Aus­tra­lia. Niños y niñas ven­cen a una com­pa­ñía minera

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 31 de mayo de 2021. 

La jus­ti­cia aus­tra­lia­na ha falla­do en con­tra de la minis­tra de Medio Ambien­te por apro­bar la amplia­ción de una mina de car­bón sin con­si­de­rar el daño que pue­de cau­sar a los jóve­nes en el futuro.

El Tri­bu­nal Fede­ral de Aus­tra­lia ha dic­ta­do una sen­ten­cia tras­cen­den­tal en mate­ria cli­má­ti­ca: ha falla­do en con­tra de la minis­tra de Medio Ambien­te, Sus­san Ley, por apro­bar la amplia­ción de una mina de car­bón sin tener en cuen­ta el daño que pue­de cau­sar en el futu­ro a los niños y las niñas del país.

Todo comen­zó en sep­tiem­bre de 2020, cuan­do ocho jóve­nes pre­sen­ta­ron una deman­da colec­ti­va para blo­quear el «pro­yec­to Vic­kery» que la empre­sa mine­ra Whi­teha­ven Coal Limi­ted tenía pre­vis­to ini­ciar en Gun­ne­dah, una loca­li­dad de Nue­va Gales del Sur. Lo hicie­ron en su nom­bre y tam­bién de for­ma repre­sen­ta­ti­va, en bene­fi­cio de otros meno­res aus­tra­lia­nos. El juez tomó bue­na nota y en su fallo se refi­rió a los deman­dan­tes sim­ple­men­te como «the Chil­dren» (‘los niños y las niñas’). Y, ade­más, les dio la razón.

En su sen­ten­cia, el magis­tra­do Mor­de­cai Brom­berg mani­fes­tó su preo­cu­pa­ción por la cri­sis cli­má­ti­ca y se mos­tró muy sen­si­ble hacia los pro­ble­mas que los jóve­nes pue­den sufrir debi­do a ella: «Se pre­vé que un millón de niños y niñas aus­tra­lia­nos sufran al menos un epi­so­dio de estrés por calor que requie­ra hos­pi­ta­li­za­ción. Muchos mori­rán por esta cau­sa o por el humo de los incen­dios fores­ta­les. (…) La Gran Barre­ra de Coral y la mayo­ría de los bos­ques de euca­lip­tos del este de Aus­tra­lia des­apa­re­ce­rán debi­do a estos seve­ros y repe­ti­dos incendios».

Tras la deta­lla­da expo­si­ción de sus razo­nes, Brom­berg se des­pa­chó con­tra la minis­tra por dar la espal­da a las evi­den­cias cien­tí­fi­cas: «Una per­so­na razo­na­ble que osten­te el car­go de minis­tro debe­ría ser cons­cien­te del aumen­to de CO2 en la atmós­fe­ra que pro­vo­ca­rá la amplia­ción de esta mina y del con­se­cuen­te aumen­to de las tem­pe­ra­tu­ras, así como del ries­go de muer­te o lesio­nes a los que se expo­ne a estos niños».

En su deman­da, los jóve­nes seña­la­ban que la amplia­ción de la mina oca­sio­na­rá una emi­sión de 370 millo­nes de tone­la­das de car­bono en los pró­xi­mos 25 años. Para ela­bo­rar su reso­lu­ción, el juez acep­tó esta y otras eva­lua­cio­nes inde­pen­dien­tes sobre el impac­to ambien­tal y sani­ta­rio que pro­vo­ca la que­ma de com­bus­ti­bles fósi­les. El des­pa­cho Equity Gene­ra­tion Law­yers, que repre­sen­ta a los que­re­llan­tes, emi­tió un comu­ni­ca­do con decla­ra­cio­nes de sus clien­tes. Una de ellas, Ava Prin­ce, de 17 años, sub­ra­yó la impor­tan­cia de este fallo: «Es la pri­me­ra vez que un tri­bu­nal, en cual­quier par­te del mun­do, orde­na a un gobierno que pro­te­ja espe­cí­fi­ca­men­te a los jóve­nes de los daños catas­tró­fi­cos del cam­bio climático».

El poder de la minis­tra no se toca

La vic­to­ria, sin embar­go, no fue com­ple­ta. El juez des­es­ti­mó la peti­ción de Anja­li Shar­ma, de 17 años, de res­trin­gir los pode­res de la minis­tra para apro­bar la amplia­ción de la mina. Shar­ma, quien ins­pi­ra­da por Gre­ta Thun­berg enca­be­za en Aus­tra­lia las huel­gas estu­dian­ti­les por el cli­ma, ha esta­do apo­ya­da duran­te todo el pro­ce­so por una mon­ja cató­li­ca, la her­ma­na Bri­gid Arthur, de 86 años, una vete­ra­na defen­so­ra de las polí­ti­cas de asi­lo para las per­so­nas refu­gia­das. Cuan­do estos ado­les­cen­tes la lla­ma­ron para sumar­se a su cau­sa y ser su tuto­ra legal en el jui­cio no se lo pen­só dos veces. «La ener­gía de los jóve­nes tam­bién es capaz de esti­mu­lar a los mayo­res», decla­ra­ba la reli­gio­sa a la Fun­da­ción Thom­son Reuters.

«Este caso tra­ta sobre los jóve­nes, para que den un paso al fren­te y exi­jan más a unos adul­tos que, con sus accio­nes, están deter­mi­nan­do nues­tro bien­es­tar futu­ro«, expli­ca­ba Ava Prin­ce en el comu­ni­ca­do de Equity Gene­ra­tion Law­yers. «Mi futu­ro y el futu­ro de todos los jóve­nes depen­de de que Aus­tra­lia se ale­je de los pro­yec­tos de com­bus­ti­bles fósi­les y se una al mun­do para tomar medi­das fir­mes», aña­dió la activista.

Pero la amplia­ción de la mina apro­ba­da por Sus­san Ley no sólo pone en peli­gro la futu­ra salud de los jóve­nes. Los gran­je­ros de la zona tam­bién pro­tes­ta­ron por la can­ti­dad de agua que la explo­ta­ción iba a nece­si­tar, lo que afec­ta­ría direc­ta­men­te a sus cultivos.

Como sue­le ocu­rrir en estos casos, la com­pa­ñía mine­ra aco­gió el fallo judi­cial con depor­ti­vi­dad (por­que, en reali­dad, no se impo­nen medi­das cau­te­la­res que para­li­cen la amplia­ción) y des­ta­có los esfuer­zos que ya hace por miti­gar los efec­tos del cam­bio cli­má­ti­co. Siguien­do pun­to por pun­to el incon­fun­di­ble argu­men­ta­rio de la mayo­ría de empre­sas de com­bus­ti­bles fósi­les, Whi­teha­ven Coal sub­ra­yó que sus pro­duc­tos son tan bue­nos que con­ta­mi­nan muy poco: «Cree­mos que el car­bón de alta cali­dad ten­drá un papel deci­si­vo en los esfuer­zos glo­ba­les por redu­cir la emi­sión de CO2 y en el desa­rro­llo eco­nó­mi­co de nues­tra región». Según la empre­sa, la amplia­ción de esta mina crea­ría 950 pues­tos de tra­ba­jo en la zona.

La reso­lu­ción de la jus­ti­cia aus­tra­lia­na lle­gó un día des­pués de que un tri­bu­nal de La Haya falla­ra en con­tra de Shell. La sen­ten­cia dic­ta­da en Paí­ses Bajos obli­ga a la mul­ti­na­cio­nal petro­le­ra a cam­biar su polí­ti­ca cli­má­ti­ca y a redu­cir un 45% sus emi­sio­nes de gases de efec­to inver­na­de­ro en los pró­xi­mos 10 años.

Aus­tra­lia, un área sensible

La deman­da de los niños y niñas con­tra la com­pa­ñía mine­ra Whi­teha­ven Coal posee una enor­me cohe­ren­cia si se tie­nen en cuen­ta los con­di­cio­nan­tes del país. Aus­tra­lia es uno de los luga­res del mun­do más afec­ta­dos por el cam­bio cli­má­ti­co. Sufre perió­di­cas olas de calor y de incen­dios que se retro­ali­men­tan y que con­vier­ten su vas­ta geo­gra­fía en una gigan­tes­ca sartén.

Es muy recor­da­do el lla­ma­do «verano furio­so» de 2013. En 90 días se batie­ron 123 récords de tem­pe­ra­tu­ra. El fenó­meno vol­vió a repe­tir­se en 2019, con más viru­len­cia si cabe: 5 millo­nes de hec­tá­reas fue­ron pas­to de las lla­mas y cen­te­na­res de gran­jas se per­die­ron. La bio­di­ver­si­dad reci­bió un gol­pe durí­si­mo.

Y el año pasa­do, la región de Aus­tra­lia Occi­den­tal, la más cáli­da del país, siguió superan­do mar­cas. En agos­to, en pleno invierno aus­tral, el mer­cu­rio alcan­zó allí los 41 ºC. Según la Aso­cia­ción Médi­ca Aus­tra­lia­na, más 500 per­so­nas mue­ren cada año por gol­pes de calor. Ade­más, los casos de cán­cer de piel en el país casi se han dobla­do en las últi­mas déca­das: de los 27 casos por 100.000 habi­tan­tes en 1982 se ha pasa­do a 49 en 2016.

Itu­rria /​Fuen­te

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