Tere­sa Rodrí­guez y la Vir­gen del Rosario

Hay tres cosas que como mujer, anda­lu­za y atea me gus­ta­ría decir­le a Tere­sa Rodrí­guez ante su defen­sa de la con­de­co­ra­ción con­ce­di­da por el alcal­de de Cádiz a la Vir­gen del Rosario:

Soy mujer y no hay nada en esa ima­gen de joven madre ves­ti­da de oro y paño, ni en nin­gu­na otra de carác­ter reli­gio­so de las que tan­to abun­dan en mi tie­rra, que me pro­vo­que el más míni­mo sen­ti­mien­to ni emo­ción mís­ti­ca o popu­lar. Al con­tra­rio: pen­sar que repre­sen­ta a una mujer de la que se valo­ra que se man­ten­ga vir­gen, como si ser­lo fue­ra algo más puro que lo con­tra­rio y no ser­lo fue­ra algo malo, me ofen­de como mujer que ha pari­do sus hijos de la for­ma más natu­ral del mun­do, es decir, des­pués de haber folla­do. Saber que esa «vir­gen» es el icono de la mujer sumi­sa, obe­dien­te, escla­va de la volun­tad de un hom­bre, y que sir­ve de refe­ren­cia para man­te­ner esa situa­ción entre las muje­res allá don­de se encuen­tra, ya sea en igle­sias, escue­las o cofra­días de pes­ca­do­res, me ofen­de aún más, por­que que pien­sen de mí que soy sucia o menos pura, me da lo mis­mo, yo sé que no es así, pero que trans­mi­tan esos valo­res misó­gi­nos y patriar­ca­les en escue­las, cere­mo­nias y fies­tas popu­la­res de esas que, según Tere­sa, tras­cien­den lo reli­gio­so, me resul­ta desolador.

Soy anda­lu­za. Es ver­dad que no soy gadi­ta­na y no pue­do sen­tir el fer­vor «para­rre­li­gio­so» que pro­vo­ca la Vir­gen del Rosa­rio, pero soy mala­gue­ña y podría ver­me arre­ba­ta­da por un sen­ti­mien­to pare­ci­do ante la Vir­gen del Amor que, como su ¿her­ma­na? (no sé que son entre sí estas dos seño­ras) gadi­ta­na, tam­bién ha sido obje­to de una con­de­co­ra­ción. Con­de­co­ra­ción que ‑esta sí- fue cri­ti­ca­da des­de las filas del par­ti­do polí­ti­co de Tere­sa Rodrí­guez. Segu­ra­men­te al ser un minis­tro ajeno al sen­ti­mien­to anda­luz quien se la otor­gó, lo hizo con esa pre­po­ten­cia que demues­tran los de Madrid, esos des­co­no­ce­do­res de la esen­cia anda­lu­za… Sin duda, va a ser eso.

Sin embar­go, yo no sien­to la más míni­ma pasión ante esa ima­gen dolo­ro­sa, mucho menos fer­vor, orgu­llo o dig­ni­dad y soy del pue­blo anda­luz (por más tiem­po que la seño­ra Tere­sa Rodrí­guez por­que nací hace más de cin­cuen­ta años y he vivi­do siem­pre en esta tie­rra). Hija, nie­ta, her­ma­na de anda­lu­zas, viví la reli­gio­si­dad obli­ga­to­ria en mi niñez y no pue­do negar que algu­na vez la dis­fru­té: no había otra cosa.
Por­que esta reli­gio­si­dad de vír­ge­nes y seño­res baña­dos en oro y ter­cio­pe­lo se impu­so en Anda­lu­cía a gol­pe de palo y rezo y no que­dó nadie con el valor o el alien­to sufi­cien­te para defen­der su irre­ve­ren­cia. Es cier­to tam­bién que, exter­mi­na­dos los infie­les, les fue muy fácil a los ven­ce­do­res mul­ti­pli­car sus ritos y sus fies­tas. No hay más que ver cómo se han ido lle­nan­do las calles y las pla­zas de pro­ce­sio­nes, misas, rome­rías un día sí y otro tam­bién. Pero eso no quie­re decir que todo el pue­blo sea cre­yen­te, ni mucho menos que defien­da la con­ce­sión de la meda­lla de la ciu­dad para una imagen.

Soy atea y no por eso dejo de ser pue­blo y mere­cer ser repre­sen­ta­da como cual­quie­ra por las ins­ti­tu­cio­nes públi­cas.
Pue­blo es el pes­ca­dor cofra­de y lo es la hija del repre­sa­lia­do ateo.
Pue­blo es quien sale detrás de la pro­ce­sión y lo es quien huye des­pa­vo­ri­do cada vez que ame­na­zan con sacar un trono a la calle.
Lo es Tere­sa y lo soy yo.
A ver cuán­do entien­den de una vez que, en asun­tos de pen­sa­mien­to o creen­cias, la úni­ca mane­ra de repre­sen­tar a todas las per­so­nas es no repre­sen­tar a ninguna.

Por mucho que, para jus­ti­fi­car la intro­mi­sión de la admi­nis­tra­ción públi­ca en asun­tos reli­gio­sos, Tere­sa quie­ra pen­sar que la Vir­gen del Rosa­rio es de TODO el pue­blo, y que su «devo­ción» tras­cien­de lo reli­gio­so, se equi­vo­ca: la Vir­gen y sus ritos son de la Igle­sia Cató­li­ca Apos­tó­li­ca y Roma­na, solo sobre­pa­san los lími­tes de lo reli­gio­so en la medi­da en que la Curia lo con­sien­te y solo sus fie­les pue­den hacer uso de ellos. Que se lo digan, si no, a las per­so­nas impu­tadas por imi­tar una cru­ci­fi­xión, poner su cara en una ima­gen o pro­ce­sio­nar un coño. A las que, por cier­to, fla­co favor les hacen exal­tan­do des­de el des­pa­cho lo que solo debe exal­tar­se des­de el púl­pi­to. Si ver­da­de­ra­men­te estos ritos fue­ran de todxs, no solo ellos podrían bana­li­zar­los, arras­trán­do­los en masa a gri­tos de «gua­pa», «novia del pue­blo», y otros piro­pos lan­za­dos entre alcohol, farán­du­la y lágri­mas a la par y sin ver­se por ello al día siguien­te ante una denun­cia en el juzgado.

Lo que Tere­sa Rodrí­guez y Kichi, Mone­de­ro, Igle­sias, están defen­dien­do es un sin­sen­ti­do y tan­to ellxs como los jerar­cas de la igle­sia lo saben, pero se lo callan, estos por­que les intere­sa afir­mar su pre­sen­cia en todas las ins­ti­tu­cio­nes públi­cas y ‑digá­mos­lo cla­ra­men­te- les divier­te ver a aque­llos, has­ta ayer anti­ca­pi­ta­lis­tas, bajan­do la cer­viz ante sus pode­res; y lxs otrxs por­que creen que así con­se­gui­rán los votos de los que aún los con­si­de­ra­ban izquier­do­sos extre­mis­tas segui­do­res de ideo­lo­gías tacha­das de ana­te­mas, esto es: femi­nis­tas, inde­pen­den­tis­tas o laicistas.

Fuen­te: Reme/felma.org

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