Bra­sil. Los mili­ta­res en un calle­jón sin salida

Por Eric Nepo­mu­ceno. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 4 de abril de 2021. 

Bra­sil sigue aho­ga­do en la cre­cien­te ola de coro­na­vi­rus, que diez­mó ofi­cial­men­te más de 335 mil vidas. Estu­dios rea­li­za­dos por hos­pi­ta­les y ava­la­dos por espe­cia­lis­tas, médi­cos y cien­tí­fi­cos seña­lan que has­ta el pasa­do vier­nes serían 443 mil.

Menos de cin­co por cien­to de los 5570 muni­ci­pios bra­si­le­ños tie­nen 443 mil habitantes.

Con alre­de­dor de tres por cien­to de la pobla­ción mun­dial, Bra­sil tuvo has­ta aho­ra 33 por cien­to del total de víc­ti­mas fata­les de covid-19. Son núme­ros asus­ta­do­res: en una úni­ca jor­na­da, la del 31 de mar­zo, el mun­do regis­tró 11.769 muer­tes, de las cua­les 3.869 fue­ron en Brasil.

No hay ves­ti­gio de luz en el hori­zon­te. Al con­tra­rio: varios espe­cia­lis­tas advier­ten sobre el alto ries­go de que se lle­gue a 500 mil muer­tos antes del fin de abril. Y la actua­ción del ultra­de­re­chis­ta y des­equi­li­bra­do Jair Bol­so­na­ro con­tri­bu­yó y con­tri­bu­ye de mane­ra deci­si­va para esa tragedia.

No sin razón ese esper­pen­to es lla­ma­do geno­ci­da. Enca­be­za un gobierno de nuli­da­des cóm­pli­ces con lo que él pro­mue­ve. Y los que coman­dan el Con­gre­so y se nie­gan a extir­par­lo, son igual de cómplices.

Ante a esa tra­ge­dia sin ante­ce­den­tes en la his­to­ria bra­si­le­ña, sal­ta una pre­gun­ta: ¿y los militares?

Al fin y al cabo, el gobierno del Geno­ci­da es total­men­te mili­ta­ri­za­do. Son como seis mil, la mitad de ellos acti­vos, espar­ci­dos por todas par­tes. Más de la mitad de las esta­ta­les son con­tro­la­das por uni­for­ma­dos. Casi la mitad de los minis­te­rios también.

El Geno­ci­da solo lle­gó a la pre­si­den­cia por­que en 2018 el coman­dan­te máxi­mo del Ejér­ci­to, Eduar­do Villas Boas, advir­tió a la Cor­te Supre­ma que si con­ce­día el habeas cor­pus pedi­do por Lula, habría fuer­te reac­ción de los militares.

Un ata­que a la demo­cra­cia, pero típi­co de la pos­tu­ra per­ma­nen­te de las Fuer­zas Arma­das de mi país: ame­na­zar a las ins­ti­tu­cio­nes. Y cuan­do las ame­na­zas fallan, destrozarlas.

La actual gene­ra­ción que enca­be­za las fuer­zas arma­das fue crea­da y ceba­da bajo la dic­ta­du­ra: eran todos jóve­nes apren­di­ces de golpista.

La sumi­sión de la cor­te supre­ma abrió camino a la con­duc­ción del peor, más abyec­to y más des­equi­li­bra­do pre­si­den­te de la his­to­ria de la Repú­bli­ca. Y para la ins­ta­la­ción de este gobierno militarizado.

El pasa­do lunes esta­lló una cri­sis entre Bol­so­na­ro y el Ejér­ci­to. De mane­ra tru­cu­len­ta el pre­si­den­te ful­mi­nó a su minis­tro de Defen­sa, gene­ral reti­ra­do Fer­nan­do Aze­ve­do e Silva.

Como reac­ción inme­dia­ta, los coman­dan­tes de las tres fuer­zas renun­cia­ron a sus pues­tos. Pese a eso, y como for­ma de mos­trar auto­ri­dad abso­lu­ta, Bol­so­na­ro los cesó.

A la hora de ele­gir los nue­vos jefes, otro impa­se: para la Fuer­za Aérea y la Mari­na, nin­gún problema.

Ya en el Ejér­ci­to el esce­na­rio se ten­sio­nó. El pre­si­den­te que­ría uno de su con­fian­za, pero los miem­bros del Alto Coman­do le envia­ron una lis­ta con tres otros nom­bres. Aco­sa­do sin preám­bu­los, fue obli­ga­do a nom­brar al gene­ral Pau­lo Cesar Noguei­ra, pre­ci­sa­men­te el esto­pín que hizo esta­llar la cri­sis y el cese del minis­tro de Defen­sa, gene­ral Aze­ve­do e Silva.

Irri­ta­do con decla­ra­cio­nes de Noguei­ra a la pren­sa, defen­dien­do medi­das de ais­la­mien­to social y el uso de mas­ca­ri­llas, Bol­so­na­ro había pre­sio­na­do al enton­ces coman­dan­te del Ejér­ci­to, gene­ral Edson Pujol, para que san­cio­na­ra al subor­di­na­do. Fren­te a la nega­ti­va de Pujol, pre­sio­nó al enton­ces minis­tro de Defen­sa, que tam­po­co acep­tó la misión.

Bol­so­na­ro ya había adver­ti­do a ambos ante­rior­men­te, exi­gien­do, en vano, que con­de­na­sen la ini­cia­ti­va de la Cor­te Supre­ma de anu­lar los jui­cios com­pro­ba­da­men­te mani­pu­la­dos con­tra el ex pre­si­den­te Lula, devol­vién­do­le la posi­bi­li­dad de pos­tu­lar­se a elecciones.

La sema­na ter­mi­nó con un ambien­te muy ten­so e inten­so en Bra­sil. Que­dó cla­ro que las reite­ra­das insi­nua­cio­nes de Bol­so­na­ro de que podría adop­tar medi­das de fuer­za con res­pal­do de las Fuer­zas Arma­das care­cen de base. Peor: que el males­tar entre los mili­ta­res creció.

Hay, entre la alta ofi­cia­li­dad acti­va, un fuer­te recha­zo a corroer aún más la ya debi­li­ta­da ima­gen de las Fuer­zas Arma­das. No quie­ren seguir iden­ti­fi­ca­das con un gobierno que, más que caó­ti­co, es res­pon­sa­ble por un geno­ci­dio sin precedentes.

Con par­ti­ci­pa­ción deci­si­va para impe­dir que Lula par­ti­ci­pa­ra en el plei­to de 2018, fue­ron cóm­pli­ces de la elec­ción de un des­equi­li­bra­do sin reme­dio. Con miles de uni­for­ma­dos espar­ci­dos por el peor gobierno de la his­to­ria de la Repú­bli­ca, muchos toda­vía acti­vos, tra­ta­ron de pasar la idea de que serían el con­tra­pe­so al esper­pen­to primate.

Fra­ca­sa­ron. No se sabe qué harán a par­tir de aho­ra: ¿seguir inten­tan­do, con mili­ta­res reti­ra­dos espar­ci­dos por el gobierno, con­tro­lar al mons­truo que ayu­da­ron a crear?

Bol­so­na­ro ya sabe que no cuen­ta con los altos man­dos mili­ta­res para el gol­pe que pre­ten­de. ¿Bus­ca­rá otro tipo de respaldo?

Vale recor­dar que en el gol­pe que tum­bó a Evo Mora­les en Boli­via las fuer­zas poli­cia­les fue­ron mucho más deci­si­vas que las Fuer­zas Arma­das. Alguien debe haber­le sopla­do al oído ese pun­to a Bolsonaro.

Fuen­te: Pági­na 12

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