Bra­sil. El bol­so­na­ris­mo cru­je: entre­vis­ta a Ser­gio Lirio

Por Pablo Ste­fa­no­ni. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de abril de 2021. 

Las renun­cia de los coman­dan­tes de las tres fuer­zas, las dimi­sio­nes minis­tros y la cri­sis sani­ta­ria con­fi­gu­ran una nue­va cri­sis múl­ti­ple en el gobierno de Bol­so­na­ro, enfren­ta­do al fan­tas­ma del impeach­ment. Todo esto tie­ne como con­tex­to la vuel­ta al rue­do polí­ti­co de Luiz Inácio Lula Da Silva. 

Los recien­tes cam­bios de gabi­ne­te en Bra­sil y la renun­cia simul­tá­nea de los coman­dan­tes de las tres fuer­zas arma­das infor­man de una cri­sis pro­fun­da en el sis­te­ma de poder cons­trui­do por Jair Bol­so­na­ro des­de 2018, en medio de una pro­fun­da cri­sis sani­ta­ria. El nega­cio­nis­mo de Bol­so­na­ro res­pec­to de la pan­de­mia de covid-19 se suma a una incom­pe­ten­cia más amplia para ges­tio­nar el apa­ra­to del Esta­do. Es esta últi­ma la que esta pro­vo­can­do el ale­ja­mien­to de sec­to­res de la eli­te. «Muchos que­rrían un bol­so­na­ris­mo sin bol­so­na­ro», dice Ser­gio Lirio, jefe de redac­ción del sema­na­rio Car­ta Capi­tal en esta entre­vis­ta con Nue­va Socie­dad. Y esto ha pro­vo­ca­do que el man­da­ta­rio depen­da cada vez más del deno­mi­na­do cen­trão, par­ti­dos ali­nea­dos con el mejor pos­tor que con­tro­lan el Con­gre­so. Pero los cru­ji­dos actua­les en el bol­so­na­ris­mo se vin­cu­lan tam­bién a la vuel­ta de Luiz Inácio Lula da Sil­va al rue­do polí­ti­co, tras la anu­la­ción de sus cau­sas por la Cor­te Supre­ma brasileña.

¿Qué expli­ca la cri­sis mili­tar y cuál es, en su opi­nión, su pro­fun­di­dad? Algu­nos medios titu­la­ron que es la peor cri­sis con los mili­ta­res des­de 1977.

En 1977, efec­ti­va­men­te, el pre­si­den­te Ernes­to Gei­sel exo­ne­ró al gene­ral Síl­vio Fro­ta, que se opo­nía a su pro­ce­so de aper­tu­ra len­to y gra­dual. Pero inclu­so den­tro de la dic­ta­du­ra no hubo algo tan explí­ci­to como aho­ra. Duran­te el gobierno de José Sar­ney hubo dimi­sio­nes por cam­bios minis­te­ria­les y en el segun­do gobierno de Lula hubo ame­na­zas de dejar los car­gos por par­te de los coman­dan­tes de las tres fuer­zas, duran­te las inves­ti­ga­cio­nes de la Comi­sión de la Ver­dad de los crí­me­nes de la dictadura. 

Pero, ¿qué pasó aho­ra? No hay que olvi­dar que los mili­ta­res son uno de los pila­res del gobierno de Bol­so­na­ro jun­to con los sec­to­res finan­cie­ros y el agro­ne­go­cio. Es la coa­li­ción social que le dio el gol­pe a Dil­ma Rous­seff. La expec­ta­ti­va era que Bol­so­na­ro lle­va­ra ade­lan­te una agen­da ultra­li­be­ral y recu­pe­ra­ra la ima­gen de los mili­ta­res, ero­sio­na­da des­de la dic­ta­du­ra. Ni duran­te la dic­ta­du­ra los mili­ta­res bra­si­le­ños ocu­pa­ron tan­tos car­gos como con Bol­so­na­ro. Son unos 6.000 mili­ta­res en pues­tos en la admi­nis­tra­ción en dife­ren­tes nive­les. Has­ta la Casa Civil (equi­va­len­te al jefe de gabi­ne­te de minis­tros) es diri­gi­da por un mili­tar. Pre­si­den Petro­bras, pre­si­den Fur­nas, la mayor gene­ra­do­ra de ener­gía de Amé­ri­ca Lati­na. Inclu­so hijos e hijas o espo­sas de mili­ta­res ocu­pan car­gos en dife­ren­tes esca­la­fo­nes del Esta­do. Los mili­ta­res tuvie­ron su pro­pia refor­ma pre­vi­sio­nal, mucho más favo­ra­ble que para la mayo­ría de los bra­si­le­ños. Enton­ces, la pre­gun­ta sería ¿para qué un gol­pe mili­tar si el de Bol­so­na­ro ya es un gobierno mili­ta­ri­za­do? Sería, ade­más, una aven­tu­ra con altí­si­mos costos.

El pro­ble­ma para los mili­ta­res, pero tam­bién para los otros gru­pos de poder que apos­ta­ron por Bol­so­na­ro, es que su gobierno es un desas­tre abso­lu­to. La eco­no­mía, bajo el minis­te­rio del ultra­li­be­ral Pau­lo Gue­des, es una cala­mi­dad. Para peor, cuan­do lle­gó la pan­de­mia Bol­so­na­ro se mos­tró con­tra­rio, de mane­ra hiper­bó­li­ca, a todas las medi­das de dis­tan­cia­mien­to social. Los resul­ta­dos en tér­mi­nos sani­ta­rios fue­ron tan terri­bles que hoy Bra­sil es uno de los paí­ses con mayor can­ti­dad de muer­tes. Ade­más, la diplo­ma­cia bra­si­le­ña fue un fra­ca­so abso­lu­to, nun­ca fue tan ideo­ló­gi­ca, tan terra­pla­nis­ta, que con Ernes­to Araú­jo como can­ci­ller. Ter­mi­nó per­ju­di­can­do inclu­so la posi­bi­li­dad de hacer negocios. 

Mien­tras estu­vo Donald Trump en la Casa Blan­ca, si bien no era un alia­do com­ple­to de Bra­sil, pro­te­gía a Bol­so­na­ro, que se iba vol­vien­do un paria en el con­cier­to inter­na­cio­nal. Pero eso cam­bió con la lle­ga­da de Joe Biden. Aho­ra Bra­sil ya no es solo paria sino una ame­na­za inter­na­cio­nal. Más de cien paí­ses impi­den la entra­da de bra­si­le­ños. Ya pasa­mos las 300.000 muer­tes y podría­mos lle­gar a 500.000. Pero no solo hay un recha­zo inter­na­cio­nal a su polí­ti­ca sani­ta­ria, tam­bién a su polí­ti­ca ambien­tal, por ejem­plo res­pec­to de la Ama­zo­nia. Des­de el pun­to de vis­ta interno, el ingre­so de emer­gen­cia de 600 reales apro­ba­do por el Con­gre­so, impi­dió en el pri­mer año de la pan­de­mia que la eco­no­mía caye­ra más aún (4,1% en 2020) y que las per­so­nas caye­ran en una tra­ge­dia mayor. Pero aho­ra el mon­to de esas trans­fe­ren­cias será menos de la mitad. Por todo eso Bol­so­na­ro está per­dien­do apo­yo tan­to entre las eli­tes como entre la población. 

En este con­tex­to, inten­tó lle­var a las fuer­zas arma­das a una esca­la­da auto­ri­ta­ria. Se repi­tió tan­to estos días que no había posi­bi­li­dad de gol­pe que todo el mun­do sos­pe­chó lo con­tra­rio. Bási­ca­men­te, el pre­si­den­te que­ría que el gene­ral Edson Pujol se mani­fes­ta­ra con­tra la deci­sión de la Cor­te Supre­ma de devol­ver­le los dere­chos polí­ti­cos a Lula. El últi­mo domin­go de mar­zo, Bol­so­na­ro dijo, por ejem­plo, que las Fuer­zas Arma­das son nacio­na­lis­tas y están del lado del pue­blo, lo que sig­ni­fi­ca­ba que esta­rían del lado de él. En medio de un caos sani­ta­rio y admi­nis­tra­ti­vo ‑Bra­sil ya tie­ne el cua­tro minis­tro de salud en cua­tro años- que­ría que los mili­ta­res lo apo­yen para poner en pie una espe­cie de esta­do de emer­gen­cia que le die­ra más pode­res. Las fuer­zas arma­das dije­ron no, al menos no aho­ra, y se man­tu­vie­ron lea­les a la Constitución.

El pro­ble­ma es que a dife­ren­cia de otros paí­ses, como Argen­ti­na, don­de los crí­me­nes de la dic­ta­du­ra fue­ron juz­ga­dos y el pasa­do fue ana­li­za­do y dis­cu­ti­do, en Bra­sil la ley de amnis­tía gene­ró una espe­cie de equi­li­brio entre el poder mili­tar y el poder civil. Por eso, las Fuer­zas Arma­das ter­mi­nan por estar enci­ma de la Cons­ti­tu­ción, enci­ma de las leyes. Ese es el pro­ble­ma más gra­ve de la demo­cra­cia brasileña. 

Ser­gio Lirio

Hace poco hubo una car­ta de sec­to­res de la eli­te eco­nó­mi­ca que cri­ti­ca­ba al gobierno de Bol­so­na­ro. ¿Has­ta dón­de lle­ga este distanciamiento?

Esa car­ta es muy sig­ni­fi­ca­ti­va por­que está fir­ma­da por varios ban­que­ros, entre ellos los dos prin­ci­pa­les accio­nis­tas del ban­co Itaú, y por varios eco­no­mis­tas neo­li­be­ra­les. Hay un sec­tor del empre­sa­ria­do, anti­cua­do e his­trió­ni­co, que se bene­fi­cia de la mano de obra bara­ta, que sigue sien­do bol­so­na­ris­ta. Pero los sec­to­res indus­tria­les más diná­mi­cos cada vez quie­ren menos a Bol­so­na­ro. Ellos que­rrían un bol­so­na­ris­mo sin Bol­so­na­ro. El gobierno es tan incom­pe­ten­te que ni siquie­ra pue­de garan­ti­zar las refor­mas que ellos que­rrían. Por ejem­plo, la refor­ma pro­vi­sio­nal, una de las pocas que se apro­bó, salió por­que el enton­ces pre­si­den­te de la Cáma­ra de Dipu­tados, Rodri­go Maia, del par­ti­do Demó­cra­tas, la hizo pasar. Pero otras, como la pro­fun­di­za­ción de la refor­ma labo­ral apro­ba­da duran­te el gobierno de Michel Temer, o direc­ta­men­te la des­truc­ción del mode­lo social ins­tau­ra­do por la Cons­ti­tu­ción de 1988, que de todos modos nun­ca se apli­có dema­sia­do, siguen pendientes.

A eso se suma el desas­tre en la ges­tión. Bol­so­na­ro aca­bó aso­cian­do el pro­yec­to eco­nó­mi­co libe­ral a su locu­ra, a su incom­pe­ten­cia, a su auto­ri­ta­ris­mo. Por eso, el de Bol­so­na­ro es un gobierno dis­fun­cio­nal que ter­mi­nó por trans­for­mar a Bra­sil en un país odia­do. No solo por los Esta­dos Uni­dos de Biden o por Chi­na; tam­bién nos ale­ja­mos de Rusia y de la India. Y los expor­ta­do­res sufren esto. Por eso muchos en la eli­te bus­can un can­di­da­to cen­tris­ta, lo que no pare­ce fácil. Ellos se dan cuen­ta de que Bol­so­na­ro pue­de ter­mi­nar por abrir paso a una posi­ble vuel­ta de la izquier­da en 2022, y eso es a lo que más temen. Lo que pasó estos días tie­ne que ver con esta presión. 

La apro­ba­ción de Bol­so­na­ro ron­da el 30%. Bol­so­na­ro ya no pien­sa más en gober­nar. Solo bus­ca no sufrir un impeach­ment y lle­gar ente­ro a 2022, al menos con posi­bi­li­da­des de pasar a la segun­da vuelta.

Rela­cio­na­dos esto, ¿Bol­so­na­ro que­dó como una suer­te de rehén del cen­trão, que con­tro­la el Con­gre­so y tie­ne la lla­ve del jui­cio político?

El cen­trão está aumen­tan­do su influen­cia en el gobierno; el cen­trão es más com­pe­ten­te que Bol­so­na­ro. Fue el Con­gre­so el que echó a Araú­jo y podría tum­bar a Ricar­do Salles, el minis­tro de medio ambien­te. Qui­zás no aho­ra, pero sí en un futu­ro pró­xi­mo. Salles es otro de los peo­res minis­tros del gobierno, de los más terra­pla­nis­tas. En el cen­trão son los vie­jos zorros de la polí­ti­ca bra­si­le­ña: nego­cian cien y entre­gan cin­cuen­ta. El cen­trão fue tam­bién muy impor­tan­te en el sos­te­ni­mien­to del gobierno de Lula y del pri­mer man­da­to de Dil­ma. El esti­lo de Bol­so­na­ro, que es cons­cien­te de sus limi­ta­cio­nes inte­lec­tua­les, e inclu­so es un soció­pa­ta, es dar gol­pes en la mesa. Con el cen­trão eso no funciona.

Bol­so­na­ro nece­si­ta poten­ciar todo el tiem­po los con­flic­tos (con la izquier­da, con la pren­sa, con los movi­mien­tos socia­les…). El cen­trão, por el con­tra­rio, ope­ra entre bas­ti­do­res. Y no va a atar su suer­te a la de Bol­so­na­ro. Así fun­cio­na la polí­ti­ca brasileña.

¿Cómo ve la can­di­da­tu­ra deLu­la da Sil­va? ¿Podrá man­te­ner su fuer­za des­pués del «efec­to Lula» que gene­ró la anu­la­ción de sus condenas?

Mucho de lo que está pasan­do se vin­cu­la con la recu­pe­ra­ción de los dere­chos polí­ti­cos de Lula y de su vuel­ta al rue­do polí­ti­co. El hecho de que el juez Sér­gio Moro fue­ra decla­ra­do «par­cial» al con­de­nar a Lula, gene­ra en mucha gen­te la sen­sa­ción de que Lula sufrió una injus­ti­cia. Inclu­so Bol­so­na­ro modi­fi­có algu­nas de sus acti­tu­des res­pec­to a la mas­ca­ri­lla o la vacu­na des­pués del regre­so de Lula, que bus­ca pre­sen­tar­se como un anti-Bol­so­na­ro. Has­ta cam­bió el minis­tro de salud, el gene­ral Eduar­do Pazuello. 

La vuel­ta de Lula fue triun­fal, pero su nom­bre sigue gene­ran­do recha­zo en gran par­te de la pobla­ción, no solo en la eli­te. Muchos en el Par­ti­do los Tra­ba­ja­do­res (PT) mini­mi­zan el anti­pe­tis­mo. Pero en mi opi­nión, Lula, ade­más de unir a la izquier­da, debe­rá hablar con sec­to­res más amplios de la socie­dad. Una «solu­ción argen­ti­na» ‑bus­car a otro can­di­da­to y no ir el a la cabe­za- no pare­ce pro­ba­ble. El ex-pre­si­den­te ya dejó cla­ro que será can­di­da­to. Pero el camino será lar­go. Fal­ta mucha refle­xión en el PT, mucha expli­ca­ción, mucha con­ver­sa­ción. La ima­gen que se cons­tru­yó del PT como un par­ti­do corrup­to no es borra­da auto­má­ti­ca­men­te por la incom­pe­ten­cia de Bol­so­na­ro, aun­que haya gene­ra­do una degra­da­ción tan gran­de, tan amplia y simul­tá­nea en tan­tas esfe­ras –polí­ti­ca, social, inte­lec­tual– como hemos vis­to en esta década.

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