Adrián Moyano /Resumen Latinoamericano, 4 de abril de 2021
En 1881, tres columnas con unos 1.500 uniformados arribaron a los antiguos dominios de Mankewenüy y ruka de Inakayal. Como parte de la Campaña al Desierto tenían al orden de llegar al “gran lago”. Una historia del genocidio aún no reconocido.
Entre el 2 y el 3 de abril de 1881, alrededor de 1.500 hombres del Ejército Argentino confluyeron en campos donde nunca antes se habían escuchado trompetas, cañonazos, canciones patrias ni arengas. Prestaron atención a las palabras inflamadas de su comandante, presentaron armas e hicieron venias, mientras el flamante otoño comenzaba a enrojecer los bosques lejanos. Habían llegado desde el norte y en su viaje, ultimaron guerreros, arriaron prisioneros, quemaron tolderías, capturaron mujeres y robaron miles de animales. Para otorgarle al despojo un sentido menos virulento, el jefe ordenó que 10 de abril subordinados suyos ascendieran el cerro a cuyos pies se encontraban las tres brigadas: desde entonces recibe el nombre Nuestra Señora del Carmen de Villegas. Por primera vez, el brazo armado que llevaba a cabo la agresión colonialista, hizo ondear su bandera sobre los antiguos dominios de los loncos Mankewenüy, y por entonces, ruka de Inakayal y su gente… Los partes dicen que la parada se efectuó 10 kilómetros al este del nacimiento del anciano Limay, es decir, jurisdicción actual de Dina Huapi (Río Negro).
Los soldados no permanecieron aquí: después de un mes retornaron a sus puntos de partida y demoraron casi dos años en volver, pero la profanación ya estaba hecha. 140 años atrás comenzó deshacerse el equilibrio de milenios en el País del Nahuel Huapi. 140 años atrás comenzaron a instalarse el racismo y el desprecio por cualquier forma de vida que no fuera occidental, filo-europea, patriarcal y capitalista. Por cualquier espiritualidad que no fuera la católica. 140 años atrás, los pueblos mapuche y gününa küna advirtieron que la libertad comenzaba a llegar su fin. Todavía no la recuperan.
Cinco meses después de asumir la presidencia(octubre de 1880), Julio Roca había ordenado que el Ejército extendiera la invasión iniciada en 1879. Hacía casi 90 años que los rumores del río Limay y los bosques de cipreses que acompañan su recorrido, desconocían el tintinear de armas extrañas, el sonido de un idioma incomprensible y el irrespeto al ngen ko (dueño del agua). Pero a 1.700 kilómetros de distancia, se había decidido que el silencio milenario de las estepas cercanas a la cordillera, tenía que llegar a su fin.
Fue tal la concentración de tropas que Rufino Ortega se vio en problemas a la hora de alimentar dos mil caballos en el fuerte 4ta División (Chos Malal), de manera que el 8 de marzo de 1881 movió a toda su brigada hacia Ñorquin. Tenía orden de alcanzar el gran lago, al frente de casi 500 hombres. Debía bordear la cordillera hoy neuquina con la misión de “reconocer y batir en su avance todos los lugares en que pudieran haber indios”, según anotó el futuro gobernador de Mendoza en el diario de operaciones.
Contra Rewkekura y Sayweke
La suya era parte de un dispositivo que totalizaba tres columnas: la 2da Brigada debía remontar el Limay por su orilla norte hasta el Pichi Pikun Leufu, donde se dividiría en dos facciones. La más numerosa tenía órdenes de seguir hacia el oeste y batir las tolderías de Rewkekura para luego retomar el sur y buscar la reunión con la otra fracción, que seguiría el curso del Limay con el ánimo de caer sobre Sayweke. Por su parte, la 3ra Brigada debía introducirse en el antiguo Willimapu (Territorio del Sur) después de cruzar el río Negro desde Choele Choel para cortar posibles retiradas mapuches al este. Iba al mando directo de Liborio Bernal. En el presente, un arroyo cercano al aeropuerto de Bariloche lleva su apellido. Es fácil adivinar por qué.
Conrado Villegas
Las brigadas 2da y 3ra recibieron la orden de ponerse en marcha el 15 de marzo, una semana después de que arrancaran los hombres de Ortega. Esa falta de coordinación quizá permitiera que Sayweke con buena parte de los suyos, pudiera buscar refugio. Como jefe de la operación, Villegas se integró a la columna que comandó Bernal en su travesía por el actual interior rionegrino, la que menos chances tenía de entrar en acción.
Según los informes de Inteligencia argentina, opondrían resistencia los loncos Keupü, Waikillan y Zuñiga, conductores de waizufche (gente de la cordillera) y pikunche (gente del norte). El informe afirmaba que podían liderar entre 300 y 400 lanzas sobre lagos cercanos a las nacientes del Biobío, es decir, el Moquehue y Aluminé. Ortega se mofaba de Namunkura, quien sólo mantenía “un resto miserable de su antiguo poderío” y junto con Alvarito Reumay, apenas podía oponer 70 lanzas. En los cálculos previos, la Brigada sólo tenía chances de encontrarse con guerreros de Rewkekura sobre el río Pulmarí y de Sayweke más al sur porque el resto de sus objetivos, estaban al oeste de la línea imaginaria que los ejércitos de Chile y la Argentina habían convenido respetar.
A través de humaredas, los peñi que primero avistaron a los recién llegados, avisaron a las tolderías que quedaban más al sur. La resistencia se valió de grandes piedras que buscaron obstaculizar los estrechos senderos de la cordillera y de quemazones en pastizales, para que la caballada de los milicos no tuviera qué comer. Pero también hubo enfrentamientos: al intentar el cruce del río Aluminé en cercanías del Collón Cura, los weichafe de Ñankucheo y Wirkaleufu atacaron cuando buena parte de la columna agresora estaba en el agua. Para los mapuche era primordial anular las ventajas que fusiles y carabinas otorgaban a sus contrincantes y en ocasiones, lograron ese cometido.
Incendiar tolderías
Sabían que no podían triunfar: el objetivo consistía en retardar el avance para que las familias pudieron encontrar abrigo en las intimidades de la cordillera o bien, entre los amigos del Ngulumapu (Territorio del Oeste – Chile). La táctica dio resultado porque la mayoría de las veces, los soldados encontraron vacías de gente a las tolderías. Las incendiaron, después de saquearlas. Esa suerte corrió la ruca del longko Wirkaleo, cerca de la confluencia entre los ríos Aluminé y Chimehuin, donde nace el Collón Cura. Los recién llegados destacaron en sus partes los sembradíos de trigo y cebada. Al Manzana Mapu los avisos llegaron tarde porque la gente de Sayweke sufrió el ataque de la 2da Brigada, al mando de Lorenzo Vintter. El gran longko y su familia pudieron escapar, pero un hijo suyo resultó herido de consideración y miles de cabezas de ganado quedaron en manos huincas. Desde entonces, el hambre sería otro enemigo a vencer.
Inakayak en la plaza Juan Herman, de Dina Huapi. No muy lejos de allí acamparon las tropas
Durante varios años, el 3 de abril se conmemoró en Bariloche como fecha patria. Ese día de 1927, al pie del “cerro Carmen de Villegas, se tributó el homenaje a una gesta y a un nacimiento, estando presente el gobernador del territorio, teniente coronel León D. Quaglia, y siendo invitados de honor el general Antonio Tiscornia, el capitán de navío Santiago Albarracín y los sargentos Andrés Rolando y Froilán Farías”. Dos años después, se llevó a cabo “el acto municipal cumbre que se tiene memoria”, durante el cual se impuso sus nombres a las calles “Ángel Gallardo, Isidoro Ruiz Moreno, Antonio Tiscornia, Santiago J. Albarracín, Horacio Anasagasti, Eduardo Elordi y Emilio B. Morales”, escribió en 1975 el ingeniero Julio Riesgo, historiador aficionado.
¿Qué gesta y qué nacimiento? No hay épica alguna en invadir a un pueblo que no podía oponer ejército ni tiene nada de honorable reducir a la esclavitud a mujeres, niños y niñas. Cuando en el origen hay un genocidio que todavía no se reconoce y, por el contrario, se enaltece, las posibilidades de construir nuevas formas de convivencia son nulas. Buena parte de los conflictos que escandalizan en 2021 a la prensa miserable, a la derecha neoliberal y a la burguesía asustada, se explica por aquel acontecimiento silenciado, que tuviera lugar 140 años atrás. Apenas cuatro generaciones.
FUENTE: En estos días