­ra­cio­nes fue des­igual a lo lar­go de los años que siguie­ron a la masa­cre: hay víc­ti­mas y viu­das (todos los muer­tos eran hom­bres) que reci­bie­ron indem­ni­za­cio­nes y que hoy reci­ben pen­sio­nes por muer­te, alre­de­dor de un sala­rio míni­mo (R $ 1.100 a valo­res actua­les)). . Algu­nos solo han obte­ni­do com­pen­sa­ción. Y otros que nun­ca logra­ron acce­der a este dere­cho, que, según Bre­laz, for­ma par­te del acuer­do fir­ma­do en 2007 : cual­quier heri­do ese día tie­ne dere­cho a reparación. 

El Repor­te­ro Bra­sil habló con dos sobre­vi­vien­tes, la lis­ta de 25, que nun­ca fue­ron indem­ni­za­dos. Mau­rí­lio da Sil­va Soa­res, de 51 años, se frac­tu­ró el bra­zo izquier­do y reci­bió una «blud­ger» en la pier­na. Se que­ja has­ta el día de hoy de difi­cul­tad para res­pi­rar cau­sa­da por el epi­so­dio. Dice que toda­vía tie­ne mie­do de ir a res­tau­ran­tes y estar en luga­res públi­cos. “Es la peor par­te. Nun­ca per­de­mos el mie­do. Has­ta el día de hoy, veo a la poli­cía y soy extra­ño ”, dice. Vive como cam­pe­sino en Para­ua­pe­bas, de don­de salió uno de los bata­llo­nes que actuó el día de la masacre.

Lin­do­mar de Jesus Cunha, Mazinho, 44, reci­bió un bala­zo en la rodi­lla. Dice que aún hoy sufre de dolo­res y que sus movi­mien­tos eran limi­ta­dos. “La masa­cre dejó una impre­sión dura­de­ra tan­to en la par­te huma­na de las per­so­nas como en la físi­ca. Pero tam­bién las­ti­mó los movi­mien­tos socia­les y la polí­ti­ca públi­ca del Esta­do, que has­ta hoy es un lugar de con­flic­tos y lati­fun­dios ”, lamen­ta el mili­tan­te, que vive a pocos kiló­me­tros de don­de suce­dió todo.

Ambos com­par­ten una his­to­ria común: des­pués de la masa­cre, huye­ron apre­su­ra­da­men­te para vivir “escon­di­dos”. El mie­do está jus­ti­fi­ca­do: al menos diez per­so­nas, según infor­mes ofi­cia­les, fue­ron eje­cu­ta­das duran­te la masa­cre. La mayo­ría de ellos eran líde­res y coor­di­na­do­res del movi­mien­to, así como ambos. 

Ade­más de los 19 que murie­ron el día del ata­que, otros 10, según la aso­cia­ción, murie­ron por heri­das y secue­las. Foto: João Rober­to Ripper

La fuga tras el suce­so difi­cul­tó la prue­ba de la rela­ción direc­ta entre los pro­ble­mas de salud y la masa­cre, expli­ca Bre­laz. “Es difí­cil de pro­bar. Uno fue aten­di­do en Bra­si­lia, otro ni siquie­ra fue al hos­pi­tal. Armar los docu­men­tos para demos­trar­lo es labo­rio­so y muchos no tie­nen los recur­sos para lograr­lo ”, señala.

A la denun­cia que se tra­mi­ta en la Cor­te Inter­ame­ri­ca­na de Dere­chos Huma­nos de la Orga­ni­za­ción de los Esta­dos Ame­ri­ca­nos (CIDH-OEA) se adjun­ta la lis­ta de nom­bres de los muti­la­dos que aún no han sido indem­ni­za­dos . La peti­ción ori­gi­nal fue pre­sen­ta­da en 1996 y, en 2003, un infor­me de Folha dio por sen­ta­da la con­de­na . Des­pués de 17 años, sigue sien­do una expectativa.

«Espe­ra­mos que se tome una deci­sión en los pró­xi­mos meses por­que el pro­ce­so ya está avan­za­do y la comi­sión tie­ne todos los ele­men­tos para deci­dir», ana­li­za Bea­triz Galli, del Cen­tro por la Jus­ti­cia y el Dere­cho Inter­na­cio­nal, una de las orga­ni­za­cio­nes que sus­cri­bie­ron el acción. “Inclu­so las indem­ni­za­cio­nes que­da­ron muy por deba­jo de lo que espe­rá­ba­mos. Las per­so­nas que lo reci­bie­ron, reci­bie­ron mucho menos que los mon­tos nego­cia­dos en los pri­me­ros acuer­dos judi­cia­les ”, afir­ma, enfa­ti­zan­do que espe­ra, lue­go de la sen­ten­cia en la OEA, que el gobierno com­ple­men­te la com­pen­sa­ción de quie­nes fue­ron contemplados. [

«Recuer­do la masa­cre todos los días»

Los apro­xi­ma­da­men­te 50 que fue­ron com­pen­sa­dos​con­fir­man que, a pesar de ayu­dar con la recu­pe­ra­ción, las can­ti­da­des paga­das fue­ron muy bajas.

“El Poder Judi­cial fija la indem­ni­za­ción en fun­ción de los ingre­sos y, como eran agri­cul­to­res, ter­mi­na­ron cobran­do can­ti­da­des muy bajas si lo com­pa­ra­mos con otras pro­fe­sio­nes”, dice Die­go Vedo­vat­to, abo­ga­do y miem­bro del colec­ti­vo MST Dere­chos Humanos.

Hubo varias deman­das pre­sen­ta­das ante los tri­bu­na­les. En uno de ellos, unas 20 per­so­nas muti­la­das soli­ci­ta­ron, ade­más de una indem­ni­za­ción, una pen­sión esta­tal y aten­ción médi­ca repa­ra­do­ra. La ganan­cia de cau­sa lle­gó en 1999, lo que obli­gó al Esta­do a garan­ti­zar una aten­ción espe­cia­li­za­da e indem­ni­zar a las víc­ti­mas. Pero el Esta­do ape­ló. Recién en 2008, duran­te el gobierno de Ana Júlia (PT), que se paga­ron las indem­ni­za­cio­nes a 50 sobre­vi­vien­tes median­te con­ve­nio extra­ju­di­cial, los valo­res varia­ron entre R $ 20 mil y R $ 90 mil. Sin embar­go, cin­co años antes, el 14º Juz­ga­do Civil de Belém había defi­ni­do valo­res entre R $ 50 mil y R $ 300 mil para los sobre­vi­vien­tes, ade­más de pen­sio­nes y tra­ta­mien­to médico.

“El hecho emble­má­ti­co de esta his­to­ria es que no ha ter­mi­na­do. El Esta­do sigue actuan­do ile­gal­men­te al incum­plir la deci­sión judi­cial, pro­vo­can­do sufri­mien­tos evi­ta­bles a los 25 años ”, ana­li­za Brelaz.

“Tenía­mos mie­do de que el Esta­do se lava­ra las manos des­pués de la indem­ni­za­ción y eso es lo que pasó. Es lamen­ta­ble. Vemos per­so­nas que están hacien­do invia­ble su vida por sus heri­das ”, coin­ci­de la líder del MST (Movi­mien­to de Tra­ba­ja­do­res Rura­les Sin Tie­rra) Aya­la Dias.

El des­con­ten­to con los bajos sala­rios lo con­fir­ma Aga­ri­to, quien hoy vive de un sala­rio míni­mo de pen­sión, tie­ne dos hijos y no pue­de tra­ba­jar. “Muchos de noso­tros esta­mos aban­do­na­dos. Son muchas secue­las, mucha depre­sión. Pero nues­tra lucha es que deje­mos de ser masa­cra­dos. Para que poda­mos, como míni­mo, tener una mejor salud ”, dice.

Para José Batis­ta, abo­ga­do de la Comi­sión Pas­to­ral de Tie­rras, nun­ca ha habi­do una repa­ra­ción inte­gral para los afec­ta­dos. “La indem­ni­za­ción en sí mis­ma no corri­ge nin­gu­na injus­ti­cia que se haya come­ti­do. Es algo que está garan­ti­za­do por la ley y debe ser res­pe­ta­do, lo que no suce­dió en el caso de las indem­ni­za­cio­nes, que fue­ron insig­ni­fi­can­tes y están lejos de cum­plir con lo que la pro­pia legis­la­ción esta­ble­ce ”, dice.

En Coti­ju­ba, una isla cer­ca­na a Belém, Rube­ni­ta da Sil­va, aho­ra de 56 años, dice que la masa­cre aún vive “como si fue­ra hoy”. Fue alcan­za­da por una bala, toda­vía alo­ja­da en su man­dí­bu­la. Se nece­si­ta­ron 5 años de ope­ra­cio­nes para res­tau­rar míni­ma­men­te su capa­ci­dad para hablar y comer ali­men­tos sóli­dos. Pero toda­vía tie­ne dolor y nun­ca recu­pe­ró com­ple­ta­men­te sus dientes.

Rube­ni­ta da Sil­va toda­vía lle­va una bala en la man­dí­bu­la. 
“Vivo la masa­cre como si fue­ra hoy”, lamen­ta, quien aún se enfren­ta al dolor al hablar. Foto: Wal­mir Brelaz 

«El Esta­do fue sólo un palia­ti­vo», dice. “Esta­mos sobre­vi­vien­do como pode­mos. Recuer­do todos los días, ¿ver­dad? Por­que due­le. Por­que ten­go reflu­jo debi­do a los medi­ca­men­tos. Por­que toda­vía es dolo­ro­so salir del habla. Fue el MST quien me cui­dó ”, recuer­da la sobre­vi­vien­te, que hoy se man­tie­ne como guía turís­ti­ca y con una pen­sión de sala­rio míni­mo. “Tuvi­mos que luchar duro para que el Esta­do hicie­ra lo míni­mo”, lamenta.

Bus­ca­do, el gobierno de Pará y la Secre­ta­ría de Salud y la Secre­ta­ría de Jus­ti­cia y Dere­chos Huma­nos del Esta­do no se mani­fes­ta­ron. El Repor­te­ro Bra­sil tam­bién se comu­ni­có con la OEA CIDH para cono­cer el avan­ce del caso y no hubo respuesta.

Impu­ni­dad y muer­tes por covid

El vía cru­cis de los sobre­vi­vien­tes a tra­vés de hos­pi­ta­les, ofi­ci­nas, pro­tes­tas y jui­cios tie­ne un para­le­lo en la con­de­na de los res­pon­sa­bles: len­ti­tud, negli­gen­cia y cues­tio­nes pen­dien­tes. Ape­nas 14 años des­pués de la masa­cre, dos per­so­nas fue­ron con­de­na­das: el coro­nel de la Poli­cía Mili­tar Mário Cola­res Pan­to­ja y el mayor José Maria de Oli­vei­ra, coman­dan­tes del ope­ra­ti­vo. Sin embar­go, el enton­ces gober­na­dor del Esta­do, Almir Gabriel, y el secre­ta­rio de Segu­ri­dad Públi­ca de Pará, Pau­lo Set­te Câma­ra, ni siquie­ra fue­ron pro­ce­sa­dos, a pesar de haber dado la orden de “libe­rar el camino [don­de esta­ban los sin tie­rra] a cual­quier cos­to”. . La inves­ti­ga­ción en su con­tra se cerró en 1997.

De los cua­tro, dos falle­cie­ron recien­te­men­te por com­pli­ca­cio­nes rela­cio­na­das con el covid-19: Set­te Câma­ra, en mayo, y Pan­to­ja, que pasó cua­tro años en régi­men cerra­do antes de ir a arres­to domi­ci­lia­rio, falle­cie­ron en noviem­bre de 2020.

Se inves­ti­gó a los agri­cul­to­res de la región, que se reu­nie­ron con el gober­na­dor unos días antes para pedir el fin de la mar­cha y que fue­ron acu­sa­dos por un tes­ti­go de haber hecho una vaca para finan­ciar el ata­que del pri­mer minis­tro. Final­men­te, 153 poli­cías mili­ta­res que par­ti­ci­pa­ron en la masa­cre fue­ron absueltos.

Des­pués de 25 años, com­ple­ta­do el sába­do pasa­do (17), Pará es un esta­do de heri­das abier­tas. José Batis­ta, del CPT, cree que lue­go de la masa­cre los movi­mien­tos se for­ta­le­cie­ron en la región y cre­ció el núme­ro de asen­ta­mien­tos de refor­ma agra­ria: se crea­ron 516 asen­ta­mien­tos en los años siguien­tes. En los últi­mos diez años, sin embar­go, la can­ti­dad de nue­vos colo­nos ha ido dis­mi­nu­yen­do has­ta lle­gar a la pará­li­sis com­ple­ta en el gobierno de Bol­so­na­ro . Pero la vio­len­cia sigue vic­ti­mi­zan­do a quie­nes desa­fían el poder del latifundio.

Solo dos coman­dan­tes mili­ta­res fue­ron con­de­na­dos por la masa­cre, pero el gober­na­dor y el secre­ta­rio de segu­ri­dad públi­ca nun­ca fue­ron pro­ce­sa­dos. Foto: João Rober­to Ripper

“Des­de 1996 has­ta aho­ra, ha habi­do más de 300 ase­si­na­tos de cam­pe­si­nos. Muchos líde­res. Dorothy Stang, la pare­ja Maria y José Cláu­dio Sil­va Ribei­ro. Y tan­tas otras masa­cres, como la de Pau d’Arco , en São Félix do Xin­gu. Y la impu­ni­dad sigue sien­do una de las prin­ci­pa­les cau­sas. Según una encues­ta del CPT, el 90% de las inves­ti­ga­cio­nes nun­ca con­clu­ye­ron ”, lamenta.

De acuer­do con la Medi­da espe­cial Cova, de Repór­ter Bra­sil, de las 31 víc­ti­mas de vio­len­cia en el cam­po en el pri­mer año del gobierno de Bol­so­na­ro, solo 1 tuvo su caso con­clui­do , cuyo resul­ta­do es impug­na­do por la familia. 

En agos­to de 2019, el pre­si­den­te Jair Bol­so­na­ro dijo que pla­nea­ba otor­gar el indul­to a los poli­cías en Eldo­ra­do dos Cara­jás . Si eso suce­de, el indul­to se otor­ga­rá a un solo poli­cía, ya que el otro con­de­na­do murió por la desas­tro­sa con­duc­ta de la pan­de­mia en Brasil.

En 2018, el enton­ces can­di­da­to ya había mani­fes­ta­do, ante una audien­cia de poli­cías, que “las per­so­nas que debían ser dete­ni­das eran gen­te del MST, sin­ver­güen­zas y vaga­bun­dos. Los poli­cías reac­cio­na­ron para no morir ”, mien­tras un gru­po de poli­cías los aplau­día fren­te al Monu­men­to a las Cas­ta­ñas Muer­tas. La ins­ta­la­ción fue eri­gi­da por el movi­mien­to en memo­ria de las víc­ti­mas de la masa­cre lue­go de que el Monu­men­to Con­me­mo­ra­ti­vo Eldo­ra­do de Oscar Nie­me­yer en Mara­bá fue­ra des­trui­do bajo la mira­da com­pla­cien­te del Pri­mer Minis­tro, días des­pués de su inau­gu­ra­ción. Más resis­ten­tes, a pesar del van­da­lis­mo moral y la negli­gen­cia, los cas­ta­ños, al menos sie­te de ellos, per­ma­ne­cen en pie.

El día de la masa­cre, según el recuen­to ofi­cial, 19 murie­ron y 69 resul­ta­ron heri­dos. Tres de ellos murie­ron en los días pos­te­rio­res a la masa­cre por heri­das gra­ves. La aso­cia­ción de sobre­vi­vien­tes esti­ma que otras sie­te per­so­nas muti­la­das han muer­to des­de enton­ces. Todo, argu­men­tan, como con­se­cuen­cia direc­ta o indi­rec­ta de la masacre.

Aya­la Ferrei­ra, coor­di­na­do­ra del colec­ti­vo de Dere­chos Huma­nos MST y radi­ca­da en la región de Mara­bá, Pará, cuen­ta una his­to­ria emble­má­ti­ca del daño per­sis­ten­te esa tar­de de 1996. Domin­gos da Con­ceição, Garo­to, que tenía 15 años cuan­do el pri­mer minis­tro hizo diez dis­pa­ros rom­pió su pier­na. “Tenía un acor­ta­mien­to en la pier­na y un pro­ble­ma de movi­li­dad per­ma­nen­te”, recuer­da. “Y lue­go murió en un acci­den­te de moto­ci­cle­ta como resul­ta­do de este difí­cil equi­li­brio. Enton­ces, no impor­ta cuán­to el Esta­do tra­te de lavar­se las manos, no fun­cio­na. Todo está rela­cio­na­do ”, dice.

“Sen­ti­mos que el esta­do nos está empu­jan­do con la barri­ga”, dice Josi­mar Perei­ra de Frei­tas, pre­si­den­te de la Asso­ciação de Sobre­vi­ven­tes. “Hay doña Eva y doña María Badia y otras que ya no exis­ten entre noso­tros por­que no tenía­mos una vigi­lan­cia de salud dig­na que nos pue­da curar de este epi­so­dio”, se entris­te­ce. Tam­bién mues­tra en su voz el sufri­mien­to que pro­vie­ne de recor­dar los dolo­res que sien­te hoy mien­tras cami­na. “Lo correc­to era tener una bota orto­pé­di­ca. Pero es dema­sia­do caro. El Esta­do ni siquie­ra se dig­nó a hacer eso ”.

Afir­ma, como todos los demás sobre­vi­vien­tes que se escu­chan en el infor­me, que todos los tra­ta­mien­tos han esta­do en camino a lo lar­go de los años. Otra noción que encuen­tra eco entre todos ellos es que, con un tra­ta­mien­to ade­cua­do, podrían estar en una mejor situa­ción. «Lo que nece­si­ta­mos del Esta­do es que haga lo míni­mo y cum­pla con el acuer­do», concluye. 

Fuen­tes: Bra­sil Repor­te­ro /​/​Bra­sil de Fato

Itu­rria /​Fuen­te

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