Marco Avilés */Resumen Latinoamericano, 8 de abril de 2021
Imagen del documental peruano ‘La revolución y la tierra’. (Cortesía de la producción.)
El documental más visto en la historia del cine peruano ahora podría ser la película más pirateada en la historia del cine de este país. Me lo dice Gonzalo Benavente, director de La revolución y la tierra, tres días después de que el canal del Estado, TV Perú, postergara su transmisión en señal abierta, programada originalmente para el 4 de abril, según lo que señalaban las redes sociales del documental. En medio de una campaña electoral ultrapolarizada, un sector conservador opinó que la cinta tiene el poder mágico de lavar la mente de las personas, y que no debía transmitirse una semana antes de las elecciones de este 11 de abril.
La revolución y la tierra, que durante su estreno fue más vista que Joker, narra el fin del régimen de las haciendas y el aparente declive de los señores gamonales. A partir de la Reforma Agraria, decretada en junio de 1969 durante la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado, millones de personas negras e indígenas que vivían y trabajaban en condición de semiesclavitud, accedieron a la libertad y obtuvieron el derecho a la propiedad. El Perú entraba en el siglo XX con casi siete décadas de retraso.
Cuando se anunció que TV Perú ya no iba a transmitirla en la fecha prevista, el documental comenzó a circular por internet en versiones piratas y, según Benavente, un solo link de YouTube acumuló en tres días 100,000 vistas, la misma cantidad que las personas que, según dice, la habían visto en salas de cine los dos años anteriores. La difusión en señal abierta era importante para las millones de personas en el país que viven en zonas rurales o que no pueden costear el ingreso a una sala de cine. Pero, a pesar de la expectativa, el canal canceló la exhibición sin dar explicaciones a la audiencia, después de que algunos caballeros se mostraran en contra de la transmisión. El escenario de ambigüedad dio pie a que #CensuraTvPerú fuera trending topic en redes sociales.
El exprimer ministro y abogado Pedro Cateriano había comentado el martes 30 que el documental estaba sesgado políticamente, y se preguntaba si era oportuno que el canal del Estado lo transmitiera durante la campaña. Le hizo eco su amigo y columnista Augusto Álvarez Rodrich: “Ponerlo en la TV estatal en días electorales constituye un desatino”. ¿Por qué esta película, que el mismo Álvarez Rodrich había calificado como “estupenda” e “imperdible” dos años antes, de pronto genera temor en campaña electoral? Al día siguiente de estos tuits, las redes del documental anunciaron que la transmisión se postergaba para después de las elecciones. “Hoy TV Perú está manipulando su programación en respuesta a presiones políticas para definir qué pueden ver y qué no los ciudadanos que no cuentan con acceso a internet a días de una elección”, dijeron en un comunicado. Hasta el momento de esta publicación, TV Perú no ha desmentido la postergación o cancelación, y este silencio solo valida la suspicacia.
El Perú es técnicamente una república, aunque la vida cotidiana todavía es el espejismo de un mundo semifeudal que no terminamos de dejar atrás. La revolución y la tierra ha alterado los ánimos del Perú más conservador desde su estreno, en octubre de 2019. El columnista Aldo Mariátegui logró por esa fecha la proeza intelectual y periodística de publicar una crítica en contra sin haberse dado el trabajo de verla primero. La película rompía el silencio que gobiernos, tecnócratas y líderes de opinión han construido alrededor de la Reforma Agraria, como si este episodio fuera un cataclismo que podría volver a ocurrir si se lo mencionaba demasiado.
Los discursos que escuché al crecer en el Perú de los años noventa repetían el protocolo de condenar al dictador militar Juan Velasco Alvarado por haberles expropiado sus tierras a hacendados exitosos para entregárselas a “indios” incapaces de administrarlas. La revolución y la tierra complejiza esta versión y, mediante fuentes históricas y testimonios (entre ellos, uno mío), recuerda que esa reforma imperfecta también es la historia de millones de personas que, a partir de entonces, consiguieron libertades que se les negaron por siglos. El patrón o gamonal de las haciendas era el amo y señor de todo lo que se movía dentro. Su poder feudaloide impedía el arribo de derechos básicos (a la vida, a la educación, a la propiedad, al voto) y la llegada misma del capitalismo. Las haciendas no eran empresas sino encomiendas orientadas al beneficio del terrateniente. ¿Puede alguien que cree en el mercado y los derechos defender el mundo anterior?
Vi la película por primera vez junto a mi sobrino de 15 años, en una función a sala llena que terminó entre aplausos y con gente llorando. De regreso a casa, conversamos sobre cómo esa historia conectaba con nuestra familia de ancestros blancos e indígenas. Mis abuelos maternos poseían una montaña. Como muchos hacendados afectados por la reforma, ellos dejaron sus tierras creyendo que regresarían a recuperarlas y, que tarde o temprano, las cosas volverían a la normalidad. Eran terratenientes empobrecidos y vivían de lo que producían, pero sus privilegios dependían de que “los indios” trabajaran gratis para ellos. Antes de partir, mi abuelo mandó abrir un hoyo en la tierra y enterró allí su biblioteca, como una semilla de fe en el retorno.
Medio siglo más tarde, e inspirado seguramente por la película, mi sobrino comentó: “Qué bueno que no pudieron volver, ¿no?”.
Como otros países de América Latina a lo largo del siglo XX, el Perú llevaba al menos medio siglo discutiendo sin éxito sobre la necesidad de una Reforma Agraria. La dictadura que finalmente la impuso por decreto acabó con las haciendas pero no con el gamonalismo. Esta palabra es muy común en el Perú actual y describe la actitud anacrónica de quienes aún se piensan y actúan y son tratados como señores. Esta tradición hace que las mentes más liberales se vuelvan conservadoras ante la eliminación de privilegios y la posibilidad de un país de iguales. Pensemos por un momento. Para que la opinión que Cateriano lanza en Twitter en contra de una película pueda haber concluido en la censura de la misma no hace falta que él actúe con histrionismo gamonal. Importa tanto o más que las personas indicadas, en este caso en el estado, lo vean como tal y actúen en su favor.
Quizá por eso la censura de La revolución y la tierra parece una escena sacada de la misma película. Una muestra de la obsesión de las élites más anacrónicas por controlar lo que ven o piensan quienes ya no son sus siervos. El intento no les ha ido tan bien. TV Perú no pasó el documental pero, en respuesta, la ciudadanía no deja de compartir la película a través de links piratas vía Whatsapp y redes sociales.
Pero no hay que perder de vista el objetivo de la censura. No es el documental lo que preocupa a los caballeros, tampoco el pasado, ni el fantasma de Velasco. Lo que temen es lo que la ciudadanía es capaz de hacer en el presente con la información e historia que ellos no pueden controlar.
*Marco Avilés escribe sobre racismo en América Latina. Es autor de ‘No soy tu cholo’ y ‘De dónde venimos los cholos’. Actualmente estudia un doctorado en la Universidad de Pennsylvania.
FUENTE: The Washington Post