Por Chema Seglers. Resumen Latinoamericano, 1 de abril de 2021.
El veterano militante pacifista Arcadi Oliveres vive sus últimos días tras el diagnóstico de un cáncer terminal. En esta entrevista repasa el mundo que le sobrevivirá, así como las posibilidades de transformarlo.
Arcadi Oliveres (Barcelona, 1945) emprende el camino de vuelta. Y lo hace envuelto en el afecto de miles de personas que han encontrado en la voz de este activista y profesor de economía la certeza de que otro mundo es posible. Fiel a su generosidad, en un momento de gran incertidumbre social, Arcadi Oliveres nos regala su último libro, titulado Paraules d’Arcadi (Què hem après del món i com podem actuar), en el que reflexiona sobre aquellos temas que han guiado su compromiso, su acción coherente y su vida. Habrá que leerlo con atención para ensanchar un poco el horizonte.
-La última vez que nos vimos ya me dijiste que le dabas vueltas a este libro.
-Sí, empezó hace un año y medio, más o menos. Al final, el libro ha salido, y además, en un momento oportuno, porque coincide con mi enfermedad.
-El subtítulo del libro son dos preguntas que me gustaría hacerte. ¿Qué has aprendido del mundo y cómo podemos actuar?
-Del mundo hemos aprendido que es una realidad que debemos asumir, aunque, seguramente, no nos gusta cómo se nos presenta. Yo tengo la impresión de que, en este mundo, si vosotros estáis de acuerdo, hay un poco de todo. Por ejemplo, tenemos recursos, conocimientos, amistades, sentimientos, comunicación, economía y muchas cosas más. Sin embargo, todo esto no responde a los deseos ni a las necesidades de la mayoría de la población. Podríamos hacer muchísimas cosas para que la gente viviera feliz, y a pesar de que disponemos de los elementos materiales y sobre todo intelectuales para conseguirlo, resulta que, al final, no lo logramos. Y esto es un problema grave. En conclusión, tenemos una realidad entre manos que debe ser cambiada.
-¿Y puede cambiarse?
-Sí, si ponemos la voluntad para que esta realidad vaya cambiando. Y esta voluntad significa, en primer lugar y sin ninguna duda, el bienestar para todo el mundo. Nosotros debemos trabajar para que todo el mundo esté bien. ¿Hay posibilidades de que así sea? Naturalmente. Pero con esfuerzo. Ahora bien, previamente a esos esfuerzos, debe existir un deseo de realizar bien las cosas. Y lo que constato, desgraciadamente, es que ese deseo de hacer bien las cosas no existe en todos los lugares. Más bien me da la impresión de que, en este mundo, la gente se mueve por otros intereses, por una voluntad que no prioriza aquello que iría bien para todo el mundo. Conclusiones: la primera, que existe un mundo. Y la segunda, que este mundo que no nos gusta, debería cambiar. Toda esa transformación debería realizarse con un cambio fundamental en valores.
Es un diagnóstico de la realidad sin concesiones. Conoces bien los entresijos del poder, los intereses en las relaciones internacionales. Sin embargo, tú eres un optimista nato. ¿De dónde has sacado la fuerza para forjar tu compromiso?
De fuerza, no he tenido ninguna en especial. Lo he dicho muchas veces, y la gente no me cree, pero lo mío ha sido una carambola de casualidades, que se han sucedido alrededor de mi nacimiento, del estudio, del trabajo y de la militancia. Te aseguro que no tengo ningún mérito particular. ¿Que he participado en un momento concreto? Sí. Por ejemplo, paseaba por Barcelona cerca de Plaza de Cataluña, y allí estaba el 15‑M. Me parecía una buena opción a apoyar, y yo la apoyaba y me sumaba. ¿Que paseaba cerca de una campaña anti-OTAN, o por una reunión de objetores de conciencia? Me asociaba porque pensaba que la mili era un absurdo. Llámalo cómo quieras, pero todo esto es la suma de carambolas y casualidades. De hecho, el otro día, charlando con mi hijo, me dijo “padre, tú has aportado tu grano de arena en militancias y distintos movimientos sociales, pero nunca has organizado ninguna”.
-Sí, es cierto.
-Sí, lo es, porque siempre me he movido cómodo en la periferia de la política. He ido donde me han invitado, pero yo nunca he programado nada. Eso no lo hecho nunca. He visto acciones razonables de apoyar, que no negaban mi conciencia ni mi manera de pensar —que, para mí, es lo básico — , y a partir de aquí, me he movilizado. Por lo tanto, aludiendo a tu pregunta, de mérito personal mío, ninguno.
-Uno de los capítulos del libro reflexiona sobre la pandemia. ¿Te imaginabas algo así? ¿Quién sale ganando de todo esto?
-Tampoco me ha sorprendido mucho la pandemia, la verdad. Quizá, como la pandemia me pilla ya en mis últimos días, no resulta, en mi opinión, el tema fundamental. Más bien, la pandemia es el reflejo del mundo en general, de su funcionamiento. Ahora bien, ¿que la pandemia tiene consecuencias? Seguro. ¿Que habrá gente que se beneficiará? Seguro. ¿Que otros saldrán perjudicados? Seguro. ¿Que la podríamos haber evitado? Seguramente, sí. ¿Qué habrá ganadores y perdedores? Probablemente, también. Pero entiendo que, ahora, estamos en un momento relativamente corto de la pandemia. De hecho, hace ya un año que empezó. Sin embargo, lo que deberá tenerse en cuenta cuando esto acabe es que los poderosos seguirán gobernando y los sufridos seguirán sufriendo. Y, por ahora, nadie habrá hecho mucho para cambiar eso.
-Entonces, lo fundamental sigue siendo la desigualdad…
-Por supuesto. Sigue siendo el movimiento del mundo, con o sin pandemia. Porque independientemente de ella, calcula cuánta gente sufre en este mundo, cuántos mueren de hambre, cuántos deben emigrar, cuántos tienen dificultades en el trabajo. ¿Más que antes? ¿Menos que antes? Aproximadamente, los mismos.
¿Cómo te gustaría que la gente joven o no tan joven leyera el libro?
-Que el libro fuera un elemento de reflexión, de sensibilización hacia los temas principales. Y que inspirara una acción coherente sin miedo.
-Perder el miedo… Parece difícil. Muchos jóvenes sienten temor ante un futuro incierto. Y además nos quieren controlados a todos.
-Sí, por eso te lo digo, porque parece que nos quieren atemorizados, paralizados de miedo. Y, sin embargo, no hay ninguna necesidad de tener miedo. Este mundo es rico, este mundo es inteligente y puede satisfacer la vida de las personas, siempre y cuando todos nosotros perdamos el miedo. Tenemos que ir hacia esa dirección. Te lo aseguro.
-¿Cómo valoras la llegada ya definitiva del mundo hipertecnologizado?
-Todo esto depende de las dimensiones que le demos. No hay duda de que acabaremos relacionándonos a través de las tecnologías. Y eso, creo, se está imponiendo. Ahora bien, debemos saber cómo seleccionarlas. A mí me preocupan tres o cuatro cosas de las tecnologías actuales.
-¿Cuáles son?
-La primera, saber cómo se han obtenido, porque, ¿quién elabora las tecnologías que hoy usamos? ¿Quién las fabrica? Estas tecnologías salen de personas prácticamente esclavizadas, de gente en condiciones laborales ínfimas, de gente que, para fabricar estas tecnologías, usa materiales que destruyen la naturaleza y la contaminan, transportándolas de un lugar a otro. Y esto no deja de ser peligroso.
-¿Y la segunda cuestión?
-El uso que se hace de ellas, porque solo unas pocas clases sacan rédito de ellas. La mayoría de las personas no se beneficia de estas tecnologías. Como mucho, el único beneficio es conectarse a internet y leer cosas sin ningún tipo de interés. ¿Conclusiones? La primera, obtención de los materiales. Segunda, la mano de obra explotada. La tercera, los transportes de esas tecnologías. Y la cuarta, que son productos que no invitan a la inteligencia.
-De hecho, ahora que lo dices, leí que los gurús de Silicon Valley no permiten que…
-Que sus hijos usen pantallas ni tecnologías durante el aprendizaje. Por eso te lo digo. Además, estas tecnologías generan unos residuos de difícil limpieza. Y una cosa más: estas empresas tecnológicas se dedican con malicia a controlar a las personas de a pie. Lo saben absolutamente todo de nosotros. Incluso, estas compañías financieras que controlan todo el meollo exhiben un poder económico extraordinario por encima del resto de empresas, y, por tanto, rigen la pauta del funcionamiento económico. Sin embargo, andamos detrás de estas tecnologías como bobos. Por ejemplo, el Mobile Congres. En el 2004, yo participé en campañas organizadas por diferentes ONG que organizaron movilizaciones para que estas empresas se fueran de Barcelona. Sin embargo, luego, se defiende el Mobile Congres como el gran tesoro del trabajo y la ocupación. Nos cuesta comprender que nos controlan.
-¿Qué capítulo del libro te ha gustado más escribir?
-El prólogo, porque lo han escrito mis nietos. Tengo uno de doce y otro de diez. El libro, si no os apetece, no lo leáis, pero el prólogo, sí, porque lo han escrito mis nietos.
-Se les quiere mucho a los nietos, dicen.
-Sí, es sensacional. Ahora, en estos últimos días, tengo la suerte de que estén aquí conmigo, porque me los quiero mucho.
-Una última pregunta. ¿Cómo ves España?
-Yo dije que, antes de dejar de vivir, vería el advenimiento de la República. Sin embargo, no me pasará. Ahora bien, os aseguro que no hay aberración más grande en un país que tener una monarquía y un ejército. Y en España existen ambas cosas. Sobre la monarquía, yo creía que eran tantas las aberraciones cometidas que, probablemente, la institución no resistiría. Pero, más allá de todo esto, me pregunto cómo se puede aceptar un capitalismo, un sistema y una falta de libertades. Incluso, cómo se puede aceptar que todavía haya partidos políticos que piensen que una monarquía y un ejército pueden ser algo bueno. Ahora que me queda poco, y quizá por ello, te digo algo que dije en una entrevista y de lo que quizá pueda arrepentirme, pero te lo voy a repetir. Si todavía existe una monarquía y un ejército en España es porque gobierna un partido de extrema derecha que se llama PSOE.
-Tenemos que volver a Machado, a Unamuno, a Azaña…
-Sí, esos que eran gente sabia y tenían capacidad crítica. Los tenemos a todos olvidados.
Foto: Archivo de Ecuador Etxea
Fuente: El Salto