Muath Hamed, refugiado en España junto a su familia, asegura que el servicio de inteligencia israelí le interrogó y amenazó en un encuentro organizado por agentes del servicio de información de la Guardia Civil en una de las sedes principales del instituto armado.
Muath Hamed es un periodista palestino refugiado en España. Vive junto a su mujer y sus dos hijos pequeños en Lemoa (Vizcaya). Cuando se instaló en esta pequeña localidad vasca sintió que al fin había encontrado un lugar para vivir en paz junto a su familia, tras una vida marcada por la persecución, la cárcel y la represión del Gobierno israelí. Esa sensación se desvaneció por completo el pasado 11 de febrero a las seis de la tarde, en una habitación aislada del acuartelamiento de la Guardia Civil de la calle Batalla del Salado, en pleno centro de Madrid. Ese día, asegura, la Guardia Civil lo puso a disposición de un agente del Mossad, el temido servicio secreto israelí, que lo sometió a un interrogatorio clandestino y le amenazó.
El origen de esta historia se remonta al pasado 9 de diciembre. Ese día, Muath recibió la primera llamada de Nicolás, un agente de los servicios de información de la Guardia Civil destinado en Euskadi. Quería tomar café y conversar con Muath sobre su labor como periodista, su pasado y su vida en España. Se trata de un procedimiento habitual por parte de los servicios de información españoles con refugiados y migrantes. “Yo entendí que hacía su trabajo y no tengo nada que ocultar, así que le dije que sí”, explica el protagonista de esta historia. El agente Nicolás, de unos 40 años, piel morena, complexión media y atuendo civil, según la descripción de Muath, le recibió en la Comandancia de la Guardia Civil de Vizcaya, situada la plaza Salbe de Bilbao.
En una habitación de la quinta planta les esperaba Javier, otro agente del mimo servicio, de ojos azules, estatura pequeña, barriga prominente y buen dominio del inglés. Muath respondió a sus preguntas y les explicó por qué había pedido asilo en España, cómo logró salir de Palestina y cómo fue su paso por Turquía. Muchas preguntas ya se las había formulado antes la Policía Nacional cuando pidió asilo en España, en abril de 2019. La resolución definitiva sobre el asilo de Muath y su familia aún está en el aire.
Los problemas llegaron después. A principios de febrero, el joven periodista palestino volvió a recibir una llamada de Nicolás. De nuevo, le pedía tiempo para un encuentro, esta vez en Madrid. Muath declinó porque se encontraba en Euskadi, pero, pocos días después, recibió otra llamada con número oculto. Esta vez quien hablaba era el agente Javier, quien le solicitó amablemente que se vieran el 11 de febrero por la tarde. Entonces Muath sí se encontraba en la capital española, cubriendo temas de actualidad para la televisión catarí Al Araby. Aceptó y, al terminar su jornada de trabajo, se dirigió al número 35 de la calle Batalla del Salado, una de las sedes más destacadas de la Guardia Civil.
Nada más llegar, Muath se percató de algunos detalles que le hicieron sospechar. Según cuenta, un uniformado bajó a buscarle y le introdujo en el edificio sin identificarle, sin registrar su acceso y sin pasar por ningún control de seguridad, como estipula el protocolo. El agente le acompañó hasta el tercer piso de uno de los bloques, donde les esperaban Javier y un hombre vestido de traje, calvo, de tez morena y complexión atlética que se presentó como Omar.
La sala era oscura y la única ventana que había estaba cerrada. Tras comprobar que Muath no estaba grabando con su teléfono móvil, el misterioso hombre aseguró trabajar para la inteligencia belga. Javier explicó a Muath que Omar era de origen palestino, pero su coartada se desmoronó cuando el periodista se percató de su marcado acento israelí, según relata el periodista palestino. Muath respondió a sus primeras palabras en hebreo. Al ver la reacción de Omar y Javier, Muath les pidió que le mostraran sus carnets de identificación, pero asegura que ambos se negaron. Entonces Omar reconoció que era israelí. El agente de la Guardia Civil salió de la habitación y dejó al periodista palestino en manos del supuesto agente del Mossad.
Muath explica que en ese instante sintió mucho miedo. Recordó el caso de Jamal Khashoggi, el periodista descuartizado en el consulado saudí en Estambul, cuyo asesinato sigue impune. El supuesto agente israelí empezó a presionarle, lanzando acusaciones veladas contra Muath y haciéndole ver que conocía sus comunicaciones y movimientos desde hacía tiempo. Le acusó de estar implicado en la financiación de grupos islamistas y terroristas vinculados a la resistencia palestina. Siempre según el testimonio de Muath, el presunto espía israelí también habló de sus deudas económicas y le preguntó por sus fuentes en Turquía y por personas como Zahir Jabareen, uno de los líderes de Hamás sobre el que pesan varias órdenes internacionales de búsqueda y captura. Muath llevaba tiempo sospechando que su teléfono estaba intervenido y piensa que pudo confirmarlo ese día. Aún conserva el enlace con el que cree que sus dispositivos y cuentas se infectaron con el programa de espionaje Pegasus. Este periodista y refugiado palestino negó todas las acusaciones.
El supuesto agente del Mossad siguió hablando y lanzó sus primeras amenazas contra Muath y su familia, según explica este periodista palestino: le indicó que jamás volverían a Palestina y le mencionó una de sus investigaciones periodísticas (disponible en este enlace), en la que había destapado el sistema de empresas pantalla que opera el Mossad en países de Europa del Este para reclutar y pagar a sus informadores en territorio europeo. Omar conocía el nombre real de la principal fuente de ese reportaje, según cuenta Muath, y se lo hizo saber.
A las preguntas de Público sobre este interrogatorio clandestino, la Embajada israelí contesta: “la respuesta es que no hay respuesta”. El agente Nicolás atiende las llamadas de este medio pero declina responder, mientras que el agente Javier deja leídos los mensajes pero no se manifiesta. La Guardia Civil no responde a ninguna pregunta de Público sobre estos hechos. El Ministerio del Interior declina hacer comentarios. CEAR, organización que tramita la solicitud de asilo de Muath y su familia, ya ha puesto estos hechos en conocimiento de la Oficina de Asilo. La Embajada belga ya está al tanto de que al menos un agente del Mossad se hace pasar por espía de la inteligencia belga en España.
Fuentes expertas en materia migratoria y de seguridad afirman que la Guardia Civil no tiene competencias en materia de extranjería (recaen sobre la Policía Nacional). También remarcan que es habitual que los servicios de información españoles contacten con personas migrantes y refugiadas y traten de captarlas para obtener información, pero no con protocolos que conlleven amenazas e intimidación como las que vivió Muath. Actualmente no existen acuerdos oficiales de colaboración que permitan al Mossad realizar acciones de este tipo en territorio español ni en edificios del Estado.
Sensación de inseguridad
No es la primera vez que este periodista palestino lidia con la inteligencia israelí. Entre 2006 y 2014, el Mossad intentó captarle en varias ocasiones. Según su testimonio, Muath siempre se negó a trabajar con la inteligencia israelí, incluso hizo públicos estos hechos, y como represalia fue encarcelado en varias ocasiones.
Muath expresa que, tras casi dos horas de interrogatorio, el supuesto agente del Mossad se despidió y le dijo que volvería a tener noticias de ellos. Desde ese día, este periodista palestino y su esposa tienen problemas para conciliar el sueño. Están preocupados por su solicitud de asilo y su seguridad. Ella revive dormida los asaltos del Ejército israelí a casa de sus padres y el arresto de familiares. Teme que el cansancio por falta de descanso le lleve a algún despiste que repercuta en sus dos hijos, de dos y cinco años. Este periodista afirma tener una pesadilla recurrente en la que es devuelto por la fuerza a Palestina y vuelve a sentirse atrapado.
El hijo mayor, de cinco años, ha desarrollado miedo a la Policía en España a raíz de estos hechos. Es consciente de la situación y la asocia con episodios violentos que vivió en Palestina a manos de las fuerzas israelíes. Para tranquilizarle, cuando se cruzan con un agente, sus padres le dicen “aquí no pasa nada, di agur a la Policía”. Muath sopesa emprender acciones legales contra el Gobierno de España y no descarta mudarse con su familia a otro país en busca de protección. “¿Por qué España colabora con ellos?”, se pregunta.
Muath estuvo en arresto administrativo en cárceles de Israel en diez ocasiones. En el pasado también fue detenido y encarcelado dos veces por la Autoridad Nacional Palestina. Entre 2004 y 2014 estuvo en la lista negra del Gobierno israelí con prohibición de viajar al extranjero. Logró salir de Palestina tras una larga batalla judicial y gracias en parte a un premio que le concedieron en Turquía, por un vídeo en el que Muath graba de frente a un soldado israelí en el momento en que este le dispara y recibe un impacto contra su hombro izquierdo. En total, Muath ha recibido disparos en cinco ocasiones mientras informaba sobre el conflicto palestino-israelí. Tras cinco años en Estambul, decidió venir a España para alejarse de la creciente animadversión hacia los refugiados en Turquía. El nombre de este periodista figura en informes de Human Rights Watch y otras organizaciones internacionales sobre la violación de derechos humanos y los ataques contra informadores en esa región.
La migración es un proceso vital que no se ciñe únicamente al momento en que alguien cruza una frontera. Quienes migran por la fuerza a menudo cargan mochilas llenas de vivencias que pesan de por vida. Muath y su familia arrastran un abultado bagaje emocional del que les resulta difícil desprenderse. De hecho, el día que este periodista accede a hablar para Público coincide con la muerte de su antiguo compañero de celda Omar Barghouti, uno de los activistas más carismáticos del movimiento palestino. Las supuestas amenazas del Mossad bajo el paraguas de la Guardia Civil que relata Muath avivan la sensación de inseguridad de esta familia palestina refugiada en España, un país europeo en el que pensaron que estarían protegidos. Quizás se equivocaron.
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