Guatemala. Lolita Chávez Ixcaquic ganadora de premio de justicia ambiental: «Tenemos el derecho de vivir en un territorio que para nosotras es sagrado»

Gua­te­ma­la. Loli­ta Chá­vez Ixca­quic gana­do­ra de pre­mio de jus­ti­cia ambien­tal: «Tene­mos el dere­cho de vivir en un terri­to­rio que para noso­tras es sagrado»

Por Bar­ba­ra Fra­ser, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 20 de abril de 2021

Aura Loli­ta Chá­vez Ixca­quic el 20 de abril reci­bió el Pre­mio Rome­ro a los Dere­chos Huma­nos que otor­ga anual­men­te la Uni­ver­si­dad de Day­ton, en Day­ton, Ohio. 

Aura Loli­ta , maes­tra maya k’iche y lide­re­sa comu­ni­ta­ria en Gua­te­ma­la, regre­sa­ba a casa en un bus con otras muje­res cuan­do hom­bres arma­dos abor­da­ron el vehícu­lo y exi­gie­ron saber: “¿Quién es Loli­ta?” Pen­san­do que iba a morir, esta­ba a pun­to de res­pon­der cuan­do otra mujer se levan­tó y dijo: “Yo soy Loli­ta”. Los hom­bres comen­za­ron a gol­pear­la, cuan­do otra mujer, y lue­go otra, dije­ron: “No, yo soy Lolita”.

Ese día esca­pó de sufrir lesio­nes, pero en 2017, ella y otros miem­bros del Con­se­jo de Pue­blos K’iche’ por la Defen­sa de la Vida, Madre Natu­ra­le­za, Tie­rra y Terri­to­rio fue­ron ata­ca­dos des­pués de dete­ner un camión que trans­por­ta­ba made­ra tala­da ile­gal­men­te. Ese año las ame­na­zas de muer­te la obli­ga­ron a aban­do­nar su país.

Para Chá­vez, que vivió 24 años de gue­rra civil, los acuer­dos de paz fir­ma­dos en Gua­te­ma­la en 1996 no aca­ba­ron con la vio­len­cia. Líder en la lucha de su pue­blo por defen­der su tie­rra con­tra la mine­ría, la cons­truc­ción de repre­sas y la tala ile­gal, ha sido acu­sa­da de gue­rri­lle­ra y de ame­na­za para la segu­ri­dad nacional.

El 20 de abril reci­bi­rá el Pre­mio Rome­ro a los Dere­chos Huma­nos que otor­ga anual­men­te la Uni­ver­si­dad de Day­ton en Day­ton, Ohio.

“Según infor­mes de dere­chos huma­nos, la mayor can­ti­dad de ase­si­na­tos de defen­so­res de dere­chos huma­nos ocu­rre en Amé­ri­ca Lati­na”, y la mayo­ría son ase­si­na­dos por su defen­sa de los dere­chos ambien­ta­les e indí­ge­nas, dijo She­lley Inglis, direc­to­ra eje­cu­ti­va del Cen­tro de Dere­chos Huma­nos de la uni­ver­si­dad, a Earth­Beat. Chá­vez, agre­gó, “refle­ja el espí­ri­tu y la cla­se de pun­do­nor y defen­sa de los dere­chos huma­nos que se nece­si­ta para cam­biar real­men­te nues­tra socie­dad hacia un futu­ro más sostenible”.

La uni­ver­si­dad esta­ble­ció el pre­mio, lla­ma­do así por san Óscar Rome­ro, en 2000 para hon­rar a per­so­nas o gru­pos que han con­tri­bui­do al ali­vio del sufri­mien­to o la injus­ti­cia en el mun­do. La cere­mo­nia de pre­mia­ción de este año es par­te de una serie de even­tos que comen­za­ron el 24 de mar­zo, enfo­ca­dos en la jus­ti­cia ambien­tal y climática.

Los pri­me­ros gana­do­res del pre­mio fue­ron figu­ras cono­ci­das, dijo Inglis, pero últi­ma­men­te la uni­ver­si­dad ha dis­tin­gui­do a per­so­nas que tra­ba­jan en sus comu­ni­da­des. Chá­vez fue una de las tres fina­lis­tas del Pre­mio Sája­rov a la Liber­tad de Con­cien­cia del Par­la­men­to Euro­peo en 2017, el año en que huyó de Guatemala.

Chá­vez habló con Earth­Beat des­de un lugar no reve­la­do. La entre­vis­ta se ha edi­ta­do por bre­ve­dad y claridad.

¿Cómo es el lugar don­de Ud. nació y creció?

Yo ven­go de un terri­to­rio que está en Ixi­mu­leu, que Occi­den­te le lla­ma Gua­te­ma­la. El lugar se lla­ma Qui­ché. Es un depar­ta­men­to. Es un terri­to­rio que está en la mon­ta­ña, con bas­tan­te bio­di­ver­si­dad toda­vía, a pesar de que haya expre­sio­nes polí­ti­cas de pro­gra­mas y pla­nes y pro­yec­tos que se han impues­to ahí. Pero a pesar de eso, gra­cias al mode­lo de vida que tene­mos y gra­cias a nues­tra cos­mo­vi­sión, mi pue­blo, que es el pue­blo Maya K’iche, [tie­ne] un plan­tea­mien­to de vida bas­tan­te vin­cu­la­do a la red de la vida … y ese mode­lo nos ha per­mi­ti­do plan­tear­nos un cami­nar vin­cu­la­do a la tierra.

Sem­bra­mos mil­pa. Somos gen­te de maíz, y esta­mos bas­tan­te vin­cu­la­das a una ali­men­ta­ción que vie­ne de la pro­pia tie­rra; o sea nues­tro ali­men­to es gene­ra­do por la pro­pia comunidad.

[La región tie­ne] un cli­ma bas­tan­te tem­pla­do, no es ni tan frío ni tan calien­te, pero pasán­do­se de un terri­to­rio a otro, hay micro­cli­mas. Esto hace que haya dife­ren­tes espe­cies, dife­ren­tes ani­ma­les, plan­tas y otros seres que coha­bi­tan con noso­tras como humanidad.»

Hay un gran pro­ble­ma que es par­te tam­bién del con­tex­to en el cual vivi­mos, es que noso­tras fui­mos ata­ca­das cruel­men­te en la épo­ca no solo de la inva­sión [euro­pea] sino de la gue­rra. En la gue­rra hubo pla­nes de exter­mi­nio, de geno­ci­dio, tie­rra arra­sa­da, des­apa­ri­cio­nes for­zo­sas, y eso ha deja­do secue­las en las expre­sio­nes desiguales.

Es un terri­to­rio don­de hay bas­tan­te des­igual­dad, mucho empo­bre­ci­mien­to, hay ham­bru­na, hay polí­ti­cas de exclu­sión de par­te del gobierno de Gua­te­ma­la. Siem­pre los pla­nes han sido así, de ata­que direc­to al pue­blo, por­que es un pue­blo que esta­mos auto­or­ga­ni­za­dos. Tene­mos un pro­ce­so autó­no­mo de orga­ni­za­ción; eso hace que los gobier­nos de turno en Gua­te­ma­la no nos vean con bue­nos ojos, o sea que siem­pre nos ata­can a tra­vés de la remilitarización.»

Una calle en Cha­jul, en la región Qui­ché de Guatemala

¿Cuá­les son las ame­na­zas al medio ambien­te en su territorio?

En todo el depar­ta­men­to de Qui­ché, se ha plan­tea­do un reaco­mo­da­mien­to macro­eco­nó­mi­co geo­po­lí­ti­co; o sea en la actua­li­dad hay varios pla­nes, unos ya en eje­cu­ción, otros toda­vía no.

Uno de ellos es el víncu­lo con la ener­gía, el gene­rar ener­gía a tra­vés del agua. Hay una inva­sión de empre­sas trans­na­cio­na­les que van por el agua, por­que a pesar del cam­bio cli­má­ti­co y el calen­ta­mien­to glo­bal, en mi terri­to­rio aún hay agua. Hay ríos y mon­ta­ñas que eso hace que ten­ga­mos agua.

[Hubo una] la inva­sión a tra­vés de un gran pro­yec­to hidro­eléc­tri­co que gene­ra ener­gía para una gran can­ti­dad de terri­to­rios en Gua­te­ma­la, que es el pro­yec­to Chi­xoy; es una hidro­eléc­tri­ca, una de las más gran­des en Gua­te­ma­la que está en el nor­te del Quiché.

Hay otras que están tam­bién den­tro del terri­to­rio, que son [pro­yec­tos de] hidro­eléc­tri­cas que nun­ca se nos con­sul­tó. Es un gran pro­ble­ma, la gene­ra­ción de ener­gía, pero uno de los pro­ble­mas que esta­mos plan­tean­do, es que: ¿ener­gía para qué y para quién?

La ener­gía no está gene­rán­do­se para las comu­ni­da­des. Don­de extraen ener­gía, no dejan luz para las comu­ni­da­des, sino que se la lle­van para las macro­ex­pre­sio­nes económicas.

Como es mon­ta­ña, tam­bién hay mine­ra­les, y hay licen­cias mine­ras. En el caso de las licen­cias mine­ras, des­de la orga­ni­za­ción comu­ni­ta­ria no se per­mi­tió. Se hicie­ron varias con­sul­tas comu­ni­ta­rias de bue­na fe, no vin­cu­la­das con el gobierno, sino fue­ron autó­no­mas, y se libe­ra­ron muchos terri­to­rios con licen­cias mine­ras que se para­ron; enton­ces no logra­ron entrar.

En el 2010 vie­ne el replan­tea­mien­to de las made­re­ras, y ahí es don­de nos damos cuen­ta de que el gobierno ha cedi­do a las empre­sas made­re­ras 97 licen­cias fores­ta­les. Estas licen­cias son para inva­dir. Era como pri­me­ra fase: si no deja­mos entrar las mine­ras enton­ces nos plan­tean un enfo­que de capi­tal ver­de a tra­vés de REDD+ [reduc­ción de emi­sio­nes de gases de efec­to inver­na­de­ro por la defo­res­ta­ción y la degra­da­ción del bosque].

El plan­tea­mien­to de REDD+ es como un ver­de fal­so. [Se pro­po­ne hacer] un mono­cul­ti­vo fores­tal, pero a tra­vés de empre­sas fores­ta­les saquea­do­ras que eli­mi­nan los árbo­les ances­tra­les como el Tecun Uman, que es un árbol … muy espe­cí­fi­co en Quiché.

Loli­ta en el Encuen­tro Plu­ri­na­cio­nal de Muje­res y disi­den­cias en La Plata

¿Cómo se viven toda­vía las secue­las de la guerra?

La gue­rra gene­ró varias secue­las. Una de ellas el des­po­jo de las tie­rras. El pue­blo maya siem­pre hemos vivi­do saqueo de las tie­rras. Se han hecho des­alo­jos for­zo­sos y enton­ces las tie­rras se que­dan en manos de la oli­gar­quía. El gran pro­ble­ma en Gua­te­ma­la es que la mayo­ría de la tie­rra está en manos de pocas fami­lias. Es una de las gran­des secue­las de la gue­rra: Tene­mos pocas tierras.

Otra es las secue­las tam­bién socio­eco­nó­mi­cas que se están vivien­do. Hay bas­tan­te empo­bre­ci­mien­to en mi terri­to­rio. Si se hicie­ra un aná­li­sis de dón­de está el mayor empo­bre­ci­mien­to, sería don­de hubo más gue­rra, más masa­cre. Esa rela­ción tie­ne mucho que ver de los pla­nes de exter­mi­nio, por­que en Gua­te­ma­la sí hubo geno­ci­dio. Enton­ces el aspec­to socio­eco­nó­mi­co está mar­ca­do muy fuer­te­men­te. No hay una bue­na edu­ca­ción. La juven­tud por ejem­plo no tie­ne acce­so al arte, al depor­te. No es como se dice a nivel inter­na­cio­nal, que somos «olvi­da­dos»: no somos «pue­blos olvi­da­dos», sino «odia­dos». El esta­do nos odia por­que defen­de­mos nues­tra vida a tra­vés de la organización.

¿Cómo se han orga­ni­za­do las muje­res para defen­der el medio ambiente?

Noso­tras al ini­cio no nos nom­brá­ba­mos defen­so­ras. Lue­go fui­mos reco­no­cien­do que el ser defen­so­ra tenía un aval inter­na­cio­nal a tra­vés de los meca­nis­mos. Noso­tras salu­da­mos los meca­nis­mos como los con­ve­nios, las decla­ra­cio­nes de las Nacio­nes Uni­das, y hay una rela­to­ría vin­cu­la­da a defen­so­res y defensoras.

Noso­tras no sabía­mos que éra­mos defen­so­ras. Tuvi­mos que bus­car esto por­que [nos ayu­dó] en el pedir auxi­lio, en el tra­tar de sobre­vi­vir con las ame­na­zas, la estig­ma­ti­za­ción, la difa­ma­ción. A mí me han difa­ma­do y me siguen difa­man­do. … A mí me dicen gue­rri­lle­ra. … Me han estig­ma­ti­za­do bastante.

Enton­ces ana­li­za­mos el con­tex­to, nos orga­ni­za­mos … no solo en el con­se­jo, [sino también]a tra­vés de redes [para] apo­yar­nos entre noso­tras, por­que si no nos apo­ya­mos noso­tras, a veces la comu­ni­dad nos suel­ta. La comu­ni­dad reco­no­ce más una auto­ri­dad hom­bre, por el sis­te­ma machis­ta; no nos reco­no­ce a noso­tras. Y noso­tras tene­mos que vivir con las secue­las de que las fami­lias son ata­ca­das, que nos sepa­ran de nues­tros hijos y de nues­tras hijas, las vio­la­cio­nes sexua­les. Vivi­mos dife­ren­te el ata­que que los hom­bres. Enton­ces nos reuni­mos, nos orga­ni­za­mos, y ahí ya empe­za­mos a vin­cu­lar­nos con redes de defen­so­ras a nivel nacio­nal y a nivel inter­na­cio­nal. Eso nos dio una gran ins­pi­ra­ción, una gran ilu­sión; a pesar de ser ata­ca­das, tenía­mos una espe­ran­za de, si esta­mos orga­ni­za­das y si esta­mos en red, vamos a vivir; y eso es una gran esperanza.

Aura Loli­ta Chá­vez Ixca­quic: «No es como se dice a nivel inter­na­cio­nal, que somos ‘olvi­da­dos’: no somos ‘pue­blos olvi­da­dos’, sino ‘odia­dos’. El esta­do nos odia por­que defen­de­mos nues­tra vida a tra­vés de la organización».

Las redes ¿inclu­yen a las muje­res de otros paí­ses cen­tro­ame­ri­ca­nos don­de tam­bién hay amenazas?

Bueno, noso­tras tene­mos his­to­rias que nos unen, mode­los de vida [que] nos unen, pero tam­bién las expre­sio­nes. Al prin­ci­pio [de esta entre­vis­ta] habla­ba de la estra­te­gia del plan­tea­mien­to geo­po­lí­ti­co macro­eco­nó­mi­co. … Las empre­sas tie­nen sus intere­ses y pla­nes regio­na­les a nivel con­ti­nen­tal. Hay patro­nes recu­rren­tes de ata­que. Las fami­lias [pode­ro­sos] en Hon­du­ras, por ejem­plo, se vin­cu­lan con las fami­lias [oli­gar­cas] en Gua­te­ma­la; las fami­lias oli­gar­cas y las fami­lias que gene­ran los ata­ques tie­nen comu­ni­ca­ción. Los mili­ta­res que están en El Sal­va­dor, en Méxi­co, en Gua­te­ma­la, se comunican.

Enton­ces eso hace ver que noso­tras tene­mos los agre­so­res, los vio­len­ta­do­res, los per­pe­tua­do­res, son como comu­nes: los mili­ta­res, los ban­que­ros, la nar­co­ac­ti­vi­dad regio­nal tam­bién: Enton­ces noso­tras tene­mos que tener una comu­ni­ca­ción per­ma­nen­te y cer­te­ra para sal­var vidas. Nos uni­mos no solo por­que tene­mos agen­das en común y por­que tene­mos con­tex­tos simi­la­res, sino por­que nece­si­ta­mos tener estra­te­gias regio­na­les, accio­nes urgen­tes; hacer plan­tea­mien­tos de denun­cia y de exi­gen­cia de jus­ti­cia, por­que sino nos matan. 

La igle­sia cató­li­ca ¿las apo­ya en su lucha?

Más que hablar de una estruc­tu­ra de igle­sia cató­li­ca como [ins­ti­tu­ción], yo pre­fe­ri­ría hablar de orga­ni­za­ción comu­ni­ta­ria de fe vin­cu­la­da a la espe­ran­za de vida, a una vida dig­na. Las comu­ni­da­des orga­ni­za­das, las parro­quias, que están más aba­jo don­de está real­men­te la situa­ción hos­til, don­de esta­mos en terri­to­rio de dispu­ta, ahí teme­mos como alia­dos y alia­das a expre­sio­nes orga­ni­za­das de fe. Yo más habla­ría de aba­jo, del tra­ba­jo de fe, el tra­ba­jo orga­ni­za­ti­vo, el tra­ba­jo del víncu­lo, del res­pe­to a la tie­rra, lo sagrado.

Eso es lo que nos une; y, la gen­te, las per­so­nas, ya sean los párro­cos o las con­gre­ga­cio­nes, ahí nos acuer­pa­mos, por­que si no nos acuer­pa­mos les matan a ellos, o a ellas, y nos matan a noso­tras. … La igle­sia cató­li­ca tie­ne una his­to­ria muy pro­fun­da en mi pue­blo. La igle­sia fue tam­bién res­guar­do de com­pa­ñe­ros y com­pa­ñe­ras cuan­do anda­ban per­se­gui­das en la épo­ca de la gue­rra. … Cuan­do [tuvi­mos] que salir de los terri­to­rios, hay un área [de pas­to­ral] que se lla­ma movi­li­dad huma­na y ha sal­va­do muchas vidas.

¿Qué pue­de apren­der la gen­te no Indí­ge­na de la for­ma de vida de su pueblo?

Tene­mos el dere­cho de vivir en un terri­to­rio que para noso­tras es sagra­do. Noso­tras gene­ra­mos un víncu­lo de reve­ren­cia al agua, a los cua­tro ele­men­tos, por ejem­plo. Solo con que esos se vin­cu­len ya ten­dría­mos mucho, mucho que agra­de­cer a la humanidad.

Solo que cada día cuan­do nos levan­ta­mos reco­noz­ca­mos que somos agua, reco­noz­ca­mos que somos tie­rra, que somos fue­go y que somos aire; y que esta­mos en una red de la vida vin­cu­la­da a otras comu­ni­da­des. Que noso­tros, la huma­ni­dad, no somos el cen­tro del poder, el cen­tro de la impor­tan­cia de la vida, sino hay otras comu­ni­da­des que tam­bién están coexis­tien­do y que tene­mos que escucharlas.

Cuan­do noso­tras deci­mos: hablan las plan­tas, hablan los árbo­les, hablan las pie­dras, hablan las mon­ta­ñas, es por­que les escu­cha­mos. Enton­ces lo que le pedi­mos a la huma­ni­dad es que escu­che­mos las voces de la tie­rra, del aire, del agua. Están hablan­do, y nece­si­ta­mos escu­char­les para que poda­mos seguir coexis­tien­do y conviviendo.

Fuen­te: EarthBeat

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