Por Patricia Agosto, Resumen Latinoamericano, 7 de abril de 2021.
La empresa minera Livent y la automotriz alemana BMW anunciaron recientemente la firma de un acuerdo para la extracción de litio en el Salar del Hombre Muerto. Mientras las compañías destacan que los métodos utilizados son “sostenibles”, las comunidades hace años que denuncian que los ríos de la región se están secando por obra de la minera. Y al presente condenatorio de Livent se suma el pasado de BMW: los vínculos de la familia Quandt con el régimen nazi.
La automotriz alemana BMW y la empresa minera Livent anunciaron recientemente la firma de un acuerdo por alrededor de 285 millones de euros para la extracción de litio en la Argentina, más precisamente en el Salar del Hombre Muerto, en Antofagasta de la Sierra, Catamarca. Este acuerdo, que abastecerá de celdas de baterías a las fábricas de autos eléctricos del gigante automotriz a partir de 2022, convertirá a la Argentina en su segundo proveedor global de litio, luego de Australia.
En este sentido, un integrante del Consejo de Administración de BMW expresó: “El litio es una de las materias primas clave para la electromovilidad. Al obtener litio de un segundo proveedor, estamos asegurando los requisitos para la producción de nuestra quinta generación actual de celdas de batería. Al mismo tiempo, nos estamos volviendo tecnológicamente, geográfica y geopolíticamente menos dependientes de proveedores individuales” . Y el presidente y CEO de BMW Group Latinoamérica, Alexander Wehr, en el mismo medio explicó que dentro del continente “Argentina, específicamente, ocupa un lugar privilegiado aportando el litio que necesitamos para alcanzar los objetivos que BMW Group se ha propuesto en los próximos años”.
Cuando comenzamos a indagar sobre algunas cuestiones referidas al acuerdo, surge una primera contradicción. En la página de prensa de BMW Group, la empresa alemana se refiere al método de extracción de litio que utiliza la empresa Livent como sostenible; sin embargo, encargó un estudio científico sobre el uso del agua en distintos sistemas de extracción de litio en América del Sur. Las elegidas para realizar ese análisis fueron las Universidades de Alaska y Massachusetts y el objetivo es investigar el impacto de la extracción de litio en los recursos hídricos y los ecosistemas locales y detenerse a estudiar la relación entre el agua dulce y los salares, evaluando diferentes tecnologías para lograr una minería de litio sustentable . Ahora bien, ¿no era que la empresa Livent utiliza un método de extracción de litio sustentable? Si la BMW parte de esa afirmación ¿para qué sería necesaria esa investigación científica que muestre los impactos de su extracción?
Si exploramos las consecuencias de la extracción de litio en el Salar del Hombre Muerto, donde está ubicada la empresa Livent con la instalación Fénix desde hace más de 20 años, veremos cuán lejos está de ser sostenible el método utilizado. Por la extracción de gran cantidad de agua dulce que es necesaria para obtener el litio, el río Trapiche y su vega se secaron, además de disminuir considerablemente el caudal de otros ríos, y este daño no sólo es irreversible sino que aumenta el estrés hídrico de una región en las que las precipitaciones son escasas. También se ven afectadas las aguas subterráneas y la biodiversidad de la puna que es un ecosistema muy importante para la región.
Por todas estas consecuencias ya visibles, las comunidades y pueblos indígenas que allí viven y ven afectados sus modos de vida, están en pie de lucha en la defensa del río Los Patos, próximo objetivo de la empresa como fuente de extracción de agua, cuya disminución o desaparición se sumaría a las muchas consecuencias violatorias de los derechos indígenas que conlleva la extracción de litio.
La Comunidad Indígena Atacameños del Altiplano publicó este martes un comunicado en el cual critica al Ministerio de Minería de Catamarca, por anunciar supuesto “monitoreo ambiental de agua participativo” sobre el río Los Patos. La comunidad recordó que los permisos brindados a la minera Livent son ilegales ya que no se realizó consulta previa, libre e informada sobre la comunidad. “Se continúa negando la existencia de nuestra comunidad indígena y se avanza sobre nuestros territorios ancestrales sin nuestro consentimiento. No al Acueducto, el río Los Patos no se toca”.
En este sentido es importante recordar el informe realizado por la organización civil Be.Pe. “Minería transnacional de litio en Lagunas Altoandinas de Catamarca. Caso: Liex S.A. Empresas transnacionales y Principios Rectores: hacia mecanismos efectivos para la protección de derechos humanos en América Latina” (Ver: Informe Liex_optim) con su precisa investigación respecto a la violación de los derechos humanos y de la naturaleza que implican la extracción de litio en general y el Proyecto Tres Quebradas en particular, ubicado en la zona de Fiambalá, en el oeste de la provincia de Catamarca.
No queremos dejar de mencionar y de condenar una estrategia utilizada por las empresas que muestra la complicidad de algunas universidades públicas. En diciembre de 2020, la Universidad Nacional de Catamarca firmó un acuerdo con la empresa Livent para poner en marcha un programa de becas estudiantiles para jóvenes de Antofagasta de la Sierra y el oeste de Catamarca. Durante el acto en el cual se firmó el convenio, la ministra de Minería de la provincia, Fernanda Ávila, se refirió a los “beneficios” que reciben las comunidades de la actividad minera, obviando los perjuicios que para las poblaciones locales son inocultables.
Al respecto dijo: “Estos son los beneficios reales que la actividad minera deja en la comunidad. Celebramos esta interrelación entre el Estado, la Universidad y las empresas para trabajar en pos de los catamarqueños; en este caso, apostando a los jóvenes, a la formación de profesionales locales en nuestra universidad. Desde el Estado vamos a acompañar y apoyar este tipo de iniciativas, que forman parte de esta nueva integración y trabajo mancomunado con todos los actores”. Desoír a las comunidades que están en los territorios afectados por el extractivismo minero es una epidemia ‑casi pandemia- que se viene expandiendo entre lxs funcionarixs públicxs en todos los niveles de gobierno.
Un pasado que condena
Los negocios entre una corporación alemana y una estadounidense nos convocaron a bucear en la historia del siglo XX y específicamente en la Segunda Guerra Mundial, en la que los países de origen de ambas empresas eran rivales. Sin embargo, también aprendimos con Daniel Muchnik que “negocios son negocios” y que la ideología, la política y las relaciones internacionales no tienen ningún significado cuando de ganancias se trata. Y la dictadura nazi fue una importante fuente de acumulación de capital, tanto para empresas y bancos alemanes como de otras latitudes. La BMW no fue una excepción.
La Bayerische Motoren Werke (BMW), propiedad mayoritaria de la familia Quandt, una de las más ricas de Alemania, tiene más de cien años de historia. En 1883, Emil Quandt fundó una fábrica textil en una pequeña localidad de Brandeburgo y en 1890 firmó un contrato con el ejército imperial prusiano para confeccionar sus uniformes. El hijo de Emil, Günther, fue el encargado de transformar la empresa familiar en un poderoso imperio industrial que incluía, además del sector textil, plantas eléctricas y fábrica de baterías. Para afianzarse en este último rubro, el patriarca, como se lo conoce a Günther Quandt, compró la mayoría de las acciones de acumuladores AG AFA (hoy Varta), que fueron utilizados para la construcción de motores de submarinos de guerra una vez iniciada la segunda guerra.
A esta altura de la historia una pregunta que nos podríamos hacer es quién era la dueña de esos submarinos y la respuesta no parece muy difícil: la dictadura nazi, con la que la familia Quandt mantendría a su vez otros negocios, como la provisión de cobijas para el ejército alemán y de armas y municiones para la maquinaria bélica necesaria para el afán expansionista del estado racista, tal como lo llamaba el propio Hitler.
Un dato de color merece la historia de esta dinastía. Si nos adentramos en la vida personal del patriarca, veremos que tuvo dos matrimonios, en el primero tuvo dos hijos, Hellmut y Herbert y en el segundo, uno solo, Harald. El segundo matrimonio fue con Magda Ritschel, cuyo apellido no nos suena porque los relatos históricos no la mencionan así; sin embargo sí nos resulta conocida si la nombramos Magda Goebbels. Günther y Magda se divorciaron en 1929 y dos años más tarde ella se casó con quien tendría un lugar clave en el régimen nazi, el ministro de propaganda Joseph Goebbels. La rivalidad entre ambos ‑machistamente rivales- no impidió que las empresas del patriarca Quandt se convirtieran en importantes proveedoras de la dictadura sostenida con la propaganda de Goebbels. Negocios son negocios.
Durante generaciones, la familia Quandt mantuvo un profundo silencio en relación a los vínculos con el nazismo y los primeros pasos en la construcción de su imperio económico, hasta que a partir de 2002 comienzan a aparecer libros y documentales que revelan ese pasado condenable. Ese año se publica el libro “Los Quandt, el silencioso ascenso de la más poderosa dinastía de Alemania” de Rüdiger Jungbluth, en el que es posible reconstruir la historia de esta dinastía desde sus orígenes en el siglo XIX, pasando por la dictadura nazi hasta su permanencia en la Alemania de la posguerra. Es en esta investigación en la que se habla por primera vez de la utilización de trabajo esclavo por parte de las empresas de este emporio industrial alemán.
Además de trabajadores esclavos provenientes de Europa del este que producían en la AFA ‑la fábrica de acumuladores‑, el libro revela que “sobre uno de los terrenos de la firma, en Hannover, se ha organizado además un minicampo de concentración donde 1500 desdichados son obligados, de día, a trabajar sin indumentaria protectora en la producción de las baterías y, de noche, son hacinados y encerrados en asquerosas barracas. En la detallada contabilidad de la empresa se calculan, en un macabro recuento, hasta la muerte y el reemplazo de tres personas por día”.
El autor del libro destaca que, aunque no se hayan encontrado pruebas concretas de la participación directa de la familia en esta macabra manera de producir, es difícil suponer que no supieran nada. Como prueba de que un propósito claro de la familia a lo largo de su historia era mantener la continuidad en la producción, dos meses después de terminada la guerra, la AFA ya proveía de baterías a los ocupantes británicos. Negocios son negocios.
Es en la última década que la familia comienza a hacerse cargo de su pasado, a tal punto de reconocer su participación en el Tercer Reich y promover desde la BMW las indemnizaciones a los trabajadores esclavos. Que el nazismo apuntaló su imperio industrial quedó claramente demostrado en la biografía familiar que el historiador Joachim Scholtyseck publicó en 2011, investigación que autorizó la misma familia en 2007. En ese momento, uno de los herederos del imperio, Sven Quandt, manifestó que “todas las familias tienen su lado oscuro” y otra, Gabriele Quandt, que el de su familia “es doloroso y nos avergüenza”, sin asumir que enriquecerse con la maquinaria nazi no es un simple lado oscuro y no alcanza con sentirse “dolidos” y “avergonzados” si el imperio se reacomodó en la posguerra y siguió creciendo, luego de que los tribunales de Núremberg no castigaran a ningún miembro de la familia, como ocurrió con muchos empresarios que negociaron con la dictadura y fueron cómplices de las atrocidades nazis pero no quedaron “escrachados” al momento de finalizar la guerra.
Una pregunta que surge es porqué la familia le permitió a Scholtyseck bucear en sus archivos y la respuesta es que no tuvieron muchas alternativas, había que “hacerse cargo” de ese pasado. En 2007, la televisión pública alemana estrenó un documental cuyo nombre responde a tantos años de silencio familiar sobre el pasado. “El silencio de los Quandt”, que ganó el premio Hans Joachim Friedrichs de periodismo televisivo, recupera documentos oficiales y privados, testimonios de sobrevivientes de campos de concentración y opiniones de historiadorxs y economistas, a través de los cuales quedó demostrado que los Quandt expandieron y fortalecieron sus empresas y su fortuna en los años de nazismo, además de haber sido parte del proceso de arianización, es decir de la expropiación de empresas, negocios y propiedades judías que iban a parar a manos de “ciudadanos” y empresarios alemanes.
El documental que forzó a abrir los archivos familiares muestra el regreso del superviviente del campo de trabajo de AFA, Carl-Adolf Soerensen. Uno de los 50.000 esclavos que trabajaron gratis para los Quandt: “Siempre que sueño, estoy aquí de vuelta, en el campo”. Habla en danés sobre las condiciones de trabajo que mataron a decenas de sus compañeros. “Era el infierno”. El partisano antinazi danés rompe a llorar y se disculpa en alemán: “Es demasiado”. Este fuerte testimonio y muchos otros hechos “secretos” que se hicieron públicos a través del documental, el libro y la biografía sobre el pasado nazi de los Quandt, llevó a la familia a pedir perdón públicamente en el marco del festejo del centenario de la BMW en 2016.
Más allá de la historia y las fronteras
Como los negocios son negocios, no fueron los Quandt los únicos que se beneficiaron de la dictadura nazi, otras empresas y bancos alemanes y extranjeros apoyaron el régimen y se apoyaron en él para incrementar significativamente sus fortunas. Las empresas alemanas Krupp (fabricante de armamentos y acero), I.G. Farben (productora de petróleo, caucho sintético y colorantes), Thyssen (imperio siderúrgico); las estadounidenses Ford, General Motors, International Business Machine (IBM), Texas Company, la Standard Oil of New Jersey, la International Telephone and Telegraph Corporation (ITT); la petrolera angloholandesa Shell; los bancos alemanes Dresdner Bank y Deutsche Bank, el estadounidense Chase Manhattan Bank, de la familia Rockefeller, y la banca suiza, son las que hicieron abultados negocios con la Alemania nazi, aunque fueran empresas cuyos países de origen rivalizaban en los campos de batalla.
Como en el pasado, en el presente firmaron un acuerdo una empresa estadounidense, Livent, y una alemana, BMW, demostrando que el capital no tiene historia ni fronteras.
Fuente La Tinta