Afga­nis­tán. Solo desier­to y sangre

Por Gua­di Cal­vo*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 6 de mayo de 2021-.

El pri­me­ro de mayo, los 2500 efec­ti­vos nor­te­ame­ri­ca­nos jun­tos a los 7 mil de sus socios de la coa­li­ción occi­den­tal, que inva­die­ron Afga­nis­tán en 2001, ini­cia­ron la reti­ra­da total del país, tal como lo había anun­cia­do el pre­si­den­te Joe Biden, el pasa­do cator­ce de abril, fal­tan­do a los acuer­dos de Doha (Qatar) de febre­ro del 2020, entre la admi­nis­tra­ción Trump y los Tali­ba­nes.

Acuer­do en los que los nor­te­ame­ri­ca­nos se com­pro­me­tie­ron en que el pri­me­ro de mayo, esta­ría fina­li­za­da la reti­ra­da. Biden esta­ble­ció, “por pro­ble­mas logís­ti­cos” de mane­ra uni­la­te­ral, que recién en esa fecha se ini­cia­ría la eva­cua­ción de las tro­pas, la que ter­mi­na­rá el día once de sep­tiem­bre, cuan­do se con­me­mo­ren los vein­te años de los ata­ques a las torres de Nue­va York. El epi­so­dio que dio la excu­sa al enton­ces pre­si­den­te Geor­ge W. Bush, para inva­dir el país cen­tro asiá­ti­co que le cos­tó a Washing­ton la vida de más de 2400 mili­ta­res y dos billo­nes de dóla­res. Mien­tras sig­ni­fi­có para Afga­nis­tán, más allá de la devas­ta­ción de su terri­to­rio, la muer­te, según cifras “muy” ofi­cia­les, de unas 241 mil per­so­nas, ade­más de los cen­te­na­res de miles de muer­tes que Bush hijo y sus suce­so­res en la pre­si­den­cia, aho­gan­do en san­gre nacio­nes ente­ras, pro­vo­ca­ron con su gue­rra glo­bal con­tra el terro­ris­mo, con la que nada bueno han logra­do para la humanidad.

A medi­da que se acer­ca­ba mayo, los infor­mes sobre ata­ques, aten­tan­do y muer­tes en gran esca­la o selec­ti­vas, se comen­za­ron a suce­der con velo­ci­dad de vér­ti­go, habién­do­se regis­tra­do más de cien ata­ques el día cua­tro, con­tra las fuer­zas de segu­ri­dad y otras ins­ta­la­cio­nes guber­na­men­ta­les en 26 de las 34 provincias.

El vier­nes trein­ta, un camión con explo­si­vos deto­nó al sur de Kabul, matan­do a 27 per­so­nas. El sába­do pri­me­ro, un pro­fe­sor de la Uni­ver­si­dad de Kabul, fue ase­si­na­do a tiros, como par­te de una cam­pa­ña de ase­si­na­tos selec­ti­vos ini­cia­da hace varios meses don­de eran “selec­cio­na­dos” perio­dis­tas, tra­ba­ja­do­res de la salud, fun­cio­na­rios, jue­ces e inte­lec­tua­les. Tam­bién el sába­do el aero­puer­to de Kan­dahar fue ata­ca­do con cohe­te­ría, cuan­do un peque­ño gru­po de las fuer­zas esta­dou­ni­den­ses, des­man­te­la­ban lo poco que que­da­ba de su base. El mar­tes, un alto ofi­cial de la poli­cía fue ase­si­na­do en la pro­vin­cia de Pak­ti­ka. Este miér­co­les cin­co, mili­cia­nos, des­pués de horas de com­ba­te des­alo­ja­ron a hom­bres del Ejér­ci­to del dis­tri­to de Bar­ka, en la pro­vin­cia nor­te­ña de Baghlan.

Hechos que mues­tra cla­ra­men­te la volun­tad de la jefa­tu­ra del Tali­ban, negán­do­se a acep­tar la pró­rro­ga de Biden, con­si­de­ran­do que, a par­tir del pri­me­ro de mayo, tenían las manos libres para ata­car a cual­quier tro­pa extran­je­ra que se encuen­tre den­tro del país, tor­pe­za que la fina diplo­ma­cia del Tali­ban, no va a come­ter. Pero si, y como se espe­ra­ba, incre­men­tó la dura embes­ti­da mili­tar, que vie­ne en esca­la­da, par­ti­cu­lar­men­te des­de que se inte­rrum­pie­ron las con­ver­sa­cio­nes intra afga­nas en octu­bre pasa­do, con­tra dife­ren­tes obje­ti­vos del Ejér­ci­to Nacio­nal Afgano (ENA), en casi todas las pro­vin­cias del país, demos­tran­do así, su capa­ci­dad para ope­rar en los dis­tin­tos fren­tes que abre y cie­rra prác­ti­ca­men­te a su anto­jo. Las accio­nes de los insur­gen­tes duran­te 2020, según datos de las Nacio­nes Uni­das, pro­vo­ca­ron la muer­te de tres mil civi­les, mien­tras apro­xi­ma­da­men­te otros seis mil resul­ta­ron heri­dos. Solo en la ciu­dad de Kabul, la capi­tal del país, el lugar más pro­te­gi­do del país, con 4.5 millo­nes de habi­tan­tes, el año pasa­do se pro­du­je­ron 255 muer­tes y 562 heridos.

Los cho­ques más duros, de la esca­la­da ini­cia­da el día pri­me­ro, se die­ron en la siem­pre dispu­tada pro­vin­cia de Hel­mand, don­de a lo lar­go de estos vein­te años, tan­to ingle­ses, como nor­te­ame­ri­ca­nos han sufri­do la mayo­ría de sus bajas, don­de se encuen­tran los gran­des sem­bra­díos de ama­po­la, para la ela­bo­ra­ción del opio y la heroí­na, cuyo trá­fi­co, unos dos mil millo­nes de dóla­res al año, es una de las más impor­tan­tes fuen­tes de finan­cia­ción para los muyahi­di­nes, quie­nes en este momen­to se encuen­tran en una situa­ción de for­ta­le­za, como nun­ca des­de la inva­sión nor­te­ame­ri­ca­na en 2001.

Los com­ba­tes más encar­ni­za­dos se libran en los alre­de­do­res de la ciu­dad de Lash­kar Gah, la capi­tal de Hel­mand, con unos 45 mil habi­tan­tes, don­de según infor­mes ofi­cia­les, siem­pre poco creí­bles, el ENA habría mata­do a cien mili­cia­nos, sin dar a cono­cer en núme­ro de bajas pro­pias. Los enfren­ta­mien­tos comen­za­ron, el tres de mayo, con el asal­to con­tra la base cono­ci­da como Camp Anto­nik, que los esta­dou­ni­den­ses habían entre­ga­do a las fuer­zas afga­nas, el día ante­rior. Los com­ba­tes han pro­vo­ca­do que unas mil fami­lias, hayan teni­do que esca­par del área. Según repor­tes, la ofen­si­va tam­bién se rea­li­za en otros pun­tos de la pro­vin­cia. Mien­tras el tali­bán, infor­ma­ba que mata­ron a dece­nas de sol­da­dos, datos tan pocos con­fia­bles como los oficiales.

Las ope­ra­cio­nes en Hel­mand, no son un hecho ais­la­do, ya que des­de el pri­me­ro de mes se han repor­ta­do ata­ques, siem­pre con­tra blan­cos del ENA, en al menos otras seis pro­vin­cias, entre las que se inclu­ye Ghaz­ni, don­de el sába­do pri­me­ro, los insur­gen­tes ata­ca­ron una base mili­tar, esen­cial para la segu­ri­dad de la pro­vin­cia, matan­do a varios sol­da­dos y toman­do pri­sio­ne­ros a casi un centenar.

El Pen­tá­gono, al pare­cer no ha dado mayor impor­tan­cia a los com­ba­tes, en sus decla­ra­cio­nes del día tres, John Kirby, el por­ta­voz del Depar­ta­men­to de Defen­sa, infor­mó: “Has­ta aho­ra no hemos vis­to nada que haya afec­ta­do la reduc­ción (de tro­pas), o que haya teni­do un impac­to sig­ni­fi­ca­ti­vo en la misión en cues­tión”. Por lo que con­ti­nua­ría sin pro­rro­gas la reti­ra­da que has­ta el día cua­tro, se había cubier­to entre el dos y el seis por cien­to. Todos los efec­ti­vos tan­to nor­te­ame­ri­ca­nos como euro­peos, están sien­do diri­gi­dos a Bagram, a unos sesen­ta kiló­me­tros de Kabul, la más impor­tan­te que toda­vía man­tie­ne Esta­dos Uni­dos en el país, des­de don­de serán trans­por­ta­dos a sus luga­res de ori­gen. Mien­tras ya había saca­do del país un equi­va­len­te a 60 avio­nes C‑17 en mate­rial y entre­ga­do para su des­truc­ción más de 1300 equi­pos de combate.

En las últi­mas horas del vier­nes trein­ta, un coche bom­ba que esta­lló en Pul-e-Alam, la capi­tal de la pro­vin­cia orien­tal de Logar, mató a una trein­te­na de efec­ti­vos del ENA, mien­tras que otros diez habían muer­to, tras la explo­sión de un dis­po­si­ti­vo que los mili­cia­nos con­si­guie­ron deto­nar, bajo un pues­to de avan­za­da del ejér­ci­to, intro­du­ci­do a tra­vés de un túnel, en la pro­vin­cia sur­oes­te de Farah el lunes tres.

Vein­te años, no es nada.

La reti­ra­da nor­te­ame­ri­ca­na, no solo sig­ni­fi­ca reco­no­cer una nue­va derro­ta, por más que inten­ten disi­mu­lar, como lo han sido las de Iraq, Siria, Soma­lia y Yemen y aun­que no se pue­de defi­nir como tal, el desas­tre que ha pro­vo­ca­do en Libia, no deja de ser una un esla­bón más en la trá­gi­ca secue­la de des­acier­tos en lo que va del siglo, que hace que Viet­nam, a la dis­tan­cia, parez­ca casi una anécdota.

Afga­nis­tán, qui­zás sea el epi­to­me de la tor­pe­za nor­te­ame­ri­ca­na, que tras vein­te años de san­grien­ta ocu­pa­ción y en una gue­rra asi­mé­tri­ca como pocas que se recuer­den, hacien­do uso de infi­ni­tos recur­sos mate­ria­les no solo de ellos mis­mos, sino tam­bién de socios, como Rei­no Uni­do, Fran­cia, Ale­ma­nia entre otras poten­cias mili­ta­res, al momen­to ini­cia­da la reti­ra­da solo con­tro­la el cin­cuen­ta por cien­to del terri­to­rio. Una de las razo­nes pri­mor­dia­les por lo que ha des­cen­dien­do a acep­tar que prác­ti­ca­men­te está esca­pan­do de allí, lo que se con­fir­ma, con el paper con­fi­den­cial, que se aca­ba de cono­cer, al que Washing­ton, toda­vía no ha nega­do, don­de ade­más de lo acor­da­do en Doha, sobre que los tali­ba­nes no ata­ca­rían blan­cos nor­te­ame­ri­ca­nos des­pués de febre­ro del 2020, exis­tía una cláu­su­la secre­ta, en que los mullah, se com­pro­me­te­rían a esta­ble­cer “ani­llos de segu­ri­dad”, en torno a los obje­ti­vos esta­dou­ni­den­ses, para pre­ve­nir ata­ques tan­to del Daesh Kho­ra­san, como de sus “inter­mi­ten­tes” alia­dos de la Red Haq­qa­ni, que con mucha fre­cuen­cia ope­ran de mane­ra inde­pen­dien­te, a las deci­sio­nes del máxi­mo líder tali­bán el mullah Hiba­tu­llah Akhund­za­da, más allá de que el emir e hijo del fun­da­dor de la Red, Sira­jud­din Haq­qa­ni, es uno de los coman­dan­tes de mayor ran­go en la estruc­tu­ra del Tali­bán. Lo que ha que­da­do en duda con la lle­ga­da de mayo, ya que según decla­ra­cio­nes del alto man­do Tali­ban: “Has­ta aho­ra nues­tro com­pro­mi­so de no ata­car a las fuer­zas extran­je­ras es has­ta el pri­me­ro de mayo, des­pués de eso, si ata­ca­re­mos o no es un tema en dis­cu­sión”. Aun­que resul­ta impro­ba­ble que lo haga, ya que sería una pro­vo­ca­ción, hos­ti­gar a un enemi­go tan pode­ro­so, a poco más de menos de cin­co meses, de que se reti­re derro­ta­do y sin tiem­po para defi­nir sobre los 17 mil afga­nos, con dife­ren­tes gra­dos de cola­bo­ra­cio­nis­mo, que espe­ran sus visa­dos para via­jar a Esta­dos Uni­dos, sabien­do que están con­de­na­dos a muer­te, penas que se eje­cu­ta­ran inde­fec­ti­ble­men­te más tem­prano que tarde.

Por otra par­te, exper­tos mili­ta­res coin­ci­den en que el pre­si­den­te Ash­raf Gha­ni, debe­rá aban­do­nar el sur del país a manos de los mullah, si pre­ten­der man­te­ner otras regio­nes más “apa­ci­bles”.

Más allá de lo que suce­da con los acuer­dos de Doha y las con­ver­sa­cio­nes intra afga­nas des­pués del once de sep­tiem­bre, Afga­nis­tán ini­cia una vez más un año cero, lleno de tur­bu­len­cias, don­de dos ter­cios de los casi cua­ren­ta millo­nes de habi­tan­tes viven por deba­jo del umbral de la pobre­za, con cer­ca de cin­co millo­nes de des­pla­za­dos inter­nos, sin infra­es­truc­tu­ra y sin indus­trial, don­de todo es solo desier­to y sangre.

Afghan spe­cial for­ces arri­ve at the air­port as they launch a coun­te­rof­fen­si­ve to reta­ke the city from Tali­ban insur­gents, in Kun­duz on Septm­ber 29, 2015. The Afghan army on Sep­tem­ber 29 laun­ched a coun­ter-offen­si­ve to reta­ke Kun­duz from the Tali­ban, a day after insur­gents ove­rran the stra­te­gic northern city. AFP PHOTO /​Nasir Waqif

*Gua­di Cal­vo es escri­tor y perio­dis­ta argen­tino. Ana­lis­ta Inter­na­cio­nal espe­cia­li­za­do en Áfri­ca, Medio Orien­te y Asia Cen­tral. En Face­book: https://​www​.face​book​.com/​l​i​n​e​a​i​n​t​e​r​n​a​c​i​o​n​a​lGC.

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