Por Carlos Noriega, Resumen Latinoamericano, 28 de abril de 2021.
. En unas elecciones en las que se juega la continuidad o el cambio del modelo económico neoliberal, la izquierda aumenta su ventaja sobre la derecha en la disputa por la presidencia. El profesor rural y dirigente sindicalPedro Castillo casi duplica en intención de voto a Keiko Fujimori para las elecciones del 6 de junio. La derecha ha entrado en desesperación y redobla su campaña de miedo contra el profesor de 51 años, ajeno a la clase política y convertido en la sorpresa de estas elecciones. Se demoniza a Castillo como “una amenaza comunista” para tratar de hacer digerible a Keiko, que tiene un alto rechazo, como “el mal menor”. Es una campaña que mezcla macartismo con racismo y clasismo contra el candidato de origen andino y popular. La campaña del miedo tiene amplio respaldo mediático y en las redes, pero no le está funcionando a la derecha.
Cuatro encuestadoras coinciden en darle una amplia ventaja al candidato que propone cambiar el modelo económico neoliberal. En un sondeo del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), publicado el último domingo, Castillo obtiene un 41,5 por ciento, mientras Keiko solo 21,5 por ciento. Una semana antes, en una encuesta de Ipsos la diferencia era menor: 42 contra 31 por ciento. Las encuestadoras Datum y CPI dan 41 contra 26 por ciento y 35,5 contra 23,1 por ciento, respectivamente, siempre a favor del candidato de la izquierda.
El modelo neoliberal, impuesto hace tres décadas por la dictadura de Alberto Fujimori y cuya continuidad defiende ahora su hija Keiko, ha profundizado las inequidades, precarizado los derechos laborales, debilitado al Estado y desatendido los servicios públicos, como salud y educación, problemas que se han evidenciado y agudizado dramáticamente con la pandemia del coronavirus. En este contexto, ha aparecido el profesor Castillo como una figura nueva que ofrece cambiar las cosas. Con un discurso de cambio y su extracción popular y andina ha logrado conectar con importantes sectores de la población, especialmente en el interior del país.
Del otro lado, Keiko se presenta como la defensora de un modelo en crisis y tiene un alto antivoto, que según una reciente encuesta es de 55 por ciento, que se explica por el autoritarismo y la corrupción del gobierno de su padre, condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción, régimen que ella reivindica, pero también por sus propias acciones: está procesada por lavado de dinero por recibir financiamiento oculto para sus campañas electorales de 2011 y 2016, caso por el cual la fiscalía ha pedido 30 años de prisión en su contra, y en los últimos años la mayoría parlamentaria fujimorista a sus órdenes generó una grave crisis política con sus acciones obstruccionistas y desestabilizadoras, y protegió a jueces, fiscales y políticos corruptos. Esto le juega en contra incluso entre los votantes que apostaron por otros candidatos de la derecha en la primera vuelta.
Su estrategia, hasta ahora fallida, para tratar de compensar ese antivoto y ganar el respaldo de votantes que la rechazan, pasa por desacreditar a su rival y meter miedo a la izquierda y a los cambios en la política económica. En eso juega en pared con los grandes medios. Con un lenguaje sacado de la Guerra Fría, Keiko y quienes la apoyan dividen al país entre comunistas y anticomunistas, y piden votar “contra el comunismo” que dicen representa Castillo. Como si fuera una masiva campaña macartista de los años 50, en las calles han aparecido grandes paneles publicitarios con mensajes que dicen “Piensa en tu futuro. No al comunismo”, “El comunismo genera miseria y pobreza”, y otros por el estilo.
Se descalifica a Castillo acusándolo de terrorista, vinculándolo con Sendero Luminoso, el grupo armado maoísta que en los años 80 y 90 protagonizó un conflicto armado interno, relación que el candidato niega indignado. Se pinta un escenario terrorífico si el candidato de la izquierda gana las elecciones. Se vuelve a agitar el fantasma de Hugo Chávez para repetir como un mantra que “Castillo quiere convertir al Perú en otra Venezuela”.
Los que promueven a Keiko acusan a Castillo de autoritario, aseguran que cerraría el Congreso, terminaría con la libertad de prensa y se perpetuaría en el poder, es decir, todo aquello que el fujimorismo hizo cuando estuvo en el gobierno. Declaraciones de algunos congresistas electos de Perú Libre, el partido que postula a Castillo, hablando de un posible cierre del Parlamento y el control a los contenidos de los medios de comunicación, abonan a favor de esos ataques y a las dudas de otros sectores. Castillo ha desautorizado a esos voceros y ha rechazado sus declaraciones. Desafiando la memoria y la inteligencia, la derecha pretende colocar a la candidata del partido que dio un golpe y gobernó autoritariamente como defensora de la democracia y las libertades.
La histeria se ha apoderado de las redes sociales, donde se refleja el miedo de las clases más acomodadas al candidato que les recuerda las grandes desigualdades y habla de cambio. “Si votas por el comunismo o votas en blanco no amas al Perú”, “Si Castillo gana te quitarán tu casa, te quitarán todo lo que tienes”, son algunos de los mensajes que abundan en las redes. También hay menajes con llamados a los militares a dar un golpe si el candidato de la izquierda gana las elecciones.
La izquierda que apoyó la candidatura de Verónika Mendoza, sexta con 7,8 por ciento, le cuestiona a Castillo sus posturas conservadoras que se oponen a las políticas de igualdad de género y a derechos como la legalización del aborto o el matrimonio igualitario, pero ha salido a respaldarlo señalando que “expresa una voluntad de cambio” y que se le debe cerrar el paso al fujimorismo. Keiko ha recibido el apoyo del fascista Rafael López Aliaga, tercero con 11,7 por ciento, quien ha dicho que si Castillo gana “saldrá muerto de Palacio de Gobierno”. Otros candidatos no se han pronunciado. Más allá de la postura que adopten, la capacidad de endosar votos es muy limitada.
A Keiko han salido a respaldarla el exmandatario colombiano Alvaro Uribe y otros connotados defensores del neoliberalismo y las causas de la derecha, como el escritor Mario Vargas Llosa.
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