Por Juanlu González, Resumen Latinoamericano, 28 de mayo de 2021.
Ya tenemos orquestado un nuevo casus belli contra Rusia. Periódicamente nos van proporcionando, como en una novela por entregas, sucesivos puntos de fricción y conflicto con Moscú, con el fin de evitar a toda costa pensar siquiera en la posibilidad de alcanzar una distensión intereuropea. Algo que, los que mueven los hilos del poder geopolítico, consideran muy peligroso para sus inconfesables intereses.
El ímpetu belicoso de Estados Unidos y algunos de sus aliados europeos es tal que, cuando no pueden atacar a Rusia directamente, lo hacen a través de sus aliados. Poco a poco le han ido estrechando el cerco a base de revoluciones de colores y golpes de estado, de bombardeos, de escudos antimisiles… para tratar de dejarla absolutamente sola y lo más indefensa posible. Y ello contraviniendo incluso acuerdos explícitos, como las promesas de no expansión hacia el este de 1990 o el Acta Fundacional OTAN con Rusia de 1997. Sin embargo, para la opinión pública europea, es Rusia quien está demostrando sus supuestas ansias imperialistas y está tratando de reflotar la Unión Soviética. Y sólo porque, tras una larga travesía del desierto, ha podido recuperarse, levantar de nuevo la cabeza y enfrentar la presión militar y política (en Georgia, Ucrania…) a la que está siendo sometido desde la desintegración de la URSS.
En 2020 le tocó el turno a Bielorrusia. Una revolución de colores de manual, instigada desde las redes sociales con un elenco de jovencitos y jovencitas sobradamente preparados y bien protegidos por los países fascistoides europeos y con Estados Unidos al frente. A pesar de la brutal embestida, Lukashenko logró salir indemne de la afrenta, pero ahora han vuelto a la carga. Han pillado cacho con el caso de la rocambolesca detención aérea de Roman Protasevich y, cual perros de presa, no van a soltar el bocado fácilmente.
No obstante, siempre es conveniente saber qué hay bajo la densa capa «informativa» que vierten los medios occidentales al unísono para evitar cualquier nota discordante. Y para ello, al igual que hicimos en su día con la disección personal de Alexei Navalny, es el turno del «periodista» Roman Protasevich. La detención en el espacio aéreo bielorruso de Protasevich nos la están presentando como un ataque a la libertad de expresión, lo que viene al pelo para afirmar que ese país vive bajo una feroz dictadura y que debe ser incorporado al elenco de naciones “libres” del mundo, lo quieran o no así sus ciudadanos y ciudadanas.
¿En qué periódico o televisión trabaja Protasevich? En realidad codirige un canal de Telegram llamado Nexta Live, con sede en Polonia, que se convirtió el año pasado en la principal fuente de información de las protestas. Pero no se trata de información, sino del sitio desde el que se coordinaron las acciones, se distribuían los materiales propagandísticos o se avisaba de los lugares donde se encontraban los antidisturbios para esquivarlo o atacarlos. Poca similitud con un medio de comunicación al uso y sí con un canal de agitación que reconoce que ha publicado «por error» informaciones falsas que servían a sus intereses. Así que, tildar de periodista a un líder opositor es desinformación pura para intentar que se empatice con esta persona, como si se dedicase a ejercer libremente una labor profesional y no acciones políticas desestabilizadoras al servicio de potencias extranjeras. Y no son interpretaciones personales, son afirmaciones hechas por el propio Roman en diferentes entrevistas, que pueden encontrarse fácilmente leyendo entre líneas en webs cortesanas o corporativas.
Sí que parece que tuvo un empleo previo en un medio de comunicación gracias a la concesión de una «beca Vaclav Havel» en 2017 – 2018. Curioso, muy curioso. Conociendo el cariz del expresidente checo y en qué tareas «ultraliberales« anda implicado en la actualidad, habría poco más que decir pero, para aquellos que no lo siguen de cerca, ahí van algunas consideraciones interesantes. Esa beca, según lo que recoge su propia página, se dedica a «apoyar a los periodistas independientes en países que carecen de prensa libre». Los becarios de Havel trabajan en RadioFreeEurope y RadioLiberty, un medio de comunicación que, afirma en su web que:
“es una organización internacional de noticias privada e independiente cuyos programas —radio, Internet, televisión y móvil— llegan a audiencias influyentes en 23 países, incluyendo Rusia, Ucrania, Irán, Afganistán, Pakistán, las repúblicas de Asia Central y el Cáucaso. Está financiado por la Embajada y el Congreso de EE.UU.”
Así que tenemos literalmente un individuo a la orden de EEUU para desestabilizar el hinterland de la antigua Unión Soviética a través de la propaganda y la desinformación. Si se quiere, podríamos llamarle periodista, pero sabiendo que es como llamar al pulpo «animal de compañía».
Sigamos con este joven campeón de la democracia. A pesar de que están tratando de tapar informaciones inconvenientes de su pasado, está recogido incluso que su propio padre reconoció en 2020 que su hijito se integró en Ucrania en el batallón Azov, una unidad formada por terroristas neonazis con centenares de asesinatos a sus espaldas. Concretamente fue Comandante Adjunto de Comunicaciones de la segunda Compañía de Choque y Asalto del Batallón Azov. Pero hay más, el fundador del comando también ha reconocido que era uno de sus miembros, aunque afirma que no cogía las armas. Sin embargo, hay decenas de fotos que lo muestran vestido de soldado y armado hasta los dientes. Para ser «periodista», jamás le he visto fotografiarse con ninguna pluma en la mano. De hecho, resultó herido en combate en 2015. Autoridades del Donbás ucraniano lo han acusado de crímenes de guerra y de estar al frente de armamento pesado que provocó la muerte de civiles en el sureste ucraniano, entre ellos obuses y morteros.
Habrá tiempo de aportar más datos sobre este JASP de carrera tan prometedora. Pero ¿a qué ya se van perfilando las principales líneas del personaje, verdad? En vez de un periodista por la libertad, lo que asoma es un violento propagandista neonazi y probablemente un criminal de guerra, además de un agente al servicio de la campaña desestabilizadora de Bielorrusia liderada por EEUU, la OTAN y la UE.
Si los medios del mundo libre lo contaran así, otro gallo cantaría… muchos hasta podrían pensar que su detención era incluso una obligación para el gobierno bielorruso y el presidente Lukashenko.