Las políticas coloniales sionistas, que buscan reprimir y silenciar a los palestinos y asegurar que no resistirán o protestarán contra su brutalidad, siempre han sido, y siguen siendo, fallidas e ineficaces.
“Formamos parte de un movimiento global con todas las mujeres que luchamos por la libertad en el mundo: contra la injusticia, la explotación y la opresión”. Khaleda Jarrar
La excesiva presencia de grupos colonizados y marginados en las cárceles (como los indígenas y negros en América del Norte), es un factor fundamental en la permanencia del estado colonial de asentamientos. Los ejemplos incluyen los Estados Unidos de América, donde las cárceles están repletas de negros o afroamericanos, así como de hispanos (para una comprensión más completa de la situación estadounidense, véanse los trabajos de Angela Davis (Davis 2005 2003) y Michael Alexander (Alexander 2010)). También en Canadá, donde la población indígena representa la mayor proporción de detenidos en las cárceles canadienses (Roberts y Reid 2017). Un nuevo informe del periódico londinense “The Guardian” reveló que más del 30% de los presos en las cárceles canadienses son indígenas, aunque la población indígena constituye solo el 5% de la población del país (The Guardian, 22 de enero de 2020). La situación palestina no difiere mucho de esta realidad. Desde 1967, más de 1.000.000 palestinos han sido arrestados, incluidas unas 10 mil mujeres, por diferentes períodos de tiempo. Antes de profundizar aquí, es necesario hacer referencia a un breve marco teórico para enmarcar los detalles de la materia.
El racismo como componente básico del colonialismo basado en asentamientos
La colonización europea (blanca) de colonos, es un sistema fundamentalmente discriminatorio. El estado colonial se crea a sí mismo y se presenta como la raza superior y dominante mientras relega a los pueblos indígenas y otros colonos/inmigrantes no blancos a la raza inferior (Lentin 2019, Abdo 2014, 2018). La superioridad colonial sobre los no blancos y el racismo institucionalizado son en parte responsables del genocidio de los pueblos indígenas, la esclavitud de los afroamericanos y la supresión de los pueblos de color.
El fenómeno de las cárceles llenas de gente indígena y no europea (no deseada) es un fenómeno adyacente al sistema colonial de colonos. El encarcelamiento masivo es parte de las políticas para erradicar o excluir sistemáticamente a los pueblos indígenas y etnias “indeseables”. La prisión retira a los detenidos de los lugares públicos y los coloca en una prisión cerrada entre cuatro paredes, ocultándolos de la vista como si estuvieran ausentes. Esto es lo que sucede cuando el Estado considera a los pueblos indígenas u otras etnias como una “amenaza” a su estabilidad. Algunos sociólogos y antropólogos distinguen entre detenidos/presos políticos, como es el caso de Palestina, y otros presos “criminales”. Sin embargo, dado que la pobreza y la policía racista son los principales factores en la detención de los negros y los indígenas, no es sorprendente que los académicos y escritores anticoloniales y antimperialistas, incluida Angela Davis, consideren a todos los presos como presos políticos. Sin embargo, como se explica en el libro “La revolución cautiva” (Abdo 2014), elegí usar el término mujeres presas políticas en lugar de prisioneras al analizar la situación palestina. Principalmente me basé en respetar las voces y experiencias de las mujeres presas políticas que insistieron en utilizar el término “presas políticas”, así como en preservar el patrimonio cultural político, en particular la cultura de resistencia, que fue establecida por un grupo de intelectuales palestinos, encabezado por el mártir Ghassan Kanafani.
El encarcelamiento político, como el colonialismo, es un proceso, no un suceso, como afirma Patrick Wolfe (2016). Asimismo, la situación carcelaria que acompaña al colonialismo de los colonos es también un proceso que no se detiene mientras el sistema colonial esté vigente. En la Palestina ocupada, hasta octubre de 2020, había más de 4.500 prisioneros políticos palestinos y detenidos en prisiones coloniales. Este número es mayor o menor según el nivel de activismo palestino y resistencia al ocupante/colonizador. Desde la segunda ocupación de Palestina, en 1967, las autoridades penitenciarias sionistas han intensificado las formas de opresión que practican y han reinventado nuevas formas de tortura contra los presos políticos palestinos. Entre las muchas formas de tortura que se han revelado y circulado, mencionamos la tortura física, mental, psicológica, sexual, el confinamiento solitario, la negación de libros, educación y atención médica (Abdo 2014). Las autoridades penitenciarias del estado colonial intensifican sus mecanismos represivos de manera regular y continua, privando a los presos de sus derechos humanos básicos. En las últimas dos décadas, se ha agregado un nuevo método de tortura, conocido como “bosta” (en árabe significa el correo), junto con la intensificación de la detención administrativa por parte de Israel.
Arrestar a la/el resistente, castigar la lucha por la libertad y la detención administrativa son métodos de terrorismo que pueden renovarse indefinidamente.
En cuanto a la bosta, se refiere al notorio vehículo de transporte penitenciario, que es un furgón metálico en el que se encadenan a los presos para transportarlos de un lugar a otro, ya que intencionadamente recorre un largo camino que en ocasiones se prolonga por horas con el objetivo de prolongar la tortura de los detenidos, especialmente en los días de mucho calor. Khaleda Jarrar, legisladora y activista feminista, escribió desde su prisión que “el traslado frecuente de mujeres y niños encarcelados de una prisión a otra, entre 2015 – 16, fue un método deliberado de tortura utilizado contra los presos”.
En el caso de la detención administrativa, el estado sionista se distingue por hacer de este tipo de detención una costumbre regular, y no un asunto excepcional. Detener a palestinos sin cargos ni juicio, e impedirles a ellos, a sus familias e incluso a sus abogados, ver cualquier evidencia en su contra, a pesar de ser contrarios a la legalidad y leyes internacionales; todo esto sigue siendo una característica de la ocupación y el colonialismo sionistas. En septiembre de 2020, 350 palestinos permanecen en detención administrativa, incluidos legisladores, activistas de derechos humanos, estudiantes, defensores sindicales y organizadores comunitarios. La dureza e ilegalidad de la detención administrativa llevó a que el relator especial de Naciones Unidas, el canadiense Michael Link, pidiera a la entidad abolir esta práctica, ya que es “una maldición en cualquier sociedad democrática que siga el estado de derecho”.
Bajo tortura, abuso, mala atención médica y racismo practicado contra ellos, desde 1967, 226 presos políticos palestinos han muerto en prisiones sionistas. Entre las víctimas de los últimos meses se encontraba Kamal Abu Waer, de 46 años, a quien el año pasado le diagnosticaron cáncer de garganta y no recibió la atención requerida. En julio de 2020 contrajo el Coronavirus y falleció en prisión (Electronic Intifada, 13 de noviembre de 2020).
Paciencia, resiliencia y resistencia
Las políticas coloniales sionistas, que buscan reprimir y silenciar a los palestinos y asegurar que no resistirán o protestarán contra su brutalidad, siempre han sido, y siguen siendo, fallidas e ineficaces. En los últimos meses, y después de años de políticas coloniales sionistas de oprimir, empobrecer y matar a los palestinos y apoderarse de sus tierras, los palestinos no han sido sometidos ni doblegados. Por el contrario, han aumentado e intensificado su resistencia, utilizando diversas formas de lucha, incluyendo el activismo estudiantil, sindicalismo, protestas feministas, organización pública, etc. Y a pesar de que ninguna de estas actividades puede considerarse “criminal”, el estado racista respondió intensificando sus arrestos administrativos. El 26 de julio de 2020, el ejército de ocupación allanó la casa de Maher Al-Akhras y lo mantuvo bajo detención administrativa. El 2 de noviembre de 2020, las fuerzas de ocupación irrumpieron en los hogares de líderes del movimiento de mujeres, el movimiento estudiantil, ex prisioneras y militantes de izquierda en toda la ocupada Cisjordania en Palestina, y arrestaron a la activista feminista Khitam Saafin y a otras seis, la mayoría de ellas estudiantes y activistas sindicales.
Para las palestinas y palestinos, la resistencia anticolonial trasciende el espacio y el tiempo. La resistencia también está activa fuera y dentro de la prisión. Y como mostré en la “Revolución Cautiva” (2014), hombres y mujeres detenidos continúan su lucha dentro de los límites de las cárceles. Finalmente, entre estos métodos, que se volvieron a enfatizar, las huelgas de hambre individual y colectiva emergieron como un método distinto de resistencia. Es cierto que los palestinos/as, son conscientes de los límites de este tipo de resistencia, es decir, los límites de la huelga de hambre y las posibilidades esperadas, como romper la huelga por tentaciones y falsas promesas que las autoridades pronto incumplen. Sin embargo, todavía pueden utilizar la huelga de hambre para lograr algunas de sus justas demandas. Asimismo, la mujer palestina se da cuenta de que el estado colonial ocupante puede liberar al detenido una vez finalizado su período de detención y volver a arrestarlo sin cargos. En otras palabras, la detención administrativa puede afectar muchas veces a una mujer palestina o un hombre palestino. Por lo tanto, la decisión de Maher Al-Akhras fue “muerte o libertad” cuando decidió continuar su huelga de hambre, a pesar de que su salud se deterioró después de 103 días de huelga. Es uno de los múltiples ejemplos de personas que fueron detenidas administrativamente, directamente o poco después del final de otra detención administrativa. Esto es lo que le pasó a al-Akhras después de pasar más de cinco años en prisión: detención administrativa tras otra. En una entrevista con Haaretz, Al-Akhras informó que poco después de su reciente arresto, fue llamado por teléfono y habló con un comandante de la Agencia de Inteligencia Interna de Israel, “Shin Bet”, donde este último lo amenazó con “destruir su vida“, y que “incluso si lo liberaban, se arrepentirá” (En Nassar, 2020). Al-Akhras comenzó a rechazar alimentos inmediatamente después de la llamada telefónica. Solo detuvo la huelga de hambre, como mencionamos anteriormente, después de 103 días, y después de que las autoridades de ocupación accedieron a su condición de no volver a arrestarlo administrativamente.
Arrestar a la resistente y al resistente, castigar la lucha por la libertad y la detención administrativa son métodos de terrorismo que pueden renovarse indefinidamente. Así, Khitam Sa’afin, presidenta de la Unión de Comités de Mujeres Palestinas, y Khaleda Jarrar, activista feminista de izquierda y legisladora, fueron arrestadas varias veces bajo detención administrativa. Hasta la fecha, hay aproximadamente 370 palestinos en detención administrativa. Recordemos aquí que el “crimen” de Saafin y Jarar es que expresan su resistencia a la ocupación, reclaman derechos humanos y justicia y organizan actividades contra la ocupación y el colonialismo. Saafin fue arrestada junto con otras seis, la mayoría de ellas activistas estudiantiles.
Debe recordarse aquí, que el método de detención en sí mismo es un método de violencia y terror, mediante el cual una gran fuerza de soldados de ocupación asalta hogares palestinos en las primeras horas del amanecer, vuelca muebles, aterroriza a los niños y se lleva a los detenidos de manera humillante frente a sus familias. La activista Khaleda Jarrar fue arrestada en una redada en su casa antes del amanecer por los soldados de ocupación que allanaron su casa en abril de 2015 y la encarcelaron bajo detención administrativa sin cargos ni juicio. Tras una protesta internacional, Jarrar fue acusada por el Tribunal Militar de Israel de 12 cargos basados âÂÂâÂÂenteramente en su actividad política general, que incluyen dar discursos, asistir a reuniones, participar en eventos públicos y expresar su apoyo a los prisioneros palestinos y sus familias. Jarrar fue arrestada nuevamente, en 2017 y 2019, y sentenciada a 15 meses de prisión. En otra ocasión, me centraré en las horribles condiciones de detención de Khaleda y otros presos y presas y el impacto de este tipo de violencia colonial sionista en las familias de las detenidas y detenidos.
En la conclusión de este artículo, me gustaría decir que es doloroso, e incluso vergonzoso en el mundo, que el estado de terror sionista continúe practicando las leyes de emergencia derivadas del colonialismo británico en Palestina (detención administrativa) y los métodos de violencia, opresión y terror estatal en curso contra los palestinos, sin disuasión. Así, este estado canalla está desafiando las leyes y la legitimidad internacionales, y en lugar de ser castigado, encontramos que está siendo recompensado por los países colonialistas occidentales y otros, e incluso algunos países árabes, particularmente los normalizadores.
Por tanto, el pueblo palestino, sus mujeres y hombres, buscan más apoyo moral por parte de las fuerzas de liberación global, que les han apoyado siempre a pesar de las presiones a las cuales están expuestos por parte de las potencias coloniales occidentales y las dictaduras árabes.
Nahla Abdo, profesora de Sociología en la “Universidad de Carleton” – Canadá.
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