Por Marco Teruggi, Resumen Latinoamericano, 12 de abril de 2021.
Del lado del ganador fue acertada la estrategia comunicacional de la derecha-que incluyó campaña sucia y apoyo mediático-; del lado del progresismo, faltó estructura organizativa y fue compleja la construcción de la figura de Arauz en relación a Correa.
Ecuador amaneció con la noticia de que Guillermo Lasso será el nuevo presidente. Ninguno de los escenarios de crisis o disputas en torno a los resultados sucedieron: el candidato de la derecha se impuso con el 52.48%, 4.599.003 votos, 435.366 votos más que Andrés Arauz (47,60 %). Este aceptó la derrota, llamó a Lasso, al igual que varios presidentes de América Latina y del mundo que felicitaron al próximo presidente ecuatoriano.
El futuro presidente agradeció por sus redes a quienes le escribieron, como al mismo Arauz y al candidato a vicepresidente, Carlos Rabascall, en la construcción de una de sus ideas principales de campaña: el Ecuador del encuentro donde todos ganan. “Debemos estar unidos y respetar nuestras diferencias para sacar adelante al Ecuador, este es un trabajo de todos, que empieza desde hoy” escribió en su Twitter. Durante el día estuvo en Guayaquil, donde fue a visitar la tumba de sus padres.
Andrés Arauz, por su parte, convocó este lunes “a la paz y a la reconciliación sobre la base del respeto absoluto a los derechos humanos, la persecución política debe terminar, debemos tratarnos como adversarios y no como enemigos”.
El resultado del domingo contradijo lo que indicaban la mayoría de las encuestadoras, algo que no es atípico en los procesos electorales. El candidato de la revolución ciudadana tenía números favorables luego de su victoria en primera vuelta, con casi 13 puntos de diferencia sobre Lasso, una distancia que, eso sí marcaron las encuestas, se redujo a medida que avanzaron las semanas de la campaña para la segunda vuelta. Las curvas mostraban un ascenso de Lasso, un alto porcentaje de votos nulos y blancos, y el lento crecimiento de Arauz manteniéndose primero. Lo que pocas anticiparon fue el resultado final.
Pueden pensarse varias razones para explicar por qué ganó Lasso, quien había sido derrotado en el 2017 por Lenín Moreno y en el 2013 por Rafael Correa, motivos que hacen a las estrategias de cada campaña, las características de las fuerzas políticas enfrentadas, así como al escenario en el cual se dio la contienda. Cada parte, independiente, guarda a su vez relación con la otra.
En primer lugar, la misma candidatura de Arauz fue producto de la situación a la cual estaba enfrentado el correísmo: una persecución política con el principal liderazgo exiliado en Bélgica. El movimiento político conducido por Correa llegó a la contienda luego de varios años de enfrentar causas judiciales en un profundo proceso de lawfare, con dirigentes fuera del país, otros bajo amenaza de sentencias, en la cárcel, o retirados de la actividad política producto de la descarga política, judicial y mediática en contra de la revolución ciudadana.
En Guayaquil, Lasso visitó la tumba de sus padres.
En segundo lugar, el correísmo se enfrentó a una campaña con escazas estructuras organizativas. La ausencia en la revolución ciudadana de un partido político ‑no únicamente electoral‑, así como en gran medida de movimientos sociales, territoriales, de trabajadores, feministas, o indígenas es tal vez una de sus características centrales, en particular al pensarlo en perspectiva con otros procesos progresistas del continente. Esa situación puede explicarse por concepciones políticas, y por la traición de Moreno y su impacto puertas adentro.
En tercer lugar, la campaña propiamente dicha presentó dificultades, con un movimiento perseguido, poca estructura política, y la complejidad en la construcción de la figura de Arauz en particular en la relación ‑en términos de campaña- con Correa. ¿Cómo lograr el voto duro de la revolución ciudadana y a su vez ampliar hasta la mayoría? Esa fue una de las principales preguntas, en un escenario político marcado por el clivaje correismo/anti-correismo y la dificultad para trasladarlo a otro, como neoliberalismo/anti-neoliberalismo, o banca/país.
El clivaje correismo/anti-correismo fue uno de los puntos alrededor de los cuales Lasso logró ampliar su caudal electoral hasta alcanzar la mayoría. El anti-correismo, presente en la sociedad producto de varias razones ‑entre ellas la campaña sistemática de acusación de corrupción- le permitió a Lasso acercar votos de quienes no votarían por la revolución ciudadana. Fue también un elemento determinante para comprender el posicionamiento de las fuerzas políticas, en particular de Yaku Pérez y Xavier Hervas, tercero y cuarto respectivamente en la primera vuelta.
Arauz realizó un llamado a la conformación de un bloque progresista, plurinacional y socialdemócrata, es decir la revolución ciudadana, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), e Izquierda Democrática. Sin embargo, el clivaje del anti-correismo redujo esa posibilidad, y tanto Pérez/Conaie y Hervas optaron por no posicionarse directamente por ninguno de los dos candidatos. En el caso del movimiento indígena, con disputas internas respecto a las alianzas, la decisión fue llamar al “voto nulo ideológico”, lo que influyó en los 1.739.870 de votantes nulos del total de 10.675.362 electores. El apoyo a último momento de Vargas, presidente de la Conaie, por Arauz no parece haber modificado esa situación.
Lasso contó además para su campaña con dos elementos centrales: el apoyo de los principales medios de comunicación del país, y una estrategia comunicacional que acertó en su mensaje, con un fuerte financiamiento, y un despliegue de recursos de campaña sucia. Construyó así un discurso y estética, una ficción de su historia y propuesta político-económica para el país que quedará progresivamente al descubierto a medida que avance su gobierno.
El horizonte que se abre con su victoria es el de la profundización neoliberal, en particular el dominio del capital financiero, del cual es parte. La dinámica de resistencias a esa agenda estará marcada, en parte, por cómo se posicione la Conaie en función de sus disputas internas ‑tendrá elección de autoridades en mayo‑, y cómo el correísmo piense y proyecte su estrategia para esta nueva etapa.
El mapa latinoamericano seguirá, por ahora, con el mismo tablero de fuerzas. La victoria de Lasso indica que el continente está en un contexto de disputas entre proyectos sin hegemonías claras. Las próximas presidenciales, Perú, Chile y Brasil, arrojarán más conclusiones para pensar el tiempo actual, complejo, con vuelcos, particularidades nacionales determinantes, abierto.