Resumen Latinoamericano, 11 de mayo de 2021.
El desempleo juvenil ha crecido en los últimos años. La pandemia no ha hecho más que agravar un problema estructural que tiene como protagonista a una generación que trabaja precarizadamente o no tiene trabajo estable y formal. Compartimos algunas reflexiones de un informe que detalla con datos estadísticos este problema central en la Región.
El empleo y su contracara ‑el desempleo‑, o sus formas y condiciones precarizadas, no son más que el síntoma de un modelo neoliberal que hace eco en todas partes del mundo. Ilustramos esta nota con algunos memes ‑hay miles- porque somos esta generación que con humor e ironía expresa muchas de las preocupaciones y realidades
que vivimos. A veces en chiste y para no acrecentar el desánimo apocalíptico, pensamos cómo será el futuro de la generación Rappi, monotributista o changarina, lejos de la seguridad laboral que legó el peronismo. En los últimos años, la uberización de la economía y la narrativa “No trabaja quien no quiere” y “Haz tu proyecto autogestivo” llegó a nuestro país. La pandemia agravó las condiciones desiguales que ya vivíamos y deja al descubierto las falacias que esconden los discursos meritocráticos sobre trabajo y juventudes.
En esta nota, recuperamos el Informe “Los desafíos de la política pública para un problema estructural agravado por la pandemia” realizado por Mariana Sosa, Ignacio Smith y Darío Romano del Centro de Estudios Metropolitanos, la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Hurlingham. Les investigadores hacen un repaso estadístico sobre el acceso de les jóvenes al mercado de trabajo a partir del impacto de la crisis sanitaria durante el año 2020. También repasan algunas de las medidas llevadas adelante por el Estado Nacional al respecto.
En el informe se detalla que, si bien la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU planteó un conjunto de metas para que los gobiernos reduzcan el desempleo y la falta de oportunidades educativas para las juventudes, lo cierto es que en América Latina, con diversos matices, el empleo juvenil es una problemática que atraviesa cada país de la región. “Se manifiesta tanto en la escasa cantidad de puestos de trabajo disponibles para la inserción de los jóvenes como en la calidad de los empleos a los que acceden. Las dificultades y barreras que enfrenta la población juvenil en el mercado de trabajo se expresan en sus elevadas tasas de desempleo e informalidad laboral con sus consecuencias de bajos salarios, índices elevados de pobreza, inestabilidad laboral, desprotección social y en las brechas que presentan en relación a la población adulta”, afirman en el informe.
Los datos son contundentes y dolorosos: en América Latina y el Caribe, hay 9,4 millones de jóvenes desempleados, 23 millones que no estudian ni trabajan ni están en capacitación y más de 30 millones que sólo consiguen empleo en condiciones de informalidad, señalaron en el informe según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En Argentina, el 20% de la población total son jóvenes de entre 18 a 30 años ‑asciende a 9 millones- según los datos relevados por les investigadores, quienes afirman: “Gran parte de estos jóvenes carece de un empleo y no se encuentra estudiando ni recibiendo una formación para el trabajo. La falta de oportunidades laborales en la población juvenil no es algo reciente, existe desde las últimas décadas del s. XX y se vieron acentuadas a partir de la crisis del 2001. Si bien a partir de 2003 la recuperación económica y las políticas de crecimiento con inclusión redujeron significativamente las tasas de desempleo e informalidad laboral de adultos y jóvenes, las desventajas de los jóvenes en el mercado de trabajo persisten y se resienten en tiempos de inestabilidad económica”.
Fuente: La Tinta